El Fosforito
Un cuento por David Alberto Muñoz Acababa de apagar su computadora. Ya tenía el vicio de estar revisando su mentado Facebook cada cinco segundos. Era como si fuese a pasársele algo muy importante, y que él no se diera cuenta. Uno nunca sabe. Las cosas con frecuencia pasan arbitrariamente, y si uno no presta atención, se le puede pasar el aire mismo de la vida. Como al Alberto, a quién literalmente se le fue la chava con otro, porque nunca se atrevió a decirla nada. Nos decía a todos ahora si le voy a llegar, pero nada pasaba. Por eso le decían el Machorra, se creía muy listo y muy macho, pero era un chorras, era más pendejo que nada. Precisamente por eso, era menester revisar los medios sociales a cada rato. Creo que ya era la época, cuando todo mundo caminaba viendo al teléfono nada más, sin prestar atención al mundo exterior. Todos deambulaban por las calles de las ciudades llenos de una extraña y rara urbanidad tecnológica, poseídos por un gusano virtual, que decidía los destinos y las direcciones de las personas antes de que éstas pudieran tener un pensamiento libre. —¡Me cae que sí! Él, se llamaba Jaime. Le decían en la escuela el Fosforito, porque para todo alegaba. Aunque le estuvieran dando la razón, Jaime, el Fosforito, defendía sus puntos de vista, aunque no hubiese necesidad de ello. Parece ser que lo que le gustaba era contradecir a medio mundo. Hasta los maestros, como el maestro de educación vocacional, un tal Joaquín Salazar Baranda, a quién le decían el Cura, porque te daba unos sermones más largos y más aburridos que en la propia misa. El hombre no era mal maestro, pero era más pesado que a todo mundo se le figuraba que estaba confesándote, y a nadie le gustaba hablar con él, sobre todo al final del día. El señor no se callaba, te decía, yo creo que usted no ha leído el libro de texto. Mire jovencito, lo que estamos tratando de inculcarle es el valor por la orientación vocacional. ¿Sí me entiende? Deseamos ver cuáles son los aspectos en los cuáles usted sobre sale, de esa manera podremos al menos dirigirlo en cierta dirección para que usted pueda trabajar no solamente en algo que le guste, sino en algo en lo que tenga habilidad. ¿Sí me explico? El Fosforito nada más lo miraba con ojos de altivez, y le respondía porque era terco como él mismo. Mire Profe, a mí me gusta la biología, quiero ser biólogo como Louis Pasteur, Charles Darwin y Alexander Fleming, quiero indagar en la biología molecular y la biología celular, ¿sí me entiende? Creo que esa es mi vocación. Cuestión a la que el Cura inmediatamente le contestaba. Pues chamaco, fíjese bien en que se está metiendo. El biólogo es un profesional que a lo largo de la historia ha dejado una huella súper importante en la ciencia de la biología. Y todo esto, ha sido como consecuencia de su labor investigativa y experimental. Y es precisamente esto, lo que permitió llegar al descubrimiento y conocimiento de tantos procesos esenciales. —Y bla bla bla bla… Después de más de 15 minutos, el Cura nada más hablaba y hablaba, y el pobre Fosforito, se prendía de coraje, era una curiosa frustración. Cuestión por lo cual era más fácil refugiarse en su teléfono, o en su computadora, que en las “sabias” palabras del Profe Salazar. El egoísmo humano seguía creando plataformas para su expresión. Estos eran los fenómenos que creaban una brecha generacional a principios del siglo XXI. Cada generación creía saberlo todo, como la generación Silenciosa, los Baby Boomers, la generación X, la generación de los Milenarios, y recientemente la generación Z. Todo enfrascado en la actualidad detrás de una pantalla, donde los humanos poseían información de cualquier tipo. Era un mundo que pocos de nosotros nos pudimos haber imaginado, pero un cosmos existente y palpable, aunque su premisa fuese el ignorar al “otro”. —No hay nada nuevo debajo del sol. Pero la cuestión no era esa. Sino lo que le pasó al Fosforito. —Pobre cuate, eso no se lo deseo ni a mi peor enemigo… bueno, es cuestión de perspectivas ¿no? Cierto día, retaron al Fosforito. —¿A qué no te atreves a agarrarle las piernas a la Rosario?