La mentira
Un cuento Por David Alberto Muñoz —No entiendo por qué los humanos mentimos tanto compadre. Es la verdad, no importa si somos hombre o mujer, si tenemos riquezas o no, si somos feos o bonitos, si somos altos o chaparros, católicos o protestantes, buenos o malos, todos, absolutamente todos, mentimos. —“El más amigo es traidor, y el más verdadero miente”. Así decía mi abuelita. —¿Sabe que decía la mía compadre? —No compadre. —“Para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”. —Pos ahí está la cosa. Unos mentimos creo yo, por costumbre, o porque a veces nos agrada que la gente piense que somos más de lo que realmente somos. —O que me dice de mentir porque eso nos va a beneficiar económicamente. Antes podía uno mentir con más facilidad, hoy en día todo sale en la mentada computadora. —Creo que tiene razón compadre. Ya ve usted cómo somos los hispanos de tranzas, gandayas y aprovechados. Y lo digo con el debido respeto, sin agraviar lo presente. —¿Qué pasó, qué pasó, vamos ahí? —Pura guasa compadre, no se crea. Pero si le viene el saco, pos póngaselo. —Eso ya lo sé compadre, ni tiene que decírmelo. Mire usted, mentimos, por ejemplo, cuando hacemos nuestra declaración de impuestos. Porque en nuestro país, ni siquiera declarábamos impuestos, pero aquí, el tío Sam lo exige. ¿Y a poco no tratamos de poner más deducciones de las que tenemos? —No pos eso es cierto. No le voy a mentir. O qué me dice cuando queremos que nos den un trabajo y no tenemos la suficiente experiencia. Yo puse en mi aplicación… —Solicitud compadre, en buen español se dice solicitud. —No joda compadre, aquí le decimos aplicación, de application. Pos como le decía, yo puse que trabajé en petróleos mexicanos, para que me dieran el trabajo en la agencia de seguros. —¿Y qué tiene que ver el petróleo mexicano con una agencia de seguros? —¡Pos yo qué sé! El punto es que, se miraba mejor así, en el resume. —Currículo compadre, así decimos en español, currículo. —No mame compadre, no se pase… se pasa eh… calmado. —Qué me dice de cuando queremos conquistar a una mujer, ahí si nos salen las mentiras a montones. Somos capaces de bajar el cielo y las estrellas nada más por conseguir lo que queremos. —Bueno, también ellas mienten compadre, ¿o me va a decir usted qué no? —No pos sí, nada más le dicen a uno: “Después, al ratito…” Y uno se queda como menso esperando. —Y nosotros también compadre, hay que admitirlo, aquí entre nos, somos igual de mentirosos los hombres como las mujeres. —Qué me dice de ese dicho que expresa: “Los niños ni ocultan mentiras, ni callan verdades.” —Pos a veces compadre. No todo el tiempo. Nunca ha agarrado usted a su hijo con las manos en la masa, y el condenado chamaco se inventa una historia que sólo Dios sabe de dónde sale, con la única intención de que no le dé usted sus buenas nalgadas por mentiroso. Como eso de las calificaciones en la escuela, por decir algo. O que va uno a hablar con la maestra, y le traduce el susodicho chiquillo: “Dice la teacher que soy el mejor alumno en toda la clase.” —No pos sí compadre, me ha sucedido, condenado mocoso. Pero luego igual, a usted no lo ha echado de cabeza su muchacho con su mujer, porque usted se fue de parranda con los cuates, y le pide al escuincle, dile a tu mamá que estaba en la oficina; y cuando regresa a casa, le dice a su señora que estaba en la oficina trabajando, pregúntale a Paquito si no me crees, y el condenado Paquito dice, “no mamá, papá, estaba en la cantina de Don Braulio.” —JAJAJA… Claro que sí, y le pregunta uno por qué no dijiste lo que te había dicho, y nos responde: “Es que no debo de decir mentiras.” —¿Sabe usted compadre? Creo que la mentira es una torpe debilidad. —No siempre compadre. —¿Por qué lo dice? —Se acuerda cuando mi Tía Cholita se peleó con mi mamá? —Claro