Reseña de “Trump, el león del circo” de Francisco Reyero,
publicado por el Paseo Editorial El Paseo Editorial inaugura su colección de ensayos con 'Trump, el león del circo' Un retrato de la explosión mediática y la aventura política de Donald Trump . Francisco Reyero elabora un vibrante fresco de la trayectoria empresarial y la aventura política del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos Francisco Reyero, profundo conocedor de la realidad estadounidense, nos ofrece en Trump, el león del circo un detallado análisis de la insólita aventura política del hoy candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, catapultado desde su fama mediática al umbral mismo del principal centro de poder mundial.” Con él y con su desfachatez quedan desmontadas algunas presuntas exigencias para llegar al Despacho Oval", asegura el autor. ¿Quién es Donald Trump? ¿Cómo forjó su fortuna? ¿Qué razones explican su éxito político? ¿Tiene opciones reales de llegar al Despacho Oval? A estas -y otras- preguntas responde el libro, que inaugura la colección de ensayos de El Paseo Editorial. "Trump se considera un ejemplo fundamental para la sociedad, alguien que estimula la competencia, la riqueza y la superación. Su mensaje es que él lo logró por sí mismo y tiene derecho a hacer, con su patrimonio, lo que quiera: ven, sígueme y vivirás como yo", asegura el autor. Como desvela Reyero a través de una narración vibrante y rigurosa, Donald Trump ha tejido una alianza con los grandes medios de comunicación de masas a los que sirve como moneymaker. El aspirante republicano procura grandes beneficios con un mercado adosado a su figura: libros, incluso de temática infantil, muñecos con su efigie y hasta una peluca para Halloween. Con tintes racistas, demagogo y ambivalente, el candidato Trump es, sencillamente, un “populista de mercado”. Pero The Donald –como lo apodó su primer mujer, Ivana, allá por la década de los ochenta- es el mismo tipo impulsivo, arrogante que compró el Empire State, exhibió sus divorcios y pagó campañas a los candidatos demócratas a la alcaldía de Nueva York donde, sembrando de rascacielos Manhattan y beneficiándose de trato privilegiado en impuestos y tasas, amasó su fortuna, con unos ingresos anuales que superarían -sólo en 2015- los 557 millones de dólares, sin incluir dividendos, intereses, ganancias de inversiones y royalties. Sobre la trayectoria del candidato republicano, Hillary Clinton, aspirante del Partido Demócrata, ha repetido durante la campaña que su rival arrastra alrededor de 3.500 causas judiciales. Con sus casinos en bancarrota, con un pasado salpicado por diversos casos de fraude, nada ha sido obstáculo para Trump en su camino para conseguir una holgada nominación como candidato a la Presidencia de Estados Unidos, narra Francisco Reyero, periodista de La Razón y colaborador de Onda Cero y Antena 3 Televisión y autor del volumen Sinatra: Nunca volveré a ese maldito país (2015), respaldado por la crítica y las ventas. Posiblemente, Philip Roth anticipó hace años el fenómeno: “¿Y qué si el mundo fuera una especie de…? ¿De show?”. Bienvenidos a la política y los negocios de Trump. Pasen y lean. Llega Trump, el león del circo. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural
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Reseña de “TAJ” de ANDRÉS PASCUAL
publicado por Espasa El Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio nació hace quince años impulsado por MR Ediciones y la Fundación Caja Castilla la Mancha –antes Obra Social de CCM–. Debe su nombre a Alfonso X El Sabio, un rey que fue símbolo de tolerancia y convivencia de las civilizaciones judía, musulmana y cristiana. A lo largo de estos catorce años, han recibido el premio nombres fundamentales de la literatura española de las últimas décadas. Edición a edición, los miembros del jurado han constatado no solo un aumento de la calidad media de los originales recibidos, sino también una mayor ambición temática y narrativa. Los autores de novela histórica en castellano –españoles e hispanoamericanos– han