Por David Alberto Muñoz (Circa 1984) Arena caliente, blanca, suave como la tersura de una seda natural, una brisa agradable en la cual se respira pureza, gaviotas volando por doquier, espuma que brota como por encanto, un algo tan callado e incontenible a la voz. A lo lejos un perro que ladra divirtiéndose alegremente pero con algo de temor, un par de enamorados, que ríen, que sueñan, que aman; el pescador espera pacientemente en el muelle, la lancha ya se encuentra navegando, y quizás la playa está desierta. Estoy frente al mar, en ese mar tan bello pero tan tenebroso, tan dulce pero a veces tan furioso, tan admirado y enigmático; la tempestad amenaza, pero termina siendo céfiro abrasador, majestuosidad y belleza. Mis ojos fijos en esto que se presenta ante mi, y no pienso nada; mi pensamiento vuela por los aires, tal vez ni siquiera veo, solo siento esto, que me reconforta y alienta. Estoy frente al mar, ese ser que nuevamente tentadora pero suavemente invita a explorar ese infinito, esto tan inexorable, esa interminable mancha azul que incita a conocer los misterios ocultos detrás de esa maravilla, de ese prodigio, de aquello que a lo lejos parece unirse con el cielo, de esto sin igual, de esto que contemplo y no comprendo, que admiro y no entiendo; algo dentro de mí me enciende, como fuego por las venas, pero este ambiente termina por apagarlo. Estoy frente al mar, el sol a lo lejos lentamente se oculta, dando fin a otro día, e imagina un bello cuadro en el horizonte, un mar que viste el reflejo de un atardecer de primavera, colores perfectos, místicos tal vez, colores que poco a poco adoptan uno solo. Una larga franja de viento sobre la superficie azul, sin un color fijo; es nuevamente el reflejo de este atardecer, un marco inmóvil, pero que casi desapercibido desaparece. Parece como si el sol se hundiera en la vasta inmensidad del océano, hasta que el último rayo de luz es dado; el mar azota interminable contra la playa a veces suavemente, a veces con furor, olas, olas desafiantes que terminan siendo blanca espuma que moja mis descalzos pies, que al sentir la frescura del agua, un pequeño escalofrío quisquilloso corre por mi piel, sin dejar de ser una caricia diferente, como una alondra y su cadencia, como un pajarillo y su cántico, como un algo y otro tanto. Estoy frente al mar, una mancha blanca a lo lejos me desconcierta por un instante, algo que me saca de mi sueño, pero al ver que un ave blanca levanta el vuelo, me doy cuenta de lo que veo; son gaviotas, cientos o quizás miles, agrupadas como si buscaran protección en ellas mismas, como el cachorro busca a la madre, o simplemente como el animal sigue a la manada, y al verlas todas juntas veo que forman otra maravilla inexplicable, otro porqué sin respuesta, un algo que ningún sabio humano ha podido entender. Estoy frente al mar, respira una paz que cualquiera desearía tener, un atardecer, la playa, el océano, y el dulce canto del mar, esa música natural, música que con solo escucharla se advierte de inmediato en qué lugar se encuentra, música que mancomuna el mar y el constante azote de olas, las gaviotas y su arte como una gran orquesta, todo natural, bellos, especial; y en fin todo esto que ya no se puede describir. Estoy frente al mar, y viendo todo esto tan bello, tan hermoso, tan único, tan fuera de todo razonamiento humano, el cual se estrella al encontrarse con esta obra de arte, plasmada aquí sin más ni más, así como así, con fuerza desconcertante, y con sencillez inigualable. Al volver en sí, ¿qué debo pensar? ¿Qué razonamiento puedo emplear? ¿o es que mi mente puede estallar? Qué lógica puedo utilizar si detrás de mí me encuentro con un mundo hostil, con un mundo de maldad, dolor e infelicidad, con un humano egoísta y perverso, con un humano que ha hecho malo todo lo bueno, con un humano que en lugar de amar odia. ¿Ésto es la realidad? ¿Ésto es nuestro mundo? ¿Ésto es lo que hemos hecho con lo que nos dieron? Ni al ver la nieve con el sol, ni al ver el agua con la tierra, ni al ver el aura con la aurora en mi mente puedo concebir esta oscura neblina en la cual como murciélago me muevo; el porqué de este fastuoso espectáculo olvidado por el hombre, ¿Qué debo pensar, qué debo expresar, qué debo proclamar, qué debo comunicar, qué debo decir, qué debo gritar cuando mi mente atrofiada estalla impotente al ver el mundo que cae sobre mis espaldas. Estoy frente al mar, y solo puedo decir una cosa, sólo puedo gritar una palabra, sólo hay algo que puede salir de mis labios: Gracias. Si, gracias, Tengo que dar gracias a Dios, al creador único de todo esto, al arquitecto perfecto de todas las maravillas que el ojo humano puede ver, al gentil domador, el genuino pintor, a qué que todos señalan con el dedo, al rebelde Jesucristo, al creador de nosotros mismos, al que dió la dádiva de salvación, al que es mi amparo y fortaleza. Gracias Señor, gracias Dios, gracias Cristo, gracias Dios mío, gracias Jesús de Nazaret, por todo aquello que mis ojos pueden ver, por esa maravilla inconcebible, por el mar, por la playa, por la arena, por el sol, por las gaviotas, por las olas, ¡por todo! Por esta paz que me rodea y lo más importante, porque esa paz se encuentra dentro de mí y tú me la diste. Porque así como la vela da luz en la oscuridad, así das luz a mi sendero; porque la libertad que en tí obtengo, no se compara ni con la del ave libre por los cielos. Estoy frente al mar, arena caliente, blanca, suave como la tersura de una seda natural, una brisa agradable en la cual se respira pureza, gaviotas volando por doquier, espuma que brota como por encanto, un algo tan callado e incontenible a la vez. A lo lejos un perro ladra divirtiéndose alegremente pero con algo de temor, un par de enamorado que ríen, que sueñan, que aman; el pescador espera pacientemente en el muelle, la lancha ya se encuentra navegando, y quizás la playa está desierta; y yo no me encuentro aquí, y sólo puedo decir. Gracias Señor, muchas gracias.
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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