Por Violant Muñoz i Genovés
España, año 2020. La vida de Kassandra Fernández transcurre entre libros e intentos por superar su pasado, pero todo se tambalea cuando su mayor enemigo hace acto de presencia de la peor forma posible, dando lugar a una cruenta guerra fría donde la estrategia, los negocios criminales y los límites entre el bien y el mal se difuminan, y en la cual la protagonista se debatirá internamente entre la venganza y la justicia, librando también una batalla interna donde tendrá que averiguar quién es en realidad. Mientras todo ocurre, el amor y la amistad parecen ser más difíciles de comprender que nunca. Abrir el cajón donde guardaba las piezas de ajedrez no será fácil, pero Kassandra Fernández ya no es solo una joven valiente y necesitada de conocer su destino, sino una salvaje mujer dispuesta a ganar la partida —o quizás no. “Reina”, el esperado desenlace de “Memorias de una salvaje”, es más que un thriller. Es un desafío a toda la sociedad. Bebi Fernández con esta novela denuncia que la trata de mujeres para ser explotadas sexualmente es un problema "enraizado en la sociedad" y apela a la población a responder ante esta situación. La autora se ha convertido en uno de los mayores fenómenos de las redes sociales en España. Su mensaje feminista sigue calando hondo entre sus casi 2 millones de seguidores. Esta historia es la segunda parte de“Memorias de una salvaje”, la novela feminista más exitosa de los últimos años, con más de 200.000 lectores. En esta segunda entrega, que cierra la bilogía Salvaje, Bebi nos ofrece un trepidante thriller sobre la violencia de género y el feminismo, pero también un retrato crudo de una sociedad que esconde grandes dosis de violencia y crueldad. Feminismo, sororidad, violencia de género, empoderamiento, mujer y trata de blancas son los temas que se suceden en esta valiente novela que deja sin aliento. Cuando Kassandra vuelve a España de Colombia a mediados de febrero no podía ni imaginar lo que ese fatídico marzo de 2020 traería consigo: una cuarentena decretada por un nuevo y contagioso virus que se estaba extendiendo por todo el mundo. Así pues, la vida tal y como la conocíamos se detuvo para todos. Durante un año y medio Kassandra y Bilma se habían ausentado para ir a estudiar a Bogotá. Durante este periodo de tiempo Aleksandra y Maisha buscaron ayuda en un centro para mujeres sobrevivientes de esclavitud sexual en Marbella, y posteriormente Aleksandra se dedicaría a la tarea de ayudar a las víctimas, lo que le permitía también estar al día de la situación de las organizaciones mafiosas. Vivían con el temor que les generaba la posibilidad de la reaparición del Rey de Corazones o sus hombres, que continuaban operando en España. Habían publicado una novela que desentrañaba el funcionamiento de los clanes de algunas de las mafias operantes en el país, por lo que la policía les había brindado protección. Parecía que el mar estaba en calma, y que todas las deudas con su padre estaban saldadas. ¿Había la vida permitido de una vez que Kassandra pudiera centrarse en existir como una chica normal? ¿Había el destino decidido que la dejaría vivir en paz? No había otra cosa que Kassandra desease más que la normalidad, poder construir su vida de nuevo, esta vez sin miedo. Sin embargo, es por todos sabido que el mejor momento para sorprender a un enemigo en la guerra o a un contrincante en el ajedrez es exactamente ese en el que se cree que la tregua se tornará definitiva. En cualquier momento, aun protegidas, los Hombres de Hielo podrían dar con el paradero de las chicas e ir a por ellas. Por más que lo intentaban, no podían vivir ajenas a ese pensamiento. La que más peligro corría es Kassandra. Nikola Tareov, su padre, se había convertido en el principal jerarca de España y su clan controlaba el tráfico de menores hacia el Marruecos pudiente y Europa. Su frialdad era la seña identitaria de su temperamento. Nikola había tratado de tallar a su hija a su imagen y semejanza, volverla oscura, de hielo como él. Y si no, acabar con ella, destruir su mundo, doblegarla ante él y su organización criminal. “…El objetivo primordial de Nikola Tareov, en un principio, era instruirla, curtirla en la violencia a través de su exposición directa y del sufrimiento en su propia piel, pero aquello salió mal y el hielo en el que quiso tallar su más bella obra e imprimir sus macabras aspiraciones, como un sello dinástico en la espada de un rey tirano, se transformó en un fuego naciente, decidido a extenderse y arrasar todo a su paso…” Los Hombres de Hielo atemorizan hasta someter. Basan su poder en su capacidad para infundir horror de manera precisa. Son prácticamente infalibles. Pero, ¿es