—Rosario era una de las ayudantes de maestros, estaba en proceso de terminar la carrera, y le había tocado ayudar a muchachos de secundaria ese año. Los alumnos la respetaban hasta cierto punto, pero en ocasiones, ella jugaba con los jóvenes, ya que no era más que algunos años más grande que ellos. Tenía el divino tesoro de la juventud, mientras que todos aquellos estudiantes estaban sepultados dentro de sus propias perversidades. —¡Estás loco! ¿Qué te traes?—respondió Jaime, el Fosforito, ya con la intención de contradecir. —¡Ah! ¡No que muy macho, no que muy cabrón! A mí se me hace que eres igual que el Machorra. Un maricón de mierda. Aquellas palabras realmente le llegaron al Fosforito. En un arranque de enojo, se dirigió al salón de clases dónde estaba Rosario, quién ese día lucía un vestido de color azul marino, levantado unos cuantos centímetros sobre sus rodillas. La muchacha trabajaba tranquilamente en el escritorio del maestro, quién ya se había ido a su casa. Al entrar Jaime al salón de clases, sus miradas simplemente se encontraron fugazmente. Una especie de furor dominó al joven Jaime, quién se lanzó sobre las piernas de la muchacha para tocarla de una manera muy vulgar y violenta. Ella gritó, y al poco tiempo, un grupo de personas llegaron para apartar el cuerpo del Fosforito de la joven hembra. Un verdadero caos, fue el que surgió. Gente gritando, muchachos lanzando golpes, expresiones de sorpresa, risa, cierto horror, era algo que nadie nunca se hubiera esperado, sobre todo de parte de Jaime, el Fosforito que, aunque tenía su carácter, nunca se le hubiera creído capaz de hacer aquello, aunque lo hubiese vislumbrado en su imaginación más de una vez. Ya que se calmaron los ánimos. Estaban Rosario, los papás de Jaime, el director de la escuela, y la perfecta que se encargaba de la disciplina. El Fosforito simplemente con la cabeza agachada, mientras que todos los demás con la mirada de juicio sobre el pobre chico. El director habló con una voz en busca de comprensión. —Necesitamos saber, ¿por qué hiciste eso Jaime? Tú bien sabes que es una falta de respeto lo que acabas de hacer. ¿Qué tenías en la mente? Ya nos dijeron que tus compañeros te retaron, pero por el amor de Dios, no te vas a quitar la vida si tus compañeros te lo piden. ¿O sí? El Fosforito tomó calma quizás por primera vez. Había estado llorando todo el tiempo, con una especie de rabia y desesperación que nadie podía entender. De sus labios brotaba un raro sentimiento que pocos entenderían. Respiró profundamente, alzó la vista, y miró a los ojos de todos los presentes. —¿Por qué lo hiciste Jaime? No te entiendo—expresó la voz de su madre. Después de una larga pausa, el Fosforito explotó. —Porque quiero que todo mundo sepa quién soy yo verdaderamente. —¿Y para eso tienes que hacerle esas groserías a Rosario? —¡No mamá! Discúlpame Rosario, no era esa mi intención. Lo que pasa es que… es que… —¿Es qué qué Jaime? —Todos me dicen todo el tiempo que soy un marica, un joto, que no tengo el valor de hacer lo mismo que demás hacen. Y pues sí, es verdad, soy un marica, soy un homosexual, soy gay, pero tengo el mismo valor o quizás más, que cualquiera de mis amigos. Todos quedaron en silencio. Las miradas se cruzaban intentando darles comprensión a aquellas palabras. Jaime, el Fosforito, había salido finalmente del closet que hasta ese momento lo había aprisionado. —Yo no te quise faltar al respeto Rosario, perdóname, te lo pido de corazón. Lo que pasa es que ya estaba harto de aguantar esas palabras que todos en la clase siempre me decían cuando no hacía algo que ellos querían. Tal vez sí soy un marica, ¿y qué? Pero tengo más valor que cualquiera de ellos. Todos decidieron dejar el incidente así, sin reportar nada. Desde ese momento, se respetó a Jaime, el Fosforito. Desde entonces por las aulas de la escuela se escucha simplemente un rumor, de que no le digas nada al Fosforito, porque él, merece respeto. © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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