perdido los complejos y se han embarcado en aventuras literarias que, hasta no hace mucho, considerábamos propias de los grandes del género en lengua inglesa o francesa. En este sentido, TAJ, de Andrés Pascual, se presenta como una obra ambiciosa y con una clara vocación internacional. Narra la historia de la construcción del Taj Mahal –una de las siete maravillas del mundo moderno– y de sus veinte mil héroes: arquitectos, calígrafos, maestros artesanos y obreros que, encaramados al lomo de los elefantes, arrastraban los enormes bloques de mármol. Una narración épica vista a través de los ojos de Balu, un muchacho del desierto con unas dotes extraordinarias para el dibujo, que se enfrentará a todos los convencionalismos para recuperar a su amada Aisha, recluida en el harén del soberano. Además de una epopeya técnica y artística, narra un tema muy actual: el enfrentamiento entre la diversidad cultural y el integrismo. La construcción del Taj Mahal se realizó durante el reinado del Sha Jahan, el quinto emperador mogol, un monarca de religión musulmana que mantuvo la convivencia entre las distintas religiones y culturas del subcontinente indio. En la novela, somos testigos del ascenso de su ambicioso tercer hijo, Aurangzeb, un integrista fanático que acabaría gobernando e imponiendo un estricto régimen islámico. La novela mezcla con habilidad personajes históricos y ficticios, en un relato bien documentado que se mueve, con gran habilidad narrativa, entre la epopeya colectiva y la aventura personal y sentimental. Rajastán, año 1632. La vida de Balu sufre un giro dramático cuando su padre fallece durante la celebración del inicio del diwali, la fiesta de año nuevo. Él era su sostén emocional y la persona que más lo apoyaba en su ambición por convertirse en artista. La situación empeora cuando visita a Aisha, de la que está enamorado, y el padre adoptivo de la chica, el hombre más rico del pueblo, lo expulsa con cajas destempladas y amenazas. «Nadie puede escapar de su casta, Balu», le dice ella. Dispuesto a cumplir sus sueños, Balu se une a unos campesinos que van a vender sus productos a la ciudad. Allí espera poder trabajar con artesanos y artistas de los que su padre le ha hablado. Sin embargo, a medio camino, en el desierto, unos bandidos los asaltan y solo la lejana presencia de una caravana en la que van varios soldados evita que lo maten o se lo lleven como esclavo. En la caravana viaja un maestro calígrafo de Bagdad, Kush Nawis, que se dirige a Agra, la capital del imperio para trabajar en una obra de gran importancia. Impresionado por los dibujos que lleva el joven, le invita a que viaje con ellos como ayudante. Balu, apenas repuesto del susto, rechaza la oferta y regresa a su aldea. Han pasado unos días desde que se fue y las cosas han empeorado. A la hostilidad de sus hermanos, se suma una pésima noticia: el padre adoptivo de Aisha la ha entregado al emperador como un obsequio muy especial; está recluida en el harén de Agra, en el palacio imperial, el Fuerte Rojo. Recordando la oferta del calígrafo otomano y decidido a recuperar a Aisha, Balu viaja hasta Agra. La llegada a la ciudad está repleta de obstáculos que solo supera gracias a la ayuda de Deepak, una tipo tan desinteresado como libre. Más difícil le resulta encontrar a Kush Nawis. La obra en la que trabaja, un gigantesco mausoleo en memoria de la emperatriz fallecida el año anterior, Mumtaz Mahal, ocupa a miles de personas organizadas según una férrea escala laboral y social. Acceder al bagdadí es, por ahora, imposible, así que Balu se enrola con los obreros que excavan los cimientos. Su habilidad en el manejo de los bueyes, una tarea que realizaba en su aldea natal, salva a su capataz y lo ascienden. Ya en la superficie, empieza a saber quién es quién en la compleja obra. Al final, se decide a abordar al calígrafo jefe para preguntarle por el artista de Bagdad. Le muestra sus dibujos pero paga caro su atrevimiento: Amanat Khan, así se llama el calígrafo, ordena que lo expulsen de la construcción. Mientras Balu discute