La Academia Internacional Il Convivio y el Municipio de Giardini Naxos otorgó por segunda vez el premio: Poesía, Prosa y Arte Figurativo, a la escritora michoacana Leticia Herrera Álvarez radicada desde su infancia en la Ciudad de México. Esta vez se trata del Primo Premio Assoluto, Lenguaje sin Precedentes en Lengua Española, por su obra “Remedios para el mal de ojo”. La autora cultiva desde hace un par de décadas una forma de crítica de autor a la que ha llamado Resonancia Literaria por estar investida de matices líricos originales. Sus primeras resonancias literarias fueron publicadas en suplementos culturales y revistas, los más recientes figuran en internet. La ceremonia de premiación tuvo lugar en ausencia de la autora, en la ciudad de Taormina, (Sicilia, Italia), en octubre de 2015. La belleza del documento recibido por correo es suficiente recompensa, aunque quedan por recogerse alguna medalla o copa, como la que recibiera en 2006.
REMEDIOS PARA EL MAL DE OJO Leticia Herrera Álvarez Enigma, signo, ciencia, gravitación de frutos o edificios trazados en caracol a manera de fortalezas medievales; expresión de folklor; leyendas paganas como herencia trasatlántica que se llevan consigo; una Varo y un avaro representados en símbolos; influencia de las vanguardias, surrealismo; maquinarias inocentes de la familia de las ruecas y los molinos; trasmutación de ave en máquina, de ser humano en pájaro ataviado con atuendo drapeado en plumas; hilanderas disciplinadas en sesgos autobiográficos de la joven Leonora oriunda de Anglés, Gerona, lugar de industria textil; personajes idealizados representados por sutiles colores de un preciosismo academicista resultado de la formación rigurosa en escuelas de arte; elementos todos estudiados por la crítica en la obra de Remedios Varo, más para acercarse a ella, inducido por la palabra, los parámetros para el rastreo podrían ser: Lo que está. Lo que no está. Lo que estuvo. La intuición subjetiva de lo oculto. La refracción del imaginario del poeta al filtrarse por los lienzos de la Varo. Lo inmanente. ¿Con quién se escapa Remedios a los inicios de su biografía gráfica? ¿Es Remedios quien escapa realmente? ¿Sujeto lírico y autora son las mismas? A juzgar por los rasgos faciales del personaje femenino representado de manera recurrente en sus obras, la crítica lo considera afirmativo. En las fotografías su rostro de ave nos mira en blanco y negro con sus ojos de cuenta y su nariz-pico a la que renunciaría finalmente en una cirugía para entrar en la convención de la estética clásica. ¿Pero pintora y poeta compartirán el itinerario de su propia obra independiente? ¿Qué busca cada quien, la primera con imágenes y el segundo con imágenes literarias? Ambos quieren escapar, eso es cierto. Remedios adolescente, tiempo atrás, de la guerra y Francis Mesties, en el mundo actual, quizá, del aburrimiento: “volar sobre los techos y torres de la rutina y el encierro”. ¿Es un amante o un hermano quien en “La Huida” se representa con “ella”? Francis afirma lo primero: quiere que sea un novio -¿ser su novio, quizá?-, y verla: “Huir. Lejos. Rescatar el amor. Caer en los brazos del rapto.” “De la infancia Volar con las alas del deseo”… “ser alzada por el viento de la Aventura desabrochar el hábito arrancar la venda”. El uniforme y su botonadura van al exilio con ella y así parte sin salir de su huevo, de su original plumaje, y se transforma en cascarón navegante, hasta su esquife. Mas no es el Francis real, economista, quien se interesa por el fenómeno de la migración a resultas de la guerra en España, sino el Francis poeta quien parece confrontar su secreta identidad en la representación de las figuras masculinas de las pinturas de Varo; es el Francis doméstico quien comparte su deseo de alejamiento y con Remedios se embarca -el pasaporte de la palabra en la mano, una llave de color tomada en préstamo como salvoconducto-, para abordar junto a ella el estrecho navío de la transdisciplina. Muy ingenuo por parte de Remedios el vestir con uniforme de colegiala a los pretendientes para hacerlos pasar inadvertidos y abotonar incluso la nave para que nadie descubra a quien se acerca disfrazado de pez, con aleta dorsal y alas de mercurio en el sombrero. Sin embargo, sólo así conseguirá darse por fin a la “Exploración de las fuentes del Orinoco”, reminiscencia de la llegada de Remedios a América, lugar “donde desplegar las velas de la “magia-ignición”. Ya en tiempos más cercanos, oriundo de Casablanca, Francis, llegará también a México para establecerse. De esta manera, quien lee, va en busca de enlaces entre autores, ya estéticos, de sentido, inconscientes, existenciales, temporales, para rastrear los puntos de coincidencia, interpretación, diálogo o distanciamiento temático y de tratamiento, amparada también en la subjetividad de la crítica. Vale aquí el intento por descubrir el espíritu que anima cada poema pues Francis ha optado por nombrarlos en forma homónima, y se antoja por tanto, leerlos como capítulos de una historia de amor. Resultados de este acercamientos son: la obra derivada, la “traducción”, la interpretación, la recreación, entre otros. Queda aún por dilucidar si se comparten los códigos ya que el lenguaje es distinto. A manera de veladuras en un lienzo, poesía y pintura , como invisibles dimensiones sobrepuestas, dejan ver el extrañamiento por una presencia cuya identidad es sugerida apenas por la actitud insidiosa, de ojos torvos y una lengua lasciva que intenta hacer contacto con la piel de la mujer distraída, concentrada en buscar la raíz de una planta ancestral en la herida de la mesa; irreductible presencia representada en el momento preciso en que busca lamer el cuello de la víctima hasta rendirla en el sueño donde será su “alimento”, nos dice Francis, mientras parece preocupado por ella. ¿Qué elementos hacen al poeta reconocer en ciertos personajes al mal que acompaña a la pintora en su huida? Uno lleva la casa consigo, enseres de cocina, repisas con retratos, una ventana misma; el otro va “embozado cual debe ir el innombrable”, en quien identifica a un embaucador que somete a la pintora para llevarla secretamente. Es posible para Mestries imaginarse como si él mismo fuera una presencia inmanente al igual que muchos de los personaje representados, para, con tal cercanía, identificar a los actantes desde fuera y dentro del lienzo. Y aunque, bien disimulado, parece codiciar el lugar del jefe de orquesta. “Ahí están al acecho los abuelos podridos los ancestros agusanados” Entonces parece hablar con la voz de ella ante esa: “Presencia inquietante” “De noche viene el innombrable a mi estudio Donde converso con mi planta familiar, Rompe con estrépito puerta y respaldo Acecha mi nuca con lengua de sierpe ¿Es íncubo, vampiro, cuervo o mi sombra rebelde?...” ”necesita dormirme para hacer lo que debe hacer”… Embriaguez que incide no sólo en el ánimo, sino en los objetos, animándolos, y puede verse cómo: “la silla ebria baila levantada por un espíritu”. Volátiles ideas escarpadas de evanescente recuerdo, presentimientos, nubes, frondas y cabelleras bermejas flotan ingrávidas de obnubilación onírica y transliteración. El mundo de las esencias parece recuperar la vida: “la alfombra recobra su frescura de prado”. ¿Qué comparten Remedios y Francis? Ambos son perseguidos por el pasado: la primera, por las imágenes impresas de manera indeleble en su imaginario, el segundo, por los objetos que le rodean. “en sus grietas las paredes guardan ese aroma del tiempo adolescente en tu alma”. Y el aroma parece someter su vitalidad en otro tiempo y espacio. ¿Mas dónde queda Francis, entre Remedios y Dolores Castro, quien prologa este libro? ¿Es sólo en la mujer en quien se legitima la sensibilidad para entonar un dulce canto?, parece preguntarse a sí mismo. No caer en la trampa de creer que se trata únicamente de un libro homenaje a la pintora, ni de un príncipe en busca de una torre con su princesa prisionera para hacer gala de hombría, sino, quizá, una búsqueda del yo sensible en la indagación de la obra de una maga para encontrarse con el yo “femenino” propio, quizá, como revelación iniciática; del reclamo de su propio derecho para entrar en lo oculto. Mas gárgolas intimidantes en la frontera del sueño buscan desalentar al viajero para evitar que se adentre “Por las acequias almenadas de tus estados de conciencia”” “Por los canales y capas de tu laberinto interior “. Sólo guiado por Remedios, podría logarlo. Francis es un poeta que escribe a partir de los cuadros de Remedios Varo pero de pronto habla con la voz de los personajes representados en los lienzos y se revela, aún a sí mismo, en sus propósitos más íntimos. Imágenes detonantes que serán diseccionadas por la pluma para rastrear por reflejo los