Un fragmento sobre la discriminación
— Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? — Seguir buscando... ¡Mierda!— dijo con furia y golpeó la primera puerta a su alcance con ira. — ¿Vive aquí una tullida colorina?— preguntó agresivo cuando una mujer tan anónima como la anterior le abrió la puerta. — En este edificio no hay tullidos— respondió en el mismo tono agresivo. — Quizás haya algunas personas con capacidades diferentes, pero tullidos: ¡No!. — ¿Qué es una persona con capacidades diferentes, señora? — Alguien distinto, al que no hay derecho de discriminar. — ¿Por ejemplo una coja? — No le llame así, porque la denigra. — ¿Lo que uno es, lo denigra? — No, señor, lo que denigra es la discriminación y la agresión. — ¿Y cuál es la discriminación? ¿Acaso decir cojo al cojo, sordo al sordo, ciego al ciego, negro al negro? ¿O hay que usar eufemismos que nos tapen los ojos y disimulen lo que es notorio? — No, señor. Cuando usted dice "negro" para despreciar al otro, eso discrimina. — ¿Y cómo debo decirle a un negro? — De color. Así no ofende. — ¿Y a un amarillo, por ejemplo a un chino?: ¿Debo decirle de color? ¿Y a un holandés colorado?: ¿De color? — Dígale de manera que no ofenda. — ¿Por qué habría de ofender decir coja a una coja, o si es tullida? La discriminación es el centro mismo del pensamiento, señora. Porque usted discrimina sabe que soy hombre y usted mujer. ¿O vamos a terminar diciendo a la mujer que es un hombre con capacidades diferentes? El odio se distingue del amor porque se discrimina. La noche se discrimina del día siendo ambos partes del tiempo. La madre se discrimina de la hija, lo redondo de lo cuadrado, lo negro del blanco y en las multitudes a Violeta Parra. La discriminación nos bendice con el juicio de las diferencias. La discriminación me permite saber que usted está radicalizada por las ideas de los vendedores de noticias e información. La discriminación sirve para saber cuando la diferencia se convierte en odio y es eso lo que hay que moderar. — ¡Con usted no se puede hablar!— dijo la mujer y dando un portazo desapareció, dejando a Monarde frustrado. — Darling, estamos buscando una persona, no redimiendo pecadores. — Es cierto. Mejor sigamos en el diez y siete. © Kepa Uriberri
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Kepa UriberriA mediados del siglo pasado, justo al centro de algún año, más frío que de costumbre, en medio de una nevazón inmisericorde, se dice que nació con un nombre cualquiera. Nunca fue nadie, ni ganó nada. Quizás sólo fue un soñador hasta comienzos de este siglo. Fue entonces cuando decidió llamarse Kepa Uriberri y escribir, también, para los demás. Hoy en día, sigue siendo un soñador y aún no ganó nada. Sólo siembra letras en el aire. Archives
August 2021
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