La Madre
Por David Alberto Muñoz Cuando mi madre falleció quise escribirle algo muy especial. Dude entre poesía, relato, incluso cuento, de pronto, me percaté que mi ego de escritor no me iba a permitir escribir desde lo más profundo de mi corazón, y decidí, que sería mejor dejar que de mis sentimientos nacieran palabras con la mayor sinceridad posible. Es difícil para un hijo hablar de su madre quien murió tan sorpresivamente, apenas hace unos días. Si alguien me lo hubiera dicho hace sólo una semana, no lo hubiese creído. Su muerte fue muy rápida e inesperada. Mi madre no era una mujer muy grande de edad, tenía enfermedades normales por decirlo de alguna manera, pero era una mujer muy fuerte, y creo que quizás, como todo hijo, pensé que mi madre siempre iba a vivir. Pero no, mi hermosa progenitora se nos fue dejando un vacío que creo va a ser muy difícil de llenar. Y ahora, que estamos aquí, me pregunto con toda la honestidad que puede brotar del corazón de un hombre de 57 años de edad: ¿Qué debo decir? ¿Qué quiero decir? ¿Cuáles serán las palabras apropiadas para expresar lo que mi corazón siente en estos momentos tan difíciles? La realidad de la muerte a veces la dramatizamos demasiado. Sobre todo, en nuestra cultura mexicana. El estereotipo de la calaca, el día de muertos, la forma en que el mexicano se ríe de la misma muerte, nos ha dejado una percepción muy negra del significado de morir. Incluso, en nuestra cultura cristiana protestante, se habla de resignación, de allanamiento, de consuelo. Yo creo con todo el corazón que la muerte debe de ser vista como parte integra de la vida humana, como un componente más, que totaliza la compleja experiencia humana. Es por eso, que deseo celebrar la vida de Elma Muñoz Salazar, mi madre, recordándola como fue, una mujer llena de vida, una mujer alegre, que vivió toda su existencia en toda su plenitud, sin desperdiciar un solo segundo. Elma se casó joven, a la edad de 19 años, por cierto, a mí me contaron las malas lenguas, que ella dijo que tenía 20 para poder casarse. Quería aparentar más madurez, pero en realidad era una joven enamorada que decidió hacer su vida con mi padre. Y cuando uno es joven, no piensa en absolutamente nada, sólo se desea vivir. Un año más tarde, me tuvo a mí, su hijo mayor, convirtiéndose en madre, posteriormente tendría a mis hermanos Alfonso, Pablo y Elma, sin olvidar a Mireya, que pasó a ser otra hija, como ella mismo lo dijo, "por derecho propio". Cómo recuerdo la historia que me repitió miles y miles de veces, de cómo Dios me salvó la vida cuando yo apenas tenía 30 días de nacido. Contaba mi madre, que de pronto me enfermé, no podía mantener alimento en mi estómago, todo lo vomitaba. Me llevaron con el médico y en aquellos tiempos no había una pronta solución a lo que me acongojaba. En términos médicos, tenía el píloro tapado, hoy en día es un problema que se resuelve con mucha facilidad. Pero en 1959, era una condena de muerte. Me operaron, mi operación se abrió de lo mal que la hicieron, me volvieron a coser, pero pensando en que iba yo a fallecer. Los médicos les dijeron a mis padres: “Me temo que su hijo va a morir”. Y me cocieron a la carrera como pensando “qué caso tiene hacer un buen trabajo si el mentado chamaco va a fallecer”. Por eso tengo una cicatriz muy grande en mi estómago, que parece un ciempiés, para mí es normal, ha estado ahí toda mi vida. Se las enseñaría, pero no quiero que me acusen de acoso sexual. En aquel momento, fue cuando mi madre se enojó mucho con su Dios, le dijo: “¿Para qué me lo diste si me lo ibas a quitar?” Elma, era una joven mujer, inexperta, y su hijo casi recién nacido estaba al borde de la muerte. Entonces, mi madre contaba esta parte del relato con mucha convicción. “Cuando te vi salir mijito, la segunda vez de la sala de operaciones, y vi que casi no podías respirar, fue cuando le dije a Dios, si mi hijo va a sufrir, mejor llévatelo…y fue entonces cuando Dios decidió dejarte conmigo”. Y aquí estoy todavía dando lata. Mi madre era una mujer muy alegre. Su vida siempre fuimos nosotros, sus hijos. Nos quiso a todos por igual. Tenía un carácter de fiesta, de gozo, de júbilo. Era una mujer muy bonita. Tenía porte de hembra. Y debo de reconocer que también mi madre era tremenda, no era ninguna santa, como a veces queremos ver a todas las personas que fallecen. Pero