EL AIRE CÓNCAVO DE MIS SUEÑOS Por Vanessa Fens Octubre volaba, entre el aire cóncavo de mis sueños ligeros, envuelto con ásperas sábanas nocturnas, dejé entrar la réplica tuya entre las húmedas sombras, después del último eclipse dejé entrar el mar a profanar mis entrañas hirviendo, arrojé al Olimpo los besos, las preguntas inútiles, las frases a medias que salían como aguijones de abejas interrumpiendo los anhelos en la agonía frenética del silencio…Silencio consuetudinario entre los dos. Reposamos insatisfechos en otro lugar insólito al borde de las estrellas lacustres, alcancé a entrar en la bóveda vacía para regresar hacia el Sur… Después llega otoño a hidratar las ganas mojándonos en el cáliz amargo, desapareciste quemado por la distancia en los ríos promiscuos del tiempo, las manecillas del reloj no encajan en el hoy, girarán en sentido inverso, mañana cambiará el horario al susurro del sol, nos esperan ardientes sequías sin salir de las flores de fuego, octubre se fue en los kioscos del inframundo, las luces cambiarán de tono; empezamos a caer en las tinieblas llenos de premisas hasta perdernos entre el azul claro, ocultos en la ráfaga del viento sin poder respirar. Se escuchan las voces de una liturgia simbólica ,entre los sitios deplorables con escenas al punto de colapsar en la barrera maléfica del binomio opuesto, estamos expulsados de la oración de esta mañana, trasnochamos sin fundamentos en los viajes terrenales de la existencia sensorial; la brisa es más fresca en estos días, creo extrañarte, pero el absurdo ocultismo nocturno ha obstruido cada uno de nuestros rumbos, dándole formas estrechas de figuras abstractas, donde se unen los cuerpos imperfectos en la incongruencia del Lucero rojo obscureciendo el sendero del cosmos; dejarás de existir en el ángulo lateral de las cuerdas lúgubres de alto voltaje, volabas en el aire cóncavo de mis sueños ligeros. Esa noche, no fuiste indispensable. © Vanessa Fens *** Vanessa Fens (México) es poeta y licenciada en Derecho por la UV y la UNAM. Fue bailarina en Son de Cuero. Desde 1991 forma parte del staff de La Condesa Italiana Pirina Garavaglia. En 1999 emigró a Milán, Italia. De 2006 a 2012 participa como vocalista en el programa de performance teatral: Los brillantes e Infusione. Ha publicado en: la revista Brújula (90-94), periódico Formato 7 (2010) Columna Cultural “Territorio de Palabras”, periódico El Mercurio de Veracruz (2014-16), actualmente colabora esporádicamente con la revista Literaria “Peregrinos y sus Letras”, La Revista Cultural “Sombra del Aire “ y la Revista de Creación Literaria “Nocturnario”.
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Un gran estruendo ruge agorero (I)
Por Arelí Chavira Erick Medina vive sus fantásticos dieciocho años: es tímido, callado, tiene pocos amigos, le gusta leer comics y libros de ciencia ficción; mide 1.87, estatura ideal para practicar el baloncesto; un tanto gruñón con su familia, sin embargo, no le gusta confrontar a las personas; es noble y de buen corazón. Un chico feliz o por lo menos lo había sido, hace días que las cosas no le van bien, pareciera que la suerte se empeñara en jugarle malas pasadas: Un 45 en matemáticas y un 65 en química, y eso que estudió una semana para cada una, no obstante, no logra concentrarse; la USB con el trabajo en equipo de historia de México perdida, junto con sus compañeros que al saberlo, le han aplicado la ley del hielo; su celular murió ahogado en el retrete, esa costumbre de echarlo en la bolsa de atrás del pantalón; el Nintendo Wii castigado, sus calificaciones no son para menos; el amor, no podía faltar el amor: Mariana, la chica más hermosa del universo, ni en el mundo lo hace, vive inmersa en su melancolía, pero esa es otra historia; y como cereza del pastel, en el entrenamiento de esta tarde, cosa extraña en un corredor de fondo experimentado, se desmayó a mitad de la carrera. El resultado de los estudios médicos: hipertiroidismo, con razón se sentía fuera de forma, más delgado y con la cabeza en