Rosa Espinoza[1]
ADVERTENCIA su aliento insiste en acallar esta tristeza antigua que siempre me acompaña. Chantal Maillard No quiero ser la musa de un poeta desquiciado prefiero atajar la muerte y quebrantar mis huesos sobre una duela solitaria Tampoco seré una balsa para quien mira el mar en un estanque y acribilla su entereza con orfandad padrastra. Esos sueños entumecidos se quedaron en mi plexo sobando finitudes insensatas. Me fui y empeñaste todo por un juego de muñecas donde el tuerto es rey. Entiendo tu resistencia no amotines esperanzas no mires el sol en un foco donde oscura, la pluma apaña las palabras. Tu vacío será inefable el adobe de esos diques se cuece solo con el tiempo. TÚ QUÉ SABES, POETA Poeta, qué sabes de poesía si después de una migraña incontrolable no reparas en que el poema está en las calabacitas y el arroz en el perfume del ajo en la mañana apresurada estás perdido, poeta si no has remojado tu ansiedad en el café y el dolor de cuerpo en los ojos de quien amas No sabes nada poeta, nada. DE SUEÑOS Y GATOS Los gatos son como los sueños. A veces los invocas y se van con crueldad severa. Te dejan a media sala pensándoles. Otras veces –como los gatos–, los sueños te buscan para enredarse en tus pies. Bloquean tu vigilia. Y ya que lo consiguen, –los gatos y los sueños– se esfuman. PAISAJE DE MIGRANTES Un ejército de sal desfila. Cuerpos que desandan rumbos al norte. Topan con muros de polvo diques de inapetencia. Y vuelven. Siempre. Su ruta es una fronda de retornos. Una bestia desalmada los arrojó la deriva se integra a su glosario. Los miro pasar por la acera cargando sobre sí un agobio añejo y triste. Donde no hay nada tampoco allana la desesperación. Su armamento es un estómago vacío su tiempo es un escalpelo una rasgadura un cuerpo que no sabe de plagar sin rumbo fijo. Pulular no fue su tentativa sí el toldo, la llama y la mesa puesta. ¿Adónde va esta tropa que reside en el terror de la indolencia y dormita en una alcoba transitoria? Hay acaso un destino para este pelotón del desaliento o queda nada más la marcha como única evidencia de la espera. © Rosa Espinoza [1] Editora, narradora y poeta. Autora de tres poemarios, Señero, Llevaría tu nombre y Cuadernos de la dispersión (Premio Estatal de Poesía 2018) y un libro de relatos, Postales de Inglewood (Premio Nacional de Narrativa Dolores Castro 2017). Radica en Mexicali, Baja California.
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Escritor invitadoEn esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores. Archives
November 2024
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