Violant Muñoz i Genovés
«...Madre, no nacimos para ser sumisas. Somos histriónicas, altivas, soberbias, descaradas, provocadoras. Ese es nuestro poder. Soy Verónica Franco y soy, y siempre seré, la dueña de mi propio destino...» Sara, asesora y amante de un reputado político de las nuevas generaciones de su partido, que aspira a presidirlo como primer paso para llegar a La Moncloa, se escapa con frecuencia del trabajo para visitar el Museo del Prado. En una exposición temporal queda fascinada por la Dama descubriendo el seno, de Domenico Tintoretto. ¿Quién es esa mujer que se muestra con tal descaro, hermosa, altiva, incomparable? Los estudiosos creen que se trata de Veronica Franco, una de las «cortesanas honestas» más deseadas e influyentes de su época, prostituta culta, refinada, amante de pintores, nobles y reyes, conocida y respetada poeta. Al regresar al Congreso le habla con entusiasmo a su amado de aquella increíble mujer y este, en un acto temerario, le propone una escapada a Venecia, donde podrán pasear su amor sin trabas y aprender más cosas sobre la cortesana. Y mientras la joven amante se obsesiona con Veronica, con quien se siente identificada, unas agendas que muestran la corrupción de uno de los partidos históricos del panorama español y las fotos muy comprometedoras que les ha tomado un paparazzi los esperan a su regreso con todas las sucias armas de las cloacas del Estado. Isabel Rábago, con la maestría demostrada en Las últimas cortesanas, desgrana en esta novela las múltiples cadenas que anulan a las mujeres, ya sea en el fascinante mundo de las cortesanas venecianas del siglo XVI o en la política actual. La cortesana fiel está narrada en tercera persona omnisciente. Se estructura en 53 capítulos y un prólogo, que están titulados con frases que hacen referencia al contenido de cada uno de ellos. Los capítulos situados en el pasado y en el presente se alternan sin un orden determinado. La acción de la novela discurre en dos momentos históricos distintos, unidos por la figura de Veronica Franco, personaje real en uno de los hilos y referencia pictórica e histórica en el otro. El primero de esos hilos nos lleva a la Venecia del siglo XVI. Comienza in medias res, en el prólogo, cuando Veronica Franco es detenida, acusada de brujería, y debe declarar ante un tribunal, con la pena de muerte como posible condena. A partir de ahí, la novela recorre su vida y la relación con su madre, Paola Fracassa, y con una joven pupila, Francesca. A través de ellas conocemos la figura de las «cortesanas honestas» y los entresijos de la política y la sociedad de una de las repúblicas más importantes del Renacimiento. El segundo hilo discurre en la actualidad, entre Madrid y Venecia. Se entrelazan dos tramas, una historia de amor clandestino y otra sobre la lucha descarnada —con zancadillas, chantajes y filtraciones interesadas— por hacerse con la presidencia de un partido político. Prácticamente todos los personajes del hilo argumental situado en el siglo XVI son reales. Muchos de los acontecimientos narrados, también. La autora recrea la época a partir de una exhaustiva documentación y ofrece posibles explicaciones a hechos para los que no disponemos todavía de una versión oficial y reconocida. Los personajes y los sucesos del hilo actual, en cambio, han surgido de la imaginación de la autora, inspirándose, eso sí, en nuestra realidad política y mediática. Integradas en la narración aparecen numerosas referencias culturales. En especial, arquitectónicas, pictóricas y literarias. La Venecia del Renacimiento se ve perfectamente retratada a través de los lugares que visitamos, de las obras de arte que contemplamos —de Tintoretto, Tiziano o El Veronés, entre otros— y de los comentarios sobre libros fundamentales de aquel periodo, con El Decamerón, de Bocaccio, a la cabeza. En un bonito juego de espejos, muchas de las obras que se están pintando o construyendo en el hilo argumental de Veronica Franco, las contemplamos en las exposiciones, los palacios y los museos que visita Sara en el otro hilo. Este juego de espejos funciona a muchos otros niveles. Vemos los palacios cuando eran mansiones vivas y en la actualidad, convertidos en atracciones turísticas; las vidas de Veronica y de Sara tienen puntos en común; la política está llena de trampas e intereses bastardos en el siglo XVI y en el XXI, también. Veronica Franco (1546-1591) estuvo considerada la mujer más importante de la Venecia de la segunda mitad del siglo XVI. Era «cortesana honesta» y poeta, una mujer bella y fascinante, y con una cultura tan extensa que sus reflexiones u opiniones ponían en apuros a los varones que no estaban acostumbrados a debatir con damas. Su fama traspasó fronteras. En la novela, Isabel Rábago rememora el episodio