Bill
Un cuento Por David Alberto Muñoz Bill está muy solo. Hablo de mi vecino de al lado. No estaré yo para contarlo ni tú para saberlo, pero su esposa se está muriendo. Le descubrieron cáncer. Y dice el doctor que no le da más de tres meses de vida. Sus hijos los visitaron hace unos días. Son tres, dos mujeres y un hombre. Llegaron así como son los gringos, rápidamente, sin el deseo de quedarse mucho tiempo. Todo a la carrera. No sé por qué son así los gringos. Es como que no les importa la familia. Su madre está desahuciada, y el pobre de Bill, se la pasa solo todo el tiempo. Ya es un hombre grande, ha de tener casi 70 años, y los hijos, así como si nada. Yo espero que cuando yo me esté muriendo, vengan los míos. No los quiero tener aquí las 24 horas al día, pero sí espero que me visiten, que vengan a despedirse. Bien que recuerdo que cuando vivían en la ciudad, venían todos los domingos y cenábamos juntos. Juanito llegaba con su carne para asar, y sus cervezas porque siempre le ha gustado tomar cerveza. Laurita traía tortillas hechas a mano, porque su madre le enseñó cómo hacerlas. Ya es muy difícil encontrar mujeres que sepan cocinar bien. Que hagan las cosas de la nada. ¿Dime tú cuántas muchachas conoces que sepan hacer tortillas a mano? ¿Verdad que no muchas? Además, los nietos, cómo te dan alegría. Es bonito tener nietos porque los puedes consecuentar, y ya que te cansan con sus necedades, los mandas con sus papás. Nosotros nos reíamos de todo, siempre hemos sido una familia muy a la mexicana, escandalosos, mitoteros, pachangueros, no lo voy a negar. Por eso cada vez que miro a Bill sentado frente a su casa, solo con su perrito, me pregunto: ¿Cómo será mi vejez? La mera verdad nunca había pensado al respecto. Cuando eres joven crees que vas a vivir eternamente. Y hasta te caen gordos los viejos, porque son muy lentos, porque a veces no entienden lo que les platicas, porque repiten las mismas historias una y otra vez. Pero cuando te das cuenta que un día, si tienes suerte de vivir hasta la edad de viejo, no sabes cómo vas a lidiar con la situación. Todo cambia de la noche a la mañana. Cuando menos lo piensas, las cosas se te caen de las manos. Ya no tienes los mismos reflejos que tenías cuando eras un jovenzuelo. Si antes ibas y venías caminando a la tienda dos o tres veces, ahora ya lo piensas, porque te duelen las rodillas, y la artritis te ha pegado igual que a tus padres, y todas aquellas cosas que podías hacer en unos cuantos minutos, ahora te tardas horas, y ya que terminas, te preguntas tú mismo que chingaos estaba haciendo. Ayer por la tarde fui a platicar con Bill. Le llevé una cerveza y nos sentamos enfrente de su yarda a platicar. Así le decimos al jardín por estos rumbos, yarda. Yo sé que antes me escandalizaba de mis compatriotas de cómo se habían hecho pochos, pero ahora la verdad soy igual o peor que ellos. La cultura te atrapa, te domina. Ya hemos vivido en suelo del tío Sam por casi 30 años, y no puedes evitar las influencias lingüísticas. Me cae que no, y no lo digo en tono de prepotencia, lo digo en tono de realización, ahí está otra palabra que a lo mejor no existe en español realization, o a lo mejor sí, ya ni sé, ni me importa. Lo que quiero decir, es que ya éste es mi país, y no que México haya dejado de serlo, pero ya somos otros, hemos cambiado, aunque esos principios como la familia pues espero que no cambien nunca, aunque a veces me pregunto cuando veo a Bill solo, triste, con rostro de congoja, chingada, ¿cómo voy a estar yo a su edad? Yo no quisiera enfrentar la vejez así. Aunque todos decimos lo mismo, pero en realidad no sabemos cómo nos va a llegar. —¡Hola Bill! How are you? How is your wife? Is she better? ¿Está mejor tu señora? —Sí… yes, everything is all right. Todo bueno… Así son muchos gringos también. No muestran ninguna emoción, todo lo quieren ocultar detrás de una sonrisa falsa. Bueno, al menos eso pienso. Porque cuando murió mi tío Luis, Bill fue al funeral y casi llora. Quisiera hacer algo por él. No estoy seguro qué decirle, cómo ayudarlo. Quizás, simplemente estando aquí con él, y tomándome esta cerveza junto a él. —¡Salud Bill! — Yes… salud… La mirada de aquel hombre de ojos verdes y cabello café claro se perdía detrás del sol. Casi pude ver lágrimas que querían brotar, pero él las sacudió con su fuerte voz, con su plática defensora de los derechos a poseer un arma de fuego, con esos insultos tan normales que muchos dicen a diario en estas tierras. “Oh, same shit different bucket! Life stinks sometimes! It is OK… yes…it is all OK…” La esposa de Bill se está muriendo, y yo no puedo hacer nada al respecto. La mera verdad, espero no verme igual que mi vecino cuando sea mi tiempo… -- See you later my friend… take it easy… Y así me despedía… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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