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El Escobas

12/31/2019

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El Escobas
Un cuento
por
David Alberto Muñoz
 
 
Todas las mañanas salía de su casa para ir a trabajar. Sobre su espalda, un montón de escobas echas a la antigüita descansaban. Sobre su frente reposaba el complejo nudo que sostenía aquella curiosa, pero eficiente estructura. Él, un hombre moreno, de la raza del maíz, con aroma a trabajo, quién diariamente, y en muchas ocasiones, sábados y domingos también, se deslizaba por la ciudad de antaño vendiendo sus escobas a $5 pesos cada una. Parecía ser parte del mismo cuadro de una ciudad capital en proceso de desarrollo, lugar dónde sus habitantes caminan, marchan, hacen lo que tengan que hacer para sobrevivir en un mundo injusto y adverso.
 
—¡Escobas baratas! Compre su escoba… ¡Escobas baratas!
 
La voz resonaba al ritmo de autos transitando por el periférico, atravesando el viaducto, llegando al Zócalo, mientras Diana Cazadora supervisa el andar de millones de ciudadanos que a son de bolero, intentan escurrirse por entre las mismas alas del Ángel de la Independencia, mientras todavía existe el monumento a Colón en la glorieta ubicada en la intersección de paseo de la Reforma y avenida Morelos.
 
—Colón era un asesino y explotador de los indígenas. Creo que deberíamos quitar ese monumento del paseo, a Colón me refiero.
 
—¡Escobas, $5 pesos por su escoba! ¡Escobas baratas!
 
Lo barato resonaba al golpear aquellas palabras contra el aire contaminando de la capital mexicana. Todo parecía extraviarse con narrativas inventadas hace siglos y trasferidas por aquellos que sí creyeron en la historia escrita. Unos dicen que Colón fue un héroe, no fue un cruel genocida, mientras otros enjuician al llamado descubridor de América, diciendo que fue un asesino cruel y despiadado.
 
—¡Escobas por sólo $5 pesos! Lleve sus escobas.
 
El sudor comienza a invadir el cuerpo del Escobas. Aquella época era un tiempo donde todavía el ciudadano podía trabajar, vender su mercancía, y comprar, al menos tortillas con frijoles para darle de comer a su familia. Mientras la gente tenga que comer, todo va a estar bien.
 
—¿Escobas, oye?  ¿Escobas? Ven por favor.
 
—¿Qué quieres?
 
—Tengo una pregunta para ti.
 
—Déjame trabajar Cristóbal. Si no trabajo, no como, ni yo, ni mi familia. A lo mejor tú no entiendes esto.
 
—Me tienes que contestar. Hay mucha gente hablando de que si Colón era bueno o malo. ¿Tú que piensas?
 
El Escobas miró a Cristóbal como alguien totalmente apartado de la realidad. No lograba ver más allá de sus narices.
 
—Déjame trabajar Cristóbal. ¿No me escuchaste? Si no trabajo, no comemos…
 
—Es un mito eso de que Colón llegó al nuevo continente y esclavizó y abusó de los indígenas. Todo está basado en lo que escribió Fray Bartolomé De las Casas, él era un importante dominico que fue el primer Obispo de Chiapas en México, fue precisamente él, quién denunció los abusos que cometieron los colonizadores españoles contra los indígenas. Describe como los españoles: “…actuaban como bestias voraces, matando, aterrorizando, afligiendo, torturando y destruyendo a los pueblos indígenas, haciendo todo esto con nuevos, extraños y variados métodos de crueldad de los que nunca se ha visto o escuchado antes”.  Relató también que cuando los españoles atacaban a los pueblos no tenían piedad de los niños, ancianos o embarazadas. Los acuchillaban y desmembraban “como si se tratara de ovejas en un matadero”.
 
El Escobas nada más observaba a Cristóbal con ojos de piedad y cierto juicio.
 