demonios propios del autor. Los poemas homónimos remiten a menudo a la búsqueda de obra que no aparece en el libro y entonces surge la pregunta sobre la probable dificultad para conseguir los derechos de autor para su publicación. Algunos son bocetos -siete de ellos-, en los que es posible identificar ciertas variantes con la obra definitiva que la pintora desarrollaría en color posteriormente. Del único tríptico que pintara Varo, figura la tercera parte: “La Huída”, y nueve obras en color, quizá un poco desvaído por la impresión. En las pinturas de Varo la Teoría de las Octavas y la escala musical de Gurdyief y Ouspenski, aparecen simbolizadas por medio de instrumentos musicales que brotan del corazón de un pájaro humanizado y trazan con sus cuerdas o hilos de costurera, la geometría divina que deja al poeta sembrado de interrogantes: “¿Cuántas pócimas, menjurjes, y elíxires, cuántos artefactos animados por tus dedos de hada imaginaste, Remedios para que la mujer pájaro lanzara al aire éstas relojerías vivientes…” Extrañas formas de locomoción rodante para huesos animistas seguidores de la escuela surrealista. En tramos del camino, se comparten algunas impresiones, cada uno en su mundo, cada uno en su ruta, cada uno en su tiempo. Así el poeta se encabalga a los temas de la pintora para referir su propio imaginario. Lo que en Remedios es unidad orgánica de la materia que adopta diversas formas, la animal, la vegetal, la humana, temas tocados también por Magritte y Escher, en Francis, la rebelión de los frutos levitantes es mero fastidio por la rutina y lo doméstico: “giran y giran los frutos de la tierra en la revolución de la esferas cósmicas, en la relojería de las edades del año y en su girar se hacen polvo, estallidos de soles coherencia sideral, esparciendo esquirlas de semillas para agrietar las losas, las murallas con el cauce de la vida recobrada.”… Un infinito hilo ha tejido la urdimbre desde distintas coordenadas, mas empatan las fantasías de transgresión idílica. Francis, aliado a la rebeldía de la mujer contemporánea que parece reconocer en los cuadros, declara en “Naturaleza muerta resucitando”: “Ya sonó la hora de la sublevación de los zapatos viejos de las camisas raídas, de los platos sucios, de los calcetines humillados por tanto andar, la rebelión de los manteles tiesos de tan planchados de las mesas cojas y de las sillas cansadas el motín del frutero ante el paladar, y la granada y el jitomate ondean su encendida ira”. Rodeada por la arquitectura medieval de su infancia, se ve bajar a “Remedios” las escalinatas del inconsciente, siempre vestida de pájaro y acompañada de la mano por el psicoanálisis que le permitirá arrojar al vacío el pellejo de un fantasma cuya cabeza dará el peso necesario para llevarlo a hundirse en un foso bajo tierra en la que Francis reconocerá al macho universal. “Una mujer cautiva -princesa en el altar de su torre- arroja a la fuente de su pasado la cabeza reducida del macho Y las murallas cayeron al romperse el hilo” Saltimbanqui sofocador de fuegos en la calle es aplaudido por una multitud que no comprende su vacío. Ha buscado el maridaje entre pintura y poesía pero también el camino para acceder a los lenguajes cifrados. Mas parece desencantarse. ¿Habrá llegado su poesía a las alturas de la pintura de Remedios? ¿Habrá podido seguir los pasos de la pintora psicopompo realmente? Así se recrimina severo en “El malabarista o el juglar” identificado con el personaje que aparece en el lienzo. “Eres crisálida que anhelas mariposa pero quedas contoneándote como lombriz en el lodazal.” De otros títulos, hace la crónica o traducción. “Nacer de nuevo” lo dedica a Alicia, la mujer en quien Francis deriva la acción liberadora. ¿Al alentar la transgresión en otras, el poeta se libera? Francis recela a veces del mensaje que emiten los colores: “En tu rostro de hada malévola o de bruja buena Remedios hay gato escondido” Se ha enojado con ella y en “Gato –helecho” la llama despechado: “callejera golosa, vagabunda noctívaga”. La contemplación alcanza profundidad de vuoyer. En “Opus nigrum”, Francis claudica ante la inmutable circunspección de la maga que anima aves con luz refractada proveniente de una estrella. Imposible desentrañar el misterio. Parece subyacer en el poeta el temor arquetípico ante el poder femenino de generar vida, cuando en “La ceremonia de las aves II” describe el