otro planeta. No le había dado importancia, se lo atribuyó al desánimo causado por la mala racha que estaba pasando y que, por lo visto, empeoraba. ─ ¿Es usted la mamá de Erick? ─ Si, Dalia Salgado, mucho gusto doctor. ¿Cómo se encuentra mi hijo? ─ Los exámenes de laboratorio dicen que Erick padece hipertiroidismo por lo que su metabolismo trabaja más rápido de lo normal, debido a eso siente cansancio extremo y ha bajado de peso. El plan a seguir es regular con yodo radioactivo la producción de hormonas tiroideas, para después extirpar la glándula. Será necesario que por algún tiempo tome yodo en dosis controladas; la duración del proceso dependerá de su evolución. No te asustes, Erick te pondrás bien si sigues las indicaciones al pie de la letra: tendrás que permanecer aislado, dormir solo, tener tus propios cubiertos. Después de cada toma, no podrá comer ni hablar durante media hora para prevenir las náuseas; evita pasar periodos prolongados en lugares públicos o trasporte colectivo; si piensan salir de la ciudad, deberán llevar consigo esta carta donde se hace constar que estás bajo tratamiento médico, ya que las alarmas de aduanas y aeropuertos sonarán cada vez que cruces por los detectores. Además, nada de productos y alimentos que contengan mucha sal, la comida chatarra, por ejemplo, tampoco lácteos. ─ Solo esto me faltaba… ─ Erick, qué modos son esos. ─ Mamá, cómo quieres que me sienta, hace tiempo que nada me sale bien por más que me esfuerzo. Todo está contra mí, me quedaré sin amigos, si de por sí, casi no tengo, ¿y la competencia?, no podré participar, perderé el año escolar. Me verán como algo contagioso, se burlarán de mí. ─ Vamos hijo, busca el lado positivo de los malos momentos, dicen que de la oscuridad nace la luz. ─ No inventes, tardaré mucho en aliviarme y tengo tan mala suerte que de tanto medicamento me volveré fosforescente. ─ Pero ve nada más, qué cosas se te ocurren. Erick se ha tomado la primera dosis, cerró los ojos, detuvo el aliento por un instante y tragó el contenido de la botellita que le proporcionara la enfermera. Después de reposar treinta minutos, fue directo a casa, a su habitación, permanecería ahí por dos o tres días, hasta que el efecto radiactivo bajara. La oscuridad de su recámara se ilumina intermitentemente con los rayos de la tormenta que rezumba afuera. No puede dormir pensando en su nueva situación; abre Facebook y lo primero que ve son las fotos de la competencia, Mariana aparece también, no quiere saber más, con frustración cierra su nuevo celular, regalo de mamá, lo pone a cargar y lo coloca sobre su buró. La tempestad va en aumento al igual que las descargas eléctricas. Desde su cama observa la ventana; sus venas, al paso de la radiación brillan igual que las centellas que surcan el cielo. El sueño por fin llegó. Súbitamente resplandece y un gran estruendo ruge agorero: el celular conectado al enchufe atrajo un rayo, todo se vuelve luminiscente, en especial Erick que, envuelto en un halo de luz, flota encima de su cama; sus manos, pies y cabeza parecen orbes fulgurantes; bajo su piel, por sus venas inflamadas, corre la sangre, ahora iridiscente, que desata la metamorfosis. Su corazón se ha detenido, la fusión ha terminado; las tinieblas y el silencio cubren su cuerpo; esperan, vigilan, resguardan. Y así, momentos después, tal como fue anunciado, un destello tamborilea bajo el pesado manto negro, agujereándolo. Las noches jamás volverán a ser iguales. *** Las noches jamás volverán a ser iguales (II) Por Arelí Chavira Mariana está hecha agua por dentro y por fuera, los fantasmas de la melancolía la atormentan, así que prefiere sentir la lluvia helada a seguir escuchando cómo le susurran al oído lo insignificante que es. Por las noches, cuando duerme, ellos enredan sus manos en sus sienes y en su corazón. En el pasado alguien la dejó en el quicio de su puerta y en ese instante, ellos abrieron sin permiso el portal que lleva a la desolada habitación del desamparo. Si no la quiso el primero, el hombre más