Mentiras…
Un cuento Por David Alberto Muñoz Esa mañana exploté como nunca lo había hecho antes. Sentía un enojo infinito que pensé jamás podría desaparecer de mis entrañas. No sé a qué echarle la culpa, si a mi carácter de toro herido, o a mis traumas que la mera verdad a mi edad ya parecen berrinches de niño chiquito. Rosaura había despertado algo tarde. La pude ver los últimos minutos antes de levantarse. Dormía de lado con la cobija que destapaba sus piernas cubiertas solamente por una camiseta que decía: SANCHA, HOMEWRECKER SERVICE. Era domingo, habíamos pensado en ir al parque, o tal vez visitar a la familia de Rodrigo que estaba de visita desde Arkansas. Siempre he pensado que ese estado es muy conservador. Cuando pienso en Arkansas pienso en el racismo de antaño, me imagino a personas siendo ahorcadas solamente porque su piel es más oscura. Aunque actualmente podríamos decir que las cosas realmente no han cambiado. En fin, aquel día Rosaura me confesó que me había sido infiel. Yo reaccioné como cualquier otro hombre lo hubiese hecho, grité, tumbé muebles, aventé platos, creo que hasta pateé al pobre perro, y ella con una serenidad que me congeló el alma. —No es para tanto Juan José. —¿Cómo qué no es para tanto? —Sí, tú también me has sido infiel más de veinte veces. —¡Estás loca! ¡Jamás de los jamases te he faltado! Ella me miró con ojos de juicio. Su tranquilidad era incomprensible. Ni un cabello fuera de lugar, sentada elegantemente en el sillón de la sala, con la pierna cruzada. Como que de repente hubiese cobrado galanura. Sus manos cruzadas una sobre la otra. Podía leer con claridad la parte inferior de su camiseta: no job too big or too small! Y su mente que era lo único que parecía trabajar en aquel preciso momento navegaba entre la construcción exacta de adjetivos, verbos, pronombres y artículos. —Mira Juan José, no te voy a echar en cara lo que tú estás pensando... ¿Cuántos años tienes de no decirme sobre las ganancias extras que tienes en el negocio? —¿Eso qué tiene que ver con el hecho de que tú te acostaste con un desgraciado? —¡Todo! ¡Absolutamente todo! —No te entiendo. —Se puede ser infiel en más de una manera. No es el acto sexual lo que hace la infidelidad, es la traición a una promesa hecha el uno con el otro. —¿De qué estás hablando mujer no comprendo? —En los últimos dos años has recibido más de siete mil dólares en ganancias extras por medio de la distribución que has estado haciendo al Caribe. ¿O no? Súbitamente mostré mi sorpresa. —¿Y? —¿Por qué no me lo has mencionado? Mientras nosotros necesitábamos dinero para elevar la producción, tú te quedaste callado porque yo no tenía contacto con la empresa en Santo Domingo. Además, Tienes más de un mes visitando el asilo de ancianos sin decirme una sola palabra. —Bueno pero tú estás loca, ¿cómo te voy a ser infiel en un asilo de ancianos? Voy a visitar a mi tía. —¡La cuestión es tu silencio, tu falta de deseo de compartir, el mentirme cuando vas a ir a ver a tu familia, y decirme solamente que tienes mucho trabajo! ¿No me entiendes? La infidelidad no es lo qué haces, sino el traicionar la confianza que siempre te he tenido. ¡El mentirme! Su voz sonaba tan segura, tan frustrada, tan innegable, que por un momento no sabía qué decir. El asombro era quizás la mayor expresión que mi rostro dejaba ver. Nunca la había visto así. De pronto, mi enojo como que desapareció. Repentinamente mi preocupación era justificar mis acciones, lo qué no le había dicho. Mis gestos cambiaron, mis palabras se volvieron de disculpa, de explicación. Instantáneamente todo había cambiado. Ya no era yo el ofendido, era ella. La podía perder, no, eso no me puede pasar. Tengo que luchar con todo lo que tengo para lograr retener a esta mujer a quien quiero con todo mi corazón. Imágenes atravesaban mi mente llenas de confusión. Ya no me importaba lo que ella hubiese hecho. Todo era distinto, mi único interés ahora era el lograr que ella no me dejara. ¿Qué estaba pasando? No podía entenderlo. —No sé Juan José. Si no puedes compartir tus secretos me estás siendo infiel. ¿Cuál es la verdadera diferencia entre acostarse con alguien y mentir sobre el dinero que uno hace? ¿O el no decir la verdad sobre lo qué uno piensa hacer? ¿No crees que sea lo mismo? Piénsalo con cuidado. No es en si el acto físico de penetrar a otro ser humano, es la traición a la promesa hecha de compartir siempre todo, el juramento de no mentir. Ahí está el asunto, el no mentir. Porque cuando mientes ya estás siendo infiel, aunque tus mentiras las consideres ser mentiritas blancas que no dañan a nadie. La miré con semblante de torpeza. Elevé mi perfil mientras mis manos descansaban sobre mi cintura. —Tal vez sea lo mismo Rosaura, pero de cualquier manera tú me traicionaste. —Tú lo has hecho ya por muchos años y yo sigo contigo. No tienes ningún derecho a juzgarme. El silencio succionaba la sangre misma de nuestros cuerpos en aquel raro santiamén. —Si quieres me voy. Total, debí de haberme ido desde hace mucho tiempo. Pasaron seis segundos con una lentitud agobiante… —No, me da hueva el pensar que tendré que empezar de nuevo…quédate por favor…prometo dejar de mentirte, y compartir mi vida contigo…pero tú… —Sí Juan José, yo dejaré de decirte mentiras también. Mentiras, mentiras y mentiras…la vida es una mentira, y lo peor es que muchos de nosotros, no la creemos… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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