con Amanat Khan, un brutal compañero de trabajo al que conocen como el Tuerto de Calcuta mata a Deepak y viola a Santosh, la mujer a la que su amigo amaba. Balu se debate entre el remordimiento por no haber actuado a tiempo de evitar el crimen y la desesperación por haber sido despedido de la obra, cuando se presenta Kush Nawis para cumplir su promesa: sigue interesado en que se convierta en uno de sus ayudantes; lo pudo localizar gracias al capataz y a que al calígrafo jefe le gustaron tanto los dibujos que se le cayeron al joven durante la discusión que le comentó lo sucedido. Ya incorporado al equipo de Nawis, en su primer viaje a la cantera de mármol averigua que Fereshteh, el segundo de su jefe, es un corrupto que acepta sobornos. Aquel descubrimiento estará a punto de costarle muy caro en el futuro. Su nuevo estatus se deja notar en la ropa que viste y en la deferencia que le muestran los tenderos del bazar. En lugar de hacerle gestos para que se apartase de los mostradores y dejase sitio a los clientes, le ofrecían sus mercancías. En el bazar, el tío de Santosh le comunica que la joven ha quedado embarazada tras la violación, un estigma en aquella sociedad tan conservadora. La chica se mantiene encerrada en su casa, sin querer salir. Balu le propone una solución: pueden casarse. Será un simple arreglo cosmético para evitar el repudio social, porque él sigue enamorado de Aisha y no renuncia a encontrarla en el Fuerte Rojo. Pasa el tiempo y las obras están llegando a su punto culminante: la colocación de las caligrafías grabadas en la piedra. Balu participa en el laborioso proceso. En un momento en el que está solo en el taller conoce al príncipe Dara Shikoh , el hijo favorito del Sha Jahan, que le invita a visitar el palacio imperial. Allí, Balu es testigo de una pelea entre Dara y su hermano menor, el príncipe Aurangzeb. «Será mejor que no vuelvas a aparecer por el Fuerte Rojo», le aconseja un alarmado Kush Nawis. Sin embargo, Balu en lo único que piensa es en el momento de volver a acariciar los muros del harén. Nada iba a hacerle dar pasos hacia atrás ahora que estaba tan cerca de Aisha. Todas las piezas están sobre el tablero. Les invitamos a descubrirlas. «A medida que daba pasos en dirección a su sueño, Balu iba descubriendo un universo de depravación, egoísmo, corrupción y fanatismo que le hacía preguntarse si valía la pena seguir luchando» Balu es el diminutivo de Balabhadra Metha, protagonista de . El nombre significa «afortunado», aunque durante muchos momentos de la novela dudemos. Empezó a dibujar cuando aún no sabía hablar y, desde entonces, no ha parado de hacerlo con el apoyo moral y económico de su padre, el señor Metha, un agricultor grandullón al que todos aprecian porque siempre tiene una sonrisa y una broma amable para elevar el ánimo de quienes pasan un mal momento, algo bastante habitual en la pobre aldea en la que viven. Balu pasa las noches en vela perfeccionando su técnica innata sobre los pliegos que el señor Metha le compra a escondidas a un artesano. Sus hermanos, lejos de considerarlo algo meritorio, sienten envidia y hostilidad hacia él. Yamir, el mediano, y, sobre todo, Devendra, el mayor, nunca han aceptado que el pequeño fuera el protegido de su padre, que le exime de llevar a cabo los trabajos más duros del campo para que sus manos no se encallezcan y pierdan la sensibilidad. La señora Metha se mantiene en una posición de teórica neutralidad, aunque no comparte el entusiasmo de su marido por la actividad artística del pequeño de la familia. El joven está enamorado de su vecina, Aisha. Ella tiene su misma edad y, para Balu, es de una belleza comparable a la de las princesas de los cuentos: pelo negro liso hasta la cintura, ojos verdes y piel tostada natural; a pesar de su juventud, su figura desprende una sensualidad que corta la respiración. Cuando Aisha tenía cuatro años de edad fue adoptada por el señor Chudasama, el ricachón del pueblo. Aunque la crió como una hindú, nada puede cambiar su sangre musulmana. Sus padres naturales eran persas que se mudaron