Por Violant Muñoz i Genovés
“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” La frase de Ingrid Bergman en Casablanca expresa gráficamente las dificultades del amor en un contexto de guerra. Pero esas dificultades son aún mayores cuando los amantes pertenecen a bandos enfrentados, como les ocurre a los protagonistas de esta novela: una joven española que colabora con la Resistencia francesa y un también joven soldado alemán. “El cielo sobre Canfranc” es, desde luego, una hermosa historia de amor en tiempos de guerra. Pero es muchas más cosas: una historia de solidaridad humana, un capítulo negro del primer franquismo, una indagación en los aspectos más oscuros del ser humano (la corrupción, el afán de dominio, la pederastia), un relato sobre la superación de las adversidades. Este cúmulo de asuntos está marcado en unas coordenadas espaciotemporales de singular atractivo. El marco geográfico es la estación de Canfranc, un enclave en la frontera del Pirineo del Alto Aragón, en la región oscense de La Jacetania, que, en tiempos de guerra, adquirió una importancia esencial. Canfranc era la gran esperanza para muchos perseguidos por el régimen nazi, judíos sobre todo, pero no solo ellos; era la última etapa de su odisea y la primera de la libertad que ansiaban. Significaba la entrada en un país amigo de Alemania, pero oficialmente neutral al principio y no beligerante después, a través de una ruta relativamente tranquila para llegar a Lisboa y, desde allí, a América. En palabras de la propia autora “...Canfranc significó libertad y esperanza por encima de todo...”. En cuanto al momento histórico, son las vísperas del final de la Segunda Guerra Mundial. Estamos en abril de 1944, cuando la guerra se ha inclinado ya claramente del lado de los Aliados y faltan unos días para el decisivo desembarco de Normandía, que significará el principio del fin de la guerra y del régimen de Hitler. La proximidad de ese final no hace sino intensificar la crueldad de ésta, mientras se suceden los bombardeos aliados sobre ciudades alemanas y el retroceso del ejército alemán adquiere por momentos aires de desbandada. Si la estación de Canfranc era ya de por sí un entorno suficientemente atractivo (“...tiene una belleza extraña, como si fuera el último palacio en pie de un imperio que ya no existe...” se describe en la novela) la coyuntura que se vivió en esos años la convirtió en un lugar especial: era fronteriza y el régimen español simpatizaba con Alemania. Ambas cosas hicieron que la frontera fuera porosa y que hubiera fuerzas alemanas en territorio español. En aquella enorme estación internacional de doble nacionalidad, cuyo edificio central media 241m de largo coincidieron policías españoles, guardias civiles, gendarmes franceses y soldados alemanes, además de personas que huían de la persecución nazi mucho más discretos, y miembros de la Resistencia francesa igual de invisibles. Por allí circuló el wolframio que España vendía a Alemania y el oro con el que se pagaba. Un detalle contribuía a que el ajetreo de personas y mercancías fuera mayor. Como el ancho de las vías españolas y francesas era distinto, era forzoso cambiar de tren, lo que obligaba a los viajeros a apearse, cruzar andando al otro lado y esperar unas ocho horas mientras las mercancías eran igualmente trasladadas. Nos encontramos pues en uno de los puntos más importantes de las redes de evacuación de la Resistencia que cruzaba los Pirineos. No es exagerado calificar de héroes a los hombres y mujeres que participaban en estas actividades. Fueron héroes forzados por las circunstancias, pero eran seres humanos normales, con sus proyectos, sus familias y sus vidas tranquilas hasta que las truncó la guerra. “El cielo sobre Canfranc” cuenta la historia de una de aquellas heroínas: Valentina Báguena. Esta joven, mientras sueña con estudiar Magisterio, vive con sus padres y colabora con la Resistencia francesa como correo y apoyando a los evadidos, movida por un impulso de solidaridad humana más que por ideas políticas. La ayuda a los que huyen del nazismo es difícil, arriesgada y dramática. La novela describe vívidamente la angustia de la espera, con personas vulnerables, desde ancianos a bebés de pocos días, instalados clandestinamente en una habitación (la habitación bisiesta) del Hotel Internacional, en la segunda planta del monumental edificio ferroviario en el que trabaja Valentina. Un día, en una de sus misiones, tropieza con Franz un paracaidista alemán que acaba de descender al bosque por el que ella se mueve. El solo ve en ella a una joven atractiva a la que intentará acercarse desde ese momento. Ella, sin dejar de sentirse también atraída, ve en él a un enemigo; de modo que la sospecha y la desconfianza se instala desde el primer momento en la relación que van a