La pesadilla
Por David Alberto Muñoz Despertó sudando. Tenía escalofríos por todo el cuerpo. Casi no podía respirar. Fue como que de repente, la vida se le acabara dentro de sus propios sueños. Volteó al lado derecho de su cama. Una mujer dormía placenteramente. Su rostro, era el rostro de una niña buscando qué travesura hacer. Su pequeño cuerpo estaba casi totalmente desnudo. Él, no la reconoció. —¿Quién es? ¿Qué hace aquí? A lo mejor es mi amante…pero no recuerdo haberla vista anteriormente. O a lo mejor, es mi mujer…o alguien que se metió en mi casa…un momento, ¿es esta mi casa? Observó la recamara. Todo parecía normal. Los muebles, los adornos, los objetos que cargaba en las bolsas de su pantalón, la cartera, las llaves de su carro, las plumas que había puesto sobre el buró, de su lado de la cama, hasta la foto dónde aparecía aquella mujer junto a él, sí, aquella que estaba durmiendo a su lado, sólo qué, se miraba distinta, tenía el pelo de otro color, se miraba más joven, y él…no, todavía no lograba reconocerla. Se levantó de pronto. Con cierta exasperación. Corrió por toda la casa, como buscando algo, no…no estaba…empezó a gritar, perdía la cordura, algo se le había perdido. —A lo mejor estoy muerto…¿será? Como que todo se me hace conocido, pero a la misma vez, todo parece extraño, lejano, como que nunca lo he visto. La hembra despierta de pronto. —¿Qué haces Vladimir? —Busco algo que perdí. —¿Qué perdiste? ¿Tu corazón? ¿Tu palabra? ¿A ti mismo? Él miró de frente a aquella mujer. --¿No me digas que me perdiste a mí?—Se carcajeó en la cara del varón, hablando en tono bastante sarcástico. Ya viéndola de frente, no podía ser una muchachita de más de doce años de edad. Entonces, la pesadilla comenzó… —No, no veo ninguno de mis libros. ¿Qué hiciste con ellos? ¿Los quemaste? ¿Los tiraste a la basura? Los necesito, tengo que leerlos una vez más, tengo que intentar entender qué pasa conmigo, porque me gustas tanto, creo que ya recuerdo quién eres…al menos…recuerdo anoche…lo que hice… ¡Tengo que escribir qué significas para mí! ¿Entiendes? —No Vladi, no entiendo. Nunca te he entendido. Súbitamente, Vladimir despertó. Sí…estaba soñando, sí…todo era una pesadilla, sus libros estaban dónde los había dejado. Por todos lados, tirados en el piso, sobre la cama, encima de los muebles de la sala, en la misma cocina, arriba del refrigerador, sí, por todos lados. Aquel individuo, necesitaba leer, sí, leer, algo que la gente ya no hacía…porque de ese modo, él podía subsistir, podía respirar mejor, era su droga, su adicción, su obsesión, era la forma de justificar sus sentimientos por aquella criatura que durmió a su lado la noche anterior. Se sentó en el sillón que estaba en la sala. Tomó el primer libro a su alcance. Vio la portada, era Lolita, casi lo besa cuando leyó el título y su autor, Nabokov… —Mi madre me puso el nombre de él…sí…a lo mejor por eso soy como soy…no sé…pero tengo el mismo nombre que el autor de Lolita. Lo voy a leer otra vez, tal vez, en esta ocasión, sí pueda entender porque siento lo que siento… Suspiró, dejo caer sus brazos, se dispuso a leer. Aquel libro, era el reflejo de toda su perversidad…ni más…ni menos… Abrió las páginas para leer… Entonces, la pesadilla se hizo insoportable…no había letras dentro del libro, todo había sido una invención en su imaginación, la lectura no existía, todo lo había creado Vladimir en su mente. Nadie sabía qué era el leer… —¿Puede ser posible? Entonces, Vladimir despertó nuevamente... © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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