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Escritor/a Invitado/a

Mujeres crisalidas

10/27/2020

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Por Lázaro Fierro

El escribir trae consigo múltiples beneficios: estimula la memoria, mejora el humor, incrementa la capacidad comunicativa, fortalece la autodisciplina, aumenta la creatividad, amplía el léxico y sirve de terapia. 


Las autoras de la antología Mujeres crisálidas han utilizado a la escritura para obtener al menos uno de los beneficios arriba enumerados. Con su producto final nos dan la oportunidad de atisbar en lo más recóndito de sus pensamientos, de sus sentimientos y de sus vidas. En cada uno de los poemas y en cada una de sus narraciones se puede palpar la experiencia vivida, el dolor sentido, el amor disfrutado, el camino recorrido. Mientras escriben cada letra, cada palabra, cada verso, cada estrofa, cada párrafo, su interior sangra, sus cuerpos vibran, su memoria sufre y se extasía a la vez, sus horizontes se expanden y su angustia se disipa.

Al leer Mujeres crisálidas, el lector no solo encontrará solaz, también tendrá la oportunidad de vivir cada una de las experiencias en el libro contenidas. Conocerá los eventos que inspiraron a sus autoras y se identificará con más de una de las situaciones expuestas en la obra. Sabrá de la guerra civil en el Líbano, descubrirá la pirekua, sentirá el amor por los hijos, verá cómo se pinta un lienzo con solo palabras, sufrirá como lo hacen los migrantes y entenderá que la vida, por complicada que sea, vale la pena vivirse.

Mujeres crisálidas es un ejemplo más de que si se quiere, se puede. Mujeres con tan diversos historiales se unen para hacer uno de sus sueños realidad, escribir un libro que haga sentir orgullosos a propios y a extraños y, a la vez, mandar un mensaje a todos aquellos que han sido desalentados por su propia gente, a aquellos de baja autoestima que piensan que lo suyo no tiene valor, a los que piensan que por no ser acaudalados no pueden compartir su sentir en un libro a que sigan su ejemplo y dejen que la luz escondida en su interior irradie e ilumine hasta el último rincón del pensamiento ajeno.

Calaveritas para las antalogadas

1

La Muerte está embarazada
y anda en busca de pañales.

Como no encontró en Tucsón
que se brinca pa Nogales.

Allá no encontró pañales.
Se llevó gran decepción.

Mas se encontró a la cantante
del grupo de la Ilusión.


Se la trajo para el norte,
mas no la llevó al panteón.

La trajo pa que cantara
en su corto Redemption.

Después la unió con un vato
(de seguro aún la anhela)

para que formara un dueto
al que llamó Piel Canela.

También la llevó al Chase Field
en una Serie Mundial

a que cantara con garbo
el gran himno nacional.

Y ahora sin más perorata
ha venido del panteón

a presentar ante ustedes
a
Jiménez, Concepción.


2


La Flaca quiere una foto
del camposanto y su dique,

por eso se fue hasta el sur
a un pueblo llamado Iquique.

Sabía que allá hay una actriz
que además fotografiaba.

En el diario la encontró
donde ella trabajaba.

Como supo que enseñaba

a los niños la actuación,
pensó que sería perfecta

pa que actuara en su panteón,
y de paso le escribiera
los diálogos de su guion.

Actriz de Teatro Bravo
no culminaba su meta.

Se convirtió en directora
de Producciones Planeta.

La muerte vino contenta
tocando muy bien la armónica
a traerles desde Chile
a la autora Vilches, Mónica.
3

La Muerte estaba agotada,
porque se cansa la Flaca,
y se fue de vacaciones

a ciudad de Cuernavaca.

Allá que escucha una voz
como la de ave canora.

No era un pájaro cantando,
era la declamadora.

Era su primera vez;
no era la cosa más grata.

No se le quebró la voz,
mas le temblaban las patas.

Fue tan buena su actuación
ante el público si par

que el jurado decidió
darle su primer lugar.

Aparte de declamar
ahora comparte su canto.

En las Noches de Tertulia
caen, presas de su encanto.

La Parca trae buenas vibras
que por aquí fluirán.

Y aquí les presenta a ustedes
Mayath S. Catalán.

4

Desde su pequeño pueblo
del estado Michoacán

huyó de la Muerte un día
la joven de Coalcomán.

Se vino a Estados Unidos
corriendo a veces de prisa.

Poco sospechaba entonces
que sería una gran poetisa.

