Correspondencia
Un cuento por David Alberto Muñoz Querida Lupita: Te escribo hasta ahora porque no me había sido posible hacerlo, de verdad, no te miento. Ya sabes cómo es la vida y en ocasiones te ocupa en tantas cosas que los buenos deseos se quedan en eso, solamente buenas intenciones. Ya sé que habíamos quedado en comunicarnos más seguido, pero con esto de las tecnologías, no sé exactamente qué hacer. Si escribirte un correo electrónico, o mandarte un Twitter. Al final de cuentas decidí escribirte una carta, porque al menos en mis tiempos era lo que uno utilizaba para comunicarse con los demás. Recuerdo que mi hija me escribió una vez una carta, y me dijo que no entendía porque querían que le pusiera un sticker a la carta. Cómo me dio risa, pensaba la chamaca que la estampilla postal era una de esas etiquetas que a veces los maestros de primaria les dan a los alumnos por buen comportamiento. Y pues como no hay que pagar por mandar mensajes por la compu, pues ella asumió que era igual si mandabas una carta. Bueno, eso de no pagar es simplemente simbólico, porque ya andan por ahí diciendo que nos quieren cobrar no solamente por tener acceso al Internet, sino no sé qué carajos nos quieren cobrar. El día que descubran cómo recaudar dinero por respirar, entonces ya nos llevó la chingada. Me acuerdo que una vez en un hotel de Guadalajara, iba yo ya dejando el hospedaje, y me había tomado una botellita de agua que estaba en el cuarto dónde me quedé. Pues el encargado me dijo: —Son $20 pesos por el agua señor. Y que le contesto: —¿Y por el aire no cobran? —No señor, eso es gratis. ¡Hijos de su reverenda madre! Pero bueno, me estoy distrayendo del propósito de mi carta. Que por cierto la he empezado varias veces, porque con eso de que ahora nada más escribimos en la computadora, como que se me estaba olvidando como escribir a mano. ¿Sí me explico? Bueno, no que se me estuviera olvidando, pero la práctica es tan importante. A mí me enseñaron la mentada letra cursiva. Cuando iba en primer año de primaria, me dejaban una de planas que hacer, que hasta me decía mi mamá que lloraba de tanto trabajo que nos daban. Pero al final de cuentas aprendimos a escribir bien, digo yo. Hasta una vez, la maestra le mandó un recado a mi madre diciéndole que no me hiciera la tarea. Mi mamá se encabronó e inmediatamente le contesta diciendo que me pusiera a escribir para que viera que era yo el que hacia todas las mentadas planas. Pero bueno, al grano ¿no crees? Te escribo porque deseo entablar una conversación nuevamente contigo. Como las que teníamos antes. Estoy consciente de que han pasado ya muchos años y muchas cosas, y de que a veces la gente se distancia no por voluntad propia sino más bien porque así es la susodicha vida. Yo no sé qué pasó con todo esto de la modernidad, con los pinches milenarios, de que todo ahora es tecnología, que con tanta cosa que hay, la gente ya ni siquiera se mira a los ojos. ¿No has notado eso? Sales a la calle y todo mundo viendo su teléfono. El otro día fui a cenar con Conchita, mi prima, y ya estábamos sentados en la mesa, y te juro por mi madrecita, que todo mundo estaba bien metido en su teléfono celular. ¡Óyeme! Yo no digo que no lo usen, creo que es increíble cómo podemos ahora saberlo todo casi al instante, pero no mamen, hemos perdido ese sentimiento de humanidad, de contacto de carne y hueso que poseíamos antes. ¿No crees? Créeme, que deseo encontrar nuevamente ese sentir contigo. Si tú me lo permites. Ya sé que los dos estamos matrimoniados, pero lo que busco es ese sentimiento de confianza, de sentirme totalmente a gusto como cuando éramos jóvenes. No nos preocupábamos de qué íbamos a decir o a hacer, simplemente lo realizábamos. ¿Te acuerdas? Cuando nos escribíamos una carta al mes, por lo menos si no es que más, y lo curioso era que vivíamos en el mismo barrio. ¡Cosas de chamacos! ¿No crees? Yo esperaba tus cartas con tanta ansiedad, y hasta gritaba de gusto cuando llegaban. Todos en la cuadra sabíamos el nombre del cartero, Don Gregorio, aunque todos le decíamos Don Goyo, y todos los días, hasta en ocasiones los fines de semana pasaba Don Goyo a dejarnos nuestras cartitas, y hasta él sabía nuestras intimidades el carajo. —Ya le escribió su hijo Ramiro Doña Meche, ¿qué le cuenta? ¿Todo bien? —Licenciado, ya le enviaron su