QUIJOTE
No sé de ti desde el inicio de mi estío, desde el principio de tu andanza. Si tu cabello ha crecido, si lo has cortado o se ha convertido en la melena alborotada enamorada de mis dedos. Si tu barba raspa o está lista para emular a Papá Noel en Nochebuena; si la tos continúa haciendo de las suyas o por fin guarda silencio; si el sillón es fiel a la forma de tus tardes –solitarias a voluntad- junto a tu cigarrillo, el café expresso o los frasquitos de limonada. Si has terminado de leer a Molière, si Poquelín dejó a Madeleine por Armande o murió ya de tuberculosis; si tu barca sigue por ti y por mí en el puerto, adormecida en el plato de sopa de sus aguas esperando llevarnos a la cita estrellada de altamar; si al despertar aún recitas mi nombre como yo declamo el tuyo junto a un salmo. Si Völker engalana tus mañanas y tus noches junto al piano ataviado de cercanía, si caminas (o lo has pensado) a pasito lento entre gigantes o aspas de molino con rumbo a tu Dulcinea; si me guardas en el mismo sitio donde en mí tienes hacienda. Yo mi bien, salgo a trabajar por las mañanas como siempre, después del desvelo en que te pienso (porque no me ha dado por soñarte sino despierta); he dejado Marsella y a Dantés hasta que termine este nudo en mi garganta y es que ¡te pareces tanto a Edmundo! Hoy te cuento que Diódoro el hijo de Prisco ya casó con Iris la madre de Lucano; éste sigue airado con los dioses por su amada Rubria en la cálida Siria, –la que huele a rosas y a jazmines sin avistar las voces proféticas del futuro que hoy lamenta- , mientras el egipcio Keptah emocionado sigue al astro-heraldo del Mesías que en su palabra trae luz a los rectos. Todo sigue su curso aquí conmigo. Cuento más canas en las sienes anteojos graduados y en las uñas añil; Lacoste en el escote, stiletos de tacón medio y discreto, varias libretas de apuntes a juego con la medianoche o las cuatro de la mañana y dos o tres libros al mes; no pongo bótox a las estaciones ni a la lluvia de mis madrugadas, a cambio degusto el tiempo ido y por haber. Me derramo en hubieras con la voz y el canto de Joe Cocker ligado a tu rostro y tus ojos ambarinos, entonces a solas tomo una copa de Merlot con añoranzas y doy libertad al brioso corcel que va desde las cuencas fluyentes a mi pecho; después suspiro, arreglo mi rostro y pongo pintalabios grana en mi boca añosa. Virgilio dijo que la prerrogativa de dioses y hombres es la risa, por eso río mi bien, a carcajadas; para que mi humanidad contagie a Dios, para que me sepas fuerte y alegre aunque no estés a mi lado y para no morir de tristeza; y es que no sé de ti más de lo que susurran las aspas del molino y más de lo que me grita el viento. © Patricia Lozoya *** Patricia Lozoya (1962, Chihuahua, Mex.), narradora y plasmapalabras. Participó en la Antología poética Girasoles, sueños y palabras junto a otras mujeres mexicanas y se incorpora al staff del programa Clave ETR de Radio Universidad en Chihuahua. En edición se encuentran textos de su autoría; reflexiones, poesía y mini relatos “Con remitente y destinatario”.
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Escritor invitadoEn esta sección tendremos escritores invitados que compartirán su labor literaria con nuestros lectores. Archives
November 2024
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