que me acuerdo, fue el chisme de la semana en toda la colonia. —Pos en aquella ocasión mi madrecita santa, que en paz descanse, que era tremenda entre paréntesis, le pidió a mi tía que le comprara una cadenita de esas que venden en el Vaticano. Ya que mi tía iba a ir para allá. Ella le dijo, asegúrate que esté bendecida por el santo Papa. Mi tía le dijo, no te apures, yo te la traigo. Pos a la hora de la hora, se le olvidó, y que le compra una cadenita, muy bonita, por cierto, de Santa Cecilia, la patrona de los músicos, ya que como usted ha de saber, mi madre era música, además de poeta y algo loquita. —Claro compadre, eso todo el mundo lo sabe. Creo que usted le heredó lo de loco. —No se mande compadre, que estamos hablando de mi santa madre. —Usted disculpe compadre. Adelante por favor. —Pos el error que cometió mi tía fue el decirle a mi mamá, que no era del Vaticano la mentada medallita, que era del aeropuerto, y que ella sólo quería ser honesta con su hermana. —¡Úta! —Lo mismo dije yo, y pensé hasta peor. Úta madr… ¿Qué le hubiera costado decir que el mismo Papa la bendijo y se la entregó con sus propias manos? Mi señora madre hubiera sido muy feliz. Ya ve usted que no se hablaron por dos años, nada más por la mentada medallita y lo “honesta” que fue mi tía Cholita. Yo creo que hay cosas que es mejor no decir, callar, o mentir, como dice la gente, mentiritas blancas. ¿A poco usted si su señora le pregunta cómo me veo amor? Y la ve usted de frente, y la verdad se mira de la ching… bueno usted me entiende ¿no? ¿Qué le dice? —¡Te miras espectacular corazón! JIJIJI… Sí compadre, creo que sí lo entiendo. ¿Pero entonces? ¿La mentira es buena o es mala? —No sé, compadre, no lo sé… en ocasiones puede ser una mentira piadosa, incluso podemos cometer ese “error”, por decirle de alguna forma, deseando el bien de otros. Y otras veces, podemos incluso engañarnos a nosotros mismos. La mera verdad, no lo sé… ¿usted qué piensa? —Yo creo que de vez en cuando hay que decir la verdad, para que nos crean cuando mintamos. —Creo que sus palabras son sabias compadre. Salucita… —Salucita compadre… —Pos entonces, a mentir se ha dicho… —Así es compadre… a mentir se ha dicho… parece ser que no nos queda de otra… © David Alberto Muñoz
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Gracias…
Un cuento Por David Alberto Muñoz A todas las madrecitas, incluyendo a la mía Mi madre ya está viejita. Tiene 98 años. A veces la miro, y me parece increíble que cierto día fue una mujer joven, hermosa, llena de energía, y con el mundo por delante. ¿A veces me pregunto por qué tenemos todos que envejecer? Sería bueno si pudiéramos permanecer en una edad fija. ¿No crees? Sin el temor que la piel se nos arrugue completamente, que nuestros huesos pierdan su fuerza, y que en ocasiones la misma mente nos traicione y no deje percatarnos de qué es realmente lo que está pasando a nuestro alrededor. Ayer llevé a mi viejita al doctor. Ya camina con un andador, y lo hace muy lentamente. Le operaron unas cataratas recientemente y creo que eso le ayudó a ver mejor. Pero el otro día, le amaneció un ojo completamente rojo. Se miraba muy impresionante. Era como un derrame. Vinieron a mi mente tantas cosas. Pudo a ver sido su presión alta, o quizás, se le desprendió una venita dentro de su ojito y eso causó el derrame. En fin, hoy decidí llevarla con el médico, porque, aunque ella decía que no le dolía nada, y que podía ver bien, yo me preocupe, soy su hija, y quedé a cargo del cuidado de mi madre. El doctor es un jovencito de aproximadamente 35 años de edad, si tiene 40, es mucho, digo yo. Tiene el pelo chino, y sus ojos grandes de color caoba. Es muy agradable, y le gusta platicar con mi madre, ya que ella fue enfermera hace muchos años. Y es cierto lo que dicen, las enfermeras y