iniciar. Como en la vida real, los personajes de esta novela son capaces de los comportamientos más diferentes y complejos. No es solo que unos arriesguen su vida para salvar la de sus semejantes y otros se aprovechen de la desgracia ajena, sino que un personaje como el Delegado de Auxilio Social es, además de corrupto, pederasta; y otro como la enérgica falangista, jefa de la Dirección General de Propaganda, que muestra con sus actitud la rivalidad y los recelos entre los dirigentes franquistas, es capaz de imponer sus sentido de la verdad y la justicia por encima de bandos e ideologías. También descubriremos la subtrama verídica de un incendio que arrasó el pueblo de Canfranc, y la solidaridad que hubo en todo el país que supuso la recaudación de una gran cantidad de dinero que jamás llegó al pueblo, prueba de ello es que la parte antigua de Canfranc jamás ha sido reconstruida. Rosario Raro, escritora y profesora de Escritura Creativa y Lengua Española en la Universidad Jaume I, vuelve con esta ficción al territorio mítico de su exitosa novela “Volver a Canfranc” Su obra ha sido traducida al catalán, japonés y francés. Y en breve una de sus novelas se publicará en árabe. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural
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Violant Muñoz i Genovés
«...Madre, no nacimos para ser sumisas. Somos histriónicas, altivas, soberbias, descaradas, provocadoras. Ese es nuestro poder. Soy Verónica Franco y soy, y siempre seré, la dueña de mi propio destino...» Sara, asesora y amante de un reputado político de las nuevas generaciones de su partido, que aspira a presidirlo como primer paso para llegar a La Moncloa, se escapa con frecuencia del trabajo para visitar el Museo del Prado. En una exposición temporal queda fascinada por la Dama descubriendo el seno, de Domenico Tintoretto. ¿Quién es esa mujer que se muestra con tal descaro, hermosa, altiva, incomparable? Los estudiosos creen que se trata de Veronica Franco, una de las «cortesanas honestas» más deseadas e influyentes de su época, prostituta culta, refinada, amante de pintores, nobles y reyes, conocida y respetada poeta. Al regresar al Congreso le habla con entusiasmo a su amado de aquella increíble mujer y este, en un acto temerario, le propone una escapada a Venecia, donde podrán pasear su amor sin trabas y aprender más cosas sobre la cortesana. Y mientras la joven amante se obsesiona con Veronica, con quien se siente identificada, unas agendas que muestran la corrupción de uno de los partidos históricos del panorama español y las fotos muy comprometedoras que les ha tomado un paparazzi los esperan a su regreso con todas las sucias armas de las cloacas del Estado. Isabel Rábago, con la maestría demostrada en Las últimas cortesanas, desgrana en esta novela las múltiples cadenas que anulan a las mujeres, ya sea en el fascinante mundo de las cortesanas venecianas del siglo XVI o en la política actual. La cortesana fiel está narrada en tercera persona omnisciente. Se estructura en 53 capítulos y un prólogo, que están titulados con frases que hacen referencia al contenido de cada uno de ellos. Los capítulos situados en el pasado y en el presente se alternan sin un orden determinado. La acción de la novela discurre en dos momentos históricos distintos, unidos por la figura de Veronica Franco, personaje real en uno de los hilos y referencia pictórica e histórica en el otro. El primero de esos hilos nos lleva a la Venecia del siglo XVI. Comienza in medias res, en el prólogo, cuando Veronica Franco es detenida, acusada de brujería, y debe declarar ante un tribunal, con la pena de muerte como posible condena. A partir de ahí, la novela recorre su vida y la relación con su madre, Paola Fracassa, y con una joven pupila, Francesca. A través de ellas conocemos la figura de las «cortesanas honestas» y los entresijos de la política y la sociedad de una de las repúblicas más importantes del Renacimiento. El segundo hilo discurre en la actualidad, entre Madrid y Venecia. Se entrelazan dos tramas, una historia de amor clandestino y otra sobre la lucha descarnada —con zancadillas, chantajes y filtraciones interesadas— por hacerse con la presidencia de un partido político. Prácticamente todos los personajes del hilo argumental situado en el siglo XVI son reales. Muchos de los acontecimientos narrados, también. La autora recrea la época a partir de una exhaustiva documentación y ofrece posibles explicaciones a hechos para los que no disponemos todavía de una versión oficial y reconocida. Los personajes y los sucesos del hilo actual, en cambio, han surgido de la imaginación de la autora, inspirándose, eso sí, en nuestra realidad política y mediática. Integradas en la narración aparecen numerosas referencias culturales. En