¿Estaba soñando?
Por David Alberto Muñoz Despertó con dolor en sus coyunturas. Exhaló aire mientras se destapaba, y miraba el lugar donde se encontraba. Era una recamara de color azul cielo, un pequeño buro color madera antigua oscura, descansaba en la parte izquierda junto a la cama, una lámpara colgaba en el centro de la habitación, y un espejo del tamaño de un inmenso cuadro que le permitió ver su propia imagen reflejada, estaba colocado frente a ella. —¿Doña Reyna? Aquella voz dulce la asustó momentáneamente. Volteó su rostro mientras elevaba sus manos para cubrir su pecho. Se percató que traía puesto un camisón de color blanco. Era de esos que se ponía su abuela cada vez que iba a dormir con ella. Aunque recordó haber visto que en ciertos lugares les ponían ese tipo de camisón a las prisioneras. —¿Estoy soñando o despierta? Se preguntó. “Creo que estoy dormida. Todo es demasiado irreal”. Pensó —¿Dime Ramona? Habló finalmente con la voz cortada por el sueño. —Doña Reyna, es hora de levantarse. La esperan. —¿Quién?—preguntó sorprendida. La joven Ramona sonrió con aire prepotente. —Usted debe de saberlo Doña Reyna. ¿Qué acaso no es usted la señora de la casa? —¿Yo? Ramona hizo una pausa larga observando la mirada de Reyna que buscaba algo que le diera coherencia a su sentir. —Hoy se casa usted señora. —¿Me caso? ¿Yo? —Así es…bueno, tiene usted la oportunidad de contraer nupcias, si así lo desea… —No entiendo Ramona. ¿Cómo sé tu nombre? ¿Te conozco? ¿Dónde estoy? —El día de hoy comienza usted una nueva vida. Dejará atrás las vivencias de su juventud, para adentrarse a este nuevo espacio que le ha dado albergue. —No entiendo Ramona… La ama de llaves sonrió nuevamente. Le ayudó a levantarse y la llevó a sentarse frente al inmenso espejo que parecía tener una superficie de agua. Comenzó a peinarla. —Recuerda que usted nació en tierras del sur Doña Reyna. —Sí, en Tenochtitlán. —Recuerda que sus padres la trajeron vivir en tierras del norte. —A la tierra del águila calva. —Así es…entró de forma ilegal. Nunca se lo dijeron hasta que era usted ya grande. Sus padres la protegieron de la mejor manera. Jamás de los jamases le dijeron que no tenía usted papeles. Es curioso no cree, unos papeles que pueden darle legalidad. Pero el tiempo ha llegado, si usted no se casa con el dueño de la hacienda, con el empresario del negocio, con el güero que la mira a cada instante deseándola como mujer, con aquel ser seco, sin color, con sabor amargo, usted no podrá seguir viviendo en estas tierras. —¿Pero, por qué? —Porque esa es la ley y los profetas. —Eso no tiene sentido, soy de estas tierras, yo sé que no nací aquí, pero mi cultura es de este lado, no he vivido en ningún otro lugar, toda mi vida, hasta me hacen burla mis connacionales de no saber hablar igual que ellos. No conozco a nadie de aquel lado de la frontera, soy americana, soy estadounidense, tengo derechos… Esos derechos ya habían sido borrados por el nuevo emperador de las tierras rojo azul, que con voz de profeta profetizaba: —Deportaré a todo aquel que no tenga documentos, a todos aquellos que hayan tenido la osadía de cruzar el río sin autorización. Separaré familias, mandaré padres a su suelo natal, y buscaré la manera de deshacerme de aquellos hijos que hayan nacido en tierras rojo azul. Porque soy el amo y señor del universo, a quién Dios todopoderoso le otorgo el poder. Todo aquel se me oponga, no es digno de mí, no es fiel, es un traidor a quién debo destruir. Esta es la voz del rey del imperio. Reyna despertó de su extraño sueño. Volteaba para todos lados. No vio a Ramona. No había ningún inmenso espejo frente a la cama. Corrió, y pudo ver que sus padres dormían en su recamara como siempre lo habían hecho por los últimos 23 años. Todo parecía normal. Pero no…no estaba soñando, el nuevo emperador ya había comenzado a cumplir su palabra profética. —Desterraré a todo aquel que haya violado la ley de mi pueblo, escrita por Dios. —Pero a mí me trajeron aquí, yo no tenía consciencia. No importa, parece ser que el odio será más grande, y la palabra del emperador más poderosa. ¿Qué pasará con nuestra gente? © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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