Por Violant Muñoz i Genovés
El premiado Santiago Díaz, irrumpe con fuerza en la novela negra española con “El buen padre” : el primer e impactante caso de Indira Ramos. Una fascinante novela llena de tensión y giros inesperados. La cuenta atrás ha comenzado. Tres vidas están en juego, y solo una inspectora puede desentrañar la verdad entre tanta podredumbre. Tres personas han sido secuestradas. Una juez, un abogado y una joven estudiante de comunicación audiovisual, cada una aislada en un apartado búnker. Viven con angustia un destino del que creen no ser del todo inocentes, pero ¿saben de verdad por qué les han secuestrado? Un hombre de 84 años dice ser el responsable y se entrega a la policía con dos condiciones: que liberen a su hijo de la cárcel, acusado de matar a su mujer, y que la inspectora Indira Ramos se haga cargo del caso para demostrar que su hijo es inocente. Cada semana, asegura, morirá uno de ellos si no cumplen con sus condiciones. No tienen tiempo que perder. Empieza así una investigación a contrarreloj para desentrañar la verdad y salvar la vida de estas personas ¿inocentes? Indira Ramos es inspectora de policía con una ética de trabajo tan recta que no duda en denunciar a sus propios compañeros si manipulan pruebas, aunque lo hayan hecho para encerrar a auténticos criminales en la cárcel. Esto hace que muchos policías la miren con desprecio. Su mala fama llega hasta los juzgados, pero no hay duda de que es muy buena en su trabajo. Su único problema, y que lastra a veces sus investigaciones, es un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) que la convierte en esclava del orden y la limpieza y la aleja de toda intimidad y contacto físico. Junto a ella trabaja un grupo de excelentes policías que aceptan como pueden las particularidades de su jefa. Está el subinspector Iván Moreno, amigo íntimo del policía al que denunció la inspectora Ramos, que poco a poco comprenderá que su jefa no es alguien a la que sea tan fácil odiar. Además, Indira Ramos cuenta con Lucia Navarro, su joven ayudante, la subinspectora María Ortega, compañera de estudios de Indira en la academia de policía, y Óscar Jimeno, oficial de extrema inteligencia que se verá obligado a dejar de ser una rata de biblioteca y entrar en acción. Ellos serán los encargados de resolver uno de los casos más complejos que se recuerden en un Madrid oscuro, corrupto y amoral, a escasos días de la irrupción del coronavirus. El caso que pondrá en jaque al grupo será el de Gonzalo Fonseca, condenado hace un año por el asesinato de su mujer. Las pruebas eran contundentes, con sus huellas en el arma homicida y descubierto ante el cadáver apuñalado con ensañamiento. Al parecer, otro caso lamentable de violencia doméstica que unir a las estadísticas. Sin embargo, él asegura que es inocente, que todo fue un montaje para incriminarle, y sobrevivirá en la cárcel en busca del milagro que lo saque de allí. El milagro tendrá un nombre, Ramón Fonseca, su padre. El anciano secuestrará a tres personas, la jueza Almudena García, el abogado Juan Carlos Solozábal y la estudiante y “escort” Noelia Sampedro. Los tres fueron protagonistas del juicio que llevó a su hijo a la cárcel. Ella era la jueza del caso; él el abogado de Fonseca que no hizo mucho para intentar liberar a su hijo, incluso dejando el juicio a los pocos días de su resolución; y Noelia la testigo clave de la acusación, que aseguraba haber visto a Fonseca golpear a su mujer en un hotel pocas horas antes del fatídico asesinato. Todos los indicios parecen demostrar que había mucho más que otro trágico caso de violencia machista. «El buen padre» del libro, Ramón Fonseca, estará dispuesto a matar a tres personas para demostrar que su hijo es inocente. De esta forma, se entregará a la policía afirmando que cada semana morirá uno de ellos hasta que la inspectora Indira Ramos reabra el caso e indague más en un asesinato sucio de arriba abajo. Necesita de alguien que desconfía de los poderes oficiales para hacerse cargo de la investigación, ya