Por Violant Muñoz i Genovés
Porque en los lugares idílicos tampoco nada es lo que parece. La misteriosa desaparición de una niña en las marismas del río Ter, un detective marcado por su pasado y una mente perturbada son los principales reclamos de este trepidante thriller criminal, ambientado en la Costa Brava catalana y escrito a cuatro manos por madre e hijo. Esta novela es adictiva, directa y cruda, pero también una historia emotiva y diferente. Sus autores, Beatriz Roger y Luiso Soldevila, arrojan luz a la oscuridad. Una tarde, a pocos días de Navidad, la pequeña Bashira desaparece sin dejar rastro en los jardines de un hostal en las marismas del río Ter, en la Costa Brava. Mientras el comisario Héctor Narváez y su equipo se movilizan para encontrar cualquier rastro de la niña, el detective Nico Ros, que ha llegado al pueblo de Llafranc para pasar las fiestas con su familia, recibe un encargo en la misma dirección. Jamal Daher, conocido narcotraficante de la zona y amigo de la infancia de Nico, contacta de nuevo con él y lo contrata para reforzar la investigación policial. «...Nota que alguien le observa. Alza la mirada hacia la parte alta de la casa y ve como en una de las ventanas del piso de arriba, una cortina se balancea ligeramente. Alguien está espiando...» A pesar de sentirse incómodo con la petición de Jamal, el detective no cesará en su empeño de localizar a la pequeña. ¿Alguien la retiene o se fue de los jardines por su propia voluntad? ¿Por qué nadie ha pedido un rescate todavía? ¿Se ha alertado de otras desapariciones? A pesar de las dificultades del caso y de los recuerdos de un pasado doloroso, Nico se apoyará en la lealtad del equipo policial dedicado a esclarecer el suceso, con el comisario Narváez a la cabeza y el sargento Marcos Quiroga. Aunque el tiempo parece ir en contra de los deseos de Nico, este no será el único obstáculo al que deberá enfrentarse. Las inclemencias del clima invernal en un lugar idílico durante el verano, el complicado paisaje y los secretos y mentiras de los habitantes de las marismas complicarán una búsqueda contra reloj. Cada hora que pasa disminuyen las esperanzas de encontrar a Bashira con vida. Muertes inesperadas, cantos en la noche y la participación de Sol, la conocida como la bruja de las marismas, aumentarán la tensión de este apasionante thriller desarrollado en un territorio inhóspito. Porque en las ciénagas del Ter nada ni nadie son lo que parecen. Marismas es un thriller diferente, el resultado de la aventura en común de una madre y un hijo que, un poco por casualidad, decidieron escribir, a cuatro manos y dos cabezas, una trepidante novela policial y de misterio. Esta obra es un regalo para un público ávido de emociones fuertes y de historias originales, en las que los giros sorprenden y el ritmo se imprime desde que arranca el caso y avanza la investigación policial. La tensión narrativa no desfallece en ningún momento. Los autores han conseguido hilvanar una trama adictiva que crece en intriga con cambios tan imprevisibles como frecuentes. Y es que esta novela tiene todos los elementos para que abandonar sus páginas sea una tarea imposible y nos deje con ganas de más. La fuerte complicidad entre ambos autores, imprescindible en un proceso de escritura compartido, ha dado como resultado una novela negra equilibrada y con una voz propia. «Escribir así es mucho más fácil de lo que podría parecer. El libro está repartido al 50 % y los dos opinábamos sobre lo que habíamos escrito cada uno», comenta la autora Bea Roger. «...Teníamos una hoja de ruta muy clara, pero cuando te sumergías en la historia y empezabas a escribir se te ocurrían muchas ideas nuevas...», explica, por su parte, el autor Luiso Soldevila. Esa riqueza creativa se luce, también, en la construcción de la trama y el desarrollo de la historia. «...La oigo llamarle y decirle que la espere. Pobre niña estúpida. Antes de escaparme a hurtadillas, vuelvo a mirar hacia la ventana. La cortina se mueve. Pero la sombra ya no está....» De entrada, los lectores se sentirán atraídos por un narrador en primera persona, cuya identidad desconoce pero que se manifiesta como una mente perturbada. Luego, la trama de la desaparición de la niña avanzará con el clásico narrador en tercera que centra su atención en el verdadero protagonista, el detective Nico Ros, un hombre sobre el que gira toda la acción y cuyo retrato se aleja del típico investigador difícil, solitario y atormentado por sus problemas. Todo lo contrario. El suyo es un personaje noble que se complementa con un universo de secundarios repletos de particularidades, algunos de ellos unidos a él por una tragedia común. «...Son el acompañamiento de Nico, pero cada uno por sí mismo pone un punto diferencial en la novela...», afirma Bea Roger. «...La historia pivota alrededor de él, pero cuando te familiarizas con otros personajes, te das cuenta de que son cruciales para Marismas...», añade Luiso Soldevilla. Los lectores desearán saber más sobre ellos por el interés que despiertan todos desde su primera aparición. Junto con los personajes que forman el peculiar clan de Marismas, otro elemento determinante es el lugar de los hechos y cada uno de los escenarios situados en la localidad de Llafranc, en la Costa Brava, y en las marismas del río Ter. En ese sentido, los autores consiguen aportar ese halo de misterio y desasosiego a la narración tan necesario para construir la atmósfera criminal. «...El viento de levante se retira perezoso. Las aguas del río y las olas del mar se serenan. De pronto, como si de un milagro se tratase, todo está en calma y cualquiera, al