cheque de aguinaldo. No se olvide de dejar su propinita ¿sale? A mí me decía: —Ya te escribió otra vez la Lupita, Mauro José. Pórtate bien, nada de andar ahí de coqueto con la Nora, si no yo le digo a la Lupita. Y me canso que te va a mandar por un tubo. ¡Pinche chamaco caliente! —¡Cómo cree Don Goyo! Yo no soy de esos. —Eso decimos todos chamaco, precisamente eso decimos todos, y a la hora de la hora. Se iba soltando una pícara carcajada que todos en el barrio podíamos escuchar. Cuando te fuiste, la verdad no sabía qué hacer. Las primeras semanas fueron bien duras. No podía dormir. Te imaginaba en la ventana de tu cuarto, ya ves cómo nos podíamos ver en las noches con esas velitas que encendíamos los dos. Ya estaba bien mal acostumbrado a verte casi todos los días, a ir a comer unos tacos enfrente de la casa de la Sra. Chona. O ir juntos a comprar el pan antes de la merienda. Después de la escuela, ¿te acuerdas? Que nos íbamos solos a las cuevas y hacíamos nuestras cosas, y me dejabas sentir tus senos grandes y voluptuosos, y hasta en una ocasión me agarraste mi miembro y te dio mucha risa porque me dijiste estás bien caliente Mauro José, cochino, y luego me besaste con mucha pasión. ¿Por qué te fuiste Lupita? Esto lo digo nada más porque así pasó. Tú bien lo sabes ¿qué no? No me mal intérpretes. Ya sé que te fuiste porque tu familia se cambió de país. Y luego con el paso de los años nos olvidamos el uno del otro, bueno, yo no te olvidé… y me gusta pensar que tú tampoco, pero bueno, eso ya no tiene remedio, sólo busco a mi Lupita para platicar de los tiempos de antaño, y quizás de los de ahora. Todo mundo en México se quiere ir para los Estados Unidos. Dizque hay más oportunidad y no sé qué. Bueno, no todos, hay algunos que dicen que es mejor quedarse en tu tierra que ir para ser discriminando como nos hacen a muchos de nosotros por acá. Pero ahora, ya estoy aquí también; me vine hace casi ya 10 años, me casé de este lado y tuve a mi hija, y de pronto pensé, ¿por qué no busco a la Lupita? Ya sé que han pasado muchas cosas, que los dos estamos matrimoniados, pero sólo deseo decirte que quisiera por lo menos hablar contigo y platicar de todas las tonterías que platicábamos antes. Si encuentras un tiempito, por favor, escríbeme, sí, por carta, como lo hicimos por mucho tiempo antes de dejar de comunicarnos. Tuyo siempre, Mauro José *** Mauro José: Te voy a suplicar no me vuelvas a escribir. Ya han pasado muchos años, y la verdad no me acuerdo muy bien de esas cosas que dices. Tengo marido y es muy celoso. No quisiera que encontrara una de tus cartas y vaya a mal interpretar. Por favor, déjame en paz. Lupe *** Querida Lupita: Perdóname, no es mi intención causarte problemas, de verdad. Yo quería nada más platicar, es todo, porque hoy en día la gente ya no platica. Hablan nada más con su teléfono, pero lo que significa entablar una conversación, escucharse mutuamente, no, eso ya no existe, por eso quería que tú y yo lo hiciéramos. Todo mundo a la carrera, todo rápido, no hay tiempo de sentarse a leer o a escribir una carta a tus familiares, amigos o a tus amores perdidos. Disculpa, creo que entre más pasa el tiempo, más nos vamos separando los humanos. Moriremos no con nuestros seres queridos, sino más bien, moriremos con nuestros teléfonos celulares y nuestras computadoras, y nos enterrarán junto con nuestras tabletas y una batería extra en caso de que la necesitemos en el más allá. Yo sólo quería escribirte, y decirte lo que sentía por ti. Y de verdad, sólo quiero platicar. Perdón, no lo vuelvo hacer. Mauro José *** Querido Mauro José: Dispensa, no quise ser grosera, es que ya pasó tanto tiempo, que creo que es mejor no buscarle tres pies al gato. Me dio gusto saber de ti. Cuídate. Lupita *** Querida Lupita: Como tú digas. Recibe un beso cariñoso de mi parte. Mauro José *** Querido Mauro José: Gracias. Te mando un abrazo cariñoso, y te devuelvo el beso. Lupita *** Querida Lupita: Creo que ya lo logramos… estamos platicando… ¿O no? Muchos besos en todo tu cuerpo. Mauro José *** Querido Mauro José: No estoy segura, pero creo que el recuerdo ya nos invadió. Lo mismo para ti. Ya no me escribas. Lupita *** Y la conversación parecía seguir… ¿o no? © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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