los doctores, son los peores pacientes. Mi madre estaba melancólica, recordando a sus nietos, a cada uno de sus hijos, a mi padre, que en gloria esté, y de pronto levantaba su brazo derecho para enseñármelo. —Mira mijita, tengo los brazos arrugados, el pellejo de mi piel, nada más cae por completo. Mis senos ya han desaparecido, están todos caídos, mira, mi rostro, ya ni yo misma lo reconozco. A veces mi madre me frustra. Cada vez que come hace un cochinero, cuando estoy haciendo algo importante, me habla, para decirme ya que llegó, que se le olvidó lo que quería decirme; no tiene ya conciencia de lo que es la prudencia, al contrario, cada vez que habla temblamos todos porque pensamos que va a decir algo que no es apropiado. Ya tiene problemas de incontinencia, cuando ve televisión, le sube bien fuerte al volumen, y en ocasiones se pone tan terca, que me canso, la mera verdad, nunca pensé que llegaría el día en el cual tendría que batallar la vejes de mi madre linda. Pero ayer, cuando estábamos con el doctor, ella digo algo que cambió mi modo de ver las cosas. —¿Oiga doctor? —¿Dígame señora? —¿Cómo me encuentra? —Pues la verdad está usted muy bien. Su presión es normal, su aparato digestivo está funcionando a la perfección, la artritis, aunque yo sé que la molesta, no es una enfermedad peligrosa, se la estamos controlando con medicamento, y los más importante Doña, su mente está trabajando a la perfección. —¿Yo quisiera preguntarle algo? —¿Sí, dígame? —¿No me puede quitar lo viejita? Una sonrisa de ternura se postró en el rostro del doctor y en el mío. —No señora, me temo que eso no lo podemos curar. Es parte de la vida. En ese preciso momento le di gracias a la vida por haberme dado a mi madre y por tenerla conmigo, aunque esté viejita. Gracias a la vida que todavía puede respirar, y tengo el privilegio de acariciar su rostro y besarla y decirle que la amo mucho. —¿Mija? —¿Sí mamá? —Ya no me pueden quitar lo viejita. —No mamá, ya no pueden, pero sí podemos darle gracias a la vida por tenerte con nosotros. Mi madre moriría 3 días después, en su casa, mientras dormía, con mucha tranquilidad. Gracias a la vida… © David Alberto Muñoz Historia amarillista (un crimen pasional)
Un cuento David Alberto Muñoz La imagen de su zapato izquierdo se podía ver en el espejo que tenía enfrente, detrás de la silla, dónde estaba el reporte policíaco que lo denominaba como sospechoso principal, del crimen de fraude y asesinato. Mientras que, en sus manos, la confesión de los mismos actos criminales esperaba su firma con los ojos acusadores de dos policías más cansados de vivir que interesados en hacer su trabajo. —Firma de una vez. Será mejor, si vas a juicio te arriesgas a que te den la pena de muerte. --Please for Christ’ s sake! What is the matter with you? —Yo no maté a López Rodea. Lo del fraude es cierto, fui yo, eso lo confieso, pero no tengo nada que ver con su muerte. El agente Calderón, inspector de la división de homicidios y crímenes financieros, lo observó como burlándose totalmente de él. Era un tipo medio alto, de cabello rizado, negro, con un bigote muy abultado, grueso y medio lacio, quien no podía dejar de tocar su pistola que estaba enfundada de su lado izquierdo. —Mira chamaco de mierda. Tus huellas digitales estaban en el arma. Se te encontró junto al cuerpo con la pistola en las manos, todavía salía humo de la misma. Déjate de pendejadas y confiesa, si no quieres que te den la pena máxima. Or is that what you want? Ricardo Castillo, era un muchacho de apenas 23 años de edad. Trabajaba en una compañía que vendía negocios rentables, como asesor del CEO, quién le había dado trabajo cuando vio su forma tan amena y especial de hacer relaciones públicas. Se había enamorado literalmente de aquel jovencito de piel blanca y cabello café