a la ciudad india de Jodhpur. Murieron en un brote de cólera y el señor Chudasama adoptó a la pequeña. ¿Por qué lo hizo? Había tejido relaciones comerciales con los padres de Aisha, por lo que tal vez pesaba alguna deuda que nunca habían aireado. Chudasama la educa en las artes más exquisitas y en los más diversos conocimientos; sabía desde el principio que la joven persa podía convertirse en un gran regalo para el emperador. La diferencia de casta entre Balu y Aisha hace imposible su relación amorosa. Además, la familia Metha había sufrido la ambición del mercader. Años atrás, atenazados por las deudas y tras unas malas cosechas, vendieron sus tierras al señor Chudasama. Al desprenderse de su único patrimonio, el señor Metha y sus hijos tuvieron que ponerse a trabajar para el mercader. Todo comenzó un siglo antes, cuando Babur el León, señor de Kabul y descendiente de Gengis Khan, se apoderó del sultanato de Delhi y fundó la dinastía mogola, invistiéndose primer emperador del Indostán islámico. Durante los cuatro años que gobernó antes de morir fue anexionando territorios a velocidad vertiginosa. A Babur le sucedió su hijo Humayún, un hombre instruido y compasivo incluso con aquellos que se sublevaban –empezando por sus hermanos–, lo cual hizo tambalearse a un imperio meramente nominal que se sostenía gracias a una férrea ocupación militar. Por suerte para la dinastía, su hijo Akbar el Grande fue un mandatario brillante que, además de comandar a un ejército que no dejaba de ampliar sus dominios, se volcó en fomentar la vía diplomática con los señores de los territorios ya anexionados, sabedor de que necesitaba ser tolerante para mantener la cohesión entre estados de tradiciones y culturas tan diferentes. El esplendor del imperio siguió creciendo gracias a Jahanhir, el cuarto gran mogol. Fue un amante del arte y de los placeres mundanos que le provocaron una cirrosis letal. Dejó un reino idílico y un sucesor, el emperador Sha Jahan –en la imagen– que continua acrecentando el brillo del mayor territorio conquistado nunca por el islam. Es uno de los personajes de TAJ. La cuarta esposa de Jahan se llamaba Mumtaz Mahal. Había muerto en 1631, un año antes del inicio de la novela, dando a luz a su decimocuarto hijo. Antes de que expirara, su esposo le prometió honrar su recuerdo con el monumento más hermoso jamás construido: el Taj Mahal. Dos de los hijos varones del matrimonio, los príncipes Dara Shikoh y Aurangzeb, tienen un papel fundamental en la novela. El primero se convierte en protector de Balu. Dara es musulmán, como su padre, pero tiene un vasto conocimiento del hinduismo y profesa un profundo respeto por los dioses del Rajastán. Aurangzeb, en cambio, es un musulmán fanático e integrista que desprecia la visión conciliadora de su hermano y, en menor medida, de su padre. Aunque no coincida con el periodo que abarca la novela, acaba destronando y encarcelando a Jahan, en 1658. Un año después, consigue que una asamblea de clérigos y nobles declare apóstata a su hermano Dara, que muere a manos de unos sicarios. En ausencia de Mumtaz Mahal, las dos mujeres con mayor influencia en la corte – desde el harén, eso sí– son Jahanara, la hija favorita del Shah Jahan y la esposa de Dara, la bella Nadira Banu. Andrés Pascual recrea con maestría la construcción del Taj Mahal. Lo hace, además, sustentándose en una minuciosa documentación que convierte en acción y en episodios de un gran realismo: respiramos el polvo blanco del mármol, contenemos el aliento ante las hermosas caligrafías que adornan el mausoleo y padecemos el enorme desgaste físico de unos obreros que trabajan hasta el límite de sus fuerzas. De entre todos los personajes relacionados con las obras, el más importante en la narración es el calígrafo de Bagdad Kush Nawis. Salva la vida de Balu, cuando el joven es víctima de unos bandoleros, y descubre su talento, invitándole a unirse a su equipo. Uno de sus ayudantes, Fereshteh, no entiende la decisión de su patrón y decide hacerle la vida imposible al joven artista hindú; y más, cuando descubre