El tren Chihuahua al Pacífico
Por Jesús Chávez Marín Desde la orilla te despido El tren pasaba todas las tardes por aquella ladera, el tiempo se iba. Muchos viajeros jamás regresaron. Aquí se quedó una multitud que saturó la memoria. Desempleo Un comunicólogo, dos ingenieros, tres abogados y cuatro administradores de empresa coincidieron en un curso de capacitación de clase mundial, que duró una semana. Buscaban trabajo. Al final, les ofrecieron un puesto de vendedores por internet. El mega monopolio de la oscilante revolución industrial hizo que sus ilusiones profesionales mordieran el polvo. Brisa el destino Un muchacho miraba precipitarse una cascada; no alcanzaba a ver el fondo, el hielo, el arco iris. Se preguntaba: ―¿A qué velocidad pasa el futuro? Fantasmas del antiguo dolor En el zaguán se oye una canción triste, al umbral llega un hombre. En otra casa una mujer, que lo despidió para siempre, llora en la cocina. En el futuro el tiempo cubre de niebla un pasado amor y una cicatriz de lumbre. Serenidad Un caracol avanza con toda calma y piensa tanto en el camino que va recorriendo, que su húmeda huella se va marcando en el jardín. Quisiera ser más ligero y que el viento borrara pronto ese rastro. No es que se avergüence de sus pasos, pero es tímido y quiere dejar limpiecito el mundo para que otros pasen con igual complacencia. Deudas y penas Con el alba la energía se renueva y la esperanza, para algunos. En otros se encandila su tormenta constante y a seguirla, con pena sofocada. El día reparte sus dones pero la injusticia es ruina muy antigua y también la melancolía. Avándaro La señal de amor y paz la echó a perder Fox durante un sexenio. Nunca fue la ve de la victoria ni mucho menos del Vicente ególatra, sino de Los Beatles. Por lo pronto nosotros los hippies ya regresamos o más bien jamás nos iremos. Una cascada de flores Un hombre toca el violín en el funeral de su madre. Ella lo escucha desde el pasado, su canto de niño, sonaja del bebé, coro escolar, serenata de las madres, guitarra juvenil. Él siente el prodigio de aquel amor, esencia de su alma y de la música. El tren Cuando alguien se va, o cuando muere, el tiempo de quienes le amaron queda suspendido. En la intimidad se escucha un tren que pasa, flotando. Desde algún día del futuro que parece imposible llega un rumor de voces. El concierto cotidiano de Lore Bustamente Torrente fue tu risa, agua que bañó nuestra existencia Al atardecer, la música de tu danza y tu voz hacía felices a quienes acudieron a escucharte en el bar del Sanborns. Yo te miraba, te admiraba, desde una de las mesas. Juventud divino tesoro Piedras que dibujan derroteros del agua, tiempo que marca el rostro. Los recuerdos se desvanecen para mitigar presentimientos de la muerte. Con disimulo algunos le dan la vuelta al espejo y a las estampas que pudieran avivar las brasas de algún dolor. Mi novia no me comprende Por Jesús Chávez Marín ―Mi novia no me comprende. ―¿Tienes novia, a tu edad? ―La maldita costumbre. ―Uta, dímelo a mí. ―No le cabe en la cabeza que aprecio más su elegante silencio que oír las aventuras de la vida. ―Tú siempre buscando la utopía. ―Dice que el doctor le recetó unas cápsulas color fiucha, además de las rojas que ya estaba tomando; sus nietos reprobaron materias y tiene que llevarlos y traerlos a la regularización porque su nuera, pobrecita, pero se la pasa en las tiendas con la mamá, muy encimosa la señora, que me perdonen; fíjate que en el vestíbulo de El Peso está la exposición de un pintor malísimo que antes era escritor, muy aburridos sus libros, yo intenté leer tres de los 20 que dice que tiene y no aguanté; ayer estuvieron a punto de cortarme la luz, se me había olvidado pagarla, pero le dije al señor: oiga no sea malito, mañana mismo voy a primera hora y rete buena gente el hombre, hasta le saqué una limonada bien fría, hacía un calorón, vieras, el volante del carro estaba al rojo vivo; me platicó Belén, mi otra nuera, que en Hermosillo un volkswagen estalló en llamas de repente, estaban a 52 grados, y peor que se va a poner, apenas hoy inicia el verano. ―A mí se me hace que eres tú el que no la