La muerte
Por David Alberto Muñoz "Estoy a punto de emprender mi último viaje; voy a dar el gran salto en la oscuridad". Thomas Hobbes Sus últimas palabras (1679). Cfr. Watkins, Anecdotes of Men of Learning. No compadre, yo nunca había pensado en eso. Yo sé que todos nos vamos a morir algún día, pero la mera verdad, nunca antes se me había ocurrido pensar que hay detrás de la muerte. Tal vez, todavía no soy tan viejo como para imaginar lo que significa verdaderamente envejecer, mucho menos lo que significa morir. Cuando uno es joven nunca piensa en la muerte, al contrario, pensamos que vamos a vivir eternamente, que el tiempo de alguna forma pasará frente a nosotros, pero nunca logrará detener la fuerza de nuestra vida. No la pasamos de parranda en parranda, echando desmadre y medio, y una cosa sí le digo compadre, el tiempo no nos importa, lo mandamos por un tubo sin pensar que quizás algún día desearemos tener un poco más de tiempo. Y es cierto compadre, la vida es muy corta, ¿qué son unos mugrosos 80 años, si Dios me permite vivirlos? Cuando menos lo pensamos nuestra juventud se nos fue de la mano. Dejan de pedirnos I.D. en las tiendas cuando queremos comprar alcohol, y pues claro, eso es dentro de estas tierras en las cuales vivimos. Porque en nuestros terruños, nuestro padre nos mandaba a la tiendita de la esquina a comprarle sus buenas caguamas, para que pudiera ver a gusto el juego de fútbol los domingos por la mañana. ¿Sabe compadre? La primera vez que me dijeron señor, como que no me gustó. Estaba acostumbrado a que me llamaran joven, y creo que hasta le dije a la muchacha que se atrevió a lanzarme tal insulto. —¡No maches maestra, yo también te puedo decir señora! ¿Se imagina compadre? Cuando somos jóvenes queremos ser más viejos, cuando somos viejos queremos ser más jóvenes, si estamos gordos deseamos adelgazar, y si somos flacos preferimos engordar, total, nunca estamos conformes. ¿Sabe usted compadre? A veces pienso en mis padres, gracias a Dios todavía viven, pero un día se me van a morir, y no lo digo con tono melodramático, es la puritita verdad. Es entonces cuando los recuerdos me invaden uno tras otro, todos los errores que he cometido en mi vida se muestran ante mí al igual que una película. En mi mente cambio las malas decisiones que he tomado, y lo convierto todo en un perfecto cielo idealizado, donde todo está bien. ¿Sí me entiende compadre? Cómo desearía poder regresar en el tiempo y vivir otra vez, aunque una cosa sí le digo, a mí me gustaría regresar si supiera lo que sé ahora, si no, ¿para qué? ¿Qué caso tiene no? Figúrese usted compadre, ayer me habló una amiga, ya sabe usted, una compañera de estudios. Se llama Rita. ¿Se acuerda usted de los Archis compadre? Esos que cantaban precisamente: "Señorita Rita". En fin, como le decía, me habla la mentada Rita, que bien me acuerdo como un día llegamos a coquetear el uno con el otro, ya sabe usted como somos los humanos, no solamente los hombres compadre, también las mujeres, hay que ser justos. Y pues la susodicha Rita tenía buena pierna lo que sea de cada quién, yo siempre he sido muy dado al placer, y al menos a mí, me encanta mirar a una mujer, sobre todo si es bonita compadre. En fin, me habla, y me dice que su hermano acaba de fallecer. Yo no supe que decir compadre, simplemente me concreté a dejarla hablar y permitir que se desahogara. Ha de ser feo eso ¿no? Que se te muera un ser querido y sobre todo que se vaya antes de tiempo. ¿Por qué algunas personas se mueren antes de tiempo? Yo no sé compadre, todos pasaremos por la muerte algún día. Es parte de la vida, nacemos para morir, vivimos para morir, construimos para algún día dejar atrás lo que tanto trabajo nos ha costado realizar. Es algo así como si el vivir fuese una enfermedad cuyo alivio momentáneo es el poder dormir. Sin embargo, al morir, parece ser que obtenemos el remedio permanente. No compadre, yo nunca había pensado en la muerte, hasta que usted lo mencionó. ¡Qué loco! La muerte… © David Alberto Muñoz
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Insanities, soundness, and reality: A collection of shorts stories told perhaps by the same person10/19/2016 Acknowledgments