que éste conoce sus chanchullos con algunos proveedores. Ciro, otro de los auxiliares de Kush Nawis, ayuda y colabora con Balu. El autor incluye en la novela personajes reales que participaron en la construcción. Amanat Khan es el calígrafo jefe. Rivaliza en categoría con el arquitecto ustad Ahmad, con quien mantiene una relación cordial. Proviene de Shiraz, epicentro de la cultura persa, pero se mudó al Indostán siendo muy joven en compañía de su hermano Afzal Khan, primer ministro del Sha Jahan. Los jardines que rodean el mausoleo son obra del diseñador Ran Mal, uno de los artistas más reputados de Cachemira y un hombre al que no le importa remangarse y trabajar junto con los peones hasta conseguir el efecto vegetal y floral deseado. Ata Muhammad y Shakir Muhammad se encargan de contratar y gestionar los jornales de los escultores y cortadores de piedra, gremios cuyo trabajo afecta al resultado final de la caligrafía. Otro personaje de gran peso en las obras del Taj Mahal es Muhammad Hanif, el todopoderoso supervisor jefe. De los obreros con los que coincide Balu en sus primeros y duros meses en el tajo, destacan dos: El Perfumista se convierte en un buen amigo, mientras que el ruin Tuerto de Calcuta juega un papel clave en la vida del protagonista, como se puede comprobar en el siguiente apartado de este dossier. En el serrallo imperial de Agra viven más de mil mujeres, una cifra que impacta pero que es muy inferior a las cinco mil que se alojaron allí en tiempos de Akbar el Grande. El abuelo del Sha Jahan se sentía atraído tanto por los cuerpos adolescentes como por la fascinación que semejante exceso provocaba en sus súbditos. Es una enorme comunidad de diferentes razas, edades y credos, ya que a las musulmanas se suman hindúes e incluso cristianas traídas de las regiones del sur. Algunas han nacido allí; otras llegan por matrimonios concertados, intercambios comerciales o, como en el caso de Aisha, son regalos buscando prebendas a cambio. No todas las moradoras del serrallo están destinadas a poner a prueba la virilidad del emperador. Sus esposas, concubinas e hijos ocupan bellos palacetes atendidos por cientos de esclavas y empleadas para los puestos más variopintos de aquella compleja estructura social, como las temibles guerreras tártaras que custodian las puertas. Los eunucos, fieles servidores de las primeras damas y no menos fieles espías del Sha Jahan, son los únicos varones que pueden traspasar aquellas puertas. De entre ellos, Suvan se convierte en amigo de Aisha, la única persona a la que ella se abre en los momentos más bajos. Tiene un físico de búfalo que le ha servido para llegar a encargado de la disciplina del harén. En aquella jaula dorada, Aisha conoce a Jahanara y comparte sus secretos con Nadira Banu y con una de las veteranas del serrallo, Ojos de Almendra. Al llegar a la ciudad de Agra procedente de su aldea, Balu recibe la ayuda desinteresada de Deepak, un espíritu libre que parece conocer a todos y que se mueve como un duende por las callejuelas de la ciudad. Está enamorado de Santosh, la muchacha de la larga coleta que despacha en la tienda de tintas y miniaturas de su tío, en el bazar. El Tuerto de Calcuta viola a la joven y asesina a Deepak, que acude en defensa de su amada. Sin embargo, antes de expirar, el duende consigue acabar con la vida del tuerto clavándole un pincel en la yugular. Santosh queda embarazada a consecuencia de la violación y, para evitarle problemas y sacarla de la depresión, Balu se casa con ella. Ambos tienen claro que se trata de un arreglo de cara a los demás y para justificar el embarazo. Dispuesta a encontrar un sentido al terrible trance vivido, Santosh se lanza a ayudar a otras jóvenes que, tras haber sufrido una experiencia semejante a la suya y haber sido repudiadas por sus familias, viven en la indigencia. Pronto, ella y un grupo de amigas que se entregan a esta noble causa son conocidas como las Madres Luminosas. «En el arte de la línea han de distinguirse tres fases», le explica Kush Nawis a su joven discípulo Balu. De esta