Confieso…al igual que Neruda
Por David Alberto Muñoz Nunca he sido muy dado a idealizar personas a quienes admiro. Hace ya tiempo descubrí, que los seres humanos somos nada más eso, humanos con defectos y cualidades, y si acaso existen aquellos que han logrado de alguna forma sobresalir en su campo, esto, no los separa de su humanidad, sino al contrario, en muchas ocasiones los hace más infalibles al sentimiento efímero que cada uno de nosotros llevamos por dentro. Sin embargo, durante mi reciente viaje a Chile, tuve la oportunidad de entrar en una de las casas del afamado poeta Pablo Neruda, La Sebastiana. No pude impedir sentir una extraña sensación al caminar por los cuartos donde vivió el maestro. Al entrar a su estudio pude ver la máquina de escribir con la cual quizás, escribió sus grandes poemas como Soneto 45, Si tú me olvidas, Agua sexual, El miedo, 20 poemas de amor y una canción desesperada, en especial el “poema 15”, entre tantos otros. Cómo olvidar esas palabras que literalmente golpean las cuerdas de nuestros sentimientos: Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Siempre he sido un crítico de la poesía contemporánea. Los que me conocen bien lo atestiguaran. Con esto no quiero decir que no existan buenos poetas contemporáneos, los hay. Sin embargo, mucha gente en la actualidad se dice ser poeta, y en lo personal adjudicarse ese título es demasiado jactancioso, si comparamos a la perfección idiomática, de métrica y rima de los grandes maestros, como mi poeta favorito, César Vallejo, como la gran Sor Juan Inés de la Cruz, y por supuesto, como el maestro Pablo Neruda. Pero mi propósito no es defender mi posición que ya ha sido criticada por muchos. El motivo de mi escrito esta semana, es el de narrar lo que sentí cuando caminé por La Sebastiana, e imaginé a Neruda, escribiendo sus versos, bebiendo la copa con sus amigos, observando el hermoso paisaje que se vislumbra desde los 4 pisos que tiene la casa. Pude ver al maestro siendo inspirado por sus musas y amantes, por el amor mismo, por un extraño sentimiento de poeta que parece haber quedado impregnado en las paredes de su habitación. Pude oler el tabaco en sus pipas, que a ratos se me hicieron estar prendidas todavía. Ese aroma a letras, combinadas con pura emoción humana. Incluso, me percaté de los argumentos que quizás existieron dentro de ese hogar, donde los libros todavía gritan deseosos de ser leídos, con ese afán que solamente los poetas pueden darles a sus letras, esa rara combinación de perfección gramática, esa forma de engendrar drama, oda, bisílabo, pentasílabo, octosílabo, decasílabo, por mencionar sólo algunos. Esta belleza, que utiliza la rima, por medio de la canción, el madrigal y el soneto, cuya perfección es tal, cuando nos percatamos que está cubierta de sentimientos, pasiones y locuras, con las cuales nos podemos identificar de alguna extraña manera, cada uno de nosotros. Neruda se sentó conmigo y me sirvió un Coquetelón. —Fíjate bien Muñoz, se mezclan una media de Cointreau, una de cognac y dos de jugo de naranja. Hielo picado, se sirve media copa, preferiblemente copas altas de champaña. Y se completa con champaña seco. Es una bebida muy apreciada por las damas y una entrada infalible a la alegría colectiva. Las musas acudirán raudas a consolaros. Que aproveche. Pude sentir la voz del maestro, y el ambiente que surgía en la embajada de Chile, en Madrid, dónde se juntaba con García Lorca para hacer esas bohemias que ya son mitos creados por nuestras generaciones. No me gusta idealizar a seres humanos, porque al final de cuentas, eran como cualquiera de nosotros, con defectos y cualidades, con amores y desamores, con copas en la cabeza o sin copas, pero el fundamento de quienes fueron, lo dejaron escrito en papel, esa herencia que todos los que escribimos deseamos dejar en la medida de nuestras probabilidades. Sí, siempre he sido un crítico rapaz de los poetas, pero los de antaño, representan la excelencia del idioma combinada con la excelencia de haber vivido tanto. Repito como el maestro, sin la intención de plagiarlo: Confieso que he vivido…y esta vida, todavía no se me acaba. © David Alberto Muñoz
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Memoria