—Es verdad que existe un historiador británico, Roger Crowley, él escribe El mar sin fin, Portugal y la forja del primer imperio global. Discurre cuidadosamente, que cuando Colón pisó suelo americano el 12 de octubre de 1492, “abrió una era de asesinato masivo por parte de los conquistadores europeos”, por lo que “es el padre fundador del genocidio en el Nuevo Mundo”, aunque niega determinantemente, que hubiera intención de exterminio. Los indígenas tenían que defenderse, no fue solamente colonizador, fue conquistador y la conquista requiere súbditos. ¿Sí me entiendes?
 
El Escobas lo miraba con más intensidad. Su pelo lacio, sus ojos negros, su aroma a maíz, y el oscuro color de su piel morena no podía entender con claridad los argumentos que Cristóbal le estaba proponiendo.
 
—Dime, ¿qué piensas?
 
El Escobas lanzó su mirada al viento, intentando decir algo, para luego levantar aire del mismo polvo que adornaba toda la ciudad.
 
—Mira Cristóbal. Lo qué yo sé, es que todos los días tengo que levantarme temprano. Necesito tener por lo menos de 10 a 15 escobas listas, ya hechas, terminadas completamente para salir a venderlas. A veces, y me ha pasado, trabajo todo el día y no logro vender una sola. En ocasiones las bajo de precio para por lo menos tener con que comprar un kilo de tortillas. Camino por todo el centro de la ciudad. Voy a negocios que creo pudieran venderlas. Algunos me las compran, otros no. También a la gente que pasa a mi lado, me meto a las colonias, toco la puerta en cada lugar, ofreciendo a medio mundo en mi camino mi mercancía. Soy un hombre de trabajo, pero hay veces, en que no tengo ni en que caerme muerto, como dice el dicho. Simplemente tomo todo lo que tengo a mi alcance, y hago lo que tenga que hacer para sobrevivir. Pero sabes ¿qué?
 
—¿Qué mi Escobas?
 
—A mi qué chingados me importa si el mentado Colón era un asesino o no. Es irrelevante. Eso discútanlo ustedes. La gente más blanquita es a la que le encanta discutir esas cosas.
 
—¡Óyeme! No me digas racista, también hay gente morena que estudia y le importan este tipo de debates.
 
Por un momento, Cristóbal pensó ver, lágrimas de coraje brotando de los ojos de aquel hombre trabajador, nacido del maíz, quién simplemente intentaba sobrevivir, perdurar en medio de una sociedad injusta y abusadora, al menos con él.
 
—Yo necesito comer Cristóbal, tengo familia, mi mujer, su madre, y tres hijos junto con una niña que es la única y la más chiquita. No sé si tú sepas, pero si no comes te mueres, el hambre es cabrona Cristóbal, no conoce clases sociales, ni educación, ni nada. A mí me tocó venir a este mundo y nací pobre. He tratado de salir de este hoyo por años. Pero no he podido, por lo que quieras. Mi único propósito ahora es que mis hijos no padezcan las mismas cosas que yo he padecido. Yo sé que estás defendiendo tu nombre, tu herencia, algo con lo que simplemente simpatizas. Yo digo que es por el color de tu piel, esa herencia eurocéntrica que traes por dentro. Pero luego me dicen que el racista soy yo. A mí, que me importa lo que hizo Colón hace ya muchos años. Mi realidad es el día de hoy, y si no trabajo, no como, yo, ni mi familia. ¡Que tengas un buen día! ¡Escobas! ¡Escobas baratas!
 
—¡Pinche Escobas ignorante! Por eso el país está como está. Por gente como tú.
 
—Así es Sr. Cristóbal Colón. Gente como yo, que sólo trabajamos para subsistir… No todo fue su culpa, es verdad, pero de que la tuvo, la tuvo; al menos a mi gente morena, nacida del maíz, los mestizos, los mulatos, a todos nosotros, sí nos afectó.
 
Era el Escobas, así le decían a mi papá. Él siempre puso comida en la mesa.
 
© David Alberto Muñoz
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    David Alberto Muñoz

    Se autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana".  Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores.

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