Los $50 pesos
por David Alberto Muñoz Sobre el cenicero que había comprado en su viaje a Roma, estaba el billete de $50 pesos que le dejó el licenciado Mayorca, la última vez que la vio. No estaba seguro cuál fue el motivo, no recordaba tampoco ninguna instrucción de parte de ella, sólo estaba ahí, medio doblado, con el rostro de Morelos, y esa especie de mariposa junto a un escudo que la mera verdad no recordaba que representaba. En mi época hacían los billetes mucho mejor, eran de papel más pesado, se miraban finos, este dinero parece de juguete, aunque ya sé que está hecho de un material que es difícil romper. Además, en México siempre han cambiado personajes para imprimir en los billetes. Me acuerdo precisamente, del de a $50, si mal no recuerdo traía la foto de Ignacio Allende. Me cae, soy de otra generación. Recuerdo los billetes de a peso. Cuando el peso valía algo. Tenía el calendario azteca. También me acuerdo el rostro de Juárez en un billete de $50 pesos. Incluso, los billetes de a $20 pesos traían a La corregidora, Leona Vicario. Aunque hoy me enteré que van a cambiar la foto de Morelos por la de un ajolote. —¡No mames! Que cada quién haga sus conclusiones. Había llegado a eso de las cuatro de la tarde a esa pequeña población fronteriza. Había comido unos tacos de carne asada. Él tenía que ver lo de unos papeles de un caso que estaba trabajando. Era abogado. Se hospedó en un hotel local, al día siguiente, Camilo Ramos Izaguirre, se había presentado en la corte de la ciudad para esclarecer no sé qué cosa. Era todo lo que recordaba. —¿Licenciado Ramos? Una voz femenina lo hizo despertar. —El Dr. Peña lo recibirá ahora. —Gracias señorita—respondió todavía sin saber qué estaba pasando. Por algún motivo se le había metido ese mentado billete, además, se lo dio su colega, el licenciado Mayorca, pero nunca le dijo para qué o cómo usar ese dinero. —Licenciado Ramos, pase, siéntese, ¿cómo se encuentra?—El Dr. Peña era un hombre de unos 40 años de edad. Alto, delgado, vestía elegantemente un traje de color gris y una corbata azul marino, y claro, su bata blanca. Camilo no pudo evitar el observar las piernas de la secretaria que lo encaminó hasta la oficina del doctor. Traía la falda algo corta. —¿Encontró lo que buscaba licenciado? —Sí doctor, ya todo está claro. El joven que le está haciendo esa demanda, tiene records criminales en San Luis Río Colorado, Sonora. Precisamente le traigo una copia de todo lo que encontré. Sacó de su portafolio un folder y lo entregó al Dr. Peña. —Ya somos dos en acuerdo. El Dr. Peña mandó pedir una botella de champagne para celebrar el momento. —Hay algo que no entiendo. —Dígame qué es. —¿Qué chingados significan los $50 pesos que Mayorca me dejó? Una leve sonrisa adornó el rostro de Peña... Su mirada no reflejaba sorpresa. Solamente un poco de duda. —¿Nunca ha escuchado el mito urbano de los cincuenta pesos? —Me temo que no Dr. Peña. Soy un hombre muy práctico y la verdad, no creo en los mitos, son simplemente una explicación por cosas que son, punto. —Pues el mito dice, que usted no debe de gastar esos cincuenta pesos, si no todo se viene para abajo. —Válgame Dios… ¿Todo? —A lo mejor el licenciado Mayorca no fue claro... —¿Cuál es el mito urbano de los $50 pesos? —Hace muchos años había un tipo de gente autóctonata, local pues. Pues cierto día, llegó al pueblo cierto extranjero. Alguien quien creía en el avance, en el progreso. Hizo muchas inversiones que aún, cuando eventualmente nos hicimos entidad urbana, tenemos aspectos culturales de nuestros pueblos. Dicen las malas lenguas, que antes de fallecer, Ramos, así le decían todos, profetizó. El ser que tenga este billete deberá atenerse a las leyes de nuestros antepasados. Si no, morirá por sus propias manos. Esto te dejó Mayorca. —¡Eso ya está fuerte doctor! —Es simplemente una declaración, digamos… unos la creen… otros no… *** Todos quizás se habían olvidado de su pasado. El licenciado Ramos había sido un verdadero éxito en todas sus gestiones. Sin embargo, siempre le daba su lugar al mito. Una mañana el billete desapareció. Y tal y como fue profetizado, presentó un punto de vista muy distinto. Todos los negocios se vinieron para abajo. Todos decían: —¿Dónde desaparecieron los $50 pesos? —A mí se me hace, que todo es un invento de Ramos. —Debemos de tener cierta importancia y saber utilizar la división que existe entre las personas. Ramos falleció, nunca tuvo hijos a quien heredar sus logros. Su mujer no quiso nada de él, ve tú a saber qué problemas tenían. Años después, un niño, hijo de algún jefe de corporación, encuentra el billete de $50 pesos. Pero el niño no tiene interés en los poderes mágicos de aquellos $50 pesos. El joven no desea meterse con las fuerzas negras de la naturaleza, o lo que llamaríamos el poder de los billetes, él, prefiere sólo dejar que la esperanza de que alguien lo reconozca y sepa qué hacer con ello. Aquel muchacho me estaba contando. —Son $50 pesos señor, por el mito y lo que queda. —Las cosas que inventa la gente para ganarse unos pesos… Es el hambre licenciado…es el hambre… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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