que él asegura que todo ha sido un montaje. La víctima, Andrea Montero, trabajaba en la construcción de un resort de viviendas de lujo cuya particularidad era que contenía un campo de gol que imitaba al milímetro a la sede del Máster de Augusta. La inversión multimillonaria estaba a punto de concluirse y abrir una nueva era del lujo a las afueras de Madrid. Sin embargo, algo huele a podrido en un mundo donde el dinero parece el único baremo moral. Ramos iniciará así una investigación compleja que abrirá un mundo oscuro de mafias, corrupción, sexo y violencia donde el único culpable confeso parecerá ser la persona más inocente del grupo, el padre del acusado. Ramón Fonseca se negará a decir dónde están escondidos las tres personas a pesar de los intensos interrogatorios y a la privación de sueño. No confesará hasta que se encuentre al auténtico culpable de su nuera y se ponga en libertad a su hijo. ¿El crimen y la violencia pueden ayudar a desentrañar la verdad? Está claro que Ramón Fonseca no piensa con claridad, pero eso le convertirá en un personaje peligroso y sin nada que perder. La inspectora descubrirá poco a poco que nada es lo que parece en este mundo marcado por la codicia, el egoísmo y la supervivencia del más fuerte, donde no existe una verdad común, sólo la necesidad de mantener la fachada de la corrección caiga quien caiga. Nadie es inocente, pero a quién acusar en una sociedad en la que todos parecen sólo vigilar por su bienestar personal. Santiago Díaz ha conseguido un auténtico prodigio de tensión dramática en un thriller clásico marcado por una investigación a contrarreloj de la que nada bueno parece que vaya a surgir, ni siquiera la verdad. La ambigüedad moral es la brújula que mueve la acción, donde la única persona que parece vivir bajo un estricto código ético, totalmente incorruptible, es la inspectora Indira Ramos. Ella será objeto de burla y ensañamiento precisamente por su obcecada tenacidad. Sólo ella podrá resolver un caso con tantos claroscuros, pues es ella la que, de forma aséptica, sólo aceptará la verdad de los hechos sin prejuzgarlos ni provocar una resolución conveniente. Sin embargo, cuando se halla en una investigación contrarreloj, ¿se permitirá el lujo de no aceptar atajos para evitar que tres personas mueran? De esta forma, uno de los temas que mueven la novela es qué significa ser inocente en esta época o si en realidad sólo existen grados de culpabilidad en una era contemporánea en que el bienestar propio siempre va antes que el común. Los jueces están manchados, la policía está manchada, los políticos están manchados y el dinero los mancha a todos por igual, y aún así, existen personas que se resisten a caer en el fango. Indira Ramos es una heroína perfecta en este mundo, una auténtica don Quijote en que su rectitud y perfección moral son vistas con chanza y burla por sus compañeros. ¿Cómo no tener un trastorno obsesivo compulsivo con la limpieza si está claro que la suciedad domina el mundo? En su primer caso veremos cómo brilla por encima de todos y se convierte en el compás moral de la acción, señalando durante toda la novela dónde apunta el norte de la maldad. El problema es que poco a poco apuntará a todas partes, así que para no perderse es necesario tener muy claras las propias convicciones y seguir siempre hacia adelante, no perderse en los giros de timón inesperados. Porque si algo domina en esta historia son los giros argumentales y las sorpresas, haciendo realmente difícil hablar de la trama sin destripar su esencia. Dinero: El gran protagonista de la novela, que lo impregna todo y que hace que la corrupción huela a podrido desde las altas esferas hasta los rincones más pequeños del mundo. ¿Es peor un crimen cometido en nombre de la codicia que en nombre del amor? El padre de Gonzalo Fonseca está dispuesto a matar por amor a su hijo, convencido que es inocente, por lo que está bien matar por amor. ¿Es así? ¿Existen razones nobles por las que matar? ¿Podemos aceptar «la pena de muerte»? Los maltratadores