de la visita a Venecia del joven duque de Orleans, duque de Anjou y rey de Polonia por aquel entonces. Vástago del rey de Francia Enrique II y de la reina regente, la gran Catalina de Médici, a oídos del futuro Enrique III de Valois habían llegado los rumores sobre la belleza, la educación y los versos de Veronica. Sus embajadores solicitaron a las autoridades de la República Serenísima que mediaran para que la cortesana atendiera al futuro rey de Francia. Servicios que fueron holgadamente recompensados. En su juventud, Veronica Franco se casó, en un matrimonio concertado, con PAOLO PANIZZA, un médico perteneciente a una conocida familia veneciana. Paolo era jugador, juerguista y maltratador. La indiferencia inicial por su nueva esposa dio paso al control, a las malas palabras, a las prohibiciones, a los encuentros violentos y forzados en el lecho conyugal, y a las agresiones físicas. El matrimonio duró dos años, para ella toda una eternidad. Un buen día regresó a casa de sus padres y solicitó la devolución de la dote. Tras aquel matrimonio fallido, Veronica asumió que ningún hombre en su sano juicio la volvería a esposar. Pero a ella poco le importaba: el día que puso fin a su matrimonio decidió tomar las riendas de su vida, ser la dueña de su destino. Vivía cerca de la iglesia de Santa María Formosa, donde todos los días se confesaba y suplicaba al Señor que la protegiera y guiara en su destino. Una cita en la que Veronica rezaba hasta que consideraba que había alcanzado el perdón divino. Y así, renovada y libre de pecado, se dirigía a su palacio, en donde retomaba su actividad. Se trataba de un precioso edificio en el que recibía a sus patrocinadores y mecenas. Entre los muros de su hogar, casi cada noche reunía a políticos, pintores, escritores, príncipes, dignatarios de la iglesia, mercaderes... Buena parte de la aristocracia de la ciudad había disfrutado de su hospitalidad y de los placeres entre sus sábanas. El palazzo de la Franco era un centro neurálgico de la cultura. Entre vinos, música y poesías, se debatía y decidía sobre los asuntos más importantes del país. Allí las opiniones se vertían sin miedo a ser censuradas. En La cortesana fiel, Isabel Rábago recrea también la posible relación de Veronica con el pintor Jacopo Comin Tintoretto y las circunstancias que rodearon al sensual retrato que se titula Dama descubriendo el seno (imagen de arriba, Museo del Prado). Palacio de la Serenísima República de Venecia, octubre de 1580: Veronica Franco fue detenida en su espectacular palacio próximo a la iglesia de Santa María Formosa. Sin tiempo de reacción y sin explicación alguna, había sido arrestada por la Santa Inquisición. Venecia despertaba con su cortesana más admirada y envidiada entre rejas. A aquellas horas la noticia de su detención ya habría llegado hasta la mismísima Roma. Veronica estaba segura de que su madre y su pupila Francesca ya habrían avisado de tal agravio a sus poderosos amigos y que estarían moviendo cielo y tierra para acabar con aquel infierno. En la Boca de la Verdad, un buzón de denuncias, se había recibido una carta anónima en la que se le acusaba de practicar la brujería. Lejos de amilanarse, Veronica se dirigió serena pero desafiante al tribunal: «¿Queréis que suplique clemencia, señorías? No, no lo haré. ¿Queréis que ruegue por mi vida? No, no lo haré. ¿Queréis que implore ante la Serenísima? No, no lo haré». Madrid: Al menos una vez al mes, Sara se pierde en las salas del Museo del Prado. Esa mañana, aprovechando que su jefe está ocupado hasta última hora, decide ir a visitar la nueva exposición sobre «Las pasiones de Venecia», una de las más ambiciosas del museo en los últimos años. Y allí la descubre: una mujer retratada con gran delicadeza por Tintoretto. En su expresión hay algo aristocrático; su rostro desprende una sensualidad, elegancia y belleza difíciles de describir. Enseña un pecho, en un gesto erótico, provocador, impropio de una alta dama veneciana. De vuelta al Congreso, hay tormenta en su grupo parlamentario. El presidente del partido quiere dejar el cargo. Pelayo Arjona, el portavoz parlamentario y jefe de Sara, es quien suena para sucederlo. Está exultante y apenas ella entra en el despacho, la abraza y hacen el amor. Finalizado su apasionado encuentro, y mientras se recomponen la ropa, Sara le relata su experiencia en el Prado. Risueña y divertida, le narra cómo las pinturas de los sobresalientes maestros venecianos le han descubierto a unas bellas mujeres que se hacían llamar «cortesanas honestas», y que una de ellas la ha cautivado en especial. Pelayo, satisfecho y optimista, le propone viajar a la ciudad de los canales y visitar los escenarios en los que vivió aquella dama. Será un respiro antes de preparar el asalto a la presidencia