claro, con ojos verduscos, que tenía una sonrisa hipnotizadora. —Te ofrezco dinero, mucho dinero, te lo puedes ganar. Lo único que tienes que hacer es... —¿Qué? —Te voy a dar un departamento, y mil dólares a la semana para que los gastes en lo que quieras. Lo único que tienes que hacer... es ser mi amante... What do you say? Calderón, ya bastante aburrido elevó la voz intentando terminar con aquellas más de seis horas de interrogatorio. —¡Todo mundo sabían que tú y el mentado López Rodea era amantes! Pero el ser puto no es crimen, el crimen fue el dinero que se han estado robando de gente inocente que les ha creído su palabrería. Y además, ¡tú mataste a López Rodea! You are guilty God damn it! Ricardo se levantó y con mucha seguridad casi le grita en su cara a Calderón. --I did not kill anyone! ¡Yo no mate a nadie! El otro agente, era un güero de ojos azules y mirada de sospechoso que casi anunciaba con su simple presencia el hecho de ser policía. Él, interrumpió de pronto la conversación. —Nos puedes explicar entonces ¿cómo fue que tus huellas llegaron a la pistola? —¡López Rodea me la dio! —Y tú lo mataste. —¡NO! Todos en aquel pequeño lugar estaban a punto de explotar emocionalmente. Ricardo respiró profundamente. Tomó uno de los cigarros de la cajetilla que el Güero había dejado sobre la mesa central. Lo encendió y le dio dos fumadas intentando cobrar calma. Suspiró profundamente, elevó los hombros, y como que de pronto se dio por vencido. —Está bien... López Rodea y yo habíamos terminado hace apenas unas semanas. Yo ya sentía que nos iban pisando los talones. Y presentí de alguna manera que nos podían agarrar en cualquier momento. Decidí irme de la ciudad. Le informé a López Rodea de mis intenciones y el hombre se desplomó prácticamente, no sé qué le pasó, literalmente se volvió como un niño. Con llanto en los ojos me suplicaba. --Please don’t do that! No te vayas Ricardito, por favor, no te vayas… te doy más dinero, te consigo un carro del año, lo que quieras, de verdad, pero no me dejes, por favor. Please, don’t leave! —La verdad me sorprendió, estaba muy atado a mí. Él para mí era simplemente una manera de hacer dinero. Me acostaba con él por lo mismo. No era tanto que me gustara, estaba viejo, y además, no me atraía. —Entonces eres un marica delicado—dijo de pronto Calderón. —¡Déjalo que hable Calderón! No lo insultes…ya no son tiempos para eso, ya estuvo bien. El ser homosexual no es un crimen, ni una enfermedad. It is what it is…period. El muchacho siguió fumando y continuó su narración. —Unas dos o tres noches después, el día de su muerte, se apareció en mi departamento. No me puse a pensar que en cualquier momento, podría llegar. Él lo pagaba, él tenía llaves, hasta ese momento me había dejado solo, en paz, cada vez que quería verme simplemente me hablaba y yo lo esperaba para satisfacerlo. Pero esa noche, así de la nada, de la noche a la mañana, se apareció., y pues... pues yo estaba con… —Con otro puto… —¡Calderón! —No señor agente, estaba con su esposa, con la esposa de López Rodea. Un silencio gritó de repente, sorprendiendo a todos los presentes. Finalmente, el Güero preguntó: —¿Pos no que eras homosexual? El jovencito lo miró con ojos de sorpresa. Sonrió con cierta altanería, y habló con sinceridad. —Esas etiquetas ya son del siglo pasado oficial. De aquella época dónde todo lo medían ustedes y lo dividían en dos. Hombre y mujer, blanco y negro, el bien y el mal, razón y pendejada. Vivimos en un nuevo siglo, yo me acuesto con quién se me da la gana, por lo motivos que a mí bien me parezcan, todo lo demás son puras definiciones mal construidas. —Pues será lo que sea jovencito, pero eso no te excusa de haberle quitado la vida a López Rodea. —No fui yo, fue su esposa. Llegó y entró por la puerta de atrás. Le disparó al