posible que haya una pequeña grieta por la que se pueda colar la luz? ¿Queda algo de esperanza? Bilma, amiga de Kassandra, piensa que sí, y le propondrá enfrentarse a ellos. Sin embargo, esta última quiere calma, empezar una vida normal. Tiene derecho a olvidar, o al menos a intentarlo. Kassandra se sentía atraída por la normalidad porque era algo que nunca había podido permitirse, y no estaba dispuesta a convertirse en la versión femenina de aquellos monstruos. Bilma había trazado un plan: ya que no sabían el paradero del Rey de Corazones y sus hombres, lo mejor era decantarse por una guerra fría, comenzando por cortar sus suministros. Kassandra era la persona indicada para comenzar esa guerra, pues era lista y estratégica por naturaleza, y más concienzuda que impulsiva. Cuando Kassandra escucha el plan que ha trazado Bilma, piensa que se ha vuelto loca. La cocaína es imprescindible en el entramado de estas mafias, tanto para mantener activas a las chicas esclavizadas como para lucrarse con su venta inmediata a precio inflado, drogar a los clientes y atraer a narcotraficantes y adictos a sus lugares y al consumo en sus bares. ¿Y si, de golpe, se encontraran con que sus contactos no les proporcionaran la mercancía? ¿Cuánto aguantarían hasta encontrar a otros narcotraficantes que quisieran hacer negocio con gente como ellos? El plan pasaba por hablar con los amigos de su padre y cerrar un trato para que su cocaína no llegue a sus locales; provocar su ruina para que vengan a por ella o cometan errores y, una vez los tenga enfrente, que sea lo que la vida o la muerte quieran. Kassandra tendría que vender droga, una estrategia que le parecía macabra e insensible: la droga anula conciencias y destroza vidas. Kassandra tenía dudas. ¿El fin justifica los medios? Sabía que el plan podría funcionar, pero convertirse en narcotraficante suponía cuestionar muchas de sus creencias, traspasar los límites que separaban el bien del mal. Sin embargo, un doloroso incidente hará que tome una decisión y disipará todas sus dudas. Sumida en la rabia y la impotencia gestó a una nueva mujer, a la que dejaron de importarle la luz y la oscuridad; los principios y los finales; la vida o la muerte. “…La neonata se expandía, imparable y devastadora, en su interior, llevando su cuerpo a la ebullición y a un parto inminente…” Una vez tomada la decisión no habrá vuelta atrás. Viajará a Marruecos con el objetivo de establecer contacto con gente muy concreta. Su determinación la llevará a reunirse con Sadiq Alabi, más conocido como La Mano, el mayor traficante de drogas del este de Marruecos. Un hombre que resultó ser tremendamente sabio y profundo. Se infiltrará también en clubs de la zona, ganándose la confianza de alguna de las chicas para que le proporcionen información de la situación y de las conversaciones de los proxenetas. Kassandra se pondrá en la línea de fuego, convencida de que no tiene otra opción que actuar. Imaginó a cada mujer que en aquel instante se encontraba helada, en algún lugar, tiritando, presa del miedo y de aquellos monstruos, y las quiso llenar de aquella luz y de aquel calor hasta transformarlas en almenaras que prendieran en cada rincón de aquella ciudad y de cada ciudad, iluminándolas, transmitiendo unas a otras a través de su fuego el mensaje del inminente inicio de una guerra. Un incendio imparable. En esta novela, su protagonista sufre una profunda transformación personal. Así, mientras en “Memorias de una salvaje” Kassandra se descubre como quién es, en “Reina” lo comprende, afrontando así las implicaciones que esta aceptación de sus orígenes conlleva para sí misma y el devenir de su historia. “Reina” es en una sutil, estratégica y a veces divertida alusión a la segunda parte de Alicia en el país de las maravillas una mirada a través del espejo. La protagonista se observará en este espejo en varias ocasiones, descubriendo a una mujer distinta, y a un mundo opuesto e igualmente sombrío en el que tendrá que adentrarse y cuyas reglas del juego deberá acatar para poder librar la partida. Deberá librar no solo una batalla contra el mal de los Hombres de Hielo, sino contra el mal que mora en ella misma. Sus errores, uno tras otro, la llevan a encontrar las verdades necesarias para centrar su parte oscura en hallar la luz. «…Indagar en la parte oscura para poder hallar la luz…» Esta afirmación podría constituir la base de esta novela, al igual que podría constituir una de las claves del crecimiento vital de cualquier ser humano: hacer algo bueno con lo malo, con esa oscuridad que aceptamos como parte de nosotros mismos y nuestro devenir. Al igual que en la anterior novela, son continuas las referencias