del partido. Lleva mucho tiempo esperando este momento y el destino se lo ha servido en bandeja. La lucha que se avecina va a ser sin cuartel y sin prisioneros. El viaje de los amantes se filtra y Elena Sánchez, una rival muy peligrosa del aparato, toma cartas en el asunto, enviando a un paparazzi para que siga a los tortolitos por Venecia e inmortalice su amor en fotos y vídeos. Al mismo tiempo, una peligrosa agenda con anotaciones sobre supuestos pagos ilegales a dirigentes del partido acaba en la mesa de Santi Rodríguez, el jefe de la sección de Política del periódico Patria, el más leído de España. Nada hace presagiar a los dos amantes que aquel viaje a la bella Venecia va a cambiar para siempre sus vidas. La política y la personal. VENECIA es un personaje más de la novela. Un personaje omnipresente, además. Tanto en el hilo argumental que discurre por el siglo XVI como el que tiene como marco temporal la actualidad. En algunos casos, Veronica y Sara recorren los mismos escenarios con más de cinco siglos de diferencia, en especial, el PALACIO DUCAL. Allí, en los pasillos de los camerotti de PIOMBI, la temida e inexpugnable cárcel de la Serenísima República de Venecia, empieza La cortesana fiel. En esta cárcel fueron encerrados varios personajes ilustres como Giordano Bruno, Silvio Pellico, Daniele Manin, Nicolò Tommaseo y Giacomo Casanova. Mientras que Veronica nos describe, sobre todo, la SALA DELLA BUSSOLA —de la brújula, en castellano— del Palacio Ducal, en donde se reúne el tribunal que la juzga, Sara y Pelayo nos lo muestran en todo su esplendor como una de las grandes atracciones turísticas de Venecia. Uno de los elementos destacados de los escenarios es que con Verónica los vivimos, mientras que con Sara los admiramos. El lugar más importante de Venecia a efectos narrativos es el barrio que rodea a la IGLESIA DE SANTA MARÍA FORMOSA, en donde estaba situado el palazzo de los Franco. Se trata de un templo erigido en 1492, con diseño renacentista. La llamativa cúpula es una reconstrucción del siglo XVII, puesto que un terremoto acabó con la original. Otro escenario que visitamos en el pasado y en el presente es la SCUOLA GRANDE DI SAN ROCCO, que se acabó de construir en la década de 1560. En 1564, Tintoretto recibió el encargo de decorar la escuela. Lo hizo con un maravilloso ciclo de lienzos, que representa para Venecia lo que la Capilla Sixtina para Roma. Sara protagoniza allí una escena fundamental para el desenlace de la novela. El recorrido por Venecia de Sara y Pelayo adquiere para el lector un inesperado tono de suspense porque sabe que un paparazzi está siguiendo sus pasos por, entre otros lugares, la basílica de SANTA MARÍA DE LA SALUD y la PLAZA DE SAN MARCOS, en donde disfrutan del famoso CAFFÈ FLORIAN. Es sorprendente, a los ojos de los turistas actuales, descubrir que en el PUENTE DE RIALTO se concentraba la prostitución de más bajo nivel, como le enseña Veronica a Francesca. MADRID es el otro escenario actual de la novela, el campo de batalla política en la que están implicados casi todos los personajes. El MUSEO DEL PRADO y el PALACIO DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS destacan por encima de otros lugares citados. Podemos caer en la tentación de considerar a las «cortesanas honestas», cortigiane oneste en italiano, como unas simples prostitutas de alto nivel en aquella época. Pero eran mucho más que eso. Casi todos los cuerpos femeninos desnudos de las obras de la Escuela de Venecia se parecen en sus peinados, en sus adornos, en las joyas… y en la actitud, muy diferente a la de las recatadas damas de la alta sociedad. Esas figuras descaradas eran las «cortesanas honestas» más famosas de Italia. En la imagen, Veronica Franco fue pintada como Danae, por Tintoretto; se conserva en el Museo de Bellas Artes de Lyon. Se trataba de mujeres excepcionales, que satisfacían los deseos sexuales de los autores y, además, posaban para ellos. Eran cultas y poderosas. «Tengo la extraña sensación de que no eres consciente de quiénes somos, de cuál es nuestro papel en la sociedad ni de a qué aspiramos, querida Francesca», le dice Paola Fracassa a la joven pupila de Verónica. «Nosotras somos mujeres especiales, excepcionales», le explica. En su casa destacaba la impresionante biblioteca, con títulos de todo tipo, desde autores clásicos en latín hasta ediciones contemporáneas de El Decamerón, de Bocaccio, en italiano florentino. Aquel era el lugar en el que Francesca pasaría más horas: leyendo, estudiando historia, arte, música, poesía. También fue instruida en finanzas, en leyes y en protocolo. Durante su formación, Verónica aprendió que nada en las cortesanas era casual, ni nada debía dejarse al azar ni al destino. Sus ropas tenían que ser elaboradas y diseñadas