Lloraba en la tumba un día
sufriendo desconsolada

porque una Letra de arena
la dejó Amor-a-tada.

La Flaca la consoló
y le prendió cuatro velas,

pidiéndole le escribiera
alguna radionovela.

Se presentó en Hermosillo.
En San Luis le dio a la diana.

En la cárcel Cananea
y hasta en la Dominicana.

La muerte no vino hoy
para cantarles un aria.

Está aquí pa presentarles
a su María Candelaria.
5

La Muerte quería unos ojos
que tuvieran mucho brío,

así que se fue a Jalisco
a traer los tapatíos.

Sabía dónde se encontraban
porque tiene muchas mañas.

Caminó ella derechito
al Instituto Cabañas.

Artes plásticas miró
y las llevó hasta Peñasco.

Al desierto ella le dio
de pinturas un chubasco.

Y se fue a Dallas también,
sin albur, mis amiguitos.

De allí se fue hasta una playa,
la que llaman Rosarito.

La llevó después la Flaca
a que viera sus portales.

Quería que los decorara
con tres o cuatro murales.

Y al final la trajo aquí

a platicar con la banda.
Reciban con gran aplauso
a la pintora Yolanda.
6

La Muerte no quería ir
a México, capital.

No quería perder cartera
ni el tesoro virginal.

Mas sufría mucho la pobre

allá en oscuro panteón
y fue a buscar masajista
que le arreglara el tirón.

Ya estando más aliviada,
la amarró con una soga

y la obligó a que le diera
también las clases de yoga.

Disfrutó biomagnetismo,
también kinesiología.

Y en sus huesudas patitas
le dio reflexología.

Ahora viene muy contenta
volando entre muchas aves

a presentar esta noche
a la autora Celia Chávez.

7

La Muerte fue a Monterrey
y no gastó nada en moda.
Y es que ya llevaba todo,
no crean que fue por ser coda.

Su madre le había pedido
le encontrara una poesía.

Supo que allí habían escrito
Madre mía, siempre mía.

Llegó a la universidad
Autónoma Neoleonés

en busca de periodista
que al menos fuera dos tres.

Se puso feliz la Flaca,
le brincó hasta el corazón,

al ver que su candidata
también sabía locución.

La llevó al 44
pa
que hiciera un comercial,

mas la astuta muchachita
que se adueña del canal.

También en la 1190
trabajó de locutora.

Eso fue en sus tiempos mozos,
antes que fuera señora.

Y ahora la Flaca, orgullosa,
se presenta en esta tierra

a darle la bienvenida
a la autora Mayra Sierra.

8

La Muerte se fue la sierra,
hasta un río natural,

en busca de una escritora
que estaba en verde maizal.

En cuanto topó con ella,
dijo: «Será para mí».

Le encantó su sangre yaqui,
rarámuri y otomí.

Había crecido en peñascos
del Valle del Mezquital.
Después se mudó a un pueblito
muy jesuita y colonial.

Llegó hasta el Valle del Sol
para surgir de cenizas.
Es como gran ave fénix,
pero con alas cobrizas.

Ella dice que un poema
es un momento vivido.
En pergamino lo escribe
y a la historia da sentido.

La Flaca quiso salir
de su singular teocali
a traerles a la autora
Aguilar S., Magali.



El Mtro. Lázaro Fierro es originario de La Caña de Agua, Municipio de Atoyac de Álvarez, Gro. Méx. Es maestro normalista, maestro catedrático, pasante de Derecho y posee una Maestría en Educación Bilingüe cursada en la Universidad Estatal de Arizona (ASU por sus siglas en inglés). El Mtro. Fierro ha escrito libros como El México real, Letras de arena y De tinta y sangre.
El Mtro. Fierro creó una estrofa poética a la que llamó tetrástrofo birrimo.


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Carta a mi madre

10/21/2020

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Por Lourdes Rodríguez

Mexicali, B.C. a 18 de agosto del 2020.

