El cepillo de dientes
Un cuento Por David Alberto Muñoz A veces, hay cosas que te recuerdan el porqué de ciertas cosas… ¿Sí me explico? Creo que no… Me cuesta mucho trabajo entender cómo pasó todo, pero Rocío y yo...pues ya tenemos varios años juntos, y nuestra relación ha sido como muchas otras, anormal, complicada y bonita. Ya sé que todas las parejas dirán lo mismo, pero en mi caso es la pura verdad. —¡Tú y yo no somos pareja! Rocío es una mujer de muchas envolturas. Es muy dulce, pero puede ser extremadamente salvaje, y cruel. Contradice todo lo que le digo. Hace todo lo que hago nada más porque sí. —Si tú lo haces yo también, ¿por qué nada más tú? Es como que todo mundo está compitiendo con todo mundo. Para ella, la vida parece ser una carrera dónde existen umbrales, y el que llegue al último, algo malo le va a pasar. Siempre anda a mil kilómetros por hora. Intenta hacer tres cosas al mismo tiempo. Cuando se le mete algo en la cabeza, no hay poder humano, ni divino, pienso yo, que la haga cambiar de parecer. Es terca, muy rara, de pronto se pone medio esotérica, es una bola de emociones andando. A veces creo que ni ella misma sabe lo que quiere. —Soy mujer… ¿Qué quieres? La observo a distancia y no puedo evitar el desearla, el querer tenerla a cada segundo, me consume de una manera diferente, excéntrica, inesperada. —Me gustas mucho Rocío. —¡Esa no soy yo! Esa la inventaste tú en tu cabeza. ¡Feo! A veces me causa risa su actitud, en otras me hace enojar. Quiere que le digas lo que ella desea escuchar. Porque en su mente ya hizo todas las conclusiones, y no hay más razón, que la que ella encontró. Te regaña si cometes alguna falta. Te hace ver cómo es tu comportamiento. El hablar con ella es como el querer entrar a saltar la cuerda y no encontrar el momento adecuado. Pero yo me di cuenta de que ella siente algo por mí de una manera muy especial. Todos han de pensar que es una estupidez, y a lo mejor sí lo es. Pero hay un detalle tan insignificante que me mostró, me comprobó, que ella siente algo especial por mí. —Yo no quiero a nadie… Andábamos de viaje, ya no recuerdo dónde ni por qué. No importa, andábamos de pleito como ya es costumbre. Todas las semanas por lo menos una vez, nos damos un entre por cualquier pendejada, no importa, el punto es contradecirnos uno al otro. En su extraño carácter, le gusta explotar de repente, y enojarse, gritando cosas que en ocasiones tiene razón y en otras no. Llegamos a un hotel y ella se fue casi de inmediato a comprar no sé qué cosa. O a lo mejor simplemente a ver la ciudad, le encanta andar de pata de perro. Yo me quedé pensando: "A lo mejor estoy perdiendo mi tiempo". Aunque si he de ser sincero, tenemos momentos muy íntimos que me llenan de gozo y de placer. Con ella realmente puedo ser tal y como soy, sin ocultar absolutamente nada. Me seduce con su cuerpo, y su mente, es una mujer inteligente. Pues aquel día descansé por una hora después de haber llegado al mentado lugar, me bañé, y cuando me iba a lavar los dientes, me doy cuenta que se me había olvidado mi cepillo. —¡Chingada madre!—grité. Ahora voy andar con el aliento de perro. Hablé a la recepción para preguntar si vendían cepillos de dientes. Ese objeto que siempre anda con nosotros y del cual asumimos estará a nuestro lado perpetuamente. —Disculpe señor, pero no tenemos. Hay una farmacia a dos cuadras, ahí puede usted comprar uno. —¡Chingada madre!—expresé de nuevo. De pronto, se abre la puerta del cuarto y entra Rocío, con ese aire de niña traviesa encerrada en el cuerpo de una mujer, con esa tendencia a verlo todo con cierto morbo, pero con una agudeza que al menos a mí, me perturba. —Toma…—dijo con una voz muy suave. —¿Qué es?—respondí a la defensiva. —Un cepillo de dientes, se te olvidó el tuyo ¿verdad? Tonto, ve y lávate los dientes para que no te huela el hocico. Y sonrió con esa sonrisa llena de malicia. Se acordó de mí, le importó el hecho de que se me había olvidado el mentado cepillo de dientes. —No quiero andar oliendo tu mal aliento, Tontín. Todavía lo tengo conmigo, el cepillo, ya está algo viejo, pero lo uso todos los días. Y cada vez que me sale con sus locuras, con esos impulsos de hembra desbocada, simplemente recuerdo que ella me lo compró, sin que yo se lo pidiera… ¿Estoy loco verdad? Es un trastorno mental, pero aunque todo mundo se burle, por ese insignificante detalle, yo sé que Rocío siente algo por mí. —¡Ya me voy, bye! Así es ella, y pues…creo que seguiré aquí…sí…me encanta… —Tonto… Sí, soy un tonto, pero ella me gusta. A veces hay cosas que te recuerdan el porqué de ciertas cosas… ¿Sí me explico? © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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