This is the first book of fiction I have written in English in all my years as a writer. It has therefore, special significance for me. It is not a translation. I wrote it directly into the English language, and although I have written many essays and even a couple of textbooks in English, this is the first time I have ventured into the world of literature in a language that was not my first language. After more than 40 years, living in this soil, it is impossible to deny that I am an American as much as I claimed to be a Mexican or Mexican American. My identity has been broken into 3 parts, the Mexican culture, the Chicano culture, and yes, sometimes the Anglo-US American culture. I agree with my friend, Ana Castillo, who told me one time: “Don’t be afraid of cultural fragmentation.” I am not afraid. I welcome this fragmentation! Taking all of these into consideration, when I wrote Insanities, soundness, and reality, I truly believe I went beyond the natural narrative for a man living 40 years in the United States of America. The stories shared in this book, represent a wide variety of characters, personalities, ideologies, tendencies, and problems faced. The main thread that unites this book, is the humanity we all shared. Yes, we are all immigrants, all of us came from other nations. We are all members of a community that not only claimed but is a member of the sometimes rare and unique American culture. However, what we all disclosed, more than similarities and differences, is our plain humanity, because as human beings, we all laugh, cry, hope, desire and seek. I want to thank some individuals that were essential in the writing of this book. Mrs. Tosello, Mr. Xander, and Mr. Jimenez, all of them were my English teachers at Montgomery High School, and I cannot stop being grateful for all the encouragement and advice they gave me. Thank you all, for your words and all the help you provided back then, it was the foundation for my English writing today. Also, I want to thank two colleagues, both, professors of English Literature, Miguel Fernandez, Literature and Composition Residential Faculty, at Chandler-Gilbert Community College, and Kimberly Williams, who is also the Director of the Creative Writing Program at Glendale Community College, both of them provided suggestions, corrections and insights that developed the depth in the stories of this volume. Furthermore, I want to thank Editorial Garabatos, and its general editor, Emilio Robles, for all the professional work, the edition, the suggestions, and the patience with this writer. Last but not least, I want to thank the reader, for allowing me to share this madness that sometimes we believe it’s only ours, but once we swim in the sea of insanities and or realities, we discover we might not all be crazy, rather, we might all share what I call: “the complex human experience.” David Alberto Muñoz September 2016 From the book soon to be printed: Insanities, soundness, and reality: A collection of short stories written perhaps by the same person. Editorial Garabators, 2016. Alma de poeta
David Alberto Muñoz Ayer me decían no tener alma para ser poeta, mientras mis letras emanaban palabras torpes, como verbos conjugados sin sensata medida, simples dicciones vividas de un vaivén dañado, fluyendo en medio de una loca y afónica vida. Los pechos desnudos de una hembra reñían, excavando mi propio atisbo morboso de deseo, repudiando esa atención exigida, tan indagada, al compás absurdo de un ritmo perdido, incriminando soplos, delirios y suspiros. Ayer me decían no tener alma para ser poeta, mientras mis ojos observaban lo antes vivido, las imágenes lloraban sobre mi rara voluntad, produciendo sangre de polvo convertido en añico, gestando placer, delirio y olvido. Con olfato de garduña, ella robó mi ido letargo, olvidando las necesidades cargadas sobre mí, procurando besar los labios de un ser prohibido, ocultando aquel fatal intervalo descubierto, donde la serpiente duerme entre el polvo y el sentir. Ayer me decían no tener alma para ser poeta Y yo decidí jamás buscarla… Yo no soy poeta, más bien yo soy un garrobo, nauseabundo camino solo por entes desérticos, intentado vomitar mis propias entrañas existidas, lamiendo mis propias heridas con palabra ajena, la palabra de aquellos que me dicen: Tú no tienes alma para ser poeta. © David Alberto Muñoz El Babas
Por David Alberto Muñoz Le decían El Babas por la cara de idiota que tenía. Pero era más inteligente de lo que pudieras imaginarte. Llegó al barrio hace ya más de diez años. Parece no haber cambiado en lo más mínimo. Sigue igualito, alto, delgado, de pelo lacio, nariz puntiaguda, ojos hundidos de color gris, y su piel casi del color del mármol. Parece un cadáver caminando. Cuando apareció en el barrio todo mundo le hacía burla. Él nada más se reía e intentaba esquivar de la mejor manera toda la carilla que le dábamos. Cuando lo mirabas no daba la menor señal de tener cerebro, al contrario, se te figuraba uno de esos chamacos de High School que tienen problemas de adaptación. Casi no hablaba, además su inglés era malísimo, es más, su español también dejaba mucho que desear. Caminaba muy lento, a mí se me figuraba como que quería volar o al menos intentaba pretender que viajaba por el aire. Muchos pensamos que era bien mariguano, por la lentitud, pero pronto descubrimos que no era así. Su mirada era muy profunda, te intimidaba porque no podías sostenérsela. Incluso El Monster una vez se le echó encima con ganas de golpearlo, ya ves cómo está de grandote el cabrón, pero El Babas nada más se movió con una