también matan por «amor» o al menos eso dicen. ¿El amor es un atenuante frente a los que se atreven a matar por simple codicia? El resultado es el mismo, violencia y muerte. No, no hay atenuantes en el mal, eso lo sabe muy bien Indira Ramos. Sexo: Como hemos visto, el amor es el otro motor de la acción y lo que lleva a los personajes a actuar de forma extrema. Y en la novela el sexo se mostrará como la vertiente más extrema del amor. El sexo pagado tiene una gran importancia en la subtrama de Noelia Sampedro, una “escort” cuya honradez se pone en duda precisamente por dedicarse a la profesión más antigua del mundo. El sexo y el amor «peligroso» tendrán un peso esencial también en la subtrama del abogado Juan Carlos Solozábal, que se enamorará de la mujer de un mafioso. Y luego está la historia de amor entre Gonzalo Fonseca y su mujer. Si no hay pureza en esa relación, ¿no la puede haber en ninguna parte? Poder: El poder y como se sustenta en las sociedades contemporáneas es otra subtrama de la novela, que muestra hasta qué punto todos tenemos que estar subyugados al poder y sus dictaduras sistemáticas para poder sobrevivir. Esto se ve sobre todo en el terrible mundo de la cárcel donde está encerrado Gonzalo Fonseca y que se convierte en uno de los escenarios más fascinantes y sobrecogedores de la acción. La idea de poner a un inocente dentro de un inframundo como ese parece terrible, pero ¿es inocente? Más terrible parece la idea de que de que ese inframundo no se cierra en cuatro paredes, sino que se multiplique en libertad y sea imposible escapar de él. Es conocido el talento de Santiago Díaz dentro de la ficción televisiva, donde ha actuado de guionista desde hace dos décadas. La estructura de la novela se convierte así en su mayor acierto, un auténtico rompecabezas que el lector tiene que ir completando poco a poco. Cuando coloque la última pieza en el tablero y el lector pueda apreciar la imagen completa, la sensación de estupefacción será sobrecogedora. En total son 89 capítulos divididos en cinco actos, como una tragedia shakesperiana adaptada para televisión. Su clasicismo se termina en esta simple división de la acción , porque los capítulos actúan como otra cosa. No son fenómenos cronológicos y causales que empujan hacia una resolución final, sino son como pistas encontradas desordenadas que hay que ir acumulando y nos han de llevar a la resolución del crimen. De esta forma, fondo y forma se unen a la perfección. Cada capítulo termina así en un cliffhanger que pone en entredicho la pista anterior y hace que leer se convierta en algo imprescindible para intentar encontrar una verdad en todo este mundo colapsado por la decadencia moral. Todos somos un poco Indira Ramos, obsesionados con solucionar el caso de Gonzalo Fonseca. Y cuando creemos que nada nos puede sorprender, el autor nos devuelve a la casilla de salida, en un maestro giro de guión. Díaz juega con el tiempo y los espacios en una estructura dinámica, atómica, completamente moderna, que funciona como si te metieses en la cabeza de la persona que ha de resolver este difícil misterio. El autor nos lleva desde la comisaría hasta la cárcel, desde el resort de lujo a la casa de la víctima, de la consulta del psicólogo de Indira Ramos a la casa de Málaga de Ramón Fonseca, en un caso que vuelve a demostrar que la génesis del problema puede hallarse no días antes, sino hasta 25 años atrás. Santiago Díaz, el autor, es el hombre de los 500 guiones emitidos. Pocas personas han marcado tanto el inconsciente colectivo como Díaz. Desde hace 24 años, es una de las principales firmas dentro de los grandes éxitos de la ficción televisiva en todo tipo de géneros, de Compañeros a Aquí no hay quien viva pasando por El secreto de puente viejo o Yo soy Bea. Gran contador de historias, observador fino de nuestra realidad más próxima, sólo era cuestión de tiempo que se pasara a la novela. Lo hizo hace dos años con Talión, que por supuesto se prepara para una adaptación televisiva. Ahora regresa con su mejor historia hasta la fecha, El buen padre, un thriller en que ha volcado su absoluto dominio de la tensión narrativa y que nos presenta a una inspectora de policía que dará mucho que hablar, Indira Ramos. Una lectura que atrapa al lector desde la primera línea, ávido de conocer la verdad. ¿Quién es inocente? ¿Qué estarías dispuesto a hacer por tu hijo/a? La novela se salta todos los límites morales, siendo altamente adictiva. © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural
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Por Violant Muñoz i Genovés
Delparaíso es un lugar seguro, vigilado las 24 horas, lujoso e inexpugnable. Sin embargo, sus muros no protegen del miedo, del amor, de la tristeza, del deseo y de la muerte. ¿Acaso tiene sentido protegerse de la vida? Juan del Val dirige su mirada, lúcida e implacable, a este mundo tan hermético como inaccesible para construir una narración absorbente, a veces divertida y a menudo incómoda. Bajo su aparente sencillez, prácticamente en cada página el lector tendrá que enfrentarse a un dilema moral que le hará leer con el corazón en un puño. Detrás de la puerta de cada casa de Delparaíso hay un universo que se les escapa a los que se quedan fuera. Y dentro de cada una de esas casas, habitaciones desconocidas para los que se quedan en el umbral, y dentro de las habitaciones, personas que también son un misterio. Delparaíso es la tercera novela en solitario de Juan del Val. Las tres comparten elementos que definen un sello personal, que podemos resumir en su capacidad para convertir lo cotidiano en extraordinario y la realidad en una aventura apasionante para el lector. Esta novela encantará a los lectores a los que les guste enfrentarse a dilemas morales de complicada, cuando no imposible resolución. Trasladada a nuestra realidad, es una novela que agita las conciencias, como algunas de las grandes series televisivas del momento: The Affair, Big Little Lies o The Morning Show. Encontramos nuevamente una manufactura con un protagonismo coral y vidas cruzadas. Aunque en sus novelas hay personajes que vertebran la historia —Claudio, Silvia y Julia en Parece mentira; Candela, su madre y la abuela en Candela; y Luis y Eli, en Delparaíso—, el protagonismo es compartido por una extensa y variada galería de personajes. La novela es la suma de más de una docena de historias personales unidas por las relaciones de los protagonistas, por tres sucesos inesperados y por unos escenarios comunes. En un alarde de audacia narrativa el narrador en tercera persona pasa de una forma sutil de unos personajes a otros, incluso en el mismo párrafo: a veces una palabra sirve para cambiar de escenario y de protagonistas; en otras, distintos personajes realizan la misma acción en diferentes lugares; también juega con las miradas caleidoscópica sobre los mismos hechos. El autor nos propone una brillante metáfora. Como si fuera una urbanización de alto nivel, vista desde la distancia, la novela muestra una unidad estética y argumental; sin embargo, al acercamos distinguimos distintas casas, distintas vidas, distintas vivencias con entidad propia. Juan del Val compone sus personajes desde las emociones, con imágenes de retratos certeros. Dota a todos ellos de un volumen que ayuda al lector a seguir una historia coral. Su mirada certera es capaz de dibujarlos con un solo trazo magistral, con una sola frase: «No tiene fuerza ni para desear aquello que le conviene», nos dice de Borja Urquijo. El sexo en sus distintas formas está muy presente en la novela: como divertimento, como castigo, como consecuencia del amor, como venganza, como expiación, como arma de poder… Juan del Val lo describe sin tapujos y sin adornos, con la misma naturalidad con la que nos sumerge en las vidas de sus personajes. Delparaíso es una de las urbanizaciones más lujosas y exclusivas de España. Situada cerca de Madrid, sus setenta casas son iguales, al margen de la decoración que cada propietario decida. De los despropósitos estéticos y de la vulgaridad nadie es