observar la mañana tan limpia y fresca, podría equivocarse y pensar que las horas venideras prometen cosas buenas….» La naturaleza y el paisaje, junto con los lugares reales elegidos por los autores, tienen un papel relevante en la historia. La narración consigue sumergir a los lectores en una atmósfera inquietante que contrasta con lo que puede esperarse de poblaciones costeras como Llafranc y zonas como la playa de la Gola de Ter. El mar en verano significa diversión y vacaciones, pero cuando llega el frío puede ser un lugar solitario y tenebroso. En Marismas, el mar es cómplice de muchos misterios, intrigas que se acrecientan cuando hay tormenta y que persisten a pesar de una calma aparente. «...El mar sereno realiza su suave y eterno vaivén con un movimiento tan repetitivo como incesante, ajeno al devenir de los pobres humanos, a sus alegrías y miserias, a que una niña vague perdida sola o, peor todavía, yazca muerta y abandonada...» «...Nos encanta la Costa Brava, la comarca ampurdanesa, sus gentes, pueblos y playas mediterráneas. Tuvimos claro que esos serían los escenarios de nuestra novela...», comentan los autores. Una de las bellezas que nos regala la Costa Brava es la desembocadura del río Ter. El paraje empieza en la montaña del Montgrí y pasa por sus bosques hasta fundirse en el Mediterráneo. El agua del río se confunde con la del mar, creando bellas y peligrosas marismas que condicionan el desarrollo de este thriller y dan nombre a la novela. Al igual que al idear los personajes y la trama, Bea Roger y Luiso Soldevila componen una atmósfera luminosa y oscura que atrapará a los lectores. Las descripciones, con una escritura directa y ágil, situarán al público en lugares reconocibles y ahondarán en el misterio. Los lectores recorrerán las marismas y se adentrarán en espacios llenos de sospecha como el hostal Les Dunes, el camping El Delfín Blanco y sus alrededores inhóspitos. Lugares que muestran una cara desconocida y perturbadora en invierno. Los lectores se sentirán, sin duda, en el entorno creado. «...Nico piensa en todas las veces que ha recorrido en bici con Estela esos caminos, los bosques y los arrozales hasta llegar a la inmensa y agreste playa de dunas de arena blanca, para acabar tumbándose al sol cerca del pequeño delta donde muere el río Ter. Lo que más le gusta de la Gola son los drásticos cambios de aspecto según las estaciones. En invierno, muestra su cara más fantasmal cuando es invadida por la bruma o las crecidas del río que provoca el furioso viento de levante...» BEA ROGER Y LUISO SOLDEVILA son madre e hijo. Su pasión compartida por la ficción en cualquiera de sus manifestaciones, literatura, series, películas, etc., los llevó un día a plantearse escribir una novela a cuatro manos de la que ”Marismas”es el resultado. BEA, cursó estudios de Derecho y se graduó en Criminología por la Universitat de Barcelona. Desde hace años se dedica a la rehabilitación de personas con problemas de adicción y dirige el centro Despierta. LUISO, graduado en administración y dirección de empresa en el IQS School of Management, Universitat Ramon Llull, estudió cine en la escuela Bande à Part de Barcelona y en la New York Film Academy de Nueva York. Ha trabajado en importantes distribuidoras y productoras de cine como DeAPlaneta y A Contracorriente Films, en la que actualmente ejerce su profesión. Esta obra es un regalo para un público ávido de emociones fuertes y de historias originales, en las que los giros sorprenden y el ritmo se imprime desde que arranca el caso y avanza la investigación policial. La tensión narrativa no desfallece en ningún momento. Los autores han conseguido hilvanar una trama adictiva que crece en intriga con cambios tan imprevisibles como frecuentes. Y es que esta novela tiene todos los elementos para que abandonar sus páginas sea una tarea imposible y nos deje con ganas de más. Al menos así ha sido para mí…. Puedes escuchar la entrevista que les hice para mi programa de radio Cajón de libros en este link: https://go.ivoox.com/rf/82514517 © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural
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Por Violant Muñoz i Genovés
¿De qué va la vida, así en general? ¿De qué va la vida de la gente? No la de la gente a la que le pasa algo extraordinario que cambia toda su existencia, sino la de la mayoría... Esta es la crónica de un salto al vacío. La protagonista de “El instante antes del impacto” es una mujer de casi cuarenta años, casada y madre de dos hijos, creativa en una filial de una agencia de telecomunicaciones donde no crea nada pues, sus jefes, desde hace seis años —justo cuando supieron de su primer embarazo, justo cuando acababa de empezar a trabajar— le hacen mobbing. Ella está frustrada, agotada, exhausta por la vida que lleva y decide rebelarse contra todos: durante los próximos 365 días escribirá un diario. ¿Acaso la escritura no es la más silenciosa y potente de las armas? A nuestra protagonista le gusta compararse con la poeta Sylvia Plath y es que en estas páginas hay algo de La campana de cristal y también algo de la propia vida de Plath. ¿No están todas las mujeres del mundo agotadas de tener que buscar la perfección y estar tan solas en el mundo? La caída al vacío se produce línea a línea, página a página. Quien escribe este libro es una mujer que ha dejado de creer en todos los cuentos y decide contar su propia historia. «...Estoy en otro lugar. Un lugar que podría no existir. Un lugar que no importa a nadie. Donde ya no tengo nada que perder. Porque todo, de alguna manera, se ha ido perdiendo durante la caída. El piso