especial, arquitectónicas, pictóricas y literarias. La Venecia del Renacimiento se ve perfectamente retratada a través de los lugares que visitamos, de las obras de arte que contemplamos —de Tintoretto, Tiziano o El Veronés, entre otros— y de los comentarios sobre libros fundamentales de aquel periodo, con El Decamerón, de Bocaccio, a la cabeza. En un bonito juego de espejos, muchas de las obras que se están pintando o construyendo en el hilo argumental de Veronica Franco, las contemplamos en las exposiciones, los palacios y los museos que visita Sara en el otro hilo. Este juego de espejos funciona a muchos otros niveles. Vemos los palacios cuando eran mansiones vivas y en la actualidad, convertidos en atracciones turísticas; las vidas de Veronica y de Sara tienen puntos en común; la política está llena de trampas e intereses bastardos en el siglo XVI y en el XXI, también. Veronica Franco (1546-1591) estuvo considerada la mujer más importante de la Venecia de la segunda mitad del siglo XVI. Era «cortesana honesta» y poeta, una mujer bella y fascinante, y con una cultura tan extensa que sus reflexiones u opiniones ponían en apuros a los varones que no estaban acostumbrados a debatir con damas. Su fama traspasó fronteras. En la novela, Isabel Rábago rememora el episodio de la visita a Venecia del joven duque de Orleans, duque de Anjou y rey de Polonia por aquel entonces. Vástago del rey de Francia Enrique II y de la reina regente, la gran Catalina de Médici, a oídos del futuro Enrique III de Valois habían llegado los rumores sobre la belleza, la educación y los versos de Veronica. Sus embajadores solicitaron a las autoridades de la República Serenísima que mediaran para que la cortesana atendiera al futuro rey de Francia. Servicios que fueron holgadamente recompensados. En su juventud, Veronica Franco se casó, en un matrimonio concertado, con PAOLO PANIZZA, un médico perteneciente a una conocida familia veneciana. Paolo era jugador, juerguista y maltratador. La indiferencia inicial por su nueva esposa dio paso al control, a las malas palabras, a las prohibiciones, a los encuentros violentos y forzados en el lecho conyugal, y a las agresiones físicas. El matrimonio duró dos años, para ella toda una eternidad. Un buen día regresó a casa de sus padres y solicitó la devolución de la dote. Tras aquel matrimonio fallido, Veronica asumió que ningún hombre en su sano juicio la volvería a esposar. Pero a ella poco le importaba: el día que puso fin a su matrimonio decidió tomar las riendas de su vida, ser la dueña de su destino. Vivía cerca de la iglesia de Santa María Formosa, donde todos los días se confesaba y suplicaba al Señor que la protegiera y guiara en su destino. Una cita en la que Veronica rezaba hasta que consideraba que había alcanzado el perdón divino. Y así, renovada y libre de pecado, se dirigía a su palacio, en donde retomaba su actividad. Se trataba de un precioso edificio en el que recibía a sus patrocinadores y mecenas. Entre los muros de su hogar, casi cada noche reunía a políticos, pintores, escritores, príncipes, dignatarios de la iglesia, mercaderes... Buena parte de la aristocracia de la ciudad había disfrutado de su hospitalidad y de los placeres entre sus sábanas. El palazzo de la Franco era un centro neurálgico de la cultura. Entre vinos, música y poesías, se debatía y decidía sobre los asuntos más importantes del país. Allí las opiniones se vertían sin miedo a ser censuradas. En La cortesana fiel, Isabel Rábago recrea también la posible relación de Veronica con el pintor Jacopo Comin Tintoretto y las circunstancias que rodearon al sensual retrato que se titula Dama descubriendo el seno (imagen de arriba, Museo del Prado). Palacio de la Serenísima República de Venecia, octubre de 1580: Veronica Franco fue detenida en su espectacular palacio próximo a la iglesia de Santa María Formosa. Sin tiempo de reacción y sin explicación alguna, había sido arrestada por la Santa Inquisición. Venecia despertaba con su cortesana más admirada y envidiada entre rejas. A aquellas horas la noticia de su detención ya habría llegado hasta la mismísima Roma. Veronica estaba segura de que su madre y su pupila Francesca ya habrían avisado de tal agravio a sus poderosos amigos y que estarían moviendo cielo y tierra para acabar con aquel infierno. En la Boca de la Verdad, un buzón de denuncias, se había recibido una carta anónima en la que se le acusaba de practicar la brujería. Lejos de amilanarse, Veronica se dirigió serena pero desafiante al tribunal: «¿Queréis que suplique clemencia, señorías? No, no lo haré. ¿Queréis que ruegue por mi vida? No, no lo haré. ¿Queréis que implore ante la Serenísima? No, no lo haré». Madrid: Al menos una vez al mes, Sara se pierde en las salas del Museo del Prado. Esa mañana, aprovechando que su jefe está