responsable, salvo los dueños. «El problema es que para vivir aquí solo es necesario tener dinero», sostiene Eli. La última casa que se vendió alcanzó un precio de 2,7 millones Todas las casas están construidas en medias alturas. Tienen una gran entrada y desde la puerta puede verse el porche y un poco más allá, el jardín con la piscina al fondo. Toda la planta baja es prácticamente diáfana, tan solo la cocina de casi setenta metros cuadrados y un gran cuarto de juegos se esconden tras las puertas. En la segunda planta hay cuatro habitaciones y dos baños y, en la tercera, la habitación principal con otro baño enorme y dos vestidores. En el sótano, la mayoría ha optado por un gimnasio, el cuarto para el servicio y, casi sin excepción, una sala con proyector y pantalla de cine. La propia decoración ayuda a dibujar a los personajes, nos sirve de marco. Hay casas, como las de Luis y Eli, repletas de muebles de diseño, algunos de época exclusivos, y obras de arte, algo lógico por la profesión de ella. Las hay con una decoración recargada, casi rococó, que poco pega con la estructura interior de líneas rectas, como la de Mayte; las hay decoradas por profesionales a las que se les nota que todo está comprado a la vez, que en cada rincón está el mueble preciso, más artificial, como las casas de las revistas de muebles: así es la de Luca y Lorena. Y luego están aquellas en las que la decoración carece de importancia, simplemente son muebles que tienen una función concreta, como los de Sergio y Yolanda. Los niños juegan tranquilos en sus calles, las mamás más jóvenes empujan el carrito de sus bebés, los perros pasean por caminos específicos de la mano, casi siempre, de la chica de servicio (sudamericana o filipina, va en gustos), que es la que recoge la caca. Estamos en una de las urbanizaciones más seguras de Europa: hay una doble barrera de seguridad, se precisa la autorización de los propietarios para dar paso a cualquier visita, las chicas del servicio se identifican a través de la huella dactilar, todo el perímetro está protegido por una valla de hierros con su final en punta, previa a un foso de tres metros y, tras el foso, otra valla igual a la anterior. Decenas de cámaras controlan hasta el último ángulo de la urbanización, vigilada además por un coche de seguridad las veinticuatro horas del día. Y es que, el dinero suele tener miedo. No es solo el lujo, la exclusividad aquí está concebida a partir de ese miedo. «Nada malo puede pasarte en Delparaíso», podría ser el lema. En Delparaíso todos aparentan: matrimonios que no se soportan en privado, parecen unidos en público; hijos y padres que se ignoran en casa, forman felices unidades familiares en sociedad; hombres de negocios arruinados actúan como en sus mejores tiempos; otros sufren para llegar a final de mes a causa del coste de vivir en una urbanización de lujo, pero hacen de tripas corazón… Hasta Mayte aparenta tener menos de lo que en realidad tiene. El lector es el único que dispone de todas las cartas y sabe quién va de farol. Tras la apariencia de felices parejas ricas, los matrimonios de Delparaiso ofrecen una variada gama de relaciones lícitas e ilícitas, apasionadas y frías, vivas y moribundas. Luca y Lorena mantienen y cultivan la pasión tras muchos años de matrimonio; Sergio se consuela en el bondage con una dominatriz rusa, mientras su esposa se hunde en la depresión; Luis busca carne joven y no le importa mentir para evitar cualquier responsabilidad; Mariano y Carmen han redescubierto el amor tras sendas experiencias negativas. El sexo, el matrimonio y la pasión forman uno de los grandes temas de la novela. Las relaciones entre padres e hijos tienen un peso importante en la historia. Eli y Borja están marcados por la tensa relación con un padre intransigente y profundamente conservador. En Delparaíso viven muchos adolescentes cuya relación con sus familias pasa por la conflictividad típica de la edad. Muchas y muchos de ellos buscan su lugar en el mundo por oposición a sus mayores. Aunque