en Madrid, el trabajo estable, las promesas consumistas clamando que, con el producto adecuado, tu vida mejorará. Un día dejé de creer en todo eso. Comprendí que todo era mentira. «Compra, sé feliz». Hijos de puta. Fue entonces cuando tomé la decisión de no comprar nada que no fuera esencial para la vida. Ni planes de telefonía, ni zapatos, ni camisetas, ni crema suavizante. «¿Acaso crees que esto va a afectar al sistema?», preguntarían, burlándose. Yo, como esos gorriones diminutos, con mi cuerpo frágil, mi cuerpo flaco, mi cuerpo aire colándose por accidente en el fuselaje de un Boeing 787. Una Sylvia Plath terrorista haciendo explotar el maldito horno repleto de triperóxido de triacetona en pleno Mobile World Congress...» Se siente desaprovechada, inútil, es como si su trabajo no valiera nada, como si fuera invisible, peor que invisible, como si fuera una flor de orquídea como la maceta que decora su mesa, está ahí, hace bulto, cumple una función, pero nadie repara nunca en ella. Y poco a poco, va desapareciendo. Podría irse, podría armar un escándalo, pero la rabia no es algo que se le tenga permitido a las mujeres, por eso decide aprovechar su jornada laboral de horario reducido por maternidad para escribir. Y más que escribir, parece que vomita las palabras, con toda la urgencia del mundo, con la necesidad de aquella a la que le han tapado la boca demasiado tiempo. ¿Cómo recibe el mundo empresarial a las madres? ¿Qué hace con sus sueños, con sus deseos, con su futuro? «...Cuando entré a trabajar aquí me encontraba en mi apogeo profesional. Llevaba un montón de años trabajando como redactora creativa en los departamentos de publicidad de grandes multinacionales. Pero fui madre. Dos veces. Ellos ya no sonríen. Ya no dicen: «Haremos grandes cosas». He empezado a escribir esto porque llevo cinco años sin hacer nada. Sin que me pasen ningún trabajo. Entro a las nueve de la mañana, me siento, enciendo el portátil, espero hasta las tres de la tarde, que es cuando termina mi horario de jornada reducida por el cuidado de dos menores, apago el portátil y me voy a casa...» La frustración de nuestra protagonista es doble: por un lado, en la oficina es invisible, por otro, tiene que llevar las riendas de su casa, de su familia y de su matrimonio con un gran coste emocional y físico. Horacio, su marido argentino, ex cantante de rock y creativo publicitario, decide dejar su trabajo para encontrarse a sí mismo. Esas cosas pasan. Ella lleva queriendo dejarlo seis años y no lo ha hecho porque, si lo hiciera, sería sin indemnización y sin derecho a paro. Y él, sin pensar en nada más, cambia de vida. Una de las mayores virtudes de nuestra protagonista como narradora es la capacidad que tiene para ver con cierta distancia y socarronería su propia cotidianidad. ¿Qué sería de esta mujer si no supiera reírse de su propia vida? «...—Dejé el laburo. Yo aún llevaba las tijeritas de las uñas en la mano, las bragas bajadas hasta media pierna. Unas bragas funcionales, cómodas, de algodón negro, lavadas a temperaturas muy superiores a las recomendadas en la etiqueta, que no estaban preparadas para afrontar con dignidad catástrofes familiares. Me las he subido deprisa, pensando en la escena de las medias en El graduado. Con qué dignidad, con qué superioridad lo hacía ella y con qué lástima lo estaba haciendo yo. Yo también soy mayor que él. No mucho más, en realidad, pero en aquellos momentos parecía que fueran tres siglos los que nos separaban, en vez de tres años. He salido y hemos venido aquí, a esta misma cama, que es donde tenía los vaqueros, porque este tipo de conversaciones se deben mantener vestidos, pensé. Él ha mirado la mano en la que llevaba las tijeritas. Unas tijeritas inofensivas pero que en un control de aeropuerto serían consideradas arma blanca...» Esa es la premisa de esta historia: una mujer de casi cuarenta años que todavía intenta encontrar su lugar en el mundo tiene que lidiar, además, con la crisis de mediana edad de su marido que arrastra de un lado a otro de la casa un ejemplar de El poder del ahora de Eckhart Tolle —esa biblia contemporánea de la autoayuda— como tabla de salvación. Su marido cree tener la sabiduría que a ella le hace falta o, quizá, la sinvergüencería. Y nuestra protagonista no solo decide contarnos día a día su bajada a los infiernos, sino que, por si fuera poco, emprende una cruzada contra las moderneces del siglo XXI: deja de comprar un montón de cosas como velas aromatizadas o detergente en cápsulas o desodorante líquido o donuts o vaqueros en un esfuerzo por ser mejor y por ahorrar ahora que ella es la única que lleva dinero a casa. Y esos niños, Hijo Mayor e Hijo Pequeño, víctimas del capitalismo, del mindfulness y de sus padres. «...Digo a Mayor y a Pequeño: «No vamos a comprar nada que no necesitemos de verdad». Ellos me preguntan qué quiere decir de verdad. Si por ejemplo el Batmóvil de Lego es una de las cosas que necesitamos de verdad. Le digo a Pequeño que las cosas que necesitamos de verdad son las que necesitaríamos para sobrevivir. O para llevarnos a la selva hondureña. Mayor me explica que como Batman no tiene ningún tipo de superpoder, necesita el Batmóvil para que no puedan matarlo. «Nosotros no somos Batman», le digo, terminando la discusión. Les cuento que he anotado en una lista las cosas que necesitamos de verdad. Pero mientras las dicto, una voz enlatada empieza a sonar diez tonos más aguda que la mía, enumerando otra lista alternativa de productos en oferta. Productos que venden como si te salvaran la cena pero que en realidad están dirigidos a destruir la humanidad. En vez de