susodicho señor, y no sé ni cómo, pero puso la pistola en mis manos, mientras corría como liebre asustada. Yo quedé paralizado por un buen rato. Para cuando llegaron ustedes yo tenía la pistola en mis manos. ¿Quién los llamó? Ella, ¿verdad? ¿Quién les contó la historia de que era yo el amamante pasional ofendido? ¿Quién propuso que López Rodea y ella, eran un matrimonio muy unido? Por favor, todo mundo sabía que el patrón y yo éramos amantes. Sí, soy un ladrón, defraudé a mucha gente, pero no soy ningún asesino. La ofendida fue ella, no por López Rodea, sino por mí, cuando lo supo, todo terminó. Alguien tenía que pagar por la ofensa, y el que pagó fue López Rodea. El Güero y Calderón voltearon a verse directamente a los ojos. —Calderón, ya sabes lo que tienes que hacer... Si es verdad lo que dices, te salvaste de una inyección letal. Pero si no, esto no es nada más que otra historia de esas amarillistas que publican en el Alarma, un crimen pasional. Ricardo soltó una fuerte carcajada que creo se escuchó en todo el departamento de policía. Se acercó y levantó su zapato izquierdo. Se lo puso. Encendió un cigarro más y se sentó con una envidiable paciencia. —Sea como fuere, esto no es más que otra historia amarillista que su departamento pondrá a la luz pública para justificar el sueldo que les pagan. Todo era solamente otra historia amarillista…todos los humanos somos nada más eso…un crimen pasional… © David Alberto Muñoz Disparos
Un cuento, based on a true story Por David Alberto Muñoz —¿Papá? ¿Vamos a ir a la iglesia? —Claro mijo, ya sabes que vamos todos los domingos. —A mí me gusta ir, porque nos dan dulces, y nos leen cuentos de la Biblia. —A mí también mijito, a mí también… Era un domingo como cualquier otro. El sol brillaba y la temperatura era agradable. Todas las familias se conocían, y el lugar de reunión, era la iglesia. El Sr. Chávez asistía todos los domingos con su familia, que en total, llenaban ocho asientos y cuatro generaciones. La solterona del pueblo asistiría también, se llamaba Mercedes. No sé porque casi todas las solteronas se tiene que llamar Mercedes. Además, era una mujer muy bonita, solamente que no había tenido la fortuna de ser elegida para el matrimonio, ya que, en esa población, había solamente 415 personas, y entre estos, 333 eran mujeres, lo que dejaba solamente 82 varones, si hago bien mis cuentas de matemáticas, y sin contar que algunos de esos 82, era niños. El pastor era el Rev. Ignacio Argil, graduado del seminario Teológico de Dallas Fort Worth, el mejor seminario de acuerdo con la cultura Bautista, ya que el susodicho dirigía a la congregación de aquella pequeña población escondida en un rincón, de aquel estado conocido por todos como The Lone Star State. La pianista de la iglesia era Doña Armida Robles, viuda de Smith, mujer a la que dijeron que su hijo se fue directamente al infierno porque nunca acepto a Jesús en su corazón. La pobre mujer estaba muerta en vida, por varios años vivió esa angustia de pensar, que el fruto de su vientre, existía en el Hades, dónde el fuego quema eternamente, hasta que el Pastor Argil, llegó, para darle ánimo, y decirle: --Do not worry hermana. By faith, your son is in the presence of God. Todos estaban presentes, los niños que incluían parvulitos, principiantes y primarios, los jóvenes, las parejas jóvenes, y los adultos, que abarcaban a personas de la tercera edad, así como la gente que trabaja todos los días para poder ganarse el pan de cada día. Todos cantaban con gozo, coritos, himnos. Leían su Biblia citando pasajes famosos. Se podía sentir unidad, armonía, y, sobre todo, calma, quietud, mucha seguridad, dentro de aquel domingo cuando aquello inesperado sucedió. Entró por la puerta principal. Era un hombre, joven, vestido de negro. Cargaba un rifle automático, y