comprende a ella. ―Pues sí, eso dice ella. Adiós hija querida Me parece que esa noche don José había salido de viaje, así que no se enteró hasta tres días después. Su señora andaba asustadísima por lo que pasó y sobre todo de imaginar la manera cómo reaccionaría él cuando supiera. Le tenía pánico. Cuando la hija regresó a la mañana siguiente toda llorosa, apenadísima pero con una carita de decisión tomada y de cierta íntima felicidad, ella, su propia madre, no había tenido el valor de apoyarla con su cariño ni tampoco de regañarla. Ya para qué. En silencio la vio sacar tímidamente alguna ropa, aceptó inmóvil el beso en la mejilla y se quedó muy quieta viéndola salir muy despacio. El peso de la libertad Ya los dos estaban borrachos y con discusiones así nunca se sabe. Margarito muchas veces le había dicho que no tomara nunca con los clientes, que no les hiciera caso y que se concretara a despachar en silencio lo que le pidieran y punto. Pero al muchacho se le hacían largas las horas y se tomaba una cerveza aquí, un tequila allá. Además era medio alebrestado, nunca tuvo paciencia para lidiar a toda esa bola de habladores. Ya nunca se supo ni por qué se pelearon. Era muy tarde y casi no había clientela, fue por eso que estuvieron mucho rato alegue y alegue hasta que el otro agarró al muchacho del cuello de la camisa y lo sacó del mostrador de un solo jalón, le puso un buen trancazo en la cara y lo estampó cinco metros atrás sobre el suelo lleno de aserrín mojado. Lo malo fue que el muchacho traía fajada la pistola, así que en cuanto pudo empezó a balacear al otro con un coraje bárbaro. Cuando menos pensó ya lo había matado. El cantinero llegó corriendo. Rápido se dio cuenta de todo y sin decir otra cosa le ordenó a su hijo que le entregara la pistola y se metiera rápido a la casa, que no saliera para nada. Nos pidió de favor que le sostuviéramos la palabra, nos puso de acuerdo y se sentó a esperar casi tranquilamente, en calma alucinada, con la pistola en la mano. Pagó con diez años de cárcel la libertad de su hijo. La educación de los niños Mis primos los grandes me dijeron: ―A ver, Chuy, diga muchas veces la palabra charco. ― Charco. Charco. Charco. Se reían mucho. Yo creo que cuando llegué a mi casa quería que mi mamá también se riera y entre repitiendo la misma palabra. Pero mi mamá no se rió. Agarró un cinto y me empezó a pegar muy enojada. ― Mocoso malcriado, ahora verás. Salí corriendo y me metí debajo de la mesa pero me alcanzó a dar un cintarazo muy fuerte en la espalda. Me dolió de a madre. Oro de la madrugada Una de las razones por las cuales la vida es más intensa cuando ya pasaron casi todos los años que te tocaban es porque a cada rato, aunque tú no lo quieras, aparece la emoción de las despedidas. Ves una aurora como esta, ya sea en la realidad o en alguna de las fotos que en el inicio del día pone Chacón en su facebook, y se te ocurre pensar que ya nunca verás esa nítida aurora. Bendices a Dios por haberte concedido hoy este regalo. Lo que no sabes es que esa aurora es única, cómo cada flor, cada rostro, cada silueta. Y que es infinito el firmamento. El mano chiquita Ismael estaba dormido cerca del arroyo y un sapo se le metió en la boca abierta: despertó desesperado, no alcanzaba respiración y sentía el viscoso cuerpo del animal ahogándosele en la garganta, pataleando como demonio y casi rasgándole el cuello por dentro. Trataba de arrojarlo pero el sapo, al sentirse oprimido, intentaba avanzar hacia adelante. Ismael corría de un lado a otro sin poder ni gritar, se convulsionaba tratando de jalar aire pero no podía a pesar de la fuerza con la que su nariz se plegaba sobre sí misma. Se hubiera muerto de no ser porque allá andaba El Mano Chiquita. Pues sí, El Mano Chiquita le salvó la vida. Primero lo tiró al suelo de un golpe en la espalda, luego lo agarró del pelo y le levantó la cabeza, le abrió la boca lo más que pudo y metió sus pequeños, sus delicados dedos hasta el fondo de la garganta, atrapó al sapo todavía vivo y lo jaló con mucho cuidado. Aquél ya casi se desmayaba pero entonces alcanzó a respirar, jadeando, bocanadas de aire. Casi a gritos