marcas de alimentación, me parece oír: «En el pasillo central le ofrecemos diabetes tipo dos, obesidad mórbida, colesterol, hipertensión y afecciones de disfunción colorrectal»...» Si el trabajo en la oficina es agotador por ser inexistente, la crianza y los cuidados ocupan un lugar privilegiado en su relato. Cuando trabajaban los dos, tenían contratada a Olga, una mujer que venía a ayudarles con los niños, pero ahora que Horacio ha dejado el trabajo, ya no viene. Nuestra protagonista confía en su marido, en que cuidará de sus hijos, los atenderá como ella lo haría porque, al fin y al cabo, es su padre, pero quizá todavía no haya aterrizado en el presente y, en su mente, fantasee con otra vida y no se acuerde de comprar pañales. Algo pequeño que puede provocar una hecatombe. «...Cuando vuelvo del trabajo y entro en casa, veo que Pequeño está arrojando piezas de Lego contra el ventanal del patio ante la mirada pasiva de Horacio. A la vez tengo la visión de mi hijo con dieciocho años lanzando piedras contra el escaparate de El Corte Inglés, y no sé por qué la visión no me intranquiliza, sino al contrario. Me acerco para abrazarlo y noto que el pañal está a punto de reventar. —¿No lo has cambiado? —No quedaban pañales. He reciclado los que había en la papelera del baño, los que no estaban tan meados. —¿No has ido a comprar más? —Solo había de esos ergonómicos que son carísimos y que tú no quieres que compre...»de gira por festivales de provincia. Aunque quizá lo que más echa de menos la protagonista es esa otra mujer que fue antes de ser madre, esa otra vida posible que otra sigue viviendo por ella.«En cierto modo, sí extraño a ese Horacio que conocí, las historias que me contaba sobre su ascendencia soriana, las migraciones de abuelos y bisabuelos cruzando el mar en idas y venidas. Pero no, no es exactamente eso lo que echo de menos, me doy cuenta cuando abrazo fuerte a Pequeño. Lo que echo de menos no es al Horacio de antes, sino a la mujer que era yo cuando él me conoció. La chica que escribía todas las noches, tumbada en el suelo, en una libreta de tapas negras, pensando soy Anaïs Nin, soy Sylvia Plath, soy Alejandra Pizarnik, pensando ellas sí me representan, pensando ellas hablan de todo esto, de la sangre, de las náuseas, de cosas afiladas...» Hay también una crítica mordaz a la perfección que en las redes sociales se impone a propósito de la maternidad. ¿Qué es ser madre?, parece preguntarse nuestra protagonista. ¿Cómo escapar de ese espejo que hace que te veas como la madre más horrible e imperfecta del mundo? ¿Hasta dónde llegarán las exigencias contemporáneas? En el trabajo nos dicen que tenemos que buscar a gente aspiracional en quien inspirarnos para la campaña de los nuevos planes de telefonía de esta primavera. «...Fijaos en esas madres blogueras, haciendo galletas de trigo sarraceno, batidos de algarroba y chía, crema de cacao con aceite de coco y aguacate vestidas con ropa impecable de algodón orgánico, madres del siglo XXI, de aspecto sano, joven y radiante. Esa es la mujer a la que hay que mostrar hablando por teléfono y riendo, feliz. —¿Qué hacés? —pregunta Horacio al entrar en la cocina, distrayéndome de mis cavilaciones. —Crema de cacao con aguacate y aceite de coco. Horacio echa un vistazo, escéptico, al contenido del cazo que tengo al baño maría. Es verdad que tiene el aspecto de una pasta grumosa de un color bastante extraño. —No creo que coman eso. Cómprales crema de cacao del súper. —Mira, hago lo que puedo, ¿de acuerdo? —respondo, airada—. La del súper lleva aceite de palma. —¿Y qué tiene de malo? ¿Acaso la palma no es un vegetal, como el aguacate? —Queman orangutanes para plantar la palma. Los queman.—¡Qué decís! —Lo dicen estas madres blogueras...» ¿Y qué ocurre con la gestión del tiempo? El tiempo, ese bien tan preciado de este siglo que todos nos quieren vender. Mientras nuestra protagonista trabaja, cuida de sus hijos, se ocupa de la compra, de que coman sano, visita a sus padres y se olvida, una vez más, de lo que quiere o desea ella, su marido le pide tiempo, le pide días, se va de gira. Cada una de las cosas que no compra la protagonista —tintes, loción antipiojos, hamburguesas del Burger King, laca de uñas, Dalsy—, cada una de las cosas en las que no cree —el running, el mindfulness, Linkedin, el crudiveganismo, el zen, Inditex— son un paso más hacia la liberación de todas las cadenas que nos empujan a producir, a ser, a crecer, a elevarnos hasta los cielos consumistas que harán que la caída sea todavía más salvaje. «...En la época de las cavernas no había que tomar decisiones para llegar a ser alguien, para triunfar, para destacar artísticamente, para ser serio haciendo cosas serias y dejar ahorros en un banco serio. Solo había que tomar decisiones para sobrevivir al cabo del día. Emulo la época de las cavernas mientras des-piojo a mis hijos con vinagre de manzana frente a una bandejita de frutos rojos, que les he dejado en la repisa de la bañera para que estén quietos y se dejen quitar las liendres con el peine de púas finitas. Tengo mi pequeña cueva, mis bayas, pero me falta la tribu. No sé en qué momento empezamos a poner cerrojos en las puertas, debió de ser entonces cuando perdimos los instintos. Los cerrojos que nos protegen de lo de fuera, pero ¿cómo protegernos de lo de dentro? ¿Cómo proteger a los niños de una madre que a veces está de mal humor?...» Trescientos sesenta y cinco días en la vida de una madre, trescientos sesenta y cinco días de agotamiento y estupor. Cuando llega el verano, Horacio anuncia que se va de gira con su grupo y nuestra protagonista que es una mujer del XXI