eso sí, siempre fue una mujer muy decente, muy apegada a su hogar, y una mujer de mucha fe, alguien que creyó en su Cristo hasta el día de su muerte. Siempre fue defensora de sus hijos. “No le hagan nada a mis hijos porque se las ven conmigo”. Anunciaba de cuando en cuando. Durante nuestra infancia, realmente fue la que nos crio. Mi padre viajaba constantemente y fue ella, la que se dedicó en alma y cuerpo a darnos una vida de hogar, a enseñarnos a hacer las cosas como deben de hacerse, a pedir las cosas por favor, a dar las gracias en todo momento, a mostrarnos con su ejemplo, que existen ciertos principios que debemos llevar en alto. Recuerdo su risa, enérgica, contagiosa, recuerdo los cintarazos que me llegó a dar, y pongo en claro, bien merecidos. Fue ella, quién cuando llegué a la adolescencia, decidió introducirme al mundo de la cultura, especialmente del teatro. Me empezó a llevar a ver obras de teatro, le gustaba mucho; recuerdo como en cierta ocasión tuve el gusto de conocer a Luis G. Basurto, en persona; y esas experiencias despertaron en mí una curiosidad por conocer más la compleja experiencia humana. Yo me sentía tan orgulloso de ir con una mujer tan hermosa de mi brazo. Sí, con ella fui a lugares donde empecé a ver que era realmente la vida humana, centros nocturnos, teatros de variedad, obras de los clásicos griegos y demás, y creo que, durante esta época, mi madre y yo nos convertimos en grandes amigos. Era más que mi mamá, era mi amiga. Cuando crecí, siguió su presencia afectando mi vida. Tuvo tres nietos, Mirita, Monika Elma y Alonsso Nikolas, "Nemesis". ¿Saben? Quería a sus nietos tanto como a sus hijos. Y siempre nos dijo: “Si hay algo que nos les gustó que nosotros hicimos con ustedes, no lo repitan con sus hijos”. Y al menos yo, si he seguido este consejo. No estoy seguro qué deseo expresar, que quiero decir exactamente, las palabras se bloquean dentro mí mismo llevándome al mismo lugar. Pero les juro que desde las entrañas de mi corazón brota un gemido de dolor porque mi madre ya no está conmigo, y sí, me duele, pero a la misma vez, el legado que nos dejó es una inmensa paz que no tiene descripción. La muerte es parte de la vida. Si hay algo que he aprendido, es que no debemos de ver la muerte con temor, como el fin de algo, al contrario, es el principio de lo venidero; no hay que verla como una sombra negra que eventualmente nos llevará a todos. No, veámosla como parte de la misma existencia humana, como parte del vivir nuestro, como una etapa la cual todos atravesaremos. No hay que temerle, al contrario, hay que mirarla de frente y agradecerle a los dioses del maíz, la oportunidad de haberla tenido como madre. Por eso en este día celebro la vida de Elma Muñoz Salazar, celebro todas sus luchas, sus logros, las metas que pudo realizar, cada uno de esos momentos donde todos hemos sentido nuestra propia humanidad, destilando sangre que fluye por las venas de las avenidas humanas, haciéndonos ver que al final de cuentas todos somos simples seres humanos, y como seres mortales, todos pasaremos por esta experiencia que tal vez ahora puede ser algo dolorosa, para los que nos quedamos, porque ella ya está en mejor lugar. La quise mucho, la quiero mucho, y la querré mucho, porque el tiempo es una dimensión infinita, dónde las emociones viven, donde los sentimientos fluyen por medio del corazón humano, y a pesar de que hay muchas cosas que el ser humano todavía no entiende, la muerte debe de ser un momento de celebración y regocijo. Un segundo en la inmensa dimensión del tiempo, dónde agradecemos el poder haberle tenido entre nosotros por 77 años. Hasta siempre Madre…así le decíamos nosotros, la Madre…descanse en paz. © David Alberto Muñoz
4 Comments
Eloina Barajas Chavez
12/15/2016 07:30:13
David, que hermoso y emotivo homenaje a tu Madre. Es lo más lindo que e leído en mucho tiempo. Desde acá te mando un fuerte abrazo, en verdad tu Madre es muy hermosa. Cuídate mucho y espero reunirnos todos muy pronto.
Reply
David Muñoz
12/16/2016 05:18:29
Muchas gracias Elo, un abrazote y nos vemos pronto, con la ayuda de los dioses del maíz.
Reply
12/15/2016 09:13:39
Amigo David,
Reply
David Muñoz
12/16/2016 05:20:20
Mil gracias Raul, te mando mi agradecimiento y un fuerte abrazo.
Reply
Leave a Reply. |
David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
|