dos pistolas. Su rostro ardía en coraje, un odio tal vez alimentado por la narrativa que se escuchaba en aquel país de la imaginación, donde era mejor odiar al prójimo que amarlo, donde era mejor destruir al de a lado, que ayudarlo, donde es mejor dividir que unir. Su mirada estaba roja, llena de sangre que ardía dentro de su cuerpo, y esa sangre su subía hasta su cerebro que ya no se percataba ni deseaba seguir el camino del bien, al contrario, era como si el opositor del Dios supremo, Angra Mainyu[i], hubiese ya controlado toda su alma. Empezó a disparar indiscriminadamente en la nave principal. Todos se agacharon, ya que era una iglesia pequeña, el terror se apoderó de cada uno de los presentes. Los cuerpos comenzaron a caer. Niños, adultos, hombres y mujeres de todas las edades estaban siendo asesinados literalmente dentro de la casa de Dios. Sus voces se perdieron con la pólvora que era descargada de las armas de aquel hombre quién entró un domingo a una iglesia a destruir, no a erigir. En su mente los recuerdos de años atrás se hicieron presentes. —¡Soldado Bradley! --Yes Sir! —Entre en esa aldea, y asegúrese de que nadie quede vivo. Desde ahí nos están disparando. Bradley, corrió a una iglesia de dónde aparentemente salían balas destinadas a él, y a sus compañeros. Levantó su M-16, y disparó gritando, dejando salir todo su temor detrás de aquel grito que bien pudo ser su deseo de vivir y no dejar que el enemigo lo destruyese. Aquella tarde mató niños, mujeres, ancianos, varones. No supo si le llamaron héroe cuando regreso a su país o asesino, nunca sabrá que había entrado a una iglesia, y que el tiempo lo había confundido, y que las muertes ante él, estaban dentro de su propio pueblo. --911, we have a situation going! A man just entered a church and has killed at least 26 people! We need back up! Cuando finalmente despertó, no supo lo que había hecho, la fuerza de Angra Mainyu, lo había arrastrado a cometer tales crímenes. Lo curioso era, que fueron dos, esa dualidad moral que confunde a los humanos. Como el soldado Bradley, se le consideró un héroe, pero como el ciudadano Bradley, un loco criminal sin ninguna conciencia. Era el siglo XXI, esos tiempos, cuando los humanos seguían matándose unos a otros… © David Alberto Muñoz [i] Angra Mainyu, es el nombre del opositor de Ahura Mazda (Dios supremo), dentro de la religión de Zoroastrismo, Angra Mainyu, es la fuerza destructiva que provoca la maldad. Defunción
Un cuento Por David Alberto Muñoz La muerte estaba sentada frente al ramo de rosas que él le había comprado en su cumpleaños. La había ido a ver. La muerte también cumple años. Su mirada era fría, claro, era la muerte. Todos coincidían en que la calaca era cruel y fría. Pero él, al verla, como esperando a alguien, le causó mucha ternura. La vio como una mujer atrapada en un cuerpo de niña. Desde hace ya algunos años empezó a pensar en su propia muerte. ¿Qué pasa exactamente? ¿Por qué tenemos que envejecer y morir? No lograba entenderlo. Pensó de pronto en sus seres queridos que ya lo habían dejado, sus abuelos, algunos de sus tíos, uno que otro primo, amigo, y por supuesto, su madre, la más reciente pérdida que había sufrido. ¿Qué se sentirá no respirar? Dejar todo tu aliento de vida volando en el aire. Varias veces casi se ahoga, metido en el mar, o en aquel lago, al que se lanzó como loco, pensando que podría nadar, ya que así lo había visto en las películas de Tarzán. No le gustó en lo más mínimo, cuando sientes que el aire sale de tu cuerpo vivo, es una desesperación que controla todo tu cuerpo. —¿Qué se sentirá morir? Dejar este cuerpo material y volar por los aires… Había ciertas explicaciones que escuchó durante su corta vida. La religión le dijo que, si aceptaba a Jesucristo como su único y suficiente salvador, tendría