La Choles y el Sr. Benavidez
Un cuento por David Alberto Muñoz —Dile a la Choles que ya mero llega el patrón Benavidez. —Hasta el nombrecito de patrón tiene el jefe ¿no? —¡Pinche nombre de farmacia! —¡No manches! Pero su buena feria que se carga. —¿Don Paco? La Choles quiere ir a ver al patrón. —¡Pues siempre quiere ver al mero mero! Esa niña es terca, una mula diría mi señora madre. Más bien lo que quiere la nena es enseñarle al patrón. ¡Sí! Quiere enseñarle, ¿ya sabes por qué le dicen la Choles verdad? —¡Ah Don Paco! Todo mundo sabe eso. A la chamaca le gusta enseñar. Y cuando conoció al patrón, y vio cómo le entretenía al señor “jefe”, ver todo eso, pues nada más le enseñaba los chones cada rato que podía, y el mentado señor Benavidez, nada más se carcajeaba de lo lindo de la muchachita, tenía 14 años apenas. Ambos estaban simplemente jugando, coqueteando, pero en buena onda, el jefe Benavidez era su abuelo. La chamaca tiene sus propios problemas. Así lo ha decidido la gente. Y bueno, la han llevado al médico, pero sí han dicho que la Choles tiene un pequeño problema mental. —Lo que pasa es que no la conocen como yo. Es bien buena onda. Don Paco, encargado de seguridad de la fábrica Familia Benavidez, se carcajeó de lo lindo y estiró los brazos viendo hacía los pocos cables que quedaban conectados, colgando del aire. Pensó que tal vez nuevos tiempos se hacían presentes. Y por lo tanto, las nuevas tecnologías ya habían aterrizado. Aquel futuro del cual había leído y especulado, ya estaba con nosotros; como se hablaba de carros que volaran entre nuestros edificios, de poder ver a la persona en vivo en una llamada telefónica. A veces era increíble pensar que todo lo que podemos necesitar esté metido en un teléfono. Una computadora que anda por dónde a mí me gusta andar, y me provee toda la información necesaria, para actuar e influenciar incluso mi vida privada. —Hoy en día ya no es tan sencillo como antes. Si tú tenías el poder, hacías lo que se te daba la gana. Y el abuso siempre ha sido de ambos géneros, es verdad que los varones somos más culpables que las hembras, pero éstas, no se han quedado atrás, al contrario, pueden ser más crueles que nosotros, como lo de la chamaquita, la Choles, y el Benavidito… bueno el Benavidez, para que no se vayan a enojar, ya ven que en México le ponemos diminutivo a todo. Y pues el chamaco era sobrino del jefe. —Don Paco, yo creo los que trabajamos o hemos trabajado en la fabrica en los últimos años, tenemos derecho a saber lo que realmente pasó. Con sus detalles y demás, ya ve usted como es la gente de chismosa. Todo lo demás es un montón de verborrea, de babosadas que la gente le encanta inventar para ganar audiencia y público. Luego luego quieren que se haga una serie de Netflix para contar lo que les pasó. Egoístas. —¿Qué pasó Don Paco? Se han dicho tantas cosas, buenas y malas. Es cierto que aquellos que tenemos años por acá, podemos simplemente especular. Porque estuvo de miedo la cosa. Como de ciencia ficción. ¿No cree usted? El hecho de que se haya ido la luz, la forma tan rara en la que aparecieron el Benavidito, la Choles, y el chamaco aquel que acabábamos de contratar para que nos ayudara con la limpieza general de la fábrica. —¿Julio? —Sí, ese… —Al menos Julio dijo que sí a todo lo que se le pidió. A veces creo que ni él estaba seguro de qué sucedió. Don Paco simplemente afirmó con la cabeza, intentando salir corriendo. No le gustaba hablar de lo sucedido. Todo mundo le ponía de su cosecha. Sin embargo, en aquella ocasión, con rostro recio, simplemente alzó la cabeza y permaneció junto con aquellos. El día terminaba, la fabrica tenía que ser cerrada. Cada uno de los trabajadores lentamente dejaban su puesto de trabajo para salir y descansar de un día normal de trabajos físicos. La Choles, nieta del dueño de la empresa, quién andaba todo el día por la fábrica, decidió quedarse e ir a la oficina del Sr. Nava para ver que se traía el susodicho señor. —¿Qué quieres muchacha? Ya es hora de irse a casa. —¿Quieres ver?