A DESTIEMPO NO ES AMAR
por Patricia Lozoya No sé suficiente de ti, muy apenas que estás ahí tendida sobre un camastro, esperando ser liberada de los grilletes que te ataron a lo que no pediste. No me ves, no sé si te enteras que hay alguien contigo. Hueles a rosa de castilla. Algunos dicen que así huele la locura, el desvarío; yo digo que así debe ser el aroma de la santidad después del sacrificio. Eres una mujer, te llamaron Rosita. Tienes cuarenta. Si no fuera por los cortos hilos blancos de tu cabeza y las arrugas que surcan tu cara, diría tienen razón. Te trajeron de la calle, desnutrida, drogada, malherida. Abrazabas una muñeca sin brazos. No sé si ahí viviste siempre, en la calle. Solo sé que alguien se apiadó de ti. Peleaste por ese regalo que una niña te obsequió. No fue un mendrugo de los que rescatabas de los tambos, ni un pase de los que aceptabas de otros como tú, para calmar eso que se siente en medio del cuerpo y que te deja inerte, pero sin hambre y sin miedo. Inmóvil, con los ojos cerrados “Déjenme sola. Siempre lo estuve”, siento que me dices. No sé si alguna vez supiste lo que es una familia, si sentiste una caricia, si alguien vio en el fondo de tus ojos la inocencia, la niña, la mujer, la creación divina. Solo sé que yo no hice nada, que no hicimos nada por abrazarte cuando el pánico te carcomía y te quedabas quieta, echa ovillo en el fondo de la tubería, debajo del puente, con el corazón a punto de salir y sin saber por qué. Solo sé que jamás vimos tus labios secos de hambre ni tus pies descalzos. Sólo sé que pasamos junto a ti y a otras Rositas a diario; sin verlas, sin tomarlas en cuenta. Acostumbrados a que estén ahí, como una pared descarapelada, como una barda destruida. Te acaricio, y el esmalte de mis uñas se avergüenza al tocarte, al ofrendarte mi última caricia. Es ahí donde algo pudre mi intelecto. Beso tu frente, te digo que te amo, pero ¿tiene caso? Una lágrima recorre tu mejilla y tus labios agrietados se entreabren. ¿Te amo? ¿te amé?; perdona mi escuálida compasión, perdona el aullido de la fiera que se ensañó contigo y te confinó a vivir una vida miserable, mientras acumula tesoros que se pudrirán, perdona la oscura carcajada de la indiferencia de quien debió protegerte: yo, ellos, nosotros. Y pensar que merecías vivir de otra manera, ¡ser feliz! No sé si alguna vez sonreíste sintiéndote querida, si supiste siquiera lo que era esperarlo. ¿Cómo? ¿Cómo reconocer tu esencia si nadie supo defender tu diseño? ¿Cómo reclamar tu dignidad en medio de renglones sin talante? ¿Cuántas hay como tú?, ¿cuántos hay como yo? ¿cuántos absurdos desatinos y cuántos nos llamamos hermanos sin sentirlo, sin actuar, sin intentarlo siquiera? ¿Cuántos enarbolando banderas de justicia, servicio y derecho, sin la honestidad ejercida? ¡Cuántas vidas arrastrando grilletes de un destino invalidado! Hueles a rosa de castilla. Dicen que así huele la locura. Entonces yo quiero estar loca. ¡Quiero oler a lo que no se parece a nada de lo que se vive en el mundo de los cuerdos! Perdóname Rosita. Un beso, un perdón, una caricia, una oración, un te amo a destiempo, no bastan. ¡Nada basta cuando todo falta! © Patricia Lozoya *** Patricia Lozoya (1962, Chihuahua, Mex.), narradora y plasmapalabras. Participó en la Antología poética Girasoles, sueños y palabras junto a otras mujeres mexicanas y se incorpora al staff del programa Clave ETR de Radio Universidad en Chihuahua. En edición se encuentran textos de su autoría; reflexiones, poesía y mini relatos “Con remitente y destinatario”.
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Escritor invitadoEn esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores. Archives
July 2023
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