alegóricas en personajes, situaciones, pensamientos y lugares que inundan la novela de simbolismo y metáforas. Como explica la autora en el epílogo, conceptos como los de principio y final, o nacimiento y muerte se encuentran muy presentes; así como el ritualismo y el realismo mágico son una alegoría a la transmisión generacional de la fuerza femenina. La sororidad también está presente en la novela, reflejada en los diálogos y relatos que Kassandra mantiene con otras personas y con sus amigas muertas. Mujeres difuntas que ayudan a las vivas a guiarse en el camino cuando se encuentran perdidas. Un homenaje a todas y cada una de las mujeres que han participado en la Historia de las Mujeres. Este libro es una invitación al lector a mirarse en su propio espejo, a elegir qué hacer con la información cruel y despiadada que se desarrolla en sus páginas. Y lanza algunas preguntas que le colocan en la casilla de salida: “…¿De veras no piensa, querido lector, que existen hoy en día, en este mismo momento, hombres como Sadiq Alabi? ¿Despiadados magnates del narcotráfico y tráfico humano africano que transportan a inocentes niñas hasta sus carnicerías pornográficas para venderlas a sádicos pedófilos que destrozan sus cuerpos, sus mentes y sus vidas?...” Bebi Fernández, la autora, ofrece en este libro grandes conocimientos sobre la historia de Kosovo, y cómo sus circunstancias llegaron a forjar el carácter de los hombres que la habitan. Kosovo no se entiende sin sus guerras porque debe su nacimiento a ellas. Los niños kosovares, tanto de origen albanés como serbio, conocen desde muy tierna edad las cruentas historias de persecución y guerra que formaban parte de la idiosincrasia de su pueblo. “…La guerra no es sino el reflejo de lo que las sociedades en supuesta paz ocultan y, allí, en los secretos interiores de las vastas cordilleras de los Alpes Dinárdicos, el más fuerte nutría su fuerza del más débil, en un retrato macabro, pero fidedigno, de la estructura de las sociedades…” Los soldados de las organizaciones criminales albanokosovares son capaces de matar en segundos y no pestañean hasta que saben que su objetivo ha muerto. Lo que los diferencia del resto de los hampas mundiales es su crueldad, pero no se debe al azar: toda violencia parida debe ser antes concebida y hasta la brutalidad más fría posee su propia historia. Durante décadas, Albania vivió económica y socialmente aislada del exterior. Cuando el país más hermético de Europa se abrió al mundo, su población solo tuvo tres alternativas: emigrar, morir de hambre, o inclinarse por la delincuencia, la opción más fácil y beneficiosa. Así, los albaneses eligieron las costas del sur de Italia para el envío de droga a Europa. Durante la guerra de Kosovo, los albaneses reclamaron su independencia de Serbia. Las mafias albanokosovares desarrollaron redes de prostitución forzada aprovechándose de las grandes masas de refugiados del conflicto. Miles de chicas comenzaron a ser secuestradas y compradas en los campos de refugiados y enviadas a ciudades alemanas, italianas, belgas o francesas, no sin antes ser violadas sistemática y repetidamente en verdaderos campos de concentración donde se las preparaba para la esclavitud sexual. Los hijos de esta mafia no se emocionan, no se compadecen, no sufren, no sienten. Son verdaderos Hombres de Hielo. Bebi Fernández es el seudónimo de una autora cuya principal actividad se encuentra centrada en Internet. Activista on-line con una gran popularidad cimentada en las redes sociales, autora de dos diarios poéticos, “Amor y asco” e “Indomable”, convertidos en un símbolo colectivo de rebeldía y llamamiento a la lucha de la mujer. Nacida en el año 1992, esta escritora y activista on-line, se graduó en Criminología y obtuvo las especializaciones en Violencia de Género, Intervención Criminológica y Victimológica y Delincuencia Organizada. Tras irrumpir en las redes sociales en 2014, su cuenta personal de Twitter la convierte en una líder de opinión. Su implacable primera novela, “Memorias de una salvaje”, la ha convertido en una escritora de éxito y es una de las voces más descarnadas, certeras e irreverentes del panorama literario. Con ”Reina” pone un brutal cierre a su exitosa y salvaje bilogía. © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural
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Por Violant Muñoz i Genovés
