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Presencia

Futuro

6/14/2017

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Futuro
Un relato
Por David Alberto Muñoz
 
Despertó como en medio de una pesadilla. Su cuerpo estaba tirado sobre un sofá viejo, rasgado, y con cucarachas que se movían con la mayor fluidez que él hubiera podido imaginar. Su mirada estaba borrosa todavía, no lograba enfocar su vista, lo único que pudo percibir, era que, frente a él, estaba un cuerpo de materia, tal vez humano, tal vez de metal, tal vez imaginario, pero él sentía que lo miraba con mucho recelo.

—¿Qué chingaos es eso?—se preguntó así mismo.

Los sonidos que logró percibir era de una calle urbana con mucho tráfico. Cláxones gritando con cierta furia, voces elevadas, que afuera de las maldiciones, no se daban por percatadas que no eran las únicas. El mismo hierro del cual estaban construidos algunos edificios, entonaban el himno a un apocalipsis ya ocurrido, pasado de un mito en proceso de construcción, un mundo literalmente ahogado por la tecnología en medio de cables, señales inalámbricas, dimensiones escondidas detrás de una metafísica que considerábamos verdadera.

—¿Le amaneció?

Era una voz dulce, femenina.

—Tome…es una toalla, ahí adentro va a encontrar un lavadero con jabón. Límpiese, luego regrese para darle de comer. ¿Tiene hambre verdad?

Por unos segundos se dio cuenta.

—Hasta me había olvidado de mis necesidades básicas, como comer, creo que tengo ganas de defecar—los pensamientos atravesaban su mente a mil millas por hora.

—También ahí adentro hay un excusado, úselo. ¿Sabe dónde está?

Hizo un gran esfuerzo por recuperar su memoria. Lo único que logró fue el verse así mismo sobre un montón de mierda, golpeado, con ropa de pordiosero, sin recordar siquiera su nombre, si tenía familia, en qué ciudad había nacido. La única palabra que le dio cierta dirección fue cuando pensó, “mis pensamientos viajan a mil millas…”

—¿Por qué no a mil kilómetros?

Debía de estar en el otro lado de la frontera. Aunque…todo parecía ser igual…devastación, confusión, anarquía, todo mundo destruyendo lo que se les atravesase, antes que los destruyeran a ellos mismos. 

—¿Qué pasó con la frontera?—le preguntó una vez que había limpiado su cuerpo, por dentro y por fuera. Era una hermosa hembra, una musa creada en la mente de algún loco escritor quien tuvo a bien desbordar con adjetivos, verbos y pronombres, la imagen de una mujer hecha musa, o de una musa hecha mujer…

—El orden de los factores no altera el producto.

Sonrió con cierta alegría, tal vez por primera vez desde hace mucho tiempo.

—La frontera sigue ahí, dónde mismo—hablaba la joven musa mujer—el orden de los elementos no ha cambiado, lo que sí se ha alterado, es la cantidad de los elementos. El odio ha crecido sumamente, si antes culpábamos a nuestro prójimo por todo lo que pasaba, hoy en día nuestra propia madre puede ser la causante de tanta tragedia. Los hijos culpan a los padres de todos sus males, y los padres les reprochan su falta de comprensión. Todos nos culpamos unos a otros. Es más fácil gritar y aventar la silla sobre la mesa, que sentarse a intentar dialogar con el enemigo. Todo lo que se escucha son gritos de revolución, muera el opresor, viva el pueblo, sociedad o muerte…creo que finalmente todos hemos aceptado nuestro destino final. Ese personaje que nos busca desde el día de nuestro nacimiento. Para algunos es mujer, seductora, sensual, para otros es un esqueleto aterrador, que toma tus huesos despedazándolos y derramando tus entrañas sobre tus propios desperdicios de excreción. A nadie le importa ya la frontera…permanece como una lección en los libros de texto, ya no es el orgullo nacional, el amor a la bandera, nuestra cultura, ahora es odio hacia el “otro”, emancipación anárquica total, si no destruyes te destruirán…no muestres ni una gota de humanidad, de compasión, porque eso mismo te hace lucir débil, sin la fuerza necesaria para gritar e insultar a los demás. No se trata de convencer por medio de argumentos basados en evidencia, se trata de ver quien grita más fuerte, quien eleva vocablos con la mayor firmeza de sonido, no de fuerza argumental, si tú te convences a ti mismo de tener la razón, la tendrás, y nadie te la quitara, hasta que alguien con mayor fuerza logre hacerlo… ¿Dónde está la frontera? Dónde siempre ha estado, pero ya no es un muro construido por aquel emperador lleno de odio, ya no son alambres picudos puestos con el propósito de detener a los “invasores”.  Ahora simplemente es, el eco de palabras de antaño que sostienen el mito de destrucción. “A este no lo puedo aguantar, punto”. Ya ni el motivo del odio importa, la narrativa que va más allá del apocalipsis contemporáneo, está basada en el yo primera persona del singular…todo lo demás, ya no importa…

—¿Y quién soy yo? ¿Cómo llegué aquí?

—En un correo mal enviado, en un ataque cibernético, por accidente, o quizás, fuiste parte del virus o antivirus construido antes o después de que se necesitara, ya no importa, somos entes respirando, pero hemos perdido nuestra capacidad de ser realmente, porque ya no pensamos, solamente reaccionamos defendiendo nuestras más elementales necesidades, nuestra necesidad de subsistir. Todo lo demás…ya no importa…

Fue cuando me di cuenta, cuando él se dio cuenta, cuando todos nos dimos cuenta…todo lo demás ya no importa…

​Este fue, es y será, mi futuro…
 
© David Alberto Muñoz
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    David Alberto Muñoz

    Se autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana".  Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores.

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