LOS TRABAJOS DE UNA MUJER
por Esteban Domínguez Para una mujer, el trabajo se complica bastante, se nos recarga la mano. Imagínate, tengo que levantarme antes de las cinco. Lo primero es bañarme a toda prisa, luego, aún con el pelo mojado y a medio cambiar, voy y hago el desayuno, mientras ahí estoy grito a grito: — ¡Ya levántense a desayunar! — ¡Apúrate, Juanito!, ¿Ya estás listo? Desayunamos y rápido a terminar de cambiarme, mientras ellos, mis dos angelitos, ahí están con toda la calma del mundo, se parecen mucho a su padre. Afortunadamente ya no van a tener esa imagen cerca para que no la imiten, ya se fue y qué bueno. Era un bueno para nada, se levantaba a las diez o de plano seguía acostado hasta el día siguiente. Era un baquetón de marca, no sé cómo pude fijarme en él, lo que tiene una que aguantar. En serio, tonta y ciega es una cuando le llega el amor o cuando siente que ya se le va el último “raite”. No, si a cada rato me doy de topes contra las paredes. Luego salimos apurados y ya van varias veces que dejamos la puerta sin candado, lo bueno es que “los ratas” no se han dado cuenta y no se han metido, aunque aquí en la colonia hay muchos. Nos trepamos al viejo Volkswagen. A veces nos deja tirados de tan bombo que está y una sin saber de mecánica ni nada, pues todos llegamos tarde. Varios descuentos he tenido en los últimos meses. Luego, cuando prende, ahí nos vamos en la enorme fila de autos. En cada semáforo aprovecho para irme pintando. El otro día uno de mis alumnos se me acercó muy discreto para decirme que sólo me había pintado la sombra sobre uno de los ojos y ¡me voy viendo!, parecía como si tuviera un ojo morado. Entonces comprendí por qué se reían varios de los muchachos de la primera hora. —“Es la moda, mi’jito, es la moda”, le dije y se fue muy calladito a su lugar. A veces ni tiempo me da para desayunar y aquí vengo a echarme un taco con las muchachas de las otras áreas. Un día me dijeron que todo el día anduve con un pedazo de cilantro pegado a los dientes de arriba, me supongo que se veía horrible, pero qué le va uno a hacer. Es parte del oficio, parte del show, me consuelo rápido. Luego salen en la coordinación académica que tiene uno que preparar la clase todos los días, hay que renovar los métodos de trabajo con los muchachos y evaluar continuamente. — Hay que modernizarnos, maestros- nos dicen los directivos a cada rato. Como si fuera tan fácil trabajar con tanto chamaco que ni sabe para lo que viene a la escuela. Y ahí me tienes hasta muy tarde dale y dale a la lectura de libros y escribe y escribe mi planeación. Espero un día pasar a otro nivel de la “carrera magisterial” y me paguen un poco más, porque te digo, el sueldo casi no me alcanza y el “huevón” de Paco, nada me manda para ayudarme, siempre dice que no ha tenido chamba. Eso sí, siempre quiere a los chicos en el taller muy limpiecitos. Lo bueno es que puedo aprovecharme y venirme para acá contigo, pasar estos ratos juntos, aquí recostados y sin hacer nada, después de hacerlo rico, es lo que le da sentido a mi vida. Lástima que no todos los fines de semana te tocan las guardias en la escuela y además no siempre puedo venir cuando tú me llamas. El trabajo en la casa nunca se acaba, todavía en la noche estoy arreglando la comida del día siguiente y preparando los uniformes de los niños. Ni siquiera el fin de semana tengo paz. Ay, cómo me muero de ganas de que lleguen las vacaciones, al cabo ahí te va a tocar toda una semana de guardia. Cómo la vamos a pasar de bien. Los chamacos se los va a llevar Paco a pasar las vacaciones con sus abuelos y yo voy a estar libre. Tal vez hasta podrías venir a mi casa por las noches. No sé, creo que todo va a ir bien mientras no se entere tu mujer, ni la gente de la escuela, aunque ya lo sospechan. Qué bueno que viniste a trabajar aquí. Si desde que te vi, pensé: “este chavalo está bueno para mí” y creo que fui bastante discreta. Ya sé que la profe de inglés también te echó el ojo, pero yo me puse más abusada. Y es que por más que hice por dejarte de querer, se me clavó en la piel tu olor a muchacho nuevo. Entonces una debe echar a la basura las buenas costumbres y maneras, y aventarse. No debía tener miedo, pero lo tenía, sí, lo tenía. Era como una chiquilla, sobre todo aquella primera vez cuando supe que estarías en la guardia de fin de semana y te estuve hablando a la dirección y luego vine con el pretexto de que necesitaba unos papeles de mi looker. Y tú ya sabías a qué venía y todavía me hiciste pasar la gota gorda hasta que, tal vez compadecido, me tomaste y me tumbaste en el sillón que desde sabe cuándo nos estaba esperando. Me tomaste y tumbaste con furia, con pasión, como siempre lo esperé. Ahora ya sé que te cansé con esta plática y ya te dormiste, pero no importa. De todas maneras, estoy a gusto aquí, acurrucada en tus brazos, en esta sala de maestros, en este sillón donde nos sentamos a esperar la siguiente clase, mientras el día avanza y yo me siento aquí a acariciar este pedazo de cielo que me das. Aunque sea a ratos, a escondidas, eso me alcanza para seguir día a día, empeñada en ser la mejor mamá del mundo y la maestra que viene y va a las carreras en la vida. © Esteban Domínguez *** Esteban Domínguez (1963). Licenciado en Letras Hispánicas (UNISON). Ganador del concurso del libro sonorense en el género de novela en el 2002. Su libro de cuentos Detrás de la barda fue seleccionado para las bibliotecas de aula de la SEP en el 2005. Ganador del Concurso del Libro sonorense, 2010 en el género cuento para niños, con el libro El viejo del costal. Fue presidente de Escritores de Sonora, A.C. y actualmente dirige la Editorial Mini libros de Sonora.
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July 2023
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