para lo bueno y para lo malo, apoya a su marido y sostiene la familia con su trabajo y los cuidados a sus hijos. Quizá la clave para mantener un matrimonio, parece decirse la protagonista, no sea el romanticismo, sino la logística. «...Me levanto y cojo el calendario de la cocina, uno de esos donde cada número tiene casillas bien grandes para apuntar logísticas familiares. Porque eso es lo que hacen la mayoría de las familias, sentarse a negociar ante la gran pregunta, que no tiene nada que ver ni con el amor, ni con la vida, ni con la muerte, sino «qué días te encargas tú de los niños y qué días me encargo yo...» Ella sigue trabajando en esa oficina donde todos le hacen el vacío, lleva cada día a sus hijos al campamento de verano, sale de la oficina, los recoge, hace la cena, los baña, juega con ellos y, cuando puede, cuando todos duermen, escribe este diario que parece ser lo único que la salva, aquello que amortigua la caída. Horacio va a Málaga, a Bilbao, a Benicàssim, a París. Y ella no va a ninguna parte. Bueno, sí, se va a una playa de la Costa Brava con sus hijos, sus padres, sus hermanas, cuñados y sobrinos y vuelve, como era de esperar, más agotada que relajada. Y hasta decide teñirse de rubio ella también. Necesita ser otra, jugar a ser otra, que el espejo le devuelva otra imagen de sí misma más benevolente. Aunque por dentro sigue siendo morena. —Horacio, ¿a ti te parece que tengo una cara proporcionada? —Intento deshacerme los nudos con el peine, por la mañana, frente al espejo, arrancándome mechones enteros de falso cabello rubio. —¿Qué clase de pregunta es esa? —me responde Horacio desde la habitación.—Es que siempre me dices que qué buena cola, pero nunca me dices que soy bonita. —Sé que no soy bonita, que tengo otras cualidades, pero quiero saber cuáles son. A los cuarenta necesitas concretar. —¿Pasó algo, amor? ¿Va todo bien? Le cuento que a veces me pasa, que me cruzo con una mujer en la calle que me deja embobada y me fijo en qué reacción le habrá provocado a él, y la mayoría de las veces ni la ha visto. «Pero ¡si resplandecía!». Tenemos conceptos diferentes de lo que es la belleza y eso me despista. —Pero, dime, ¿qué es lo que viste en mí aquella noche? ¿Qué es lo que te hizo «darte cuenta»? Estoy despojándome de tantas cosas que temo perder también «eso». Temo ese momento fatídico que anuncian mis amigas con el rímel corrido, después del último tequila: «Perdimos la magia...» Al final de esta historia hay un viaje frustrado de la protagonista a París, hay también un marido que vuelve a casa, se deja la guitarra olvidada en un taxi y busca un trabajo. Hay una mujer que parece haberse acercado a esa que quiere llegar a ser, a esa que ya es, gracias a la escritura. Una mujer que con la escritura ha conseguido creer en ella. Porque esta historia no es solo un diario de una mujer desquiciada, sino que es un viaje hacia una misma. «...Terminaré esto, que ya casi es la hora, sonará el timbre, me acercaré con las otras madres a las verjas del colegio esperando a que abran la puerta. Cierro la agenda y me la guardo en el bolso. Esto se cierra pero lo otro sigue abierto, como una cicatriz sin sutura. ¿Qué es lo otro? ¿El argumento? ¿La pupila del ojo en Un chien andalou atravesada por una navaja? Nadie espera nada de mí y eso es muy tranquilizador. Los únicos que esperan algo de mí, todos los días, a las cuatro en punto, son mis hijos. El mundo sobrevivirá sin mis palabras, pero ellos no pueden sobrevivir sin mi presencia detrás de las verjas, que ya se abren. Cruzo el umbral, atravieso el patio y salto, uno, dos, tres, mientras piso cada casilla de la rayuela y llego al cielo, que es la casilla azul con un chicle pegado. Mis hijos, al verme, corren hasta mí. —¿No tienes una piedrita, mamá? —No, cariño, vivimos en una ciudad sin piedritas, pero con una madre que, pase lo que pase, estará aquí todos los días a las cuatro de la tarde. Lo otro es superfluo. Las palabras no son nada. Nada es nada. Escribir a pesar de todo, a pesar de que no importe a nadie. O, precisamente, porque a nadie le importa un carajo...» Glòria de Castro Pascual es una autora revelación, la voz de una generación llena de dudas, de rabia y, a pesar de todo, de pasión. Según ella misma se define, «una mujer normal y corriente que escribe, como decía Angélica Liddell, para evitar salir a matar a gente». Hija de un empleado de banca y de una maestra de lengua, pasó su infancia rodeada de libros. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Barcelona, trabajó como redactora creativa en agencias de publicidad mientras asistía a cursos de escritura en el Ateneu de Barcelona, y para una empresa de telefonía, experiencia que sirvió de base para su primera novela, “El instante antes del impacto”, fue finalista del prestigioso Premio Clarín (presentada con el título inicial de No compro nada) pero fue rechazada por varias editoriales, lo que la llevó a auto traducirse al catalán para presentarse a un premio literario. No ganó, pero fue descubierta por Periscopi, junto a la que Lumen inicia la publicación de su obra. Actualmente vive en Llubí, un pequeño pueblo de Mallorca, trabaja en una fundación de educación holística e imparte clases de yoga. Por Violant i Genovés