cuadro y muestra admiración retraída. No teme, ya sólo contempla a distancia sin proyección alguna hacia otros rumbos de su propio yo interno. Se deja conducir dócilmente por la imagen de la orgullosa sibila que rastrea el sentido universal, aquel que induce al conocimiento de la propia naturaleza humana. En él se despiertan interrogantes sobre la genealogía estelar de ella, sobre su origen cósmico, su esencia misma que se vale de símbolos que sólo el iniciado conseguirá descifrar, más no logra penetrar el misterio, contempla sólo a la maga: “¿Acaso un cometa originado en la constelación de la Lira te parió, mujer de llameante cabellera? ¿Acaso es la sangre de una estrella lo que tú atesoras en tu diminuto frasco? “ Entre los personajes que escoltan el paso de la pitonisa ya no hay tan sólo testigos presenciales, sino espíritus insuflados… “ Y las paredes se animan De espíritus comulgando En su amor místico” En el cuadro “Mimetismo” la delicada pata de la silla se vuelve mano para toma una prenda de un cajón. Hay cópula entre las patas de la silla y de la mesa. Una, alarga la mano de pulpo para tomar la cintura de la otra, en tanto otras más copulan con su par a las espaldas de una hierática figura femenina cuyo rostro se mimetiza con la tela de su silla imperial, mas, de nuevo, Francis ve en las nubes del ropero promesas de embaucador. Finalmente el poeta reconoce en “planta insumisa” . “Soy el espíritu del gato que vuelve de otro mundo Y recobra sus dominios, rey doméstico Soy el fantasma, la presencia Que anima la casa” El piso se levanta para envolverlo como una cobija que quizá buscara reconfortarlo de su abatimiento, más él se siente “hecho loza por el tablero que lo succiona”. Aquí la revelación: ¿Es eso lo que experimenta un amante y por ello teme? “El alquimista o la ciencia inútil” … “Va fundiendo la lama del tiempo, Los sudores de la niebla, Los miasmas de la noche Para atesorar el sueño de la eterna juventud Se lo tragará el olvido”. “Nauraleza muerta resucitando”: energía estática y cinética animan el alma quieta de los objetos hasta convertirlos en sistema planetario que orbita en torno a la luz El mundo puede convulsionarse para nacer, morir, resucitar, aunque se sufran las consecuencias de la trasgresión y el aprendiz de brujo pague la cuenta “por jugar a desmagnetizar los polos”. “¿Dónde quedó el axis mundi, El eje de nuestras certidumbres El piso de nuestras verdades?”… “Entre tus sienes retumba un sismo de nueve grados Richter” En un arrebato de fastidio que produce hilaridad, harto ya de Remedios, de sí mismo y del agobiante trabajo de indagar en pos de la sustancia de la pintura como si no fuera bastante debatirse con el alma de un poeta, se recrimina quizá derrotado en ese juego de espejos. ¿Alcanzó el arte del poeta las dimensiones de la pintura que indagaba? No las pretendía realmente, quizá. Aquellos elementos subjetivos en que aflora su yo más íntimo, su recurrencia a mencionar el elemento “tiempo” vs “juventud”, es ambición inútil, como la alquimia ante la rotunda certeza del olvido. Es en la representación de las figuras masculinas donde Francis se ha buscado, así adquirió la identidad del bufón, el amante, el flautista, para acceder a la torre de la princesa encantada por su propia sabiduría. El paisaje anímico se embarga de melancolía liberada al influjo de otras palabras que comparten sus pesquisas sobre el enigma “Remedios”. “-No soy de mármol. Voces del más allá ¿Cómo no abrazarla cuando la reencuentre?” … “¿Cómo apagar la llama del corazón Cuando la rescate de las ascuas de mi desdén?” Dulce quietud ante la entrega y la revelación del nombre de la flor “nunca antes oído”. “Despedida”: Clandestinidad y huida, ocultamiento de la identidad de uno de los amantes, la mujer, cuyas formas es posible identificar en la sombra que ha dejado su alma como un eco al partir. Mas sólo en la pintura final, la cabeza de tal figura femenina aparecerá pintada, aunque sin identidad. ¿Quién ha poseído a quién? ¿Un íncubo a Remedios o Remedios a Francis? Remedios sucumbe al sueño, mas Francis sufre de insomnio. Finalmente Mestries regresa en “Ascensión al monte análogo” para volverse de nuevo un ente urbano. “En la vorágine doméstica sólo la vela y el espejo sonríen, serenos Siempre han estado vivos” Ha conseguido su propósito, se ha liberado de la rutina doméstica, ha sido infiel con el sensual