Por David Alberto Muñoz No recordaba el rostro de aquella mujer que lo había ayudado a entrar en aquel club. Es más, ¿cuál club? Ni siquiera sabía que estaba haciendo ahí. —¿Dónde estoy? Aquella muchacha me trató muy bien, no recuerdo si su pelo era café oscuro, negro o rubio… Él, traía puestos unos pantalones color gris, y una camisa de rayas azul con blanco. No había podido doblar el cuello de su camisa. No entendía por qué. Se miró al espejo, y vio que ya tenía más de algunos días sin rasurar. —¿Dónde dejé el rastrillo? Tenía canas en su pelo. Se tocó la cabeza para asegurarse que no lo hubiese perdido como tantas cosas se le habían extraviado en los últimos días. Sonrío frente al espejo, para poder ver si sus dientes estaban completos. —¡Qué bueno!—pensó. Volteó una vez más, intentando buscar a la mujer que lo había ayudado. No reconoció ningún rostro. De pronto, fuese como si su propia identidad se hubiese esfumado. —¿Está bien Sr. Mondragón? Era una joven muchacha. Nunca antes la había visto. Ella lo observaba con ojos de ternura y cariño. —¿Quién es usted?—preguntó lleno de confusión—¿Dónde está María, no Jacinta, no Sandra? ¿Cómo se llama? La joven mujer tomó su mano y la abrazo con mucho cariño. Él la rechazo porque no tenía la menor idea de quién era ella. —Soy yo Daniel, Johanna, ¿me recuerdas? Él negó con la cabeza. —Está bien, hoy no recuerdas, tal vez mañana sí… soy Johanna, tu amante… ¿no te acuerdas? El gritó casi con desesperación. --¡NO! —Será mejor que se vaya señora, él no la reconoce en estos momentos. Es esa maldita enfermedad que borra la memoria, y entierra los sentimientos. A veces, hay gente que prefiere olvidar, en lugar de enfrentar sus realidades. Tal vez otro día... Su mirada quedó perdida intentando atrapar una sola memoria para compartir con Daniel… —Sí…tal vez…tal vez recuerde por sólo unos segundos lo que hemos pasado juntos. No olvides Daniel, por favor, no olvides… —¿Quién es usted? Era su memoria, intentando recordar lo que habían vivido juntos. © David Alberto Muñoz Hasta la próxima Chile…
Por David Alberto Muñoz Santiago de Chile. - El haber tenido la oportunidad de visitar la República de Chile, ha sido una oportunidad única. El ver en vivo y a todo color la Cordillera de los Andes, el haber tenido la oportunidad de escuchar voces chilenas, cada una con su perspectiva distinta, me han alimentado culturalmente, además, he podido palpar la cultura de una provincia, así como la cultura de la capital. He gozado de su arte culinario, de su excelente vino, y de la compañía de amigos, a quienes conozco desde hace casi 10 años, pero no había podido verles frente a frente y conversar con ellos en vivo, y no solamente en lo virtual. Santiago es una urbe moderna. Al caminar por sus calles vi fenómenos que se dan en todas las capitales del mundo. Observe a jóvenes protestando, la razón no creo que importa, lo importante es ver que siempre es la juventud la que desea cambios radicales en la sociedad. Estos jóvenes estaban en una de tantas esquinas, compartiendo una línea de coca. No me escandalizo, simplemente expreso, que este fenómeno lo encontramos en todas partes del mundo. Transité por su metro, dónde descubrí que jóvenes suben a cantar pidiendo una cooperación a los oyentes, que en ocasiones, no son buena audiencia. También pude sentir una tensión que vive la sociedad chilena en la actualidad, y yo, se lo adjudico a la época de la dictadura, Chile parece ser un país que está despertando a su realidad, y para muchos, el nefasto recuerdo de Pinochet, permanece en las mentes de muchos, creando esa tensión que palpé al caminar por sus calles. Aprendí un poco de historia chilena, de los debates y distintos grupos que se identifican en Chile, me informaron del general Bernardo O’Higgins, y de José Miguel Carrera, supe del llamado Desastre de Rancagua, y escuché diferentes perspectivas al respecto. Además, tuve la oportunidad de estar con un gran amigo, el escritor Kepa Uriberri, quién fue un gran anfitrión, y platicamos sin parar de tantas cosas por varias horas. Me llevo muy gratos recuerdos de Chile, agradables veladas con vino tinto; estuve en hogares chilenos, que me abrieron las puertas de su casa con mucha gentileza. Chile ya no es solamente el último país de América del sur, del cual había leído, es una tierra que ya conozco, cuyas calles, ciudades y provincia visité, y ya es parte de mi propia experiencia existencial. ¡Hasta la próxima Chile, con la ayuda de los dioses del maíz! © David Alberto Muñoz ¡Muchas gracias Chile!