La noche del 24 al 25 de julio de 1938, 2.890 hombres y 18 mujeres cruzan el río Ebro. Forman parte de la XI Brigada Mixta del ejército republicano y su misión es afianzar una cabeza de puente en la localidad de Castellets del Segre, una posición defendida por medio batallón de infantería, un tabor marroquí y una compañía de la Legión. Durante diez días, nacionales y populares, personas de diferente orden, edad, procedencia, conciencia y condición, lucharán por cada palmo de tierra sin descanso y sin ceder al desaliento. Algunos son voluntarios, combatientes aguerridos y valerosos, convencidos de sus ideales, que pelean por sus principios, pero la mayoría son individuos corrientes, muchos de ellos dolorosamente jóvenes, que han dejado sus vidas atrás para participar en la batalla más sangrienta de nuestra historia. Sin embargo, la XI Brigada Mixta, Castellets del Segre y las tropas atrincheradas en esta localidad jamás han existido. En Línea de fuego, Arturo Pérez-Reverte afronta su obra más ambiciosa y construye una novela coral, de una extraordinaria dureza y humanismo, para homenajear a los miles de soldados anónimos de uno y otro bando que participaron en el enfrentamiento que selló el devenir de la Guerra Civil española. En estos personajes, alimentados por las vivencias y los testimonios de docenas de supervivientes, vibra la memoria de nuestros padres y abuelos, y sale a relucir el coraje, la voluntad, el heroísmo, el miedo, el dolor, la generosidad y los sufrimientos que padecieron los miembros de esos contingentes, cuyos nombres pocas veces aparecen consignados como merecen en las páginas de los libros de historia. “…Es lo malo de estas guerras, que oyes al enemigo llamar a su madre en el mismo idioma que tú…” Con el rigor documental al que nos tiene acostumbrado en sus novelas y apoyándose en la ingente documentación que ha llegado hasta hoy (partes de guerra, informes militares y las declaraciones de los testigos y principales actores), el autor ha reflejado, en una narración vívida y emocionante, la verdadera magnitud de este acontecimiento como nunca se ha hecho antes. Alejado de entonaciones partidistas y posiciones ideológicas, Arturo Pérez-Reverte, el novelista más leído de nuestra literatura, ha escrito un relato ecuánime sobre aquel capítulo esencial de nuestro pasado común. Una narración que, como en las mejores ficciones, da cuenta de lo que verdaderamente sucedió tan bien como la propia realidad. “… Sus nombres no son los que recuerda la Historia, pero cuánto les sucedió forma parte de nuestra memoria…” Doce y quince minutos de la noche. Encubiertas por la oscuridad y agazapadas en botes, las fuerzas republicanas cruzan en silencio la corriente del río. Ha comenzado la batalla del Ebro. A un lado, confiadas y bien apostadas, aguardan las tropas nacionales, muchas de ellas compuestas por veteranos bien fogueados. Están respaldadas por intendencia, divisiones de auxilio, aviación y cañones, pero en ese momento no son muy numerosas y están desguarnecidas. Los mandos son optimistas. Enfrente no existen puentes y el adversario carece de suficiente fuego artillero. Sólo una ofensiva por sorpresa y coordinada en diversos sectores podría sacar adelante uno de los mayores desafíos tácticos que existe en cualquier guerra: el paso de un río. La República necesita una ofensiva que devuelva la autoestima a su ejército, le reporte un éxito de cara a las grandes potencias democráticas internacionales y alivie el cerco que Franco ha dispuesto alrededor de Valencia. Una victoria que le permita reorganizarse, mantener abierta la guerra y prolongarla el tiempo suficiente para que se desate en Europa el conflicto con Alemania, que a estas alturas ya todos creen inevitable. Para conseguirlo, la República lanza a la batalla a 100.000 hombres que librarán encarnizados combates con las divisiones nacionales. Los dos contingentes harán frente al calor, el hambre y la sed, y verán una brutalidad y una violencia antes desconocida. Cuando los combates concluyan el 16 de noviembre, en el terreno habrán quedado más de 20.000 almas de ambos bandos. El saldo total de bajas se acercaría a las 80.000 en una España que en 1936 no alcanzaba los 25 millones de habitantes. Nunca se había librado en suelo español un choque más cruento y despiadado. Línea de fuego es una novela de guerra narrada desde el frente. Arturo Pérez-Reverte, que durante años fue corresponsal en distintos conflictos bélicos, cuenta como nadie hasta hoy lo ha hecho cómo combatieron los nacionales y los republicanos en el Ebro. Describe las armas que emplearon, los efectos de la artillería y el fuego cruzado desde las tapias, casas, bardas y campanarios; la amenaza que suponen las granadas, los carros de combate, los bombardeos de la aviación, los asaltos a las colinas por pendientes que resultan eternas y las temidas cargas a bayoneta sobre las trincheras y posiciones del enemigo. A través de estas diez jornadas en las que transcurre la