inflaba y desinflaba todo el cuerpo y así estuvo como quince minutos hasta que se fue calmando poco a poco mientras sus ojos se le llenaban de lágrimas. El hogar vacío Fui a la casa de Ernesto por un pendiente del trabajo. A mediodía estábamos en la cocina revisando las cuentas cuando entró el papá desde la sala, donde conversaban la madre y las hermanas de Ernesto; vestía una bata raída y un sucio pantalón de pijama. No saludó a nadie y los demás ni lo miraban, caminó muy lento hasta el refrigerador de dónde sacó una cazuela con sopa de fideo y la puso en la mesa. De una vitrina tomó un plato que se miraba algo polvoso y se sirvió una porción de comida, sin calentarla. Se veía verde aquella pasta pero aún así comió sin hacer ningún gesto; no parecía que le gustara, solo se trataba de llenar el hueco del hambre con ese desayuno tardío; luego regresó a su recámara en silencio, con la misma indiferencia y abandono. Un éxito de librería Andaba el escritor Beto feliz porque el viernes siguiente se presentaría un libro suyo; la invitación ya estaba en todas las casas del pueblo. En una de ellas Nan miraba con rencor el mamotreto de 700 páginas; allí se narraba el idilio de Iris con Calixto, quien supo salvarla del agiotista que tenía agarrado de los estos a su padre y estaba a punto de arrojarlo al abismo financiero pero en eso llegó Calixto como si fuera El Llanero Solitario y arregló la bronca con su destreza de abogado fiscal. También se casó con la muchacha, se ganó a puños la simpatía de todo el pueblo, etcétera, todo eso contado con lujo de detalles, con historias de alcoba de La Pareja del Año francamente en los linderos de la pornografía, me van a perdonar pero estos escritores con tal de vender libros son capaces de, estee, ya me salí del tema. El caso es que Nan miraba la novela enojadísimo; la leyó de un tirón porque desde la primera página se dio cuenta de que la bella Iris no era otra que Tencha, la esposa del autor y ex novia secreta suya; de esas novias secretas que todo mundo sabe. Así que en cuanto terminó de leer urdió un plan terrible: vendería unas vacas para comprar en la noche de la presentación todos los libros que sacaran a la venta, para al día siguiente destruirlos. Vacas tenía muchas, así que le valía madre, siguió comprando todo en cuanto llegaba a la librería. Fue el libro más vendido del año, pero Beto no pudo darse el gusto de firmar ni medio autógrafo. No le hace, decía muerto de risa en los cenáculos literarios donde tomaba café los jueves; gracias al comprador compulsivo pude poner al día las tarjetas y me fui de vacaciones a La Riviera Maya con Tencha y los niños. No estaba muy seguro de que esto hubiera sido precisamente un éxito literario pero la verdad nunca había tenido un fan tan entusiasta. Arte y significado en la ciudad La mustia luz de un farol tiñe de sepia el graffiti a la media noche; parece el escenario de un desafío como en aquella canción que con fina gracia cantaba Ana Torroja con el grupo Mecano, Cruz de navajas. El anónimo artista que pintó ese muro va pasando y no es casualidad que ande acá, tan lejos de su casa ubicada en un pueblo cercano. Cuando el desánimo lo vacía de sentido, monta en su bicicleta, viene a la ciudad y va recorriendo los murales que ha pintado desde hace 17 años, casi todos en el centro, uno tan alto en un edificio abandonado que es difícil explicarse ahora que lo mira desde abajo cómo subió hasta allá con pinceles, brochas, aerosoles y un juego de escuadras. Cada dibujo expresa señales y misterios; él sabe que todos sus recuerdos resplandecen aquí y allá; incluso dejó cartas enteras para quién él sabe muy bien que los entenderá. Le duele cada vez que el desarrollo urbano derriba alguna de sus pinturas; otras están ya casi deslavadas por la intemperie o rayonadas por vagos autodestructivos pero ni modo. Este es un arte efímero, como la madrugada que llega, que vuela. Agosto 2018 © Jesús Chávez Marín
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Escritor invitadoEn esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores. Archives
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