rapidez felina, y le metió una patada de karate en los huevos… creo que desde aquel día todos le tuvimos miedo. El pinche Monster no se levantó, y desde entonces como que se convirtió en su guardaespaldas. --Fucking Babas, who the hell does he think he is? --I don’t know man; the guy is dangerous ¿qué no? Casi de la noche a la mañana el mentado Babas se convirtió en todo un mito. Las viejas lo empezaron a ver con ojos de interés. Todas, le empezaron a coquetear. Se levantaban la falda frente a él, unas le pedían que les abrochara el bra y mamada y media. ¡Cómo nos enchilaba eso! Sobre todo si era tu propia ruca la que lo hacía. La primera que cayó fue la Shorty. Nos contó que tenía el pene de 18 pulgadas. —¡¡¡No mames!!! —dijimos todos. —¡Eso es imposible, nadie tiene 18 pulgadas—le gritó en la cara Looney--You’re tripping esa! Todos empezaron a comentar. --He just got out of jail. He did five years for distribution of snow. —A mí me contaron que fue porque mató a un cuate allá en East L.A. Es de ahí ¿qué no? —Cuando te toca, sientes que la piel se te hace chinita, y casi llegas, nada más de imaginar que te la va a meter. --Come on esa!!! That is pure bull shit! Nadie puede hacer eso, todo está in your mind. ¿Me entiendes? Cuando supimos que El Babas ya se había acostado con la Cha Cha, la Nena, la China Doll y la Negra, todas coincidían. —Pues, I don’t know how many inches, pero está grandote. Nada más lo mirábamos e intentábamos ver el tamaño de su miembro. Sí, se volvió una obsesión, no tanto para las mujeres, más bien para todos los hombres del barrio. No se hablaba de otra cosa que no fuera El pinche Babas y su inmenso pene. —¿Oye? ¿Tú de veras crees que lo tenga tan grandote? —Puro pedo, a mí se me hace que lo tiene bien chiquito, nada más que las viejas andan de exageradas para chingarnos la vida a nosotros. Al poco rato empezó a cobrar más seguridad, más confianza en sí mismo. Hasta su forma de hablar mejoró. Compraba sus cigarros en la tienda del Paisa, fumaba Camellos, y le gustaba pistear ron Cacique, el de Venezuela, nunca supe por qué. Llegó el momento en que siempre traía una ruca al lado, hasta dos o tres, todos en el barrio lo empezaron a idealizar, empezó a vender mota, crack, hasta heroína, y manejaba un BMW del año. Todos nos preguntábamos ¿cómo le hizo El Babas? —Era un pinche idiota cuando llegó al barrio carnal. —¿Qué pasó? --I don’t know man. —Dicen que ya hasta se metió con la ruca del Bato Loco. —Chale, that’s all messed up. Un día, decidimos confrontar al susodicho. Lo esperamos a la salida del Toreador, la cantina del barrio. Salió como siempre, con la cara de idiota y completamente pedo, el Monster iba detrás de él. Observamos su caminar como si fuese un ser extraterrestre. No lográbamos deshacernos de esa imagen que se había creado en todo el barrio. —¡Pinche Babas!—le grité con coraje. Él, volteó a verme con sus ojos grandes y asustados. Se percató de que casi todos estábamos ahí, bueno, los hombres. Sonrió de buena gana, miró al Monster para luego acercarse hacia nosotros con ese paso de zopilote listo pa comer a su presa. —¿Qué onda carnal? --Who do you think you are? —le dice Lil Juan. —El Babas. —¡Te vamos a romper la madre cabrón! —¿Tú y cuántos más? —Ya estamos hartos, desde que llegaste lo único que has hecho es poco a poco irnos quitando nuestro lugar. Te coges a nuestras rucas, vendes en nuestro territorio, te jactas de que eres el gran jijo de la chingada. Fuck you man!!! El Babas solamente sonreía con gran placer. Nos miraba como niños berrinchudos. Encendió un cigarro. Se recargó sobre su auto mientras el Monster, se cruzaba de brazos detrás de él. Después de darle varias fumadas, habló con voz quebrada pero segura. —Ustedes han sido los que me han dado todo lo que tengo carnal. Yo no pedí nada. Fueron sus temores y miedos los que me han hecho lo que soy. Soy igual que ustedes. Un hombre con problemas como todos. Con quizás traumas porque mi padre me golpeaba cuando era niño, o a lo mejor mi madre trabajaba en la calle vendiendo su cuerpo. Nunca he tenido amigos igual que ustedes, ¿Cómo puedes saber quién es realmente un amigo? Todos nos traicionamos unos a otros. ¿O no? No lo tengo de 18 pulgadas, eso es lo que todos han inventado para sentirme más enviada. Todos queremos lo que no tenemos, todos buscamos lo que soñamos ser. No se hagan pendejos. Y si me he cogido a algunas rucas es porque ellas han querido, porque son ellas las que deciden, no nosotros. ¡Cómo son pendejos! Vámonos Monster, aquí no hay nada qué hacer. Ambos se retiraron mientras nosotros nos lamiamos las heridas y nos sentíamos peor que si nos hubiesen roto el mismo cráneo. El Babas… es el idiota del barrio, somos todos nosotros pretendiendo ser lo que nunca seremos… © David Alberto Muñoz |
David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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