acción de la novela se muestra cómo lucharon a brazo partido novatos que nunca habían visto un muerto y curtidos oficiales conscientes de que la veteranía es un grado pero no un chaleco antibalas. Aquí, jóvenes y viejos, tropa y oficiales de este bando y de aquel, sobreviven, pelean y mueren juntos codo con codo. Pero el autor también recoge aspectos comunes de la vida diaria del combate. Con un acertado pulso literario narra el calor que padecieron (aquel verano tuvo temperaturas extraordinariamente altas), los estragos del hambre (sobre todo entre los republicanos, con líneas de abastecimiento más débiles) y la sed que sufrieron debido a la lejanía de los pozos o las fuentes. Unos y otros mitigaban la sequedad con lo que encontraban a mano: vino, coñac... Pero en la mayoría de las ocasiones sólo les quedó aguantar y mojarse los labios resecos con la lengua. Lo único que no escaseó fue el café, o un derivado semejante que improvisaban, y que preparaban al alba. Tampoco faltaron los mosquitos y los tábanos, que se convirtieron en una pesadilla junto a las picaduras de los piojos que infestaban sus ropas debido al hacinamiento y la deficiente higiene. Arturo Pérez-Reverte detalla con precisión la tensión de los hombres antes de entrar en acción. Sus rituales y silencios; los minutos en los que redactan una misiva a sus madres o se ponen en paz consigo mismo y piensan en sus esposas o hijos antes de retomar las armas. Se acerca los distintos tipos de miedo que asaltan a los combatientes, independientemente de su rango y experiencia. «El temor a lo que está por llegar es el peor de todos», se comenta. Para aplacar los nervios, la mayoría fuman, porque en la guerra el tabaco es tan imprescindible como la munición. No escapa a la mirada del novelista el desolador paisaje en el que se desenvolvieron esas unidades. El autor da cuenta de los cadáveres que se pudren al sol porque no pueden ser enterrados, y de cómo, escondidos detrás de parapetos, los soldados, con los rostros sucios, los ojos enrojecidos y las mejillas tiznadas de pólvora, oliendo a sudor, sangre y grasa de armas, ven reducidos sus uniformes a jirones con el transcurso de las jornadas. Todos ellos deambulan por un paisaje en ruinas, salpicado de casquillos, vendas ensangrentadas, arbustos quemados, edificios picados por la metralla y heridos a los que asisten como pueden porque las medicinas van terminándose, la evacuación es lenta, la retaguardia está lejos y los camilleros no disfrutan de salvoconducto y también caen abatidos como todos los demás. Durante la noche o los minutos en los que cesa el fuego, para elevar la moral de los suyos y desanimar al contrario, rojos y fachistas, como se llamaban entre ellos, se dedicaban insultos o coplillas de himnos militares. En este mundo donde no existen las reglas y el azar es un elemento más de la supervivencia, Línea de fuego no se olvida de los sentimientos. Ahí está el odio, la rabia, el dolor y la impotencia que embargan a los soldados cuando pierden a un compañero, o los ajustes de cuentas cuando la victoria se decanta de uno de los lados. Pero en este territorio hostil, fiero y violento, también hay hueco para la compasión, y en los instantes más inesperados asoma la generosidad hacia el adversario. Es una pequeña rendija de luz en el negro infierno. El lugar por donde asoma el alma de unos hombres que sólo anhelaban que todo terminara pronto para volver a sus hogares. Arturo Pérez-Reverte ha dejado de lado los habituales héroes de sus libros y en Línea de fuego, una novela que sigue la senda de Un día de cólera (2007) y El Asedio (2010), teje una obra de múltiples voces que permite acercarnos a los distintos puntos de vista que concurrieron en la batalla del Ebro. A través de sus protagonistas, bien matizados y definidos por el lenguaje castrense, popular, culto o vulgar que cada uno de ellos habla, el autor nos adentra de lleno en el combate, nos revela detalles esenciales que definieron el enfrentamiento y nos permite conocer las razones políticas, ideológicas o vitales que condujeron a muchos soldados hasta este momento clave de nuestra historia. Un abanico de hombres y mujeres, de distintas hechuras y carácter, que retratan el paisaje humano de una batalla, pero que también nos brinda la oportunidad de aproximarnos a las mentalidades que predominaban en la contienda. Patricia Monzón más conocida como Pato es uno de los personajes corales de esta novela. Forma parte de la sección de Transmisiones, integrada únicamente por mujeres. Valiente, disciplinada y con unas creencias políticas situadas más a la izquierda que su propio corazón. A los dieciocho años se afilió a la Agrupación de Mujeres