Los zapatos rojos
Un cuento por David Alberto Muñoz Los tacones de color rojo estaban donde siempre Maritza los ponía. Recargados en la pared que daba al oeste dentro de su cuarto. Ella decía que le gustaba pensar que los zapatos estuvieran en esa dirección, donde el sol se mete. No estaba segura por qué. Parecían de pronto como un cuadro pintado con algún propósito artístico, simplemente estaban ahí, para adornar, para dejarse ver, o tal vez, porque a veces, le costaba trabajo a Maritza, usarlos; ya no le quedaban tan bien a la joven muchacha. Todas sus amigas que eran invitadas dentro de su recamara, los miraban con ojos de sorpresa. Se miraban tan bien, tan estéticos, con una extraña fuerza interna que se dejaba ver a distancia. —¿Dónde los compraste Maritza? Están preciosos. Y mira nada más el tacón, es alto, delgado, pero me imagino que te sostiene muy bien. ¿O no? La muchacha simplemente sonreía y dejaba que sus amigas especularan más en relación a aquellos zapatos rojos de tacón alto, que con porte adornaban su cuarto y se convertían en una verdadera tentación para todas las damas. Todas, deseaban probárselos. Algunas se animaban y le decían a la susodicha de Maritza. —¿Me dejas que me los pruebe manita? —Sólo quiero ver cómo se me ven. —No seas gacha… ándale… Creo que nunca te los he visto puestos. Maritza solamente sonreía. Lanzaba sus gestos al aire mientras que los zapatos rojos parecían cobrar vida propia. Un extraño manto cubría cada escena dentro de la recamara de la joven. Ella, se levantó y tomó aquellos calzados dejando ver su mano ruda, grande, eran las manos de un ser humano trabajador. —¿Dónde los compraste? Se me hacen tan exclusivos, tan exóticos. —Préstamelos para usarlos hoy por la noche, ¿sí? Voy a salir con Eusebio. Creo que esta noche sí se le va a hacer al chamaco. Ya lleva tiempo lanzándome los perros. Y la verdad está bien chulo el condenado. Maritza de pronto se levanta y vuelve a poner aquellos zapatos rojos en el lugar donde ya tenían bastante tiempo. —Disculpen muchachas. No se los puedo prestar. Estos zapatos son especiales, son mágicos. Todas voltearon a verse con rostro de sorpresa. —Óyeme, no manches. Ni que fueran de oro los pinches zapatos. —No, no son de oro, pero estos zapatos son los que me hacen parecer más como una verdadera mujer. Maritza se quitó su peluca, dejando ver el rostro de un hombre escondido detrás del maquillaje. Como cuando prenden la luz en un congal porque ya es hora de cerrarlo, y es entonces cuando puedes ver las cosas tal y como son. Maritza se llamaba en realidad Heriberto, hacia ya mucho tiempo que vivía como Maritza, al punto que todas sus amigas creían que en realidad era mujer. —¡Pero esto no es posible Maritza! Tenemos años de conocerte. La muchacha se sentó sobre su cama. Cruzó la pierna coquetamente y habló de un modo en el cual, nunca, nadie la había escuchado. Con una voz algo ronca habló quizás por primera vez en su vida. —Cada vez que me pongo estos zapatos, siento un cambio grande en mí. Fueron un regalo de mi tía Francisca. Ella sabía que yo era transexual. Siempre me apoyó. Creo que todo mundo lo sabía, pero mis tiempos fueron una época de secretos a voces. Nunca pude liberarme y salir del closet como dicen ahora. Pero cada vez que me pongo estos zapatos rojos, pasa algo mágico dentro de mí. Todas quedaron anonadadas. Jamás habían visto a Maritza de esa forma, tan varonil, tan fuera de lugar, nunca habían pensado que no era mujer. —Pero, ¿cuánto tiempo tenemos de conocerte? —A mí siempre te me hiciste muy femenina, tu fisonomía siempre fue de mujer. —Nunca había notado… pero creo que tienes la manzana de Adán. —¡No!—gritaron todas. —Dice la leyenda, que a Adán, se le atoró un pedazo de la fruta prohibida en la garganta—habló Maritza con gran seguridad—Por eso, todos los varones que descienden de ellos poseen esa marca que sólo los hombres poseen. Bueno, aunque sí hay chicas que la pueden tener. Pero en mi caso, ha ido desapareciendo poco a poco. Cada vez que me pongo estos zapatos, mi cuerpo parece transformarse, me hago más mujer que ayer, y obtengo de una manera mágica, el mismo cuerpo que cualquier mujer. —¡Estás loca Maritza! No sabes lo qué dices. Eso es imposible. La muchacha tomó una vez más aquellos zapatos mágicos de acuerdo con ella. Fue a cambiarse de ropa y al salir del baño, la figura casi perfecta de una hembra joven destellaba a las presentes, quienes no sabían qué decir, ni qué hacer. —Ya ven—Maritza hablaba con un tono mucho más agudo, el tono de una verdadera mujer—¿Me creen ahora? Todas se levantaron anunciando tal vez la siguiente pregunta que era vital para entender esa brujería que estaba sucediendo, de acuerdo con cada una de ellas. —Bueno… y… ahí… abajo… ¿Qué tienes? Maritza sonríe de labio a labio mientras su mente se pierde en ese laberinto en el que ha estado ya por muchos años, desde que descubrió lo que verdaderamente sentía. Todos los ojos estaban sobre ella. Los oídos más que atentos, y era casi imposible quitar la mirada de la zona erógena de Maritza. —Ahí tengo mis órganos sexuales, mi identidad mezclada entre dos géneros, entre dos opuestos que no se pueden encontrar. Dos caminos que a mí me confunden mucho. Porque lo que siento, no es lo que miro en ocasiones sobre mi cuerpo. Pero al ponerme estos zapatos rojos, nazco, crezco, germino como una nueve especie humana. O a lo mejor solamente me engaño a mí mismo, porque la realidad me dice que lo que siento, nunca estará de acuerdo con mi cuerpo. Pero estos zapatos lo logran, de verdad, con estos zapatos me trasformo en Maritza, y mientras no me los quite, soy feliz, porque ni ustedes mismas se habían dado cuenta. Maritza levantó su vestido… y entonces ellas pudieron ver… Era simplemente Maritza, una hembra cambiada por la magia de unos zapatos rojos. © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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