manera, Andrés Pascual nos muestra las distintas fases del noble y muy complejo arte de la caligrafía ornamental islámica, un elemento fundamental en la novela. Primero hay que componer el texto. Fase que, en el caso del Taj Mahal, no es necesaria, dado que todas las caligrafías son versos del Corán seleccionados por Amanat Khan, el calígrafo jefe, y el mismo emperador. Después, se dibujan los textos en papel. Cada calígrafo se mantiene fiel a su estilo personal. A veces son muy diferentes entre sí, más simples o más alambicados según la escuela, pero todos tienen en común la búsqueda de la máxima originalidad y delicadeza en el trazo. Dado que el Islam les prohíbe representar figuras humanas o de animales, tratan de hacer con las palabras «lo mismo que Alá ha hecho con nosotros: las convertimos en seres vivos, cada una un individuo especial», asegura Nawis. Estos diseños se realizan a tamaño real, el mismo que luego irá en la pared. La tercera fase es el momento de desplegar el arte del cincel. Los calígrafos albañiles se aferran al escoplo y pasan las creaciones del papel a la piedra. Primero tallan la forma del texto en las losas de mármol blanco y después lo taracean, incrustando las letras de pizarra negra que previamente han esculpido. Los errores, que también los hay, se corrigen a base de rellenar los huecos con mármol blanco para dejar la piedra como estaba y volver a taracear con la pizarra negra definitiva. Hay dos caligrafías de las que proceden los demás estilos. Una es la cursiva que se usa para los textos más cotidianos; y otra, mucho más bella, para grabar en piedra. A esta última se la conoce como cúfica porque procede de Kufa, un pueblecito al sur de Bagdad. Balu improvisa unas letras a las que da forma de ave. No es una novedad, le asegura Nawis: el antiguo cúfico geométrico utiliza la escritura para componer figuras. Los escenarios principales de la novela: JODHPUR Conocida como la Ciudad Azul por el color de las casas que rodean el fuerte, es un enclave comercial situado a dos días de la aldea de Balu. Es el primer destino del joven artista cuando desea convertirse en pintor profesional. AGRA Y EL FUERTE ROJO Agra es una inmensa ciudad de casi un millón de habitantes; según los viajeros, triplica en tamaño a las mayores urbes europeas. Capital del imperio mogol, recorremos sus calles y nos perdemos por su popular bazar. El Fuerte Rojo es el imponente palacio del Sha Jahan, con sus 380.000 metros cuadrados. Está situado a unos 2,5 kilómetros del Taj Mahal. Andrés Pascual realiza un notable ejercicio de recreación histórica al describir las obras de construcción del Taj Mahal y del pueblo que se levanta a su alrededor, un laberinto de casuchas en las que se alojan miles de obreros y artesanos que trabajan allí. Nada en aquel entorno hace presagiar que se está erigiendo uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos de todos los tiempos: «El suelo no podía estar más horadado con zanjas y canalizaciones; y todo, incluidos los miles de obreros y animales, estaba cubierto de barro, convirtiendo la escena en una pintura monocromo sobre arcilla. Pero bullía como un endiablado panal en el que cada abeja sabía lo que tenía que hacer». «Así era todo en el Taj Mahal: desproporcionado en sus dimensiones pero medido cada trazo con la escrupulosidad de un platero» Temas (y alguna curiosidad) que aborda la novela: RELACIÓN ENTRE RELIGIONES El Sha Jahan, emperador del poderoso estado mogol, favorece la convivencia de todas las religiones que se practican en sus dominios. Sin embargo, Aisha nunca deja de ser considerada una intrusa, una musulmana, en aquella aldea sometida por las viejas tradiciones. Para Balu, en cambio, el que su maestro fuera musulmán no era un inconveniente, ya que el hinduismo es una religión no dogmática que reconoce como verdaderos el resto de los credos CASTAS Y OFICIOS Toda la aldea de Balu está estructurada en plazas cuyos moradores pertenecen al mismo oficio. Según las enseñanzas, dependiendo de qué parte del cuerpo de Brahma había sido creada una persona, nacía