Antifascistas, pero, como toda joven de la capital, aún recuerda los bailes en las Vistillas y la música de un tiempo en que no se necesitaba conciencia política. No ha olvidado a los muertos que han dejado los bombardeos fascistas en Madrid y no siente ninguna lástima por los sublevados. Sin embargo, algo se le remueve por dentro al ver sus cadáveres. Los periodistas internacionales Phil Tabb, Vivian Szerman y Chim Langer, son los enviados de la prensa extranjera. Redactores y fotógrafos. En ellos resuenan los nombres de Robert Capa y Gerda Taro. Aunque llegan al frente con permiso de la República y su visión es imparcial, no se engañan ni se hacen ilusiones. La realidad es demasiado cruda y su mirada sobre España es lúcida, cariñosa y lacerante al mismo tiempo. Con ellos entra en Línea de fuego el mundo de los corresponsales de guerra, pero también algunas de las conclusiones y reflexiones más certeras sobre la Guerra Civil española. En la batalla del Ebro se combatió con una ferocidad inusitada. Esto se debió a la presencia de unidades altamente ideologizadas en los dos bandos. En el republicano había numerosos comunistas de carné y gente de Partido que participaban en el conflicto de manera voluntaria y cuya militancia y voluntad estaba fuera de cualquier duda. Entre los nacionales, ese testigo lo recogían los requetés, los falangistas, que no conocían merced alguna en caso de caer prisioneros, y las tropas moras, famosas por sus atrocidades. Pero el grueso de los dos ejércitos estaba conformado por soldados y oficiales que únicamente deseaban regresar vivos a casa. Son los inocentes atrapados entre esas dos posturas enconadas. Hombres que llegaban a plantearse la deserción o cruzarse al enemigo, que sólo pensaban en sus familias y se arrancaban las divisas de su graduación de las camisas cuando atisbaban la derrota o, como refleja muy bien Línea de fuego, rompían los carnés de afiliación para escapar de un posible ajusticiamiento en caso de que fueran hechos presos. En Línea de fuego asoma uno de los motivos que propició la derrota de la República. Los nacionales, a diferencia de sus enemigos, supieron mantenerse unidos a pesar de su diversidad. Compartían un motivo común: había que ganar a los rojos. Uno de los personajes lo expresa con claridad: «…No buscamos revolucionar el mundo; sólo echar a esos indeseables... Y luego, cuando hayamos vencido, ya veremos quién nos decepciona y quién no..». En cambio, la República se desangraba por las divisiones políticas internas, las depuraciones, la desconfianza y las sospechas. En la novela aparecen los comisarios políticos del Partido Comunista y esa disciplina exportada de Moscú que sugería que se podía disparar a quien no avanzara y que si un militar no alcanzaba sus objetivos, ocurría por una única razón: era un traidor. Las mujeres están representadas por la sección de Transmisiones. Han avanzado en libertades, derechos y estudios y temen que esos logros puedan perderse si Franco gana la guerra. Saben que la palabra «miliciano» concede prestigio, pero que su femenino, «miliciana», no. De hecho, ocurre todo lo contrario. Al principio las usaron como propaganda para la causa: esas fotografías de mujeres con el pelo a lo garçon, mono y cartucheras que ilustraron las portadas de las revistas. Pero ya llevan hecha mucha guerra y han pagado un precio por esa imagen de revista. Ahora quieren estar al lado de sus compañeros, pero no como enfermeras en la retaguardia, sino en el frente, para demostrar lo que valen. Las Brigadas Internacionales el último gran combate que libraron fue en la batalla del Ebro. Aquí sus filas sufrieron incontables bajas. Su voluntad ya venía muy quebrada y sus ilusiones diezmadas. Llegaron a España para detener el fascismo, pero pronto comprendieron, como hizo George Orwell, que los sueños son frágiles y se rompen con extrema facilidad. Línea de fuego ofrece una semblanza amarga y verídica de estas unidades, a la vez idealistas y abnegadas, que afrontaron sus últimos días con más resignación que fe. Arturo Pérez-Reverte subraya lo jóvenes que eran los soldados de los dos bandos en la batalla del Ebro. Pero sobre todo subraya la juventud de la quinta del biberón, a la que perteneció mi propio abuelo: Benjamín Genovés. En Línea de fuego les dedica una emotiva descripción: «…En mi compañía tengo ciento treinta y cuatro críos de diecisiete y dieciocho años que hace un mes aún estaban en sus casas: catalanes, valencianos, murcianos... Se les ordenó presentarse con cuchara, plato, manta y calzado. Algunas madres los acompañaban de la mano hasta la puerta misma del cuartel con bocadillos envueltos en papel de periódico…». Todos estos