ocupado hasta última hora, decide ir a visitar la nueva exposición sobre «Las pasiones de Venecia», una de las más ambiciosas del museo en los últimos años. Y allí la descubre: una mujer retratada con gran delicadeza por Tintoretto. En su expresión hay algo aristocrático; su rostro desprende una sensualidad, elegancia y belleza difíciles de describir. Enseña un pecho, en un gesto erótico, provocador, impropio de una alta dama veneciana. De vuelta al Congreso, hay tormenta en su grupo parlamentario. El presidente del partido quiere dejar el cargo. Pelayo Arjona, el portavoz parlamentario y jefe de Sara, es quien suena para sucederlo. Está exultante y apenas ella entra en el despacho, la abraza y hacen el amor. Finalizado su apasionado encuentro, y mientras se recomponen la ropa, Sara le relata su experiencia en el Prado. Risueña y divertida, le narra cómo las pinturas de los sobresalientes maestros venecianos le han descubierto a unas bellas mujeres que se hacían llamar «cortesanas honestas», y que una de ellas la ha cautivado en especial. Pelayo, satisfecho y optimista, le propone viajar a la ciudad de los canales y visitar los escenarios en los que vivió aquella dama. Será un respiro antes de preparar el asalto a la presidencia del partido. Lleva mucho tiempo esperando este momento y el destino se lo ha servido en bandeja. La lucha que se avecina va a ser sin cuartel y sin prisioneros. El viaje de los amantes se filtra y Elena Sánchez, una rival muy peligrosa del aparato, toma cartas en el asunto, enviando a un paparazzi para que siga a los tortolitos por Venecia e inmortalice su amor en fotos y vídeos. Al mismo tiempo, una peligrosa agenda con anotaciones sobre supuestos pagos ilegales a dirigentes del partido acaba en la mesa de Santi Rodríguez, el jefe de la sección de Política del periódico Patria, el más leído de España. Nada hace presagiar a los dos amantes que aquel viaje a la bella Venecia va a cambiar para siempre sus vidas. La política y la personal. VENECIA es un personaje más de la novela. Un personaje omnipresente, además. Tanto en el hilo argumental que discurre por el siglo XVI como el que tiene como marco temporal la actualidad. En algunos casos, Veronica y Sara recorren los mismos escenarios con más de cinco siglos de diferencia, en especial, el PALACIO DUCAL. Allí, en los pasillos de los camerotti de PIOMBI, la temida e inexpugnable cárcel de la Serenísima República de Venecia, empieza La cortesana fiel. En esta cárcel fueron encerrados varios personajes ilustres como Giordano Bruno, Silvio Pellico, Daniele Manin, Nicolò Tommaseo y Giacomo Casanova. Mientras que Veronica nos describe, sobre todo, la SALA DELLA BUSSOLA —de la brújula, en castellano— del Palacio Ducal, en donde se reúne el tribunal que la juzga, Sara y Pelayo nos lo muestran en todo su esplendor como una de las grandes atracciones turísticas de Venecia. Uno de los elementos destacados de los escenarios es que con Verónica los vivimos, mientras que con Sara los admiramos. El lugar más importante de Venecia a efectos narrativos es el barrio que rodea a la IGLESIA DE SANTA MARÍA FORMOSA, en donde estaba situado el palazzo de los Franco. Se trata de un templo erigido en 1492, con diseño renacentista. La llamativa cúpula es una reconstrucción del siglo XVII, puesto que un terremoto acabó con la original. Otro escenario que visitamos en el pasado y en el presente es la SCUOLA GRANDE DI SAN ROCCO, que se acabó de construir en la década de 1560. En 1564, Tintoretto recibió el encargo de decorar la escuela. Lo hizo con un maravilloso ciclo de lienzos, que representa para Venecia lo que la Capilla Sixtina para Roma. Sara protagoniza allí una escena fundamental para el desenlace de la novela. El recorrido por Venecia de Sara y Pelayo adquiere para el lector un inesperado tono de suspense porque sabe que un paparazzi está siguiendo sus pasos por, entre otros lugares, la basílica de SANTA MARÍA DE LA SALUD y la PLAZA DE SAN MARCOS, en donde disfrutan del famoso CAFFÈ FLORIAN. Es sorprendente, a los ojos de los turistas actuales, descubrir que en el PUENTE DE RIALTO se concentraba la prostitución de más bajo nivel, como le enseña Veronica a Francesca. MADRID es el otro escenario actual de la novela, el campo de batalla política en la que están implicados casi todos los personajes. El MUSEO DEL PRADO y el PALACIO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS destacan por encima de otros lugares citados. Podemos caer en la tentación de considerar a las «cortesanas honestas», cortigiane oneste en italiano, como unas simples prostitutas de alto nivel en aquella época. Pero eran mucho más que eso. Casi todos los cuerpos femeninos desnudos de las obras de la Escuela de Venecia se parecen en sus peinados, en sus adornos, en las joyas… y en la