Para ti, Conchita:    

Te escribo esta carta desde una fortaleza, un lugar que sólo yo conozco y que nadie puede penetrar a menos que sea yo quien le confiera esa posibilidad.  Ha existido desde siempre en mí. Te escribo desde mis recuerdos donde tu esencia palpita a cada instante llena de sensaciones maravillosas. No es la primera vez que hablo contigo de esta manera, en realidad desde pequeña fue la forma en que me acercaba a ti. Son tantos los recuerdos que se desgranan como una alegría en las manos de un niño travieso. Cuántas cosas me llevan a esa ternura infinita que en mis primeros años marcaron mis días, mis noches, mis instantes. Recuerdo aquella noche cuando desperté en la madrugada y el olor a pan de naranja horneado llenó mis sentidos para siempre, Esa calidez en tus brazos, en tus manos, en tu mirada, en tu piel, esa alegría infinita en tu ser. Lo recuerdo como si este instante se repitiera.  Me levanté y caminé sobre la cama y extendí mis brazos hacia ti para que me cargaras.  Recuerdo tu piel morena rodeando mi cuerpo, ese pequeño cuerpo que contrastaba con el tuyo. Besaste mis mejillas con tanto amor como se besa aquello que tanto se anhela. Me llevaste cargando a la cocina y me enseñaste el pastel que habías horneado, estabas tan feliz desde que llegó papá. A partir de ese momento tu presencia fue constante en mi vida, en nuestras vidas porque mi hermanita también lo sentía. Me diste un buen trozo de pan que comí poco a poco   fue tan delicioso que quería tenerlo para siempre. El olor a naranja se impregnaba por toda la casa. Esa pequeña casa era tan cálida y significaba tanto en nuestras vidas. Me llevaste a la cama de nuevo, depositando mi pequeño cuerpo y mi largo cabello. Te recostaste a mi lado como una cierva que cuida a su cervatillo tan frágil   y juntas contamos las estrellas. El tiempo transcurrió. Un día tomamos aquel tren estábamos felices vendríamos a Mexicali una ciudad que no conocíamos y que prometía mucho. Mi padre vino primero. Lo llevamos a la central de autobuses y por vez primera sentía que mi corazoncito temblaba como un flan de aquellos que él mismo nos llevaba casi todos los días a casa cuando salía del trabajo. Mi padre se iría y nos quedaríamos sólo contigo y a mí me aterraba el sólo pensar que quizá no lo volvería a ver. Llegó el día finalmente, nos iríamos a Mexicali. Papá decía que era una ciudad donde hacía mucho calor. Jamás imaginé que rebasaría los 50 grados centígrados. De eso qué sabía una niña de 6 años. Viajamos en tren, ¿lo recuerdas? con tus 4 pequeños unos velices y unas cajas de cartón como equipaje básico.  Pancha y sus gatitos también se fueron con nosotros y el perico que hasta el día de hoy lo recuerdo con su frase icónica cuando le dábamos algo de comer y él gritaba ¡qué rico, ¡qué rico!, ¡qué rico!  Ellos también eran parte de la familia así iniciamos ese maravilloso sueño. Era una experiencia inimaginable. Duramos tres días con sus largas noches en el tren, dentro de un angosto camarote que me asfixiaba.  Ese sonido de los durmientes que al principio me parecía interesante terminaron por mermar mis sentidos. Me agobiaba su rumor. Repicaba en todo mi ser y me repetía a cada instante que nos alejábamos de aquella gran ciudad donde había dejado los recuerdos envueltos en mis sueños de niña; en aquella vieja casona donde vivíamos y donde mis amigos ya no estarían más si es que algún día regresaba. Esa casa siempre me intrigaba y muchas veces te lo dije- era tan interesante- tenía tantos cuartos y recovecos que me intrigaba lo que había ahí. Sólo que partimos y no pude descifrar sus enigmas.

