El Cofre
Un cuento Por David Alberto Muñoz Creo que fue esa noche cuando estaba padeciendo o disfrutando del insomnio…todavía no puedo definirlo, cuando la noche se antojaba estar más callada que de costumbre. Podía escuchar el mismo zumbido de algunas moscas parranderas, junto con ciertas lombrices que servían de alimento a las lagartijas que no se movían solamente que fuese necesario. Descubrí enterrado en el parque de las ilusiones un cofre de madera. Creo que era igual al de mi abuela. Ella me llevaba de vez en cuando para verlo, cuando deseaba darme algo. Sacaba una llave que a mí se me figuraba ser la llave de un tesoro, y al menos para mí, era inmensa. Mi abuela doblaba su espalda cuidadosamente, hacía girar la cerradura mientras abría aquel armario diciéndome: —No le digas a nadie lo que vas a ver dentro de este baúl. Mis ojos se abrían aún más mientras yo negaba con la cabeza. Mi abuela se burlaba de mí con una risa muy abuelesca, llena de un cariño que extraño desde que ella falleció. Aquel bulto que encontré esa noche era una especie de arca ya bastante vieja. Me tomó varios minutos sacarla de entre la tierra y sacudirla para intentar abrirla. Volteé para todos lados porque tenía la sensación de que alguien me estaba observando…Era tan sólo la noche cautelosa, silenciada, como un apartado de televisión sin sonido, solamente podía ver imágenes, animales de desierto moviéndose sobre mi cuerpo, y desde el mismo cielo la mirada curiosa de Kali, diosa del mal. No sabía cómo iba abrir aquel mueble semipesado que desprendía un olor a madera vieja, algo mojada, un aroma a siglos de antaño que seducía más a la misma vez provocaba cierta repulsión. Pude sentir un latido que provenía de adentro. Levanté los ojos y vi a la diosa de la oscuridad sonriendo maliciosamente ante mis acciones. —¿Cómo puedes ser criatura de la aniquilación y Diosa Madre?—la cuestioné, con voz grave. Intenté abrir aquel bulto pero no pude. Y no era que estuviese cerrado, más bien parecía como si después de tantos años el metal ya estaba oxidado, la madera vieja…se había cerrado automáticamente. Lo sacudí varias veces intentado ver qué pasaba…pero nada…sólo el pinche silencio de aquella noche clara, pintada por una hermosa luna llena, con constelaciones enganchadas cuidadosamente, como procurando que todo ojo humano las viese, mientras la mirada de Kali caía sobre mi propia alma…me atemoricé por unos instantes. Después de un rato, ya cansado lo aventé con mucho coraje. Fue cuando se abrió. La escena que siguió no estoy seguro si fue real o verdadera, si fue mentira o ficción, si brotó del espíritu o la carne, o si fue diosa o dios. De su interior brotaron tres almas encontradas. Un viejo, una hermosa mujer, y una frase jamás explicada. El anciano sonreía con alegría, movía sus manos casi a cada instante, su semblante era ameno, despejado, proyectaba paz. En la espalada portaba tatuado un águila con el pico levantado. Sus venas parecían ser serpientes que rápidamente se deslizaban por su sangre llevando aliento de vida e incitando a la mente a seguir pensando. Parecía nadar por el mismo aire que de pronto comenzó a soplar dejando huella de que el tiempo siempre permanece, pero no deja de caminar. Lanzaba brazadas anchas, sus piernas pataleaban avanzando hacia la luna para después de algunos minutos quedar paralizado, y caer nuevamente en círculos dentro de aquel cofre. La mujer con más cadencia enseñó sus ojos verdes, brillosos. Su cabello castaño descansaba sobre sus hombros, sus labios pintados de color rosa estaban completamente cerrados retando a quien la observaba a hacer algo. Maquillada a la usanza contemporánea no permitía que su rostro mostrase ningún defecto. Al contrario, seducía para después mostrar su cuerpo casi desnudo que al acercarse a uno, parecía ser una rara substancia de silicona con color a miel, olor de gardenias, que excitaba, provocaba, estimulaba, deseándola como todo hombre cuando ve a una mujer. Me envolvió casi ahogándome, sentía sus muslos fuertes; casi con desesperación bebía de su pecho un brebaje semejante al alcohol de mi propia imaginación, para a los pocos segundos desaparecer con la misma rapidez con la que había surgido. Fue entonces, cuando la frase nunca explicada se pegó literalmente a mi paladar, provocando un extraño sabor dulce y amargo, y tal vez sin querer, lo escupí con mucha violencia, porque en aquel instante me di cuenta de lo que había descubierto… Maldita y bendita serás Con amargo llanto reinarás Mientras la alegría te cubrirá Porque cuando entiendas ya no podrás En medio de rencores vivirás Arropado de cariños, pasiones y aventuras Cuando te des cuenta ya no estarás Habiendo estado siempre y sin soledad Adulterando tus pensamientos encontrarás Sed, satisfacción y serenidad Todo aquí lo sufragarás Incluyendo favores, escalofríos y bienestar Somos nosotros tres almas encontradas Tu presente, lo que fuiste y lo que serás En aquel cofre que encontraste Aunque lo entiendas, ya nunca lo tendrás No pude hacer nada más, más que retornar aquel cofre al mismo lugar dónde lo había encontrado, entendiendo que soy, que fui, y que seré, pero ahora sabiendo, que, en cualquier momento, la vida, se me puede ir, ya no la tendré…mi existencia puede desaparecer… No entiendo…la verdad no entiendo…hay quienes prefieren pensar en una vida en el más allá…yo no sé…no miento, lo único que espero es que si hay otra vida, sea mejor que esta, porque si no, ya nos llevó la chingada…si supiera algún secreto o algo, lo diría, pero como aquella frase jamás nunca explicada me dijo, aunque lo entiendas, ya nunca lo tendrás… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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