La Monja Elisa Un relato Por Cristina Guzzo Cuando la Madre Superiora me hizo llamar para verme no imaginé de ningún modo que el motivo fuera mi traslado. No lo esperaba tan pronto y menos aún que fuera a un destino tan lejano. —Elisa—me dijo, en el pensionado de Buenos Aires se necesita una Hermana joven y hemos pensado que tú serías la indicada para ese puesto. —Sí Madre—le respondí. ¿Cómo no habría de estar de acuerdo? Mi deber era obedecer y partir donde fuera para bien de la Congregación y de mí misma, poniéndome al servicio de Nuestra Santa Madre. Las Teresianas estábamos formadas en la obediencia y la devoción. Pero, ¡a Buenos Aires! —Sí Madre—repetí.—No tengo objeción. Estaré satisfecha de cumplir la tarea que me encomendáis--le dije.--Y mientras tanto sentí que todo daba vueltas, que el piso giraba bajo mis pies, que el mundo se movía con velocidad fuera de control. Sentí que me bajaba sudor por la espalda, que me latían las sienes y que se me cerraba la garganta. Ya no podía hablar cuando escuché decir a la Madre Superiora que partiríamos en diez días junto a otra monja mayor que iría como Inspectora. Yo sabía que Buenos Aires era una ciudad grande y moderna como Madrid, que el año pasado, en 1964, se había inaugurado allí nuestra Residencia Universitaria. Pero yo no había considerado irme de España todavía. Quise volver a mi habitación y me di cuenta que en pocos días más no sería mía y que la Casa de las Teresianas, la calle, el barrio, ya no me pertenecían. ¡A América! Dentro de mí se zarandeaban las ideas. Sabía que Argentina estaba muy lejos y que el viaje en barco era largo, incómodo. Mientras estaba aún frente a la Madre respondía afirmativamente a sus dichos con mi cabeza, hice esfuerzos para no llorar y le pedí permiso para retirarme. Corrí casi por los pasillos para encerrarme, para pensar a solas en lo que estaba sucediéndome. Se me cruzaron por la mente imágenes de indios y de conquistadores, de selvas tupidas y aves coloridas, de rascacielos, de un gran barco cruzando el mar. Pensé en la casa donde he nacido y donde vive mi padre. Temí no volver más a aquella aldea donde nací y de donde me sacaron cuando tenía seis años para ir a vivir al Monasterio de Palencia. Me di cuenta que a diez días de partir no me permitirían ir a provincias a despedirme de la familia. Temí no volver a ver a mis dos hermanos menores que habían quedado trabajando en la casa después de la muerte de mi madre. Ahora yo había cumplido los dieciséis años. ¡Y otra vez a punto de ser sacada inconsulta del terreno conocido! América: dos triángulos colgando en el vacío me habían estampado en el pensamiento… © Cristina Guzzo ***Cristina Guzzo, originaria de Argentina, se ha dedicado a la docencia en la Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de Salta y universidades norteamericanas como Ball State University, Albertson College de Idaho y en Arizona State University donde obtuvo un doctorado en letras hispanas. Ha publicado numerosos artículos sobre estudios de la mujer, sobre la cultura, la literatura y la lengua latinoamericanas en The Americas Review, The Latinoamericanist, Alba de América, Revista Chilena de Literatura, Fragmentos de Cultura, entre otras publicaciones. Es autora de las obras Las anarquistas rioplatenses 1890-1990. (Primera edición 2003. Phoenix, AZ: Editorial Orbis Press) y de Libertarias en América del Sur. De la A a la Z, Buenos Aires: Libros de Anarres, 2014). Actualmente reside en Buenos Aires.
2 Comments
Elena Perez
4/23/2018 18:25:07
Muy lindo relato. Donde conseguir el resto del texto?
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4/24/2018 08:29:03
Puedes comunicarte con la autora directamente. Ella está en Facebook.
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Escritor invitadoEn esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores. Archives
July 2023
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