En 2022 se conmemora el quinto centenario de la muerte de Elio Antonio de Nebrija. La editorial Espasa publica esta novela en la que Luis García Jambrina recrea la figura del gran gramático y humanista, a propósito de un posible intento de asesinato que investiga Fernando de Rojas, amigo de Nebrija y pesquisidor del rey. Se trata de la sexta entrega de este personaje que ya forma parte del imaginario colectivo. A comienzos del siglo XVI, un tipógrafo aparece muerto de forma violenta en una imprenta de Salamanca. El taller está revuelto y han desaparecido varios originales del célebre humanista Antonio de Nebrija. El catedrático le encarga a su antiguo alumno, el pesquisidor Fernando de Rojas, que averigüe quién mató al cajista y recupere los manuscritos robados. La tarea no va a ser fácil, pues Nebrija cuenta con muchos enemigos dentro del Estudio salmantino por sus numerosos enfrentamientos con otros catedráticos, debido a su guerra abierta contra la barbarie que asola la Universidad y por considerar que la gramática ha de estar por encima de las demás disciplinas y saberes, ya que es la base y el instrumento del que todas ellas se sirven. Esto hace que Rojas tenga que enfrentarse a los enemigos de la imprenta y de las nuevas ideas, simbolizados por esa niebla perpetua que cubre en otoño e invierno la ciudad de Salamanca e impide ver la luz. El manuscrito de niebla constituye una nueva entrega de lo que Luis García Jambrina ha dado en llamar «Los manuscritos secretos del pesquisidor Fernando de Rojas», tras la publicación hace justo un año del titulado El manuscrito de barro. Con ellos se amplía la serie iniciada con la tetralogía de «Los cuatro elementos». Según el autor, estos nuevos «manuscritos» fueron hallados a raíz del derribo de una vieja casa en el casco histórico de Talavera de la Reina, donde, para algunos expertos, pudo haber vivido algún descendiente de Fernando de Rojas. Entre los escombros de la vivienda, apareció un viejo arcón con varios «manuscritos» sobre el célebre escritor y pesquisidor de los que no se tenía noticia, ya que no se mencionan en ninguno de los publicados hasta entonces ni en ninguna otra parte. Cuenta Luis García Jambrina que en ellos se narran algunos casos que han permanecido ocultos durante cinco siglos, tal vez porque en su día así lo demandaron las autoridades pertinentes o los familiares de las víctimas, o puede que por miedo a la censura y al Santo Oficio, o debido a alguna otra circunstancia relacionada con los crímenes de los que en ellos se da cuenta. El que les presentamos en este dossier tiene como protagonista, junto a Rojas, al gran humanista y gramático Elio Antonio de Nebrija (1444-1522). Recientes investigaciones académicas han confirmado que todos los «manuscritos» fueron redactados, en primera instancia, por Alonso Jambrina, antepasado del escritor actual, ayudante del pesquisidor en los últimos diez años de su vida y esposo de una hija natural de este, llamada Isabel, y al que podríamos llamar con justicia el «antiguo autor». Para ello, Alonso partió de las declaraciones y confidencias del propio Rojas, así como de los documentos y anotaciones que, poco antes de su muerte, el célebre escritor renacentista le entregó con ese fin. Luis García Jambrina se ha «limitado a revisar y reescribir tales “manuscritos” para que resulten más comprensibles por los lectores actuales. Confiamos en que de nuevo el esfuerzo y la espera hayan merecido la pena». Estos son «Los manuscritos del pesquisidor Fernando de Rojas» por orden cronológico de los hechos que en ellos se relatan: El manuscrito de piedra, 1497. El manuscrito de nieve, 1498. El manuscrito de niebla, 1506. El manuscrito de aire, 1515. El manuscrito de barro, 1525. El manuscrito de fuego, 1532. Luis García Jambrina es uno de los maestros de la mezcla de géneros en literatura. En la serie protagonizada por Fernando de Rojas combina como nadie la novela histórica con la novela negra, y enriquece el conjunto con una notable carga crítica. En El manuscrito de niebla recrea con detalle la vida cotidiana a principios del siglo XVI, dotando al conjunto de una profunda verosimilitud. El autor integra los elementos históricos —comidas, bebidas, ambientes, olores…— en los diálogos y la acción. La trama criminal, propia de una novela negra, está bien urdida, con una buena dosificación del suspense y unos sorprendentes giros de trama. A través de la investigación plantea cuestiones de calado social y político: el poder de la Iglesia y su permanente sospecha del conocimiento a través de la Inquisición, los intereses económicos e ideológicos que se esconden tras la introducción de la imprenta en España, las querellas personales que se eternizan generación tras generación… A partir de una documentación exhaustiva —la novela incluye una bibliografía al final— y de una profunda comprensión del ser humano, Luis García Jambrina recrea la compleja figura de Antonio de Nebrija con muchos matices. Al brillante latinista y filólogo, profesor en Salamanca y autor de la primera gramática del castellano, contrapone el hombre con sus debilidades y contradicciones. La figura académica se nos muestra en los diálogos con Fernando de Rojas, en los comentarios sobre las obras que entrega a imprenta y en su declaración ante el tribunal de la Inquisición. Para componer las sombras del personaje, el autor utiliza los interrogatorios de Rojas a los rivales académicos de Nebrija y a los sospechosos de querer atentar contra él. Por “El manuscrito de niebla” circulan personajes surgidos de la imaginación del autor y otros que forman parte de nuestra historia. A este último grupo pertenecen el Inquisidor General Diego de Deza, el impresor Juan de Porras, el noble Juan de Zúñiga y el humanista e historiador Lucio Marineo Sículo, entre otros. Por cierto, el transcriptor incluye algunos pequeños homenajes a personajes contemporáneos en forma de cameos; les invitamos a descubrirlos. Los hechos se enmarcan, además, en un marco histórico