ninguno llega tan lejos como Lola, la hija de Pascual y Dolores, que odia a su padre y fantasea con matarlo. Solo alguien que escribe desde los sentimientos, como Juan del Val, puede abordar un tema tan espinoso. Nos habla del personal de servicio en las urbanizaciones de los alrededores de Madrid, de sus dificultades para llegar al trabajo con desplazamientos largos y complicados. A través de los cuatro primos rumanos nos explica los problemas de la adaptación a un nuevo país, la nostalgia por la familia que se dejó atrás y los prejuicios a los que se enfrentan a diario y que pueden llegar a provocarles problemas muy graves. Hasta aquí podemos escribir sin desvelar una parte sustancial de la trama. Problemas personales o financieros al margen, Juan del Val describe la burbuja en la que viven las clases sociales más privilegiadas. Una burbuja que es fruto del miedo a la inseguridad y, en buena medida también, del empeño por mantener las apariencias. Los escenarios descritos en esta página forman parte de ella; igual que la manera en la que ven la realidad o tratan con el servicio. Además, Delparaíso tiene un carácter metafórico —todos vivimos hoy en nuestras propias burbujas—y una voluntad universal que va más allá de los límites geográficos de la historia. Aunque el escenario principal, geográfico y argumental, de Delparaíso es la urbanización del mismo nombre, Juan del Val amplía el espacio físico y emocional de los personajes a otros ambientes y lugares. Sus descripciones responden, también aquí, a su estilo: cortas y certeras. No necesita muchos artificios para situar al lector y transmitirle sensaciones usando la vista, el oído e, incluso, el olfato. Además, relaciona esos lugares con el estado anímico de los personajes, de forma que un mismo escenario puede provocar distintas reacciones según quién y cuándo interactúa en él. Encontramos el Madrid del lujo. Por su nivel socioeconómico, los vecinos de Delparaíso se mueven en comercios, restaurantes y hoteles de alto nivel. Compramos con Yolanda y sus hijos en Hackett y Ekseption. La lencería de Lorena es de Agent Provocateur. Carolina recuerda que Luis la ha llevado a los mejores restaurantes y a los hoteles más lujosos de Madrid, y también, de Sevilla, San Sebastián y París, en las escapadas que hacen de vez en cuando. Para celebrar varias ventas de la galería, Patrick invita a Eli al Kabuki, un restaurante de cocina de fusión japonesa y mediterránea cerca del Bernabéu. El otro Madrid, el más popular. Un abanico tan amplio de personajes nos permite visitar, también, el Madrid castizo, que incluye las zonas clásicas de ocio de la capital. El autor nos describe la realidad multicultural que se extiende alrededor de la Gran Vía y de la plaza de España. Aparece Coslada. Allí viven la mayoría de los rumanos que residen en Madrid. Hay locales a los que van los primos Razvan, Ferka, Cosmin y Mihai, porque se encuentran con chicas con las que pueden hablar en su idioma. Chicas de servicio la mayoría, y chicos obreros casi todos. Y nos adentramos en Las Tablas. Un barrio alejado del centro y formado por una sucesión de urbanizaciones muy parecidas entre sí, construidas en torno a calles paralelas y perpendiculares, bloques de seis u ocho plantas en cuyo centro hay una zona común con piscina incluida. Allí vive Pascual Ramírez. Juan del Val ha trabajado en obras (de construcción, no de teatro), en periódicos, en revistas, en radio y en televisión; director, productor, guionista y presentador, comenzó su andadura profesional en Radio Nacional de España en 1992 y desde entonces ha desempeñado su labor en TVE, Antena 3, Telecinco, Canal 9, Onda Cero y Melodía FM. En la actualidad es guionista y colaborador de El Hormiguero. “Delparaíso” es su quinta novela después de “Para Ana de tu muerto”,” Lo inevitable del amor”, “Parece mentira” y “Candela”, con la que recibió el Premio Primavera de Novela en 2019. © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural |
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