goce intelectual que constituye la transdisciplina y cansado y satisfecho decide apartarse de la obra de Remedios; así se aleja también de su propia indagación introspectiva. El viaje iniciático se ha consumado. Entonces surge con libertad la voz del poeta para entonar una oda emocionada y celebrar el eterno femenino. Lo curioso es que lo canta en primera persona: “Soy la rosa” Una rosa inexistente en los cuadros de Remedios que el autor le ofrenda como enamorado. Es ahí donde Francis alcanza la plenitud. Adentrarse en el conocimiento del ser interno de otra persona, en este caso, de otra obra, lo ha hecho correr los riesgos y extraviarse de sí mismo para curiosamente encontrarse con sus propios demonios como expuestos en un lienzo, y eso sólo es posible llevado por la ambición o por el amor. En “Remedios para el mal de ojo”, ha satisfecho no sólo la necesidad de mirar, de encontrar un remedio para su mal de ojo, sino también la necesidad de ser mirado. “Y las murallas cayeron al romperse el hilo al estrellarse el espejo” La despedida podría inducir al vacío que causa vértigo, pero él imaginó tan sólo aquel encuentro; tomó de la mano a Remedios para dar un simple paseo. La vela, eje para su arrebato de locura consciente, sigue estando ahí, aunque los planetas aún graviten sobre el mantel. Ha sido sólo un escarceo disciplinar. Francis buscó a Remedios, Remedios, el infinito. “Remedios para el mal de ojo, Visiones de Remedios Varo”, de Francis Mestries, en ediciones El Lirio, alude a la contemplación, a más de la lectura. Libro de poemas anclados en la obra de la pintora cuyas imágenes ilustran algunas páginas del libro y buscan con la poesía continuar la pintura narrativa para “completar” historias derivadas, que a menudo quedan detenidas por interrogantes existenciales o metafísicas que será necesario seguir buscando antes de rendirse y quedarán a cargo del lector. Remedios para el mal de ojo, Visiones de Remedios Varo Francis Mestries Ediciones El Lirio México, D.F. 2014 80 pp *** SÍNTESIS CURRICULAR Leticia Herrera Álvarez, originaria de Michoacán, radica en la Ciudad de México desde su infancia. Cuenta con 24 títulos publicados en los géneros: poesía, cuento, novela, guión cinematográfico, ensayo y obra para niños y adolescentes. Creadora de espectáculos multidisciplinarios, performances, y de los géneros: “Chiribitas”, “Teatro Multimedia en Salón de Espejos” y de la “No-novela en Duermevela”. Ha merecido diversos reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos, el “Premio Nacional de Cuento Juan de la Cabada” y el Primer lugar en el III Concurso de Poesía Da SCL-MA de Brasil. Ha cultivado el teatro, las artes visuales, el performance, el guionismo cinematográfico, televisivo y radiofónico. Se ha desempeñado como dramaturga, periodista, conferencista, coordinadora de talleres, crítica literaria, ensayista, videasta, fotógrafa, antóloga, jurado de certámenes literarios, curadora, performer, cantante, productora y editora. Docente voluntaria del Antiguo Colegio de San Ildefonso; miembro de la Sociedad Coral Cantus Hominum. Intérprete de música polifónica y diversos géneros como el bolero, la música sufí, el flamenco, además de la improvisación musical. Entre su bibliografía personal se cuentan: “Rielar”, crónica de un relato de novela cuenteada escrita en forma poética a manera de pinturas literarias muy cercanas al abstracto” y “Moro mío”, libro de poesía y dibujo, Creadora y productora de diversos espectáculos multimedia en que integra todas las disciplinas que cultiva. Traducida al alemán, árabe, francés, inglés, italiano, portugués, rumano, polaco y ruso. Antologada en Austria, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Italia, Marruecos, México y Polonia. Incluida en la Historia de la literatura Hispanoamericana en Polonia y en la página web “Media Art en México”. Actualmente diseña y edita libros de autora ilustrados con su obra plástica. En Taormina (Sicilia, Italia), le han sido concedidos los premios: “Premio Poesía, Prosa y Arte Figurativo, Premio a la Carrera por Trayectoria Cultural” y el más reciente: el “Primo Premio Assoluto”, “Lenguaje sin precedentes en lengua española”. otorgado por la Academia Internacionale Il Convivio y el municipio de Giardidi Naxos.
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November 2024
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