importante de su vida, ¿por qué habría de hacerlo cualquiera otro?, Erick, por ejemplo, tan guapo, un gran atleta, buen estudiante, excelente chico. Ahora que enfermó, nada le gustaría más que ir a verlo; ha investigado y sabe que tomar yodo con radiación requiere de aislamiento, y aunque no fuera así, seguramente a él no le interesaría verla. Camina sin rumbo por las calles anegadas que se iluminan al antojo de las serpientes plateadas que se han apoderado del cielo. No puede deshacerse de ellos, no logra separarse de su abrazo por más que lo intenta. Está tan cansada de ser el lugar donde habitan; desde ahí dominan su voluntad, carcomen cada pedazo de su alma, de su confianza. Ha pensado que la única forma de acabar con esa angustia es entregarse por completo; en el fondo piensa que solo ellos la aman realmente, no se han cansado de pelear para conseguirla, en cambio los demás, ni siquiera le creen. Inconscientemente, sus pensamientos, o tal vez su corazón, la han llevado hasta la casa de Erick. ─¿Y si me animara a tocar? ,─se decía ─ pero ¿cómo se te ocurre?, a esta hora de la noche y en medio de la tormenta, terminarías por confirmar lo que ellos sospechan; mira que contarle a Sandra lo de los fantasmas, en seguida media escuela se enteró, cómo pudis… Un gran estruendo, que interrumpe sus pensamientos, ruge agorero y del cielo cae una serpiente envuelta en fuego que atraviesa la ventana de la casa. Mariana paralizada observa desde el otro lado de la acera. ─¡Por Dios, qué es eso!, es la ventana de… ¡es Erick!, ─balbucea la aterrorizada chica. Todo está luminiscente, en especial el muchacho que, envuelto en un halo de luz, flota inerme; sus manos, pies y cabeza parecen orbes fulgurantes; bajo su piel, por sus venas inflamadas, se desliza la serpiente de fuego, que, al mezclarse con su sangre color marrón, la ha tornado iridiscente. Todo estalla y de la explosión nacen miles de esferas color ocre que salen disparadas con tal fuerza que derriban a la muchacha. Un instante después, terminada la fusión, la lluvia ha cesado y la oscuridad lo cubre todo. Con dificultad se incorpora, las tinieblas son tan densas que no puede ver sus manos por más que las acerca a su rostro. Tiene mucho miedo, teme por Erick, pero es incapaz de atravesar la calle. De pronto, por la ventana se vislumbra un destello que tamborilea bajo el pesado manto negro, agujereándolo. Mariana, temblando camina hacia él, la luz apenas ilumina el lugar. Lentamente se acerca y con horror ve a su amigo tirado enfrente de la cama; no puede dar crédito: ¡el cuerpo de Erick brilla en la oscuridad! Con desesperación hace a un lado los escombros para entrar en la habitación. Hincada a su lado lo llama ─Erick… Erick… háblame por favor, ¿estás bien?, despierta por lo que más quieras… ¿por qué estás fosforescente? ─ No obtiene respuesta. Dejando a un lado el temor que siente y sacando fuerzas del amor que le tiene, decide tocarlo y se inclina sobre él para tomarle el pulso en el cuello. No pudo evitar cerrar los ojos. Al contacto de sus dedos con la piel de su querido amigo, un estremecimiento sacude su cuerpo; un hilo de energía serpentea por su brazo y va tiñendo sus venas de color ocre. La luminiscencia aumenta. Mariana siente cómo cada célula de su cuerpo se hace uno con el de él hasta conocerse sus más profundos secretos. Erick abre los ojos y se incorpora de golpe, provocando que Mariana caiga de espaldas. Al quitar los dedos de su cuello la luz baja de intensidad y el color de su brazo vuelve a la normalidad. Lo mira estupefacta, retiene la respiración a la espera de la reacción de Erick que sigue brillando. ─Tú me quieres─, susurró el chico esbozando apenas una sonrisa. ─ y tú a mí─ respondió Mariana recobrando el aliento. ─Te libraré de tus fantasmas. ─y yo guardaré tu nuevo secreto. Las noches jamás volverán a ser iguales. © Arelí Chavira |
Escritor invitadoEn esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores. Archives
November 2024
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