—le sugiere coquetamente mientras levanta su falda un poco—Nada más no le digas nada al abuelo. —¡Ah Choles! Mejor vete a la oficina de tu abuelo. La vida no es solamente andar enseñando calzones. Necesitas prepararte, tener una educación, saber qué vas hacer, de qué vas a vivir, aunque tu abuelo tenga toda esta empresa. Tiene que haber una mente detrás de todo. ¿Sí me entiendes? —A lo mejor… sí… a lo mejor no… Con eso de que mi papá falleció… Lo entiendo, pero a la vez no tiene sentido. —Así es, todos en tu familia dicen que fue lo mejor, lo de tu padre. No estoy seguro de por qué, pero, en fin. —¿Crees que soy tonta Don Paco? —¡Ah señorita! Así como me lo pregunta, tengo que decir que no, al contrario, se me hace ser usted una chamaca con bastante inteligencia. —¡Ándele Don Paco! Cuéntenos… Aquí estamos la mayoría de las personas que estuvieron aquella noche, ¿qué chingaos pasó de verdad? —Creo que ya todos hemos inventado nuestra propia historia al respecto. La Choles llegó y nada más andaba enseñándole su ropa interior al patrón, y al mentado Sr. Nava, ¿o no Ricardo? Quién por coincidencia del destino es hermano del dueño de una las empresas, de los Benavidez. Uno de tantos, a cada quién le dieron su porción. Ya ves cómo se trabaja eso de las fabricas y demás por acá. —Cada quién agarró lo que pudo y punto. —Pero de eso no queremos saber. Necesitamos entender ¿qué pasó Don Paco? Usted debió haber estado aquí. Nunca falla, siempre está presente. No sólo es el encargado de seguridad, sino también creo que tiene los mismos años de construcción que la empresa. Además, de ser considerado un amigo íntimo de la familia. —¡Sí cómo no! Miembro íntimo, si no es que la ovejita negra entre todos. Paco se levantó con cierto hastío. Ya tenía más de 30 años de trabajar en aquella fabrica que contenía todo el dinero y el poder de aquella población. Una y otra vez le preguntaban: ¿Qué pasó Don Paco? ¿Quién se metió a la fábrica? ¿O hubo traición y mala onda? ¿Quién mató al Benavidito? Dicen que andaba por acá con malas intenciones. Se ha dicho que el Benavidito llegó con dos armas, cargadas, y que nada más iba cuarto por cuarto disparando a quién estuviere ahí. —A la gente le encanta hablar de las cosas mal hechas por los demás. Es tan difícil que todos aceptemos que quizás, todos fuimos culpables de la muerte del jovencito. Pero para que el humano acepte su propia imperfección, sus errores… eso si se puede llamar milagro. —Pero no fue él, fue la Choles—dijo una voz ausente. Todos los presentes quedaron atrapados en aquella burbuja de tiempo. Don Paco comenzó a narrar con voz de seguridad lo sucedido. —Mira Ricardo, las cosas en la vida pueden ser muy adversas, raras, contrarias a lo que nosotros pensamos o queremos. A veces, no no salimos con la nuestra. Nunca pienses que todo se va acomodar en su lugar y que todo se va arreglar. Esos son mitos, creaciones humanas inventadas por nosotros mismos con la idea de satisfacer nuestros propios deseos y llenar esa rara necesidad que tenemos de pelear los unos con los otros. Aquella noche, la Choles llegó con un carácter mal alterado. Es posible que haya bebido, pero en fin… Todos le conocíamos esa maña, por regla general cuando tomaba se ponía muy de malas, pero en esa ocasión, su enojo era demasiado. Total, para no hacer el cuento largo, cuando llegó el Benavidito con sus niñerías como siempre lo hacía, ésto, hizo que la Choles explotara, dejando brotar el peor coraje que yo le he visto. Simplemente tomó una pluma, y se le lanzó sobre Benavidito descargando todo ese odio que por algún motivo traía por dentro. Todos quedamos paralizados. Sin saber qué hacer. Recuerden, la Choles tenía 14 años. Sus padres fallecieron cuando ella tenía una corta edad. Quedó en el cuidado de su abuelo, y ya ves cómo era el viejo con la chamaca. La adoraba el hombre, y la Choles también lo quería mucho. Pues aquella noche, no descansó hasta que no vio todo el oxígeno fuera del Benavidito. Y no estoy diciendo de que se fue al hospital con el niño, porque para cuando finalmente ya estaban en el lugar y habían analizado todo, simplemente le dijeron a Julio qué