actitud, muy diferente a la de las recatadas damas de la alta sociedad. Esas figuras descaradas eran las «cortesanas honestas» más famosas de Italia. En la imagen, Veronica Franco fue pintada como Danae, por Tintoretto; se conserva en el Museo de Bellas Artes de Lyon. Se trataba de mujeres excepcionales, que satisfacían los deseos sexuales de los autores y, además, posaban para ellos. Eran cultas y poderosas. «Tengo la extraña sensación de que no eres consciente de quiénes somos, de cuál es nuestro papel en la sociedad ni de a qué aspiramos, querida Francesca», le dice Paola Fracassa a la joven pupila de Verónica. «Nosotras somos mujeres especiales, excepcionales», le explica. En su casa destacaba la impresionante biblioteca, con títulos de todo tipo, desde autores clásicos en latín hasta ediciones contemporáneas de El Decamerón, de Bocaccio, en italiano florentino. Aquel era el lugar en el que Francesca pasaría más horas: leyendo, estudiando historia, arte, música, poesía. También fue instruida en finanzas, en leyes y en protocolo. Durante su formación, Verónica aprendió que nada en las cortesanas era casual, ni nada debía dejarse al azar ni al destino. Sus ropas tenían que ser elaboradas y diseñadas con las mejores telas, pieles, brocados y sedas del mercado. Sus diseños debían ser elegantes, vistosos y caprichosos. Sus escotes vertiginosos y lo suficientemente al límite de sus pezones como para despertar y alimentar las fantasías de los nobles, políticos, jueces, comerciantes o reyes que compartieran con ellas tan solo unas horas. Sus cuellos y sus trabajadas cabelleras se adornaban con fastuosas joyas. Las perlas eran las piezas más codiciadas y las cortesanas las utilizaban para marcar su territorio y estatus en la feroz lucha que existía entre ellas por ocupar los puestos más altos del escalafón. Cuando la joven Verónica estuvo preparada, Paola la inscribió en el libro Tariffa delle puttane, un registro escrito en prosa, a modo de sátira, en el que aparecían los nombres de las prostitutas venecianas con sus tarifas correspondientes según su categoría. Luego se publicó el Catalogo de tutte le principal e più onorate cortegiane de Venetia. En él aparecían las prostitutas en función de su rango, que, en el caso de las «cortesanas honestas», era todo un privilegio puesto que ellas ocupaban los primeros puestos. Se trataba además de un reducido grupo formado por poco más de doscientas mujeres en Venecia. «La infidelidad, algo presente en su vida desde hacía tan solo unos meses y que había descolocado por completo su existencia», se dice de Sara. En un juego de mundos paralelos, casi todos los personajes masculinos de La cortesana fiel son infieles, en el siglo XVI y en la actualidad. Prácticamente todos los clientes de Veronica, excepto los eclesiásticos, estaban casados. Y Pelayo y Santi tienen parejas oficiales, el primero por vínculo matrimonial, a las que ponen los cuernos de forma habitual. Las mujeres de la novela, en ese sentido, son más honestas —como proclaman las cortigiane— y toman las riendas de su sexualidad desde la independencia, como la misma Verónica, Sara o Marta. Las secretarias del partido, que se reúnen al mediodía en la sala del café para cotillear, bromean con que, cualquier día, se sentarán en algún plató de televisión dedicado a la crónica del corazón para desvelar los idilios, rollos y alguna que otra longeva aventura extramatrimonial, que hará temblar los cimientos de los matrimonios perfectos de los políticos de una de las formaciones más importantes y tradicionales de España. La fidelidad tiene, en la novela, otra vertiente: la política. La ambición de los supuestos delfines llamados a suceder a un presidente con fecha de caducidad se manifiesta en unas maniobras sucias que Isabel Rábago describe de una forma descarnada. Reuniones para estudiar estrategias contra los rivales dentro del partido, las filtraciones interesadas, la manipulación de las redes sociales, los favores pagados de algunos medios de comunicación… desfilan por las páginas de La cortesana fiel. La autora se muestra crítica con algunas de las prácticas habituales en nuestros medios de comunicación. Denuncia, por ejemplo, la actitud de algunos colaboradores radiofónicos que «se afanaban en repetir y en hacer suyos los argumentarios que minutos antes les habían proporcionado los partidos políticos afines, esperando quizás un mensaje de reconocimiento o, quién sabe, la oferta de un trabajo bien regado con dinero público en cualquiera de las formaciones». El director de Patria, por otro lado, encarga a Santi Rodríguez una entrevista-masaje a Elena Sánchez, inmersa en la lucha interna para suceder al presidente del partido. Isabel Rábago denuncia también el ninguneo que las mujeres soportan en el campo de la política y en el