chicos, muchos de los cuales aún no han conocido lo que es el amor y nunca han pegado un tiro, se verán envueltos en los combates sin saber qué hacer, acobardados por la falta de experiencia y su escasa instrucción. Un destino aciago para las generaciones que, en principio, eran el futuro de todo un país. El autor recoge varios ejemplos de la confraternización que se dio durante la batalla del Ebro, uno de los aspectos menos conocidos del enfrentamiento. Los dos bandos llegaron a pactar en diferentes momentos treguas para recoger agua de los pozos, intercambiar tabaco y otros artículos menudos que escaseaban y que, si bien no decantaban la balanza de la batalla, al menos sí servían para sobrellevar mejor tantas fatigas y desánimos. En ocasiones también se permitió que el adversario socorriera a sus heridos. Y todo ello ocurrió porque, como dice uno de los protagonistas de la novela, «…Es lo malo de estas guerras. Que oyes al enemigo llamar a su madre en el mismo idioma que tú…». Los protagonistas de Línea de fuego conocen el frente, pero también lo que sucede en la retaguardia. Un republicano asegura: «…He visto asesinar a mucha gente. Y no por sublevarse contra la República, sino por haber votado a las derechas. A críos fusilados por ser de Falange, a mujeres a las que pegaban un tiro después de acusarlas de fascistas y violarlas... He visto a criminales liberados de la cárcel, vestidos de milicianos, ir a matar y robar a los jueces que los condenaron…». Otro de los personajes de la novela, el falangista Saturiano Bescós, también ha visto cómo se aplica esa misma regla en sus filas y cómo los suyos lo llaman eufemísticamente «depuración de personal desafecto en la retaguardia». Se juegan la vida para informar. Tienen claro, cómo suscriben, que «a un reportero nunca lo asesinan en una guerra. Muere, eso es todo. Lo matan trabajando». Los periodistas de Línea de fuego reconocen que de todos los hombres y mujeres que están en el frente, ellos son los únicos que están ahí porque quieren. También han asumido que los conflictos, por naturaleza, son «criminales». Con estos preámbulos, cubren la batalla del Ebro. No ignoran los riesgos y los aceptan. Con ellos no llega sólo la voz de una profesión y de los riesgos que se corren al ejercitarla, sino también, la visión de una España dividida que sacrificó a lo mejor que tenía en los campos de batalla. Como concluye Saturiano Bescós: «…Cuánto dolor en familias, novias, padres, esposas, hijos. Cuánta fuerza, inteligencia, capacidad de trabajo y promesas de futuro malogradas de modo absurdo…». A través de su trayectoria literaria, Arturo Pérez-Reverte nos ha llevado desde la Edad Media hasta el siglo xx. Un conjunto de historias que nos han mostrado cómo eran las batallas en el pasado. Pero con estas historias también ha descubierto a miles de lectores los motivos y la mentalidad de los hombres que participaban en las guerras. En Sidi, descubrimos no sólo a un héroe, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, sino también el pensamiento de aquellos hombres de frontera que abundaron en el siglo xi. En la serie del capitán Alatriste delineó a esos soldados de los tercios que luchan por una paga, pero que también son fieles a un rey y una religión, aunque a cambio de sus desvelos sólo obtengan indiferencia; en El húsar, dibujó los sueños de fama que rodea el ejercicio militar y que a más de un joven iluso lo empujó a tomar las armas por Napoleón y descubrir por sí mismo la realidad que esconde la gloria militar; en Un día de cólera, esbozó con maestría el levantamiento de un pueblo ciego de rabia que anhelaba la independencia y deseaba expulsar al invasor; y, en las novelas de la serie de Falcó aporta una reflexión nueva y da fe del cinismo que impregna los credos morales del siglo xx y cómo las lealtades ya no se corresponden con valores o principios, sino con la cartera y con quien mejor paga. En Línea de fuego, el autor refleja, sin tomar partido, las diferentes mentalidades que confluyeron en los años treinta y en la Guerra Civil española. Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Fue reportero de guerra durante veintiún años, en los que cubrió siete guerras civiles en África, América y Europa para los diarios y la televisión. Con más de veinte millones de lectores en todo el mundo, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y la televisión. Hoy comparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Es miembro de la Real Academia Española. @Violant Muñoz Genovés @ Mediâtica, agencia cultural Por Violant Muñoz i Genovés
