Guadalajara en un llano, México en una laguna…
Por David Alberto Muñoz Guadalajara y Tequila, Jalisco.- Me imaginé de pronto, que la ciudad descansaba sobre el lago de Chapala, el mariachi, tocaba a distancia, y los tequilas simplemente volaban uno tras otro sin darse uno cuenta. Tlaquepaque con sus olorosos jarritos, cantaba a son de celebración, mientras el agua de pozo bañaba a las hembras con esa belleza descrita por Pepe Guizar en su canción, que casi es un segundo himno nacional. Guadalajara, en esta ocasión, me recibió dulcemente, meneando la cabellera a son de música jalisciense. Aquella estatua de Miguel Hidalgo y Costilla, erguida en una plaza del centro histórico, con esa mirada de endemoniado, me recordó, la furia de los jaliscienses, la alegría de ser mexicano, ese pueblo que todavía sueña, espera y desea el bienestar para con su gente. El México que encontré es un México con esperanza, deseoso que las últimas elecciones le den lo que siempre se ha deseado, seguridad, trabajo, dignidad. Un taxista me dijo en camino del aeropuerto al hotel: —Ahora con López Obrador, las cosas van a cambiar. Les va a quitar los choferes a todos los diputados y senadores, y les va a aumentar el sueldo a los policías, a las enfermeras. Todos necesitamos justicia. “Ojalá así sea”. Pensé muy dentro de mí. El mercado de San Juan de Dios me despertó una mañana con esos olores a tacos, birria, tortas ahogadas, pescado, antojitos; vendedores ofreciendo sus productos mientras decidimos tomarnos un tejuinio, manjar de los dioses huicholes, hecho a base de maíz, con piloncillo, un sabroso tequila, para consumirse con sal, limón y chile pequín. Bebida refrescante. Toda la gente jalisciense está llena de amabilidad, incluso esos jovencitos tercos que te siguen casi toda una cuadra, ofreciéndote papas con limón y chile. —¡Papas! ¡Papas! ¡Papas con limón y chile! ¡Lleve sus papas! Al entrar a los locales del mercado, todo mundo te ofrece comida. —Pásele pa acá güerito, ¿qué necesita? ¿Güerito? ¿Yo? Nada más por eso, me quedo a comer aquí. —Estamos a sus órdenes. Usted nomás diga. —¿Qué le damos? Todos en México nos hacen llorar, desde el niño que vende mazapanes, hasta la mujer que intenta vender mezclas fantásticas que darán salud. El hombre mesero que ya lleva más de medio siglo atendiendo mesas. Los cantantes que ofrecen una canción por 300 pesos. Viajamos al pueblo mágico de Tequila, cuna de la mentada bebida, que al menos cuando yo era chico, era corriente, la tomaban los albañiles, y hoy en día el tequila es la bebida que representa culturalmente a México en el mundo. Además de ser, el lugar de nacimiento de mi abuelo, a quién entre paréntesis, un cantinero conoció, Ricardo es su nombre, hombre nacido en el mismo año que su servidor y que al escuchar el nombre de mi abuelo dijo: —Sí yo lo recuerdo, Víctores Prieto Llamas, llegó a ser gobernador interino del estado de Jalisco. Él era masón, igual que mi padre. Para mí, fue un orgullo el poder estar en el lugar de nacimiento de mi abuelo, y el haber llevado a mi hija para que lo conociera. ¡Brindamos a su salud! Tequila, sí es en realidad un pueblo mágico, dónde siempre hay fiesta. Existe un sortilegio especial sobre aquella pequeña población llena de un mito seductor, que llevó a mi abuelo hasta la gubernatura del estado de Jalisco. Me sentí muy orgulloso de él. Dentro de su pequeño mercado, pese a ser chico, llena el ambiente con el calor de su gente, mientras por las noches llueve a cántaros, como le gustaba a mi madre, y por las mañanas se respira un ambiente de total paz. Fue muy curioso darnos cuenta de una tradición muy particular. Todos los días a las 9:00 de la noche, el sacerdote del pueblo ofrece una bendición tocando tres campanadas, en ese preciso momento todo mundo detiene sus actividades, si están sentados se ponen de pie, si son dos jóvenes echando novio, dejan de besarse y se ponen de pie, en las casas la gente apaga el televisor, toda actividad se suspende, para encomendar a Dios y al Señor de los Rayos, para que llueva, pero sin tempestades, ya que la mayoría de los locales trabajan en la cosecha. En este viaje reencontré mis raíces. Y aunque ya viva en otro país, y mi cultura quizás haya cambiado, México siempre estará en mi sangre. Guadalajara en un llano, México en una laguna… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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