con las mejores telas, pieles, brocados y sedas del mercado. Sus diseños debían ser elegantes, vistosos y caprichosos. Sus escotes vertiginosos y lo suficientemente al límite de sus pezones como para despertar y alimentar las fantasías de los nobles, políticos, jueces, comerciantes o reyes que compartieran con ellas tan solo unas horas. Sus cuellos y sus trabajadas cabelleras se adornaban con fastuosas joyas. Las perlas eran las piezas más codiciadas y las cortesanas las utilizaban para marcar su territorio y estatus en la feroz lucha que existía entre ellas por ocupar los puestos más altos del escalafón. Cuando la joven Verónica estuvo preparada, Paola la inscribió en el libro Tariffa delle puttane, un registro escrito en prosa, a modo de sátira, en el que aparecían los nombres de las prostitutas venecianas con sus tarifas correspondientes según su categoría. Luego se publicó el Catalogo de tutte le principal e più onorate cortegiane de Venetia. En él aparecían las prostitutas en función de su rango, que, en el caso de las «cortesanas honestas», era todo un privilegio puesto que ellas ocupaban los primeros puestos. Se trataba además de un reducido grupo formado por poco más de doscientas mujeres en Venecia. «La infidelidad, algo presente en su vida desde hacía tan solo unos meses y que había descolocado por completo su existencia», se dice de Sara. En un juego de mundos paralelos, casi todos los personajes masculinos de La cortesana fiel son infieles, en el siglo XVI y en la actualidad. Prácticamente todos los clientes de Veronica, excepto los eclesiásticos, estaban casados. Y Pelayo y Santi tienen parejas oficiales, el primero por vínculo matrimonial, a las que ponen los cuernos de forma habitual. Las mujeres de la novela, en ese sentido, son más honestas —como proclaman las cortigiane— y toman las riendas de su sexualidad desde la independencia, como la misma Verónica, Sara o Marta. Las secretarias del partido, que se reúnen al mediodía en la sala del café para cotillear, bromean con que, cualquier día, se sentarán en algún plató de televisión dedicado a la crónica del corazón para desvelar los idilios, rollos y alguna que otra longeva aventura extramatrimonial, que hará temblar los cimientos de los matrimonios perfectos de los políticos de una de las formaciones más importantes y tradicionales de España. La fidelidad tiene, en la novela, otra vertiente: la política. La ambición de los supuestos delfines llamados a suceder a un presidente con fecha de caducidad se manifiesta en unas maniobras sucias que Isabel Rábago describe de una forma descarnada. Reuniones para estudiar estrategias contra los rivales dentro del partido, las filtraciones interesadas, la manipulación de las redes sociales, los favores pagados de algunos medios de comunicación… desfilan por las páginas de La cortesana fiel. La autora se muestra crítica con algunas de las prácticas habituales en nuestros medios de comunicación. Denuncia, por ejemplo, la actitud de algunos colaboradores radiofónicos que «se afanaban en repetir y en hacer suyos los argumentarios que minutos antes les habían proporcionado los partidos políticos afines, esperando quizás un mensaje de reconocimiento o, quién sabe, la oferta de un trabajo bien regado con dinero público en cualquiera de las formaciones». El director de Patria, por otro lado, encarga a Santi Rodríguez una entrevista-masaje a Elena Sánchez, inmersa en la lucha interna para suceder al presidente del partido. Isabel Rábago denuncia también el ninguneo que las mujeres soportan en el campo de la política y en el profesional, también. Lo hace tanto en la narración situada en la Venecia del siglo XVI como en la que discurre en la España del XXI. Podemos citar la consideración de las esposas como simples complementos de sus maridos ante la opinión pública, o las dificultades de las profesionales para ser valoradas de una forma justa y equitativa. Y más, cuando la inteligencia va acompañada de la belleza, como en el caso de Marta. Isabel Rábago es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca y graduada en Derecho por la UNED. Actualmente está cursando su segundo año del Máster de Acceso a la Abogacía. Isabel es un rostro muy conocido, ya que lleva más de una década trabajando como periodista en diferentes medios de comunicación nacionales. Actualmente podemos verla casi a diario ejercer su oficio de periodista en los principales programas de televisión en Telecinco, Mediaset España. Compagina su entusiasmo por el periodismo y el derecho con su otra pasión: escribir. Ha publicado La Pantoja, Julián & Cía: asalto a Marbella y Las últimas cortesanas. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural
0 Comments
Leave a Reply. |
Violant Muñoz i Genovés
Archives
April 2025
|