profesional, también. Lo hace tanto en la narración situada en la Venecia del siglo XVI como en la que discurre en la España del XXI. Podemos citar la consideración de las esposas como simples complementos de sus maridos ante la opinión pública, o las dificultades de las profesionales para ser valoradas de una forma justa y equitativa. Y más, cuando la inteligencia va acompañada de la belleza, como en el caso de Marta. Isabel Rábago es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca y graduada en Derecho por la UNED. Actualmente está cursando su segundo año del Máster de Acceso a la Abogacía. Isabel es un rostro muy conocido, ya que lleva más de una década trabajando como periodista en diferentes medios de comunicación nacionales. Actualmente podemos verla casi a diario ejercer su oficio de periodista en los principales programas de televisión en Telecinco, Mediaset España. Compagina su entusiasmo por el periodismo y el derecho con su otra pasión: escribir. Ha publicado La Pantoja, Julián & Cía: asalto a Marbella y Las últimas cortesanas. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural Violant Muñoz i Genovés
Beatriz de Bobadilla y Ulloa (1462-1504) fue una de las mujeres más influyentes de su tiempo y, sin embargo, hoy es una gran olvidada. Amante de Fernando el Católico y Cristóbal Colón, llegó a ser gobernadora de las islas de La Gomera y El Hierro. Mario Escobar ha novelado con maestría la increíble y aventurera vida de esta mujer que contribuyó a la conquista de Canarias y que destacó por su crueldad, belleza y pasión. Con apenas veinte años, llegó a la corte de los Reyes Católicos apoyada por su tía la marquesa de Moya. Su extraordinaria belleza pronto la convirtió en el objeto de deseo de los hombres más poderosos de su tiempo. Incluso el rey Fernando quedó tan prendado de ella que la reina Isabel y la marquesa de Moya tramaron un plan para sacarla de la corte: casarla con Hernán Peraza, quien estaba al frente de la conquista de La Gomera. «...Sabemos que, en La Gomera, Beatriz recibió a Cristóbal Colón, que pasó por la isla en tres de sus viajes», apunta Escobar. «Es posible que la gobernadora se hiciera ilusiones con casarse con el Almirante, pero este nunca quiso comprometerse. Beatriz se casó entonces con Alonso Fernández de Lugo, conquistador de la isla de Tenerife. La gobernadora se caracterizó por su crueldad y apetito sexual. Teniendo amantes entre los líderes guanches, esclavos negros, otros soldados y señores, además del rey y Cristóbal Colón...». Beatriz nunca olvidó a todos aquellos que la utilizaron y durante toda su vida buscó venganza, usando a Colón y otros hombres poderosos para conseguir sus objetivos. «...La vida de Beatriz de Bobadilla me ha servido para arrancar de raíz los anhelos de la leyenda rosa, tan perjudicial como la leyenda negra para explicarnos y entendernos como pueblo, la historia no debe servir para adoctrinar a nadie, tampoco para manipular a los jóvenes o mantenerlos en la ignorancia», recalca el autor. «Los personajes históricos fueron personas como nosotros, con la única diferencia de que vivieron en un momento distinto al nuestro...». Beatriz de Bobadilla es un personaje real que muchos confunden con su tía Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya. Sirvió en la corte de los Reyes Católicos y fue amante de Rodrigo Téllez Girón hasta que éste murió en 1482. Fernando el Católico se encaprichó de ella y la hizo su amante. La reina Isabel, para deshacerse de una nueva contrincante, la casó con Hernán Peraza, señor de La Gomera, que había caído en desgracia tras el asesinato de un capitán enviado por los reyes a las islas. Hernán Peraza se casó con Beatriz de Bobadilla en Madrid a finales de 1482. Hernán contribuyó a la conquista de Gran Canaria. Su maltrato a los gomeros y sus amores con la guanche Yballa lo llevaron a la muerte en 1488. «...Fue una mujer apasionada y dura, de reacciones impremeditadas bajo el impulso de la violencia. En la vida familiar se enemistó con todos sus parientes, desde la suegra doña Inés Peraza hasta el cuñado Sancho de Herrera, sin que fuese posible llegar nunca a una avenencia con ella...», asegura Rumeu de Armas en Los amoríos de doña Beatriz de Bobadilla. «...Como contrapartida fue una mujer tierna, sensible, enamoradiza, capaz de pasiones volcánicas en las lides del amor. Y con independencia de todo ello, de una hermosura deslumbrante, de que se hacen lenguas los contemporáneos, así de vista como de oídas...». Beatriz de Bobadilla regresó a la corte en 1491 para defender sus derechos y patronazgo, también para evitar una multa de medio millón de maravedíes tras la venta ilegal de guanches de La Gomera. Sabemos que allí conoció a Cristóbal Colón, del que se hizo amante. Viajó con él al campamento de Santa Fe y, unos