Por David Alberto Muñoz Rancagua, Chile. - La primera vez que vi la cordillera de los Andes en vivo, quedé atónito verdaderamente. Imaginé muchas veces el vislumbrarla desde las alturas, sin embargo, cuando finalmente tuve la oportunidad de verla con mis propios ojos, descubrí una vez más, el valor de viajar y la transcendencia existente, hablo de esa curiosa consecuencia que se da, cuando tenemos la oportunidad de visitar los distintos países que tenemos en América Latina. Chile me recibió con los brazos abiertos. Desde aquella joven anglosajona, una maestra que vive en Chile, de nombre Noemí, quién tuvo a bien, darme un aventón hasta la estación de autobús en Santiago, para poder llegar a Rancagua, hasta aquel taxista de Uber, quien amablemente me dio su nombre, su teléfono y dirección, solamente en caso de que se me ofreciera algo. La gente que vive en Chile son personas muy amables, con muy buen espíritu que, a cada paso de su existencia, logran comunicar su realidad del cono sur, y a la vez, proyectan una muy amable intención para con sus visitantes. En mi breve estancia, he escuchado historias sobre la dictadura de Pinochet, me han platicado de experiencias personales que muchos padecieron, durante aquel oscuro capítulo que vivió esta nación. He visto con mis propios ojos el gran sentimiento de orgullo y de excelencia que toda la gente chilena posee, ya que al igual que cada uno de nosotros, aman a su tierra más que a cualquier otra. He platicado con su juventud, voces que ya muestran quizás la nueva narrativa chilena. He caminado por sus calles, dónde he encontrado monumentos erguidos al esfuerzo humano. De pronto, me he dado cuenta que Chile es tierra de grandes escritores, Neruda, Mistral, Allende, por mencionar sólo algunos, y me percato de que las letras siguen vivas dentro de un país a quien desearon someter por la fuerza, inculcando quizás, una cultura del silencio de la cual, todavía muchos se encuentran luchando contra ella. He sentido un frío que en las tierras dónde vivo ni siquiera se piensa. He paladeado su cultura culinaria, sus cazuelas de ave, cocinada con calabaza, que aquí se le dice zapallo. He escuchado ese acento tan peculiar que tienen los chilenos, que parece hipnotizarnos, dejando una rara amabilidad en las voces de los pobladores, donde se especula, que Chile, se llama Chile por la voz aymara “Chilli” en el cuál hay dos significados: uno es el “confín del mundo” y el otro “el lugar más alejado o más hondo de la tierra”. Una versión entre tantas, como la que dice que tiene origen quechua Chili o Tchili, que significa frío o nieve, o aquella que expresa, que la palabra Chile tendría un origen onomatopéyico (palabras que imitan sonidos), y este sonido viene del canto de un pájaro que se llama trile el cual emite un sonido parecido a: ¡chile, chile! He visto con mis propios ojos a un Chile moderno, contemporáneo, con problemas políticos, al igual que todos los países de Latinoamérica, y de igual manera he sentido el calor de amigos, que ya se han convertido en parte integra, de mi peculiar viaje existencial. Definitivamente, escribiré más sobre Chile en el futuro, simplemente deseaba dejar una breve huella, que sea testimonio, de lo que he experimentado en este viaje, que ya es muy especial. Gracias Chile, gracias Ernestina Pinto, gracias a cada uno de los chilenos que tuvieron a bien invitar a este profesor y escritor a compartir las locuras que ha vivido, visto y experimentado, con todo el pueblo chileno. ¡Muchas gracias Chile! © David Alberto Muñoz |
David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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