Mexicali nos recibió como una madre lo hace. Nos acogió en su regazo cubriendo con su rebozo de sol nuestra existencia. Mi madre y mi padre vieron sus sueños hechos añicos al llegar. Descubrieron que la realidad que les había prometido el destino se derretía como una paleta de hielo con el sol del verano. Fueron años difíciles, pero siempre cuidaron dentro de la precariedad que fuéramos a la escuela y aprendiéramos. Fue su prioridad. La lectura para mí era mi escape.  Viajaba, conocía, descubría, y me extasiaba con tantas historias que me permitían disfrutar mi infancia como cualquier niña que construía sus propias vivencias en sus cuadernos o simplemente en mi imaginación. Tú ya no eras la misma al llegar aquí.  El calor del verano y las vicisitudes de la vida te fueron endureciendo la mirada, en tus ojos apenas se vislumbraba un vestigio de aquella ternura que conocí. Era difícil sentirte cerca. Sentía tú vulnerabilidad a cada instante en este Mexicali terregoso y ardiente. Te dedicabas a limpiar la casa acomodando las pocas cosas que teníamos y lo distribuías de tal manera que la casa se veía llena entre las cosas y nosotros. Lavabas la ropa y al hacerlo dejabas correr tus lágrimas y con ellas se perdían las ilusiones de una vida mejor. En cada traste acariciabas tus recuerdos de niña. Cocinar fue tu refugio. Siempre te protegías entre tus guisos. Entre maíz, frijol, verduras, orégano, cominos, pimienta, chiles, hojas de laurel, clavo, jengibre ajos y cebollas transcurrieron los años. Los tuyos y los nuestros. Tus manos se fueron cubriendo de arrugas. Ellas preparaban platillos deliciosos dignos de paladares muy finos. Preparabas los guisos en tus hermosas, cazuelas y ollas de barro. Comidas que me sabían a ternura, a probaditas de amor, aunque ya no me demostrabas tu amor como antes con tus caricias ahora lo hacías a través de tus comidas. Tú cabello se llenó de gris. Un gris parecido a esa ceniza que queda en los leños después de arder intensamente hasta convertirse en brasa. Así se vistió tu larga cabellera. Quizá la muerte de papá lo pintó así. Te quedaste sin él y nosotros también. Se marchó el hombre maravilloso que la vida nos había dado. Nuestro padre ese hombre que nos amó siempre. Se fue y se llevó entre su sonrisa la felicidad de todos. Todo se llenó de penumbra en nuestra vida, sobre todo nuestros corazones.  Volviste a esa fragilidad y sólo estaba yo para sostenerte. Mi hermana se había marchado y con ella se llevó el último vestigio de ternura que aún te quedaba. La distancia y el tiempo fue diluyendo tu corazón. Ahora era yo quien te cuidaba. Era yo quien extendía mis brazos para sostenerte y mi cuerpo hoy era más grande que el tuyo porque el tiempo te fue haciendo chiquita. En realidad, sé que fueron las penas y la vida quien te fue cambiando poco a poco como les pasa a los jarritos de barro con cada caída, se van despostillando poco a poco y van perdiendo su forma silenciosamente. Pasaron muchos años y con ellos tantas cosas que hoy se agazapan detrás del tiempo. Con él llegaron mis hijos y con ellos surgió una chispa en tu vida, esa ternura y esa luz en tus ojos brillaron de nuevo. De nuevo tu corazón latió, Una vez más horneaste aquel pan de naranja para tus nietos y no fue sólo de naranja, sino de vainilla, de fresa, de chocolate, de zanahoria de lo que quisieran.  Tus trenzas y tus canas se tejieron de nuevo de alegría y felicidad. De nuevo tu sonrisa iluminó tu rostro color canela que difícilmente el tiempo ha surcado. Cuando te pregunto por qué casi no tienes arrugas- sonríes- y me dices que estás hecha de buena madera de una que ya no hay y yo creo que tienes razón.  Aunque para mis adentros yo digo que estás hecha de hierro. Fuiste forjada en esos fuegos dantescos que templaron tucarácter y tu corazón. Estás hecha de una fortaleza que se sostiene en los años y en los avatares de la vida. Estás hecha de lágrimas y sin sabores que coleccionaste por la vida, después de haber pisado tantas tierras extrañas llevando sólo tu corazón y la bendición de Dios dentro de ti.  El destino te otorgó en mi padre el bálsamo perfecto para sanar tu corazón. Quizá por eso te quedaste en Mexicali, esta tierra que al igual que tú es cálida y amorosa ya que recibió a mi padre cuando partió. Aquí lo sembramos en su tierra. ¡Ay, Conchita te quiero tanto! Eres la   mamá Concha de mis hijos. Fuiste muy clara con Marco y Edén al decirle que no te gustaba que te dijeran abuela. No querías sentirte grande quizá. O no sé si era que no querías recordar que el tiempo se había acumulado entre tus pasos y que hoy ya te costaba levantarlos del suelo y cargarlos como lo hacías conmigo. Eres mi roca para sostenerme siempre. Eres ese océano que siempre me recibe cuando llego con mis aguas diluidas y estás ahí para nutrirme. Eres mi raíz Conchita, y lo sabes. Eres el más dulce de mis recuerdos de niña. Eres mi madre, eres mi todo. Sé que te cuesta recibir mis muestras de amor por eso te escribo esta carta que está escrita con pedacitos de mi corazón y trocitos de mi infancia. Espero lo recuerdes siempre y lo guardes en ese corazón que latió junto al mío cuando me llevabas en ti. Tengo tantas cosas que decirte que están aquí guardaditas en mi corazón.