de una casta u otra, lo cual a su vez determinaba los trabajos que podía desempeñar en su vida. De la boca surgieron los brahmanes o sacerdotes, la clase más alta. De los hombros brotaron los chatrias, políticos y militares. Los vaisías, casta que aglutinaba comerciantes, artesanos, agricultores y ganaderos, provenían de las caderas. Y los sudras, trabajadores sin cualificación, servidores y esclavos, de los pies. Aún quedaba un escalafón más bajo, los dalits, compuesto de parias e intocables que procedían del excremento del dios. El señor Chudasama no era ni brahmán ni chatria, pero aun perteneciendo a la casta de los vaisías por su condición de mercader, el hecho de ejercer de prestamista y haber comprado tierras que otros trabajaban para él le hacía disfrutar de un tratamiento por encima de los comerciantes y las gentes del campo. Así funcionaban los yatis, subcastas familiares introducidas por las leyes brahmánicas para encasillar aún más a la población. ESCLAVAS Y PROSTITUCIÓN En Agra, Balu descubre una tarima en la que un grupo de niñas de rasgos tibetanos intentan parecer bailarinas. A sus pies, el traficante que las ha capturado en las montañas del norte oferta su virginidad a precios desorbitados a sabiendas de que, una vez estrenadas, no quedaría más que prostituirlas por una miseria hasta que murieran de venéreas o algún cliente les deformase la cara. ENFERMEDADES LABORALES Y EL MAL DEL MARMOLISTA Las pésimas condiciones de trabajo en las obras del Taj Mahal y en las canteras de mármol de Makrana multiplican las enfermedades entre los obreros y los artesanos. Balu describe largas filas de púberes teñidos de blanco hasta las pestañas portando ladrillos al son del yunque de los herreros; hombres escuálidos tosen de forma angustiosa mientras sellan gres en la terraza. A ello se suman los accidentes normales de una obra sin medidas de seguridad. Las aristas de la piedra, por ejemplo, seccionan la piel produciendo unas infecciones horrendas y abundan las caídas desde los andamios. Incluso se habilita una zona junto al amarradero para incineraciones. Kush Nawis enferma de gravedad y el físico le diagnostica «el mal de los marmolistas», una enfermedad respiratoria que degenera en tisis. «Si ahora le abriésemos el pecho», le explica el médico a Balu, «encontraríamos unas masas negras en la periferia de los pulmones». EL TRONO DEL PAVO REAL Vemos el famoso trono imperial, el Trono del pavo real, a través de los ojos de Balu. Construido con más de mil kilos de oro macizo, tiene la forma de una cama elevada sobre cuatro patas de felino, rodeada de columnas perladas que soportan un baldaquín decorado con más perlas en forma de lágrima del tamaño de un puño de niño. En la imagen, del siglo XVII, puede verse sentado en él al Sha Jahan. El nombre se debe a los dos pavos reales que se alzan en el respaldo, cuyas colas extendidas están incrustadas de trescientos kilos de piedras preciosas que simulan los cambios cromáticos del plumaje. Abundaban los zafiros, rubíes y, sobre todo, las esmeraldas. El Sha Jahan aprecia de tal modo estas gemas de verde intenso, color del islam, que no dudaba en fletar barcos a Sudamérica para que le trajeran cofres repletos, en los cuales –se asegura– puede sumergirse por entero. Entre las joyas que adornan el trono destaca el famoso diamante Koh-i-noor, la montaña de luz, la gema más valiosa de la historia. Andrés Pascual (Logroño,1969) ha ejercido durante veinte años como abogado. Actualmente vive a caballo entre Londres y España y se dedica a la escritura y a impartir charlas sobre motivación. Viajero impenitente, ha recorrido más de cincuenta países buscando inspiración para sus novelas, que han sido traducidas a varios idiomas. Tras éxitos como El guardián de la flor de loto o El haiku de las palabras perdidas, entre otros, ha regresado a la India para contar la historia que siempre quiso escribir. © Violant Muñoz i Genovés |
Violant Muñoz i Genovés
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November 2024
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