Por Violant Muñoz i Genovés
Relatos que nos alejan de la zona de confort con una prosa hipnótica y una verdad desnuda. Alba Álvarez irrumpe en el panorama con unas historias que nos alejan de lo convencional y que a menudo son inquietantes y descarnadas. Historias incómodas que permiten al lector descender hasta los suburbios de la conciencia y descubrir los desencadenantes de pequeños trastornos que como cualquier virus, terminan contaminándolo todo. Los relatos que conforman Pellejos son una bofetada de talento narrativo, un huracán de aire fresco. Las relaciones interpersonales, el sexo, la soledad, la imagen del cuerpo propio, la autoestima, el desamor o el acoso son algunos de los pilares sobre los que se construyen estos relatos, a veces salvajes, en los que se diseccionan los miedos, las expectativas y la búsqueda de la felicidad. La autora nos introduce en la piel de unos personajes imbuidos por los complejos que les devoran desde dentro. Hastiados, intentan deshacerse de la parte oscura que les atormenta para así, poder ser libres y hacerse con el control de sus vidas. Conocemos a Carmen, una mujer que interpreta ante su familia el papel de viuda en shock que trata de asimilar la muerte de su marido, aunque sea lo más liberador que le ha pasado en años. Una vida marcada por hacer lo correcto, por convertirse en "alguien de provecho", que ve en la muerte de su cónyuge la oportunidad de vivir todo aquello que en su día no pudo. A Marta y la legión de niñas en bañador que la hostigan antes, durante y después de las clases de natación. Una tortura prescrita para mejorar su temprana escoliosis, donde los complejos y el miedo se le pegan a la piel mezclándose con el cloro. A Marisa, que cansada de ser un apéndice práctico en la vida de sus herederos y vástagos durante años, decide huir al pueblo y disfrutar del silencio y los recuerdos que inundan la casa de su infancia. A Laura, una estrenada universitaria que intenta sobrevivir a la sádica tradición de las novatadas como iniciación a la vida adulta en una residencia llena de reinas y bufones. Unas semanas definitivas para definir su estatus social y entablar los primeros lazos de amistad que surgen entre vejaciones y calimocho. Estas y otras muchas protagonistas se enfrentan a sus demonios particulares a lo largo de las páginas de Pellejos; el tedio de lo mundano, la mediocridad, el acoso a los demás y a uno mismo, la autoexigencia, la sexualidad, el ansia por ascender a la categoría de interesante y tener una vida plena... Lastres que las arrastran página por página hasta descender al mismo infierno, sucumbiendo al autoengaño y la autocomplacencia que las permite acceder a los placeres más oscuros del alma. Madres, abuelas, amigas y desconocidas que no buscan otra cosa que sentirse menos muertas en vida. La capacidad de la autora de bucear en nuestros pensamientos más oscuros y retratarlos con una precisión insólita, así como las fascinantes descripciones de los miedos de los personajes a través de escenas grotescas y casi dantescas, hacen de este libro una lectura sublime sobre lo complejo y contradictorio que es, en definitiva, el ser humano. Relatos estremecedores que permiten al lector adentrarse en las capas más profundas de la piel de sus personajes. El acoso es el primer tema a destacar en sus tramas: «...Le dolía tanto la humillación como la mutilación de su corsé, al que cada día apreciaba más porque sentía que aguantaba su cuerpecito, evitando que se desmoronase. Se fue a casa corriendo. Se encerró en el baño y se puso a raspar las pintadas de su precioso corsé con el estropajo de limpiar el baño. Cada sacudida tenía más rabia y, pese a que el rotulador se resistía, poco a poco, el agua que corría del grifo se iba tiñendo de negro, eliminando las pruebas. Al proceder a deshacerse de la inscripción que le dejaron en el interior, paró en seco. La leyó varias veces: «Puta deforme. Puta deforme. Puta deforme. Puta. Deforme». Lo dejó ahí. Sí. Viviría con ella...» Las relaciones en todo su amplio espectro también se detallan: «...Estoy segura de que si ahora, un mes después, le rememorase algún detalle de esa mañana él no lo recordaría. O me tomaría por loca. Siempre tenía que hacer todo de puntillas, procurando colarme en su mundo sin alterárselo, siendo lo que él quería y lo que yo quería al mismo tiempo. ¿Cómo narices se habitan ambos mundos? Un eterno campo de minas que sentía que cambiaba de sitio con regularidad, haciendo imposible trazar un mapa de comportamiento adecuado para él. Sentía que en cualquier momento podría explotarme una bomba en la cara, dejando tras de sí un largo castigo de silencio...» La perfección como obsesión, como modelo de vida: «...Me pasaba de indulgente conmigo. Me extenuaba en el trabajo. En el gimnasio. En casa limpiando, relajándome, haciéndome exfoliaciones. Sacando toda la piel muerta. Todo lo tóxico que había en mí. De vez en cuando limpiaba mi organismo a través de una alimentación a base de zumos de distintos tipos según la hora del día. Trataba así de eliminar todas las toxinas que parecía no ser capaz de sacar pese a mi esfuerzo. Porque era una puñetera vaga y no me esforzaba lo suficiente, lo otro solo eran palabras autocomplacientes para excusarme y sentirme mejor. Pero tenía que ser mejor, quería ser LA mejor...» Una mirada desgarradora a la sociedad que nos encorseta, el lenguaje usado como un hábil bisturí que disecciona lo peor del ser humano. Una intromisión a la vida íntima de los personajes, sin piedad, sin red. El lector pasa a ser un voyeur de la sociedad en la que vive. La cruda realidad, desnuda, frente al espejo. Alba Álvarez (Vigo, 1995) estudió Publicidad y Relaciones Públicas e hizo un Máster en Guion de Ficción de Cine y Televisión en Salamanca. Trabajó como creativa en una agencia y productora de publicidad en A Coruña. Ha colaborado en la comisión lectora del Torrente Ballester. Este es su primer libro. (c) Violant Muñoz i Genovés
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July 2024
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