excepcional debido a las luchas por el poder en la Corte, tras la muerte de Felipe el Hermoso, y la amenaza de la llegada de la peste. La edición de 1516 del Vocabulario de romance en latín, de Antonio de Nebrija, incluía los términos «pesquisar» y «pesquisidor». Nebrija los equiparaba a los questores de la Antigua Roma, unos magistrados de rango menor con capacidad delegada para investigar asesinatos e insurrecciones, de ahí que su denominación más común fuera decumviri perduillionis et parricidii. La figura del pesquisidor era propia de los procesos penales de Castilla. Se trataba de un investigador que indagaba y recogía pruebas sobre un crimen e interrogaba a cuantos se relacionaban con los hechos, quienes estaban obligados a declarar ante él. En El manuscrito de niebla, Fernando de Rojas viene de investigar en la Corte la muerte de Felipe el Hermoso, rey de Castilla por matrimonio. La presión le pasa factura a Rojas, que sopesa dejar el cargo pese a que «el trabajo en sí no me desagrada, pues, al fin y al cabo, consiste en la búsqueda de la verdad». Los escenarios de la novela son varios. Salamanca, es el escenario principal de El manuscrito de niebla. Fernando de Rojas se aloja en la posada de la calle Veracruz, mientras que la casa de Nebrija está en la calle cerrada de Serranos. El crimen con el que arranca la novela se produce en la imprenta de Juan de Porras, situada en la rúa Nueva. En compañía de ambos recorremos la ciudad. Conocemos los peligros que acechan en las callejuelas que rodean la plaza de San Martín, frecuentada por toda clase de buscavidas y maleantes; sabemos de la tienda de Jacinto López, en la calle de Serranos, cuyo verdadero negocio es la compraventa de obras prohibidas, y nos dejamos seducir por la arquitectura de las Escuelas Mayores. Las aulas de la prestigiosa universidad están distribuidas en torno al claustro. En medio de este se encuentra el poste, que es el lugar establecido por la costumbre para que los maestros puedan atender las consultas de sus alumnos y resolver sus dudas, pues durante las clases no pueden ser interrumpidos. Medina del Campo, esta villa es famosa por sus ferias. Se celebran dos veces al año: la primera después de Pascua, en torno a mayo, y la segunda por octubre. Son fundamentales para el comercio de la lana de Castilla, base de su riqueza y origen de su gran pujanza. A la ciudad llegan mercaderes de toda Europa, incluidos los que comercian con libros. Estos libreros exponen las novedades procedentes de las grandes imprentas de Italia, Francia, Alemania y Flandes. La mayoría de ellas llega en resmas, esto es, sin cortar ni encuadernar. Desde Medina del Campo los libros se distribuyen a otros lugares de la Corona a través de libreros itinerantes o «andantes en ferias». Ruta por la Vía de la Plata Fernando de Rojas y Antonio de Nebrija recorren la Vía de la Plata camino de Sevilla, para declarar ante la Inquisición. Luis García Jambrina destaca varias paradas en ese recorrido. Pasan por Guijuelo, Béjar y Brozas, cerca de la frontera con Portugal, donde vive fray Marcelo, el hijo mayor de Nebrija. Para un latinista como él, Mérida es un lugar muy especial, porque las ruinas de Augusta Emerita constituyen uno de los últimos vestigios del desaparecido Imperio romano en Hispania. Tras dejar la localidad de Santa Olalla, en las estribaciones de Sierra Morena, Rojas y Nebrija son asaltados por dos personas a caballo. ¿Quién las ha enviado? Los dos viajeros pasan la Navidad en Lebrija, en la casa familiar del humanista, situada en una callejuela conocida como de Aramundo o de los Cala, no muy lejos del castillo de la localidad. Sevilla es la puerta y la llave del Nuevo Mundo. En ella están las oficinas encargadas de velar por los intereses españoles en aquellas lejanas tierras, y su puerto es el punto del que zarpan o al que arriban casi todos los barcos que viajan al otro lado del océano. A ella llegan gentes de todas partes con la intención de viajar a las Indias o para comerciar con los que vuelven de allí cargados de mercancías. En sus calles abundan los pordioseros, los pícaros, los maleantes, las prostitutas y los delincuentes de todo tipo dispuestos a aprovecharse de unos y de otros, o a quedarse con las migajas del gran banquete. Todo este trasiego económico repercute en la prosperidad de una parte de la ciudad y tiene su principal reflejo en el esplendor de sus obras civiles, en sus suntuosos palacios privados, en el floreciente comercio local y en la elegancia y magnificencia de sus numerosos conventos e iglesias. Luis García Jambrina describe la sede de la Inquisición en Sevilla, situada en el castillo de San Jorge, en el barrio de Triana. Es un recinto muy amplio, defendido por una muralla con diez torres, un foso y una barbacana. Itálica Llamada por algunos Sevilla la Vieja, está situada no muy lejos de la ciudad. Reúne los restos de la primera ciudad fundada en la Hispania romana y es el escenario de una peligrosa aventura de la que, por no reventar la trama, no les daremos mayores explicaciones. Como ya se ha señalado, Luis García Jambrina recrea la figura de Antonio de Nebrija en un periodo fundamental de su vida, entre 1506 y 1507, cuando fue procesado por la Inquisición a causa de sus ideas sobre cómo debían revisarse los textos bíblicos para abordar la traducción latina de la Biblia. En El manuscrito de niebla esa recreación de su vida y repaso a su obra se realiza de tres formas distintas. En la primera parte de la investigación de Fernando de Rojas, el autor nos presenta de forma general la figura de Antonio de Nebrija, su familia, su obra reciente y sus