El espejo
Un cuento por David Alberto Muñoz Cayó sobre la cama del hospital sin estar seguro por qué. Solamente observaba su cuerpo como si pudiese salir del mismo y verlo desde las alturas. Sí, casi como una de esas películas de ciencia ficción. Sentía que no pesaba absolutamente nada, y además, poseía una increíble rapidez que podía llevarlo a cruzar el océano de un sólo salto. Los médicos se cuestionaban unos a otros. —¿Cómo es posible que esto haya pasado? ¿Nadie vio los números antes? —Me temo que no doctor. Todo fue muy repentino. —Quizás, porque son medidas de metros y centímetros. Y aquí todavía usamos pies y pulgadas. Y se dice que somos el país más desarrollado del planeta. Damn it! —¿Qué vamos hacer? —I don’t know… Rigoberto estaba flotando dentro de una grisácea nube, dónde fantaseaba su propia figura detrás del mismo aire que respiraba. Su mente no podía aclarar qué era lo que estaba sucediendo. Volteaba, y por momentos se encontraba acostado, con suero puesto en su brazo derecho, y una máquina para poder respirar mejor. Por otros instantes, volaba sobre los mismos techos de aquel hospital del cuál no se acordaba cómo había llegado. De pronto, hizo memoria de la historia de la mariposa. Sí, creo que fue Chuan Tzu, que soñó que era una mariposa y se sentía feliz siendo ese insecto lepidóptero, que tiene el cuerpo alargado, con cuatro alas grandes, y de colores muy vistosos producidos por unas escamillas o polvillo que la cubría. Y de pronto, despertó, y se dio cuenta que era un hombre, un ser humano. Entonces se preguntó: Soy un hombre soñando que soy una mariposa, o una mariposa soñando que soy un hombre… —La realidad humana puede en ocasiones perderse detrás de nuestra propia imaginación. El cerebro determina que es lo que creemos es real y lo que no. Existe de acuerdo con algunos investigadores, ciertas áreas dónde los humanos bien podemos perdernos dentro de nuestra propia mente. Dígame usted si no mucha gente vive aislada de todo lo demás que esté fuera de su propio entorno. Sobre todo, si hemos estado tomando medicamentos químicos, o naturales, ¿sí me explico? —Entonces doctor, ¿usted cree que el señor Rigoberto Luna, está consciente? —La conciencia es algo tan difícil de definir. Who knows? De repente, aparecemos en un mundo que no conocemos. Llegamos totalmente desamparados. Somos influenciados por nuestros padres, nuestros amigos, la gente que nos rodea. Se nos enseñan cosas que nunca cuestionamos. Bueno, tal vez con el paso del tiempo. Pero al final de cuentas todos caemos dentro de ese aire tenebroso de nuestra propia verdad. Dicen por ahí que todo está en el cerebro. ¿Sí? ¿Será cierto? Quizás… no sé… no estoy seguro. Cuando era niño, yo miraba una figura que se paraba junto a mi cama. Era simplemente una sombra. No me daba miedo. Recuerdo que una vez le pregunte: ¿Quién eres? Y no respondió nada. Cuando intenté prender la luz para verlo bien, desapareció. ¿Quién era? Un pigmento de mi imaginación, un espejismo dentro de mi cerebro, o simplemente una imagen que por algún motivo atravesó mi existencia en momentos difíciles. —¿Doctor? —Sí, dígame Rigoberto. —¿Qué me pasó? —Creo que le dimos más medicamento del que usted necesitaba. La cantidad de la medicina se basa en el peso suyo y en su estatura. Como vera usted, usted mide un metro con 58 centímetros. Pero como usted vera en el récord que mantenemos, aquí dice que usted mide un metro con noventa. —¿Y cómo es eso posible? —No estoy seguro… debe de ser alguna falta de la computadora, un desliz humano, un error al final de cuentas, o algo así. Rigoberto se sentó en la cama. Estiró los brazos hacia afuera. Sacudió su cabeza con cierta desesperación. Se tocó el cuerpo como para asegurarse de que realmente estaba ahí, vivo, y poseía los mismos miembros que cualquier otro ser humano. Esperó… Pero nada pasó… —¿Estaré muerto, dormido, drogado? A lo mejor estoy soñando que estoy en un hospital… o quizás… divagando que no lo estoy… Sí, así como en la historia de la mariposa… Entonces se dio cuenta de algo… estaba solo, despoblado de cualquier ciudad o aldea. Cimbrado dentro de su propia mente que producía intentos para lograr entender que estaba pasando. Él, Rigoberto Luna, simplemente platicaba consigo mismo. —¿Dónde estoy? ¿Qué significan estas imágenes que miro constantemente? A veces puedo volar e irme muy lejos, dejando mi cuerpo, y permitiendo que mi alma salga de esta prisión en la que vivo... En la que todos vivimos… Otras, mi cuerpo se aferra a mi espíritu, y me agarra con una fuerza que casi no puedo moverme. Así pensaban los griegos, ¿verdad? El alma es prisionera del cuerpo. Y al final de cuentas, la duda, ¿cuál es la realidad verdadera? —¿Dr. Jones? —Yes. —Se le está acabando al señor Luna la droga que le dimos. Bueno, la medicina que le proporcionamos. —¿Qué le dimos? What did we give him? —No recuerdo… creo que fue esa pastilla nueva, que provoca somnolencia, pasividad. De esa manera podemos conectar al paciente con la máquina que registra sus actividades cerebrales. —¿Y hemos descubierto algo? —Me temo que es lo mismo de siempre. —¡Ah! ¿Cuánto tiempo lleva el Sr. Luna conectado a la máquina? —Ya más de seis meses. La máquina nos dice que, sí hay actividad cerebral, pero no logra descifrarla. El señor Luna simplemente balbucea palabras. Es como si se ha olvidado de hablar de forma correcta. Creo que está viviendo dentro de su propia realidad. —Ya veo… tal vez eso es lo que todos hacemos. Desconéctelo de inmediato. —Pero doctor, podría morir. —Todos ya estamos muertos desde el primer día que nacimos. Busquemos otro paciente, por favor, debe de haber alguien que nos permita rastrear toda esa actividad cerebral. —Como usted diga doctor. Entonces Rigoberto despertó… estaba sentado en la cama de su recámara, viendo su propia imagen en ese raro espejo, llamado realidad. Y detrás de él, también podía ver su cuerpo acostado en la cama de algún hospital. ¿Qué rara es la realidad? ¿No? Todos decimos conocerla, poder verla, pero pocos vemos ambos lados de la misma. —¿Mi realidad? —preguntó Rigoberto Luna. No sé… nadie sabe… todos tenemos un espejo diferente. Y el tuyo… bueno… el tuyo… Es muy distinto al mío… o quizás… son iguales… —¿Entonces? ¿Cuál es mi realidad? No sé, tal vez aquella que escogemos nosotros mismos. Por eso todos nos vemos frente a ese espejo… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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