La Doña y la Chata
Un cuento Por David Alberto Muñoz La Doña estaba bastante molesta. Cada rato aventaba al aire sus insultos y reproches que tal vez, bien pudieran brotar de cada uno de nosotros. Estábamos en un verdadero lío. La tira arrestó al Bato Loco, llevaba unas diez libras de coca, y además traía un metal[i]. Todos en el congal tuvimos miedo. Se nos hacía que de repente iba a llegar la chota y nos iban a levantar a todos. Doña Licha, se servía coñac cada tres minutos. No sé porque le estaba contando el tiempo. A lo mejor era una forma de distraerme. Cada vez que fallaba una orden de la Doña, alguien iba a pagar. Al principio tuve miedo que pudiera ser yo. Porque yo soy el que siempre maneja, se suben a la troca que nos dio la Doña y los llevo a dónde sea, no hay pedo conmigo. Pero esa vez, vi que llegaron los tiras desde sólo Dios sabe dónde, los pinches azules cabrones. Pero ya que le informaron a la señora que la Chata había sido la culpable de todo, descansé. La Chata es una vieja que llegó a trabajar con la Doña hace apenas unos meses. Le decían así porque la nariz la tenía algo chata. Se miraba bien cura, pero estaba bonita la vieja. Todos los clientes la solicitaban, decían que era bien buena para su trabajo, y pues sí, a mí me constó. Un día, durante mi tiempo libre fui y le dije, ¿a poco es cierto que coges a toda madre? Ella me respondió, pues si quieres saber te va a costar 300 bolas. ¡En la madre, grité! Deja voy y saco de mi colchón, y hacemos el business. La pinche Chata era una vieja bien buenota, alta, de piel morena clara, pelo café oscuro, ojos medio averdados, con unas tetas bien grandotas, y unas curvas como nos gustan a todos los Mexicans. No flacas como las gringas. Ese día me la cogí, y pues quién quite que hayan sido las 300 bolas que le pagué, pero la disfrute mucho. Pero bueno, eso no es de lo que estaba hablando, el día en que arrestaron al Bato Loco, fue porque la mentada Chata dejó la puerta abierta del hotel; sí, el que está en la Van Buren Street, y la 24 calle, ahí cerca de la llantera del López. Todos los chotas nada más entraron como que estaban en su puta casa, ya sabían que estaba pasando. Yo lo vi todo desde la troca. Llegaron de cincho y se llevaron a todo mundo. Dicen los chismes que la pinche Chata soltó la lengua, cuando pasa algo así, se vuelven la bichi en bicicleta[ii], ¿qué no? De pronto, llegó el Shadow con su sombrero negro de pachucho, y su camisa larga de franela con cuadros grises, y sus tramados[iii] negros, sin poder faltar sus lentes oscuros. Era el segundo en el poder después de Doña Licha. Todos le teníamos miedo. Se sentía bien feo cada vez que pasaba algo así, la Doña ya se había echado a más de dos en momentos así, nada más porque la miraban mal, según ella. ¡Chingada madre! Cualquiera de nosotros se puede ir en cualquier momento. Y no quiero decir ir a algún lugar, sino más bien se puede petatear[iv]. —¿Qué chingados pasó Shadow? ---It was Chata’s fault Doña? No semos pendejos, quesque nadie sabe qué pasó. Pinche vieja, ella le dijo a los chotas. Maybe, ella es tira también. Doña Licha sacó un cigarro de su bolsa. No falto quién le diera lumbre. Aspiró el humo profundamente y luego dijo sin más ni más: —La puteria se aprende en la soledad, pero una traición… una traición a mí, eso no se hace… hijadeputa, nada más una vez me ves la cara. ¡Que se la chingen! Después simplemente nos contaron que alguien en el bote se la filerió[v]. Porque el acuerdo que tenía con los azules era de entregar al Bato Loco, con toda la mercancía, y a ella, le iban a dar menos tiempo en el tambo por haber cooperado. ¡Chingada madre! La agarraron entre más de cuatro, la encueraron, se la cogieron hasta quedar hartos, y el Quasiloco, ese bato grandote como un mastodonte, con cara de animal, y pervertido más que cualquiera de nosotros, le metió un filero[vi] por la panocha[vii]… una y otra vez hasta que la desangró… Yo me sentí bien chafa cuando pasó eso, pero que le íbamos a hacer. El arreglo fue que la Chata entrega al Bato Loco, con toda la mercancía, y a ella, le dan menos tiempo por haber cooperado… Sí cómo no… esas cosas siempre se saben. Así vivimos nosotros, semos batos locos, aunque por eso yo siempre me he mantenido a distancia, yo nada más manejo, los llevo y hasta ahí… Me dolió la Chata, la verdad, no era mala onda, pero como dijo la Doña, la puteria se aprende en la soledad, pero la traición, eso ya es mala onda. © David Alberto Muñoz [i] Pistola. [ii] Sin explicación. [iii] Pantalones. [iv] Morir. [v] Acuchilló. [vi] Cuchillo. [vii] Vagina, vulva.
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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