Retazos I
El liberal Por Kepa Uriberri — Yo soy un liberal— aseguró. — Por eso creo que cualquier solución debe respetar la visión social de progreso. No podemos plantear a la gente un modelo que se quede pegado en el siglo pasado. — Hay liberales que me dan miedo— dijo Bolshoy. — Todo sistema ha de ser dinámico. En caso contrario es un muro resistente. Para eso siempre tiene dos fuerzas: Una consolida y la otra proyecta. ¿Entiendes?. Entonces: ¿Qué es un liberal para ti?. — Bueno, el que se mueve, en el ámbito de las ideas, en el sentido del cambio natural de la sociedad. — Diría que ese es un flojo, porque se deja llevar por la corriente social, en vez de encauzarla; o bien es un progresista ciego, que no construye un camino sobre la base sólida de lo que ya se ha logrado. — ¡Ja!— Lutero soltó una breve risita burlona. — Diría que eres un conservador que habla desde su trinchera, construida como una posesión sólida. — Quizás no. Tal vez te estoy enseñando qué es ser liberal. — ¿Qué es?— preguntó desafiante, mirando a Bolshoy con cierto desdén. — El verdadero liberal tiene ideas claras y firmes. En ese sentido es un conservador, porque para sí mismo, no transa sus ideas, pero no las impone, porque respeta las libertades de los demás de pensar de otra manera. El liberal dialoga, propone y convence o acuerda una mirada que satisface a todos. Un liberal entiende que debe consolidar los logros, pero eso no lo hace conservador. Un liberal es, también, hijo de una tradición que considera sólida. — ¿O sea que tú consideras que un católico pechoño es un liberal porque hace negocios a la salida de misa y encuentra huevón al cura?. — Ese no es un argumento, es un resentimiento. — ¿Y alguien que no acepta el derecho de la mujer a abortar, puede ser liberal? — ¿Por qué no? — Alguien que niega los derechos a otros no puede llamarse liberal... — Pero en este caso hay, al menos, dos derechos en conflicto. — ¿Cuál sería el otro? — El derecho del no nacido. — Ese no es una persona. No es sujeto de derecho. — Pienso distinto... — Piensas equivocado... — ¿Crees eso? No respetas mi manera de pensar. ¿Cómo te puedes decir liberal, entonces? — ... es que la mayoría piensa de este modo... — ¿O sea que ser liberal es cuestión de mayorías? Deberías plantearte eso con seriedad. — Ayer me dijiste que el derecho está establecido en la ley. Yo te hablo desde la ley decidida por la mayoría. — Otra vez interpretas mal. La ley recoge los acuerdos sociales. Así lo que hoy es reconocido como derecho en la ley, y debe ser respetado, mañana puede cambiar y ser recogido de otra manera. Pero siempre hay una cuestión de fondo, sobre la cual debes reflexionar, con la mente abierta, porque habrá quienes consideren otros pensamientos, otras razones, otras creencias. Si no lo haces: No eres un liberal. Sin embargo debes respetar la ley aunque no estés de acuerdo con ella. Dialéctica Me metí bajo el chorro de la ducha sintiendo que éste me corría por el cuerpo como corrían en mi mente las ideas y recuerdos de la conferencia. Era raro tener que provocar a los posibles adversarios o enemigos para reclutar apoyo. Me acusaron de violentista, de promover la violencia de estado, pero no resisten una confrontación sobre la acusación: —¿A quién violenté? y ¿Cuándo?. —Pero usted promueve la violencia de genero, porque discrimina a los trans y a los homosexuales... eso es violencia. —¿Me podría citar un caso? Porque jamás he discriminado a nadie por su género, ni por su manera de pensar o sentir. —Pero está contra el matrimonio homosexual. —El matrimonio homosexual no existe. Si el congreso aprobara una ley en ese sentido yo la respetaría. Pero no hay una ley. —Pero usted ¿estaría de acuerdo que las parejas homosexuales pudieran adoptar? — Si yo fuera parlamentario, votaría en contra de esa ley. Sin embargo si una ley así fuera aprobada, yo la aceptaría. Incluso más: Defendería su aplicación. —Entonces usted es un homofóbico. —¿Por qué? —Porque no tolera a los homosexuales. —¿Por qué concluye eso? —Es ovio... —No lo es. Explíqueme ¿dónde ve usted la intolerancia? —Porque está contra el matrimonio homosexual. —No estoy contra las parejas homosexuales, pero creo que el matrimonio tiene un sentido diferente. Sin embargo si se legalizara, no sólo lo aceptaría, sino defendería el derecho que la ley estableciera. Es decir que mi pensamiento es más abierto y liberal que el suyo que refleja no tolerar el mío. —¡Señor Garcena: Usted es un fascista! Así escurren las ideas. Así se desata la odiosidad que convence al indeciso y se hace fuerte en favor nuestro. Era agradable sentir en el cuerpo el flujo tibio del agua. Era sensual. Hubiera querido que estuviera aquí conmigo, Alma, bajo este chorro tibio y estimulante, que a la vez distendía produciendo tantas sensaciones de placer. Pensé que por alguna razón extraña, me era igualmente placentero enfrentar a los adversarios que iban a confrontarme en mis conferencias y charlas. Ellos, de seguro, estaban ahí sintiendo el mismo placer sensual que yo y estaban, antes que nada, por eso, ahí. Sabían tan bien como yo que no me cambiarían, ni yo a ellos. Tal vez, muy eventualmente, lograran sembrar, así como yo mismo podía conseguirlo de manera muy azarosa, una semilla de las ideas que defendía en alguno de los presentes. Sin embargo, no sé si para mi adversario, aunque creo que sí, como lo era para mí, lo importante resultaba ser el vencedor en el debate. A nadie, me parce, le resultaba muy claro qué defendía yo o qué mi adversario. Pero lo mismo que en los combates de guerra, o en los deportivos, había algo en la percepción de quién observaba o de quien hace, luego, el relato histórico que decide para el entorno observador, quién fue el ganador. Ahí juega la idea preconcebida lo mismo que la virtud dialéctica, la belleza del juego o el lance, lo mismo que la razón lógica y así. Hay tantos elementos sutiles, que van atados al talento de manera misteriosa, que inclinan el resultado en favor de uno u otro. Eso lo hace exquisitamente sensual. Eso es lo que envicia y lleva a querer más Resulta ser tan raro y sorprendente como la sensualidad de un chorro de agua tibia que desciende por el torso bajo la ducha, de manera que lo lleva a uno a permanecer ahí bajo el agua, sintiendo al calor deslizando por el pecho, el estómago, el vientre, las piernas. © Kepa Uriberri
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Kepa UriberriA mediados del siglo pasado, justo al centro de algún año, más frío que de costumbre, en medio de una nevazón inmisericorde, se dice que nació con un nombre cualquiera. Nunca fue nadie, ni ganó nada. Quizás sólo fue un soñador hasta comienzos de este siglo. Fue entonces cuando decidió llamarse Kepa Uriberri y escribir, también, para los demás. Hoy en día, sigue siendo un soñador y aún no ganó nada. Sólo siembra letras en el aire. Archives
August 2021
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