         ¡Te quiere tu varita de nardo! ¿Lo recuerdas?  Así me bautizó papá. Tu flaquita la que todos los días viene a tu regazo después de su primer turno para recibir tu bendición y de paso deleitarme con tu amor que se saborea con el paladar.         
    ¡Tu hija que te ama con el alma!


                                                Lulú.


Lourdes Graciela Rodríguez López. Nací el 2 de junio de 1968 en la Cd. de México. Radicada en Mexicali B.C. Cachanilla por adopción. Estudios realizados en E.N.U.F.F.  Mexicali, B.C.  Licenciatura en Lengua y Literatura Españolas en el Estado de Nuevo León, Maestría en Pedagogía en Mexicali, B.C. Maestra en Educación Básica y  Catedrática de Educación Superior en Normal.  Publicación de Poemario por U.A.B.C.  Participación en Antología publicada por I.N.B.A. en Cd. México. En revista Oficio de Monterrey, N.L. Publicaciones en revistas de Sinaloa.
Obra: Carta a mi madre

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Un encuentro sublime

10/14/2020

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Por América Guadalupe Olachea Torres

        Que sensación tan fascinante surge desde que mis ojos te encuentran. Me emociona que entre varios ejemplares mi intuición me acerque especialmente a ti. Quiero conocerte, no lo pienso más. Siento que otra persona puede interponerse entre nosotros y estiro mi mano para tener contacto físico contigo y hacer evidente mi interés por ti.  Puedo palpar que se acercan momentos majestuosos entre tú y yo. De antemano sé que durarán poco–y lo entiendo–en la vida los momentos más placenteros son efímeros.

          Tierna y cariñosa toco tu cuerpo y empiezo a fantasear la fugaz aventura que se avecina entre los dos. Primeramente, dejo correr agua fresca sobre ti.  Acariciándote sugestivamente, te veo y te siento fuerte, afable, maduro, en tu punto. Sin duda estás en la flor de la vida, hasta parece que estuvieras sonrojado y eso me agrada aún más. Reconozco que cada instante que pasa eres más apetitoso para mí. Seco tu cuerpo cuidadosamente para no maltratarte y sin más te dejó caer sobre un sitio que te cobijará y me permitirá deleitarme. 
          Poco a poco te quito lo que cubre tu exterior, aunque tu vestimenta es original y de buen gusto, sé que lo mejor está en tu interior. Te pones quejumbroso y eso me hace batallar un poco para desvestirte–te susurro cosas bonitas con mi voz melosa– y vas cooperando dejándote despojar de todo lo que estorba. De pronto te tengo frente a mí en tu mejor ángulo y totalmente dispuesto a participar en lo que ya sabes sucederá. Lo intuiste desde que sentiste por primera vez mis manos sobre tu cuerpo.  
          Te veo tan hermoso, jugoso y carnoso.  Sinceramente logras inquietar todo mi ser. El tiempo es oro así que, sin más, acercó mis labios temblorosos hacia ti.  Tiernamente te doy varias mordidas. Eres dulce como la miel. Me enloquece tu olor y tu exquisito sabor. Siento cómo se aceleran mis palpitaciones y eso me lleva a saborearte apasionadamente. 
          En esos momentos llego a la parte más íntima de tu ser, la que otorga vida y posibilita a la posteridad poder contar con dignos ejemplares como tú. Succiono hasta tu última esencia. No quiero parar de hacerlo. Pierdo la cordura y mis caricias se vuelven ásperas y bruscas, casi muero del susto pues estuve a punto de que resbalaras de entre mis manos. 
          Me controlo y bajo la intensidad de mis expresiones de amor. Reconozco que mi experiencia es más placentera de lo que imaginé. Me fascinas, sabes delicioso ¡y mira que he saboreado a muchos de tu tipo! Pero tú, ya ocupas un lugar especial en mi vida. Será difícil que alguien logre superarte. 
          Después de nuestro amoroso pero desgarrador encontrón. Me siento feliz. Dibujaste en mí una sonrisa de oreja a oreja. Quedo absorta por unos momentos recordando la sublime vivencia. Regreso a la realidad. Debo lavarme. Tus dulzuras dejaron huellas en todo mi rostro y manos. Hasta mi blusa debo cambiar. Hay vestigios tuyos en ella, pero el momento vivido vale eso y más. 