problemas en el Estudio salmantino, a causa de su beligerancia latinista y a su proyecto para abordar un diccionario jurídico que los catedráticos de Leyes consideran una intromisión ilegítima. Conocemos las luces y las sombras del gran humanista a partir de los interrogatorios a distintos personajes relacionados con su vertiente académica y como autor de obras de referencia. Durante el viaje, con largos diálogos con Fernando de Rojas, que colabora en la defensa de Nebrija ante la Inquisición, y durante su declaración ante el tribunal conocemos, por un lado, su pensamiento sobre el uso y regulación de la lengua castellana y, por otro lado, su visión sobre los textos sagrados. En el primero de esos aspectos es esencial la rememoración de sus conversaciones con la reina Isabel, su protectora, a propósito de la utilidad de una Gramática como la que publicó en 1492, bajo el mecenazgo de Juan de Zúñiga. «La lengua siempre fue compañera del imperio, según nos enseña la historia de Roma —señala Nebrija en la página 94 de la novela—. Mi propósito más inmediato era, pues, facilitar el aprendizaje del romance castellano a los nuevos súbditos de la Corona, entre ellos los musulmanes que decidieron permanecer en Granada; o a aquellos pueblos que nuestros reyes pudieran conquistar en el futuro, como en su día hizo el Imperio romano con el latín». Respecto a la revisión de los textos bíblicos, Antonio de Nebrija pretende enmendar los posibles errores de la Vulgata, utilizando como referentes los textos originales en hebrero y griego. Eso lo lleva a tener que enfrentarse a la Inquisición. Nebrija piensa que la animadversión contra él de Diego de Deza, a propósito de esa denuncia, «no es más que una bofetada del arzobispo de Sevilla contra su odiado Cisneros, pero dada en mi propia cara, ya que debe de sospechar que las enmiendas a la Vulgata las hago bajo su patrocinio». La primera imprenta española se instaló en Segovia, en 1472, para imprimir textos para los alumnos del Estudio General de la ciudad. Hasta finales de aquel siglo se establecieron unas veinte más, en ciudades con fuerte implantación universitaria, como Barcelona, Salamanca, Sevilla, Burgos, Valencia o Zaragoza, Su origen, ligado a la difusión del protestantismo en Europa, la mantuvo siempre en el punto de mira de la Inquisición, obsesionada con que no se imprimiesen obras prohibidas o rechazadas por la Iglesia. Muchos catedráticos y profesores se mostraron también contrarios a ella. En el siglo XVI, las imprentas de Salamanca, Barcelona y Sevilla estaban entre las más activas de Europa, aunque lejos aún de las grandes capitales de la impresión, como Venecia, París o Nuremberg. Otro tema tratado en la novela son las mujeres intelectuales de la época. A propósito de Sabina, la hija de Antonio de Nebrija, El manuscrito de niebla nos presenta a mujeres que, pese a las dificultades sociales, demuestran un nivel intelectual y académico superior al de la mayoría de los alumnos y profesores del Estudio salmantino. Sabina muestra interés en ser maestra de Gramática y, según su padre, podría serlo con creces sin necesidad de cursar estudios. Sin embargo, y como todas las mujeres de la época, tiene vetada la entrada en la universidad. Cita el libro a Beatriz Galindo, a la que apodan «la Latina», y que se escondía para seguir las clases del mismísimo Nebrija, y a Luisa de Medrano, que acudía a la universidad disfrazada de hombre. No pasa desapercibida la lucha por el poder reinante a la muerte de Isabel la Católica, su yerno, Felipe el Hermoso, príncipe soberano de los Países Bajos y duque de Brabante, Limburgo y Luxemburgo, entre otros muchos títulos, se lanzó a la conquista del reino del que era nuevo soberano por su matrimonio con Juana I de Castilla. En pleno enfrentamiento con las distintas facciones del poder, Felipe falleció de forma repentina en 1506. Circularon rumores de que lo habían envenenado. Los nobles flamencos de la corte y algunos castellanos culpaban de ello a la gente de Fernando, rey de Aragón. Felipe también se había enfrentado a la Iglesia tras los excesos de algunos inquisidores y, en especial, de Diego Rodríguez de Lucero, Lucero el Tenebroso, que había impuesto un régimen de terror en Córdoba. Se daba por descontado el cese del Inquisidor General, Diego de Deza, y su sustitución por Francisco Jiménez de Cisneros. Luis García Jambrina (Zamora, 1960). Profesor titular de Literatura Española en la Universidad de Salamanca, doctor en Filología Hispánica y máster en Guion de Ficción para Televisión y Cine. Autor de los libros de cuentos Oposiciones a la morgue y otros ajustes de cuentas(1995) y Muertos S.A.(2005; ampliada, 2021). Como novelista se dio a conocer con El manuscrito de piedra (2008), galardonada en 2009 con el prestigioso Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza, de la que han aparecido más de treinta ediciones y varias traducciones, y ahora acaba de aparecer en Booket (2021). Después ha publicado, con gran éxito de público y crítica, El manuscrito de nieve (2010), En tierra de lobos (2013), La sombra de otro (2014), Bienvenida, Frau Merkel (2015), La corte de los engaños (2016), El manuscrito de fuego (2018), El manuscrito de aire (2019) y El manuscrito de barro (2021). Junto a Manuel Menchón, ha escrito el ensayo La doble muerte de Unamuno, publicado en 2021. Podéis escuchar la entrevista que pude hacerle para mi programa de radio “Cajón de libros/Calaix de llibres” clicando en este enlace: https://go.ivoox.com/rf/81565374 (c) Violant Muñoz i Genovés (c) Mediâtica: agencia cultural |
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