días después de las capitulaciones concedidas a Cristóbal Colón, los reyes ratificaron los derechos de Beatriz de Bobadilla. Mario Escobar, licenciado en Historia, es novelista, ensayista y conferenciante. Apasionado por la Historia y sus enigmas, publica en las revistas Zenda, La Aventura de la Historia, CLIO y National Geographic Historia. Es autor de las novelas Conspiración Maine (2006), El mesías ario (2007), El país de las lágrimas (2010), Canción de cuna de Auschwitz (2016) y La bibliotecaria de Saint Malo (2020), entre otras. Su obra ha conquistado a cientos de miles de lectores en todo el mundo y ha sido traducida entre otros al chino, japonés, inglés, ruso, portugués, danés, francés, italiano, checo, polaco y serbio. En 2020 ganó el Premio Empik de novela de Polonia. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural Por Violant Muñoz i Genovés
Sevilla, octubre de 2019. En varias casas de la ciudad se han producido una serie de robos que preocupan a toda la ciudad. El ladrón, al que apodan «Chopin» porque siempre deja una partitura del famoso compositor para firmar el robo, se lleva dinero, joyas y diferentes artículos de valor. Los medios de comunicación se hacen eco rápidamente de estos robos relacionados entre sí, pero se convierte en una noticia de portada cuando una noche aparece un cadáver en el salón de una de esas viviendas y la tensión aumenta. «Firmar sus robos con las partituras de Chopin es su manera de tenerlo siempre presente y rendirle su particular homenaje». Nikolai Olejnik es un joven polaco que llegó a España con su abuelo hace varios años. Desde que este murió, está solo y sobrevive a base de delinquir. Fue un niño prodigio en su país y su mayor pasión es tocar el piano. De repente, todo se complica y se convierte en el principal sospechoso de un asesinato. Niko acude al despacho de Celia Mayo, detective privado, a pedirle ayuda y allí conoce a Triana, la hija de Celia. La joven enseguida llama su atención, aunque no es el mejor momento para enamorarse. Blanca Sanz apenas lleva cinco meses trabajando en el periódico El Guadalquivir cuando recibe una extraña llamada en la que le filtran datos sobre el caso Chopin, una información que nadie más conoce. Desde ese momento Blanca se obsesiona con todo lo relacionado con este caso e intenta averiguar quién está detrás de aquellos robos. «...Regresa a su mesa… y se queda mirando la pantalla del ordenador. ¿Cuándo regresará Chopin? Ese es el titular que le ha puesto a su próximo artículo…» El joven Niko no tiene una vida cómoda y tampoco frecuenta buenas compañías. A raíz de los robos y de los asesinatos, todo se le complica aún más, por lo que recurre a Celia para que le ayude a descubrir al verdadero asesino y, de este modo, que dejen de culparle a él. Celia y su hija Triana se convertirán en las grandes aliadas de Niko, mientras luchan para sacar su vida adelante después de haber perdido a su marido y padre, Lolo, inspector de policía, fallecido cinco años atrás en extrañas circunstancias no resueltas. «...Le da vueltas la cabeza. Es una sensación parecida a los primeros días después de la muerte de su marido. Quería averiguar a toda costa lo que había sucedido, dar con el asesino de Lolo. Se obsesionó con la investigación y se entregó durante semanas a esa causa. Todavía no era detective, pero fue el detonante que le sirvió para dar el paso...» Además de su agencia de detective, la verdadera vocación de Celia es la literatura. Se siente escritora, pese a que solo ha autopublicado varios libros con poco éxito de ventas. Cuando Niko aparece en su vida, dejará a un lado la literatura y tendrá que esforzarse al máximo como detective para resolver el misterio. Lo hace por Niko y, sobre todo, por su hija Triana, que defiende firmemente la inocencia del joven a pesar de que todas las pruebas juegan en su contra. Es posible que a Triana más que la intuición le influyan sus afectos, ya que empieza a sentir por Niko algo que hace tiempo que no siente por su novio. «...¿Qué querría un chico de esa edad de una detective privada como ella? La respuesta la obtendría de inmediato. Lo que nunca sospechó es que esa visita cambiaría su vida para siempre...» La investigación del caso Chopin junto con el intento de aclarar qué le ocurrió a Lolo llevarán a los tres protagonistas a vivir situaciones insospechadas, en las que no faltarán multitud de personajes que les harán el camino más complicado y turbio. A medida que avancen se darán cuenta de que muchas veces la traición forma parte de su día a día y que los secretos mejor guardados siempre salen a la luz. Blue Jeans nos traslada a Sevilla, su territorio más emocional, para ambientar una trama novelesca en la que no falta ninguno de los ingredientes que la convertirán en un gran éxito: amor, asesinatos, persecuciones policiales, secretos nunca confesados, investigaciones e intriga, y todo ello armado con una estructura narrativa y un ritmo frenético que hará que sus lectores no puedan dejar de leerla. La historia se centra en Niko y Triana, dos adolescentes destinados a entenderse pese a que provengan de mundos totalmente opuestos. El amor y la tensión sexual entre ambos está presente a lo largo de toda la novela. Como buen thriller el suspense está garantizado en Los crímenes de Chopin. Tras los éxitos de su trilogía La chica invisible y El campamento, Blue Jeans se ha convertido en el maestro de este género. El autor, gran admirador de Agatha Christie, sabe conjugar a la perfección el dinamismo de una novela juvenil con las dosis adecuadas de intriga, enredo y misterio. El lector disfrutará con esta experiencia lectora en la que se le invita a formar parte de la investigación. En las novelas de Blue Jeans nada es lo que parece y sus lectores quedarán irremisiblemente cautivados por estas adictivas tramas de misterio. «...—Tienes que declararte culpable, Nikolai. Hasta que no lo hagas, esto no acabará. Es mi consejo. —Soy inocente. No he hecho nada. —Yo no lo sé, y si te soy sincero me importa muy poco. A mí me contaron que eras como el mismísimo demonio. Una especie de Manson polaco […]. Te voy a confesar algo y tómatelo como quieras. Yo cumplí con mi tarea. Solo hice lo que me ordenaron...» A través de un complejo argumento policíaco, Blue Jeans nos sumerge en los entresijos de las investigaciones de crímenes y robos dentro de la policía, así como del funcionamiento de una comisaría y las jerarquías dentro del Cuerpo Nacional de Policía. De este modo podemos comprobar el exhaustivo trabajo de documentación que el autor ha llevado a cabo para escribir esta novela. Podemos decir lo mismo de la trama periodística: Blue Jeans describe con acierto y precisión la investigación periodística de los robos y asesinatos que acontecen en la novela, y lo hace a través de Blanca, una joven periodista recién aterrizada en El Guadalquivir. Este periódico, que solo lleva unos meses en la calle, contará con fuentes muy relevantes para informar, antes que nadie, de los últimos acontecimientos que se suceden en torno a los casos. «...—Tengo en mi poder una información que ni tú ni la policía tenéis. Sé algo del caso Chopin que te aseguro que te sorprenderá...» Sevilla, ciudad de gran simbolismo para el autor, se convierte en la gran protagonista de Los crímenes de Chopin. A través de sus páginas, Blue Jeans nos descubre los rincones y lugares más emblemáticos de un escenario fascinante e inspirador: el barrio de Santa Cruz, la Torre del Oro, la Giralda, la calle Sierpes o el Puente de Triana. «...Le cuesta disfrutar del paseo, y eso que el barrio de Santa Cruz es uno de los sitios con más magia de Sevilla. Triana se siente afortunada de vivir en esa zona de la ciudad. A Niko también le encanta perderse por esas callecillas tan estrechas y laberínticas. Lo hablaron varias veces durante los días de confinamiento. Por eso todo lo que se encuentra en el camino le recuerda a él...» Por las calles de Sevilla Niko, Triana y los numerosos personajes secundarios que pueblan esta trama vivirán intrigas, pasiones, sorpresas, decepciones y descubrimientos en una novela crossover en la que los secretos del pasado volverán al presente para colocar cada cosa en el sitio que le corresponde. Blue Jeans, seudónimo de Francisco de Paula Fernández (Sevilla, 1978), vivió en Carmona hasta los dieciocho años. Licenciado en Periodismo, es autor de las trilogías Canciones para Paula, El Club de los Incomprendidos y Algo tan sencillo. Con La chica invisible inició una serie de thriller juvenil de enorme éxito a la que le siguió El puzle de cristal y que cierra con La promesa de Julia. Recientemente ha comenzado en Carmona el rodaje de la serie de la mano de Morena Films y una gran plataforma. Su anterior novela, El campamento, es un apasionante thriller repleto de intriga y acción. Y la productora británica Good Chaos ha comprado los derechos para hacer una adaptación audiovisual internacional. Traducidas a varios idiomas, sus obras cuentan con más de dos millones de seguidores, y la adaptación cinematográfica, El Club de los Incomprendidos, tuvo un gran éxito de público, que llenó las salas. Su trayectoria ha sido reconocida con el prestigioso Premio Cervantes Chico 2013 y el Premio de la Feria del Libro de Sevilla 2015, y el Auditorio de la Juventud de Carmona lleva su nombre. Con Los crímenes de Chopin el autor llega a su decimoquinta novela publicada. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural |
Violant Muñoz i Genovés
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December 2024
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