          Al concluir nuestra aventura te agradezco y me despido. Me siento satisfecha y quiero descansar unos momentos para proseguir con mis actividades diarias. Seguramente dormiré como una piedra. Reconozco que pensaré en ti–al menos mientras llega el próximo encuentro romántico con otro como tú– con otro mango, sin duda, mi fruta favorita.


América Gpe. Olachea Torres

       La autora ama entrañablemente su estado de Baja California; nacida en el bello puerto de Ensenada, forjó sus estudios en Mexicali, su ejercicio laboral se ha edificado en Tijuana, su amor entrañable lo tiene en Tecate y vive actualmente en Playas de Rosarito. 
     Tiene casi cuatro décadas de dedicarse a la docencia en el nivel de primaria, donde ha disfrutado enormemente ser profesora de grupo, directora y actualmente supervisora escolar.
      Le gusta soñar e imaginar –por ello siempre– ha encontrado en la lectura y en la escritura; una forma de expresarse y deleitar su espíritu conspirador y bohemio, tocando cualquier tema o sentimiento de los incontables que habitan en el ser humano. 

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"Charlando con mi corazón", "Círculo" y "Como Garrick"

10/7/2020

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Por Poemary

Charlando con mi corazón


Sé que no eres culpable del todo
pero sí tienes la culpa en parte,

por ti me he hundido en el lodo
pero nunca he dejado de hablarte.

A veces he intentado arrancarte
pero nunca he encontrado el modo

te he hecho muy feliz al amarte
y al herirte mi amor fué tu yodo.

Sí, sé que por ti existo en el mundo,
que por ti el aire aspiro y exhalo,

me haz hecho sentir un ser tan fecundo,
eres de la vida mi mejor regalo.

No se trata de decir quién es el malo
solo es una charla de un segundo,

mira que yo te valoro y te avalo
aunque te he hecho sentir inmundo.

Siempre te he seguido paso por paso,
siempre cumpliéndote tus caprichos,

creo ya es hora que me hagas caso
y te me quedes entre mis nichos.

Ya basta de poner todo en entredichos
mejor admiremos lo bello del ocaso,

no hagas caso de mis tantos dichos
solo quedate en silencio por si acaso.

Admiro tanto tu valor y tu destreza,
tienes el mayor de los sentimientos,

has llorado conmigo en la tristeza
y has reído a mi lado tantos momentos.

Entre tú y yo no existen fingimientos,
nos conocemos por naturaleza,

por ello nunca estaremos exentos
de hasta en la muerte darnos fortaleza.

Crees que puedes ponerte caparazón,
ante vientos fuertes hacernos resistentes,

quiero decirte que eres de mi vida la sazón,
¿ya ves que no somos tan diferentes?

Ante el amor, tú y yo siempre sonrientes,
amamos sin tomar en cuenta la razón,

y aunque el dolor derrumbe las simientes
juntos nos levantamos siempre, ¿verdad, corazón?

©2009 Poemary


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Círculo

Círculo de tristeza, la guerra.
Círculo de guerra, el poder.

Y así pasa la vida entera,
entre el poder y la guerra,

mientras el mundo de tristeza se llena.

¿Cuándo llegará la paz?

©2019 Poemary


Picture
Cómo Garrick

¡Cuánta vida por vivir!
¡Cuántas ganas de reír!

Entre sollozos gimiendo
trato que me veas riendo.

Solapo este tonto corazón
que se aferra sin razón
a reír llorando frente a ti
como dice aquel poema de Garrick.

¡Y es que no me gusta sentirme así,
ni estar sin querer estar aquí!

Vagabunda es mi angustia y pena,
camina, y la siento un tanto ajena.

¿Y entonces… por qué sufrir?
¿Por qué aferrarse a contradecir?

Si éste corazón solo quiere llorar,
¿para qué lo obligo a reِír y cantar?

¡No lo sé...! ¡No quiero ya pensar!
Y es que no necesito reflexionar
para darme cuenta que nada gano
con continuar riendo si por dentro estoy llorando.

La mirada no miente y siempre transmite,
este dolor de adentro no hay quien lo quite,

ninguna mueca de falsa sonrisa…
y mis ganas de vivir las dejé en la repisa.

¡Y es que salí de prisa! Sin voltear siquiera.
Éste problema me carcome dentro y fuera,
¡tanto!, que me llego a sentir tan falsa,
¡solo quiero gritar que estoy harta!

A veces no queda más que seguir viviendo;
y reír llorando… y llorar riendo,
y que siga y siga el teatro de la vida,
como Garrick, con la tristeza escondida…

©2011 Poemary


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    En esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores.

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