vida eterna. —¿Qué no todos vamos a vivir eternamente? Al menos eso me han dicho. Unos en el cielo, otros en el infierno, y hay algunos que creen en el purgatorio. Aunque la ciencia me dice, toda la materia cambia de forma, pero no desaparece. La religión también, le impuso un sinfín de reglas morales, que ni el mismo santo San Agustín, hubiese podido cumplir en toda la extensión de la palabra. No hagas esto, no hagas aquello, no te agarres ahí, no tengas malos pensamientos, no mires a las mujeres con deseo, no digas malas palabras, lee la Biblia nada más, olvídate de todo, sólo piensa en Dios, y cántale mucho. En otras palabras, todo es pecado delante de Dios, si solamente piensas mal, ya estás condenado. —¡No manchen! Ese dios es un dictador. Había otros que le compartían, que todos al morir, dependiendo de nuestro comportamiento, regresábamos en otro cuerpo. De pronto le gustó la idea. Saber qué pasará en 300 mil años en este nuestro planeta, le causó mucha curiosidad. Ya que, si logramos vivir 77 años, eso sería una larga vida, pero que son 77 años en la dimensión del tiempo, pos nada. —¿Pero oye? —¿Dime? —¿Nos vamos a acordar? —Eso no importa, lo importante es saber, que cada vida debe de ser mejor que la última. La religión lo defraudó. Los filósofos argumentaban uno con el otro. Séneca decía que no hay nada tan seguro como la muerte. —Eso ya lo sé, aquel día cuando desperté y cobré conciencia de mí mismo, me di cuenta que estaba vivo, y que, desde el momento de nacer, estuve condenado a morir. Heidegger expresó: “El hombre se asegura del supremo poderío de su libertad cierta y temerosa para morir, en la muerte". —Ah cabrón, ¿entonces la muerte es como algo que se presenta en el ahora de la vida del hombre? —Así es. Sartre dijo: “Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga en la debilidad, y muere por casualidad". Para Jean Paul, lo más seguro es que el hombre muera antes de haber cumplido con su tarea, con su responsabilidad en la vida. Ya que la vida no tiene sentido, si acaso lo tiene, está fuera de nuestra realidad. No encontraba respuesta, halló algo de refugio en la literatura. Octavio Paz escribió en su famoso Laberinto de la soledad: “Dime cómo mueres y te diré quién eres”. La manera de morir de pronto parecía importar. —Al menos es más poético. De repente, recordó aquella joven con la cual había tenido un amorío. No recordaba ni su nombre, ni su edad, ni su condición social, ni nada de su físico que él pudiese haber palpado. Lo único que recordaba, era el aroma a muerte que se desprendía de ese cuerpo humano a punto de fallecer ante esa terrible enfermedad del alma, la soledad. —¿Tienes miedo a morir?—le preguntó. —No—respondió con una increíble calma. —La muerte no existe, es otro de tantos mitos creado por los seres humanos. —¿Cómo puedes decir eso? ¿Cuántos seres queridos ya se nos han ido? No sabemos qué pasará, no entendemos si existe un destino para nuestro espíritu, si realmente existe el alma, o si la vida en el más allá será mejor, o peor, lo único que existe es la esperanza de poder ver a nuestros seres queridos una vez más. —Lo único que te pido es que me recuerdes. Él, quedó anonadado… —Recuerda los buenos momentos que pasamos juntos. Nunca olvides nuestros momentos de risa, ni tampoco los de llanto. Recuerda cada día lo qué pasó entre nosotros. Porque mientras tú me recuerdes, yo no moriré. Segundos después, ella expiró, dejando su cuerpo muerto… La muerte se levantó, envolvió el cuerpo en un extraño manto, acarició el rostro de él, y desapareció al igual que como había llegado. No sé qué es la muerte, pero algún día, todos lo sabremos. Descanse en paz… © David Alberto Muñoz |
David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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