Un ensayo que descubre una visión original y diferente de la Navidad, como nunca te la habían contado. Un libro que indaga en los orígenes y formas de celebración de estas fechas tan especiales y, este año, tan distintas Alejado de tópicos anglosajones, Del Campo reflexiona sobre la sorprendente cercanía entre lo profano y lo religioso en las fiestas navideñas, las cuales se constituyen como motor del goce festivo en la cultura occidental cristiana. Alberto del Campo, ensayista y profesor universitario ampliamente premiado, doctor en Antropología Social y licenciado en Derecho y Filología Hispánica, atribuye un carácter lúdico, jocoso e incluso subversivo al modo en que se celebró históricamente la Navidad. La Historia de la Navidad desde una mirada nada tópica: una insospechada historia cultural en torno a la alegría y lo festivo en Occidente Un ensayo sin precedentes: único, original, divertido, riguroso y rotundo. Historia de la Navidad, el nacimiento del goce festivo en el cristianismo, de Alberto del Campo, estudia, analiza y reflexiona siglos de celebración en torno a las fiestas navideñas. Alberto del Campo en Historia de la Navidad nos ofrece una narración que trabaja y sintetiza la antropología, la historia e incluso la filología. A la par que una monografía de referencia para estudiosos, es un libro esencial para lectores que quieran comprender el sentido de la Navidad, que nos adentra en la sociología y en la historia de la literatura; que viaja desde las primeras civilizaciones de la Antigüedad a las fiestas populares de hoy día. Un libro que divulga, desde un aparato crítico lleno de erudición, la naturaleza festiva de la Navidad, y como esta ha sido el germen que ha propiciado una manera de entender lo lúdico, lo jocoso y lo festivo en nuestra cultura. Una forma de construir la risa y la alegría en Occidente. El lector conocerá los orígenes de la Navidad en un fabuloso y apasionante recorrido por las culturas mediterráneas, grecolatinas -Roma y Grecia-. Primeros capítulos donde Alberto del Campo contextualiza de manera sobresaliente -documentada, exhaustiva- cómo se institucionaliza, tanto en el poder como en la sociedad, el nacimiento de Cristo. Prosigue el autor con un viaje hacia la Edad Media, con sus ritos festivos y costumbres -muchas de ellos asombrosas y curiosas-, donde podríamos destacar el concepto risus natalis, que nos muestra una interesante faceta de la religiosidad cómica. En esta Historia de la Navidad también nos sumergiremos en el mundo del Renacimiento, con el vibrante capítulo "El mundo al revés: reinados y autoridades burlescas", y también en la mentalidad barroca y en los años de la Ilustración, en el Romanticismo y en el siglo XX. Una de las principales tesis que manifiesta esta obra es, según palabras de su autor, que "la Navidad fue el contexto donde se gestó una concepción sagrada de la alegría y la risa, bajo la que se difundieron ciertos mensajes transgresores como 'los últimos serán los primeros', concretándose en muy diferentes celebraciones y costumbres, que muchos tomaron como escandalosas, incluso subversivas". Celebraciones y costumbres que recoge este volumen, como la fiesta del Obispillo, las misas paródicas, las fiestas de locos y del asno... O las actuales zambombas, los autos de los pastores o la danza de los locos. Le preguntan al autor, doctor en Antropología Social, qué se encontrará el lector en este ensayo, y declara que este "descubrirá los orígenes y la amalgama de tradiciones culturales que han enriquecido la Navidad a lo largo de los siglos, y en ese viaje histórico se sorprenderá al encontrar el ánimo burlesco, licencioso y, en no pocas ocasiones, polémico, con que clérigos y laicos celebraron una fiesta mucho más sorprendente de lo que pensamos". Así es: Historia de la Navidad, el nacimiento del goce festivo en el cristianismo es un viaje histórico que sorprende por la singularidad de su relato y por la recopilación de investigaciones propias, sugerentes y reveladoras sobre las fiestas navideñas. Con este descomunal ensayo desciframos el sentido histórico de la Navidad como nunca antes lo habían contado. Cuenta Alberto del Campo que al preparar este libro se sorprendió al "encontrar testimonios sobre clérigos que participaban en disparadas parodias, monjas acusadas por la Inquisición de cantar villancicos jocosos, mientras el pueblo se divertía satirizando a ciertos personajes sagrados…, todo ello no como irreverencia antirreligiosa, sino bajo la justificación de una teología navideña que permitía un cómico mundo al revés para entrar purificados y renacidos en el Año Nuevo". @Violant Muñoz i Genovés @Mediâtica, agencia cultural |
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November 2024
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