decir, a Ricardo, tenga cuidado señor, y a la Choles, ya ni la chingas. Pues la Choles no descansó hasta que un total silencio fue lo que hubo entre el Benavidito y todos los que estábamos ahí. Fue como un asesinato en grupo, pero no material, más bien todos fuimos testigos de lo sucedido. Y le metimos a Julio la mentira de que fue el Benavidito el culpable… Que había llegado de pronto y que fue él mismo quien comenzó a herirse con esa pluma. De acuerdo con los presentes, nadie pudo detener al muchacho de ya más de 18 años de edad, con problemas mentales también. Pues querían llevárselo a un manicomio, a una clínica de enfermos, por no decir de locos, pero ya era demasiado tarde, la Choles ya se había encargado de todo. —¿Pero luego qué pasó? La policía, los agentes que vinieron a investigar, ¿qué pasó Don Paco? Nadie dijo nada. Todo parecerse convertirse en un letargo que invadió cada esquina de la fábrica y al final de cuentas todo permaneció pegado en contra de la pared, pero pegado no en voces, sino en cuerdas de sangre que nunca sangraron y permanecerán hasta el día en que se decida que la verdad salga de dónde esté enterrada. —¡Pues no la estás viendo en tus narices! Ricardo se alteró bastante. —La otra solución es ir y hablar con las autoridades correspondientes al caso, permitir que el mismo proceso de ley nos guie. —¡Ah Ricardo! Ahí vas otra vez… —Es que la Choles sigue ahí. Como si nada hubiera pasado. Eso no está bien. Don Paco suelta una contagiosa carcajada y pretende estar boxeando con alguien. —Escúchame bien por favor Ricardo. Si hablamos, nos estamos poniendo en contra de la fabrica y de los intereses de los mismos trabajadores. —¿Pero? ¿Cómo? —Tú ya has visto lo que los abogados pueden hacer. Pero los trabajadores, estamos hablando de sus familias, del sostén diario. Eso no lo podemos destruir. Es mejor dejar las cosas como están. La Choles está creciendo, ya tiene 16 años, y ya han hablado de ponerla en un lugar especial, de psiquiatría, ¿Ya sabes no? No es que sea tonta la niña, es muy… muy… manipuladora, y la verdad cada vez que llega, nos hace que a todos nos dé un miedo. Aunque a todos nos gusta verla, con esa actitud de prepotencia, bañadita y maquillada simplemente con la idea de que ella es la reina de todo el lugar. Y Ricardo… yo también volteo cuando la chamaca nos quiere enseñar. Soy hombre. Aunque creo que lo puedes imaginar después de haber sido testigo de lo que pasó. —¿Qué pasó Don Paco? —La Choles mató al Benavidito, todos estuvimos presentes. No te hagas. Tomó esa pluma y no dejó de encajarla en el cuerpo de Benavidito. A la hora de la hora, todos permanecimos detrás de esa arma que poseen las hembras y puede destruir muchas cosas: el silencio. Es mejor callar hasta que se descubra algo. Es mejor saber esperar el poder del silencio. --Ayer vino el inspector principal, el que está encargado del caso de Benavidito. —Desearía saber cuál fue el motivo. ¿Alguien le ha preguntado? Don Paco se alejó de la escena. Tomó su lonchera, y salió del lugar… Hoy en día ya no es tan sencillo como antes. Si tú tenías el poder, hacías lo que se te daba la gana. Y el abuso siempre ha sido de ambos géneros, es verdad que los varones somos más culpables que las hembras, pero éstas, no se han quedado atrás, al contrario, pueden ser más crueles que nosotros… —Nunca sabré si la historia es verdadera o no. Pero es la fábrica de mi abuelo, al menos es lo que siempre me han dicho a oscuras, cuando todo ya está cerrado, y yo… yo puedo hacer lo que se me dé la regalada gana. Me llamo Patricia, pero de chica me decía las Choles, porque según ellos me gustaba enseñarle mis calzones a mi abuelo. Están locos, pero mi abuelo es tan lindo, él y yo tenemos una relación a todo dar, si le enseñé o no mis prendas privadas, no me importa, fue un juego inocente, y nada más. Sí… este es el cuento de la Choles y el señor Benavidez. Todo mundo se sigue preguntando: ¿Qué pasó Don Paco? Y todos siguen hundidos en el silencio. © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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