No entiendo
Un cuento Por David Alberto Muñoz Me llamo Maricela Felmeier Orozco. Tengo 47 años de edad. Llegué a los Estados Unidos hace ya más de 30 años. Estaba jovencita, inmadura hasta cierto punto. Ya poseía todas mis idiosincrasias. No era una niña, pero tampoco era una mujer. Estaba en esa edad difícil, cuando nos cae la mentada “choca”, y vamos del monte de la trasfiguración a las profundidades del Sheol en sólo un segundo. La gente me pregunta cada vez que me conoce: “¿Por qué te apellidas Felmeier?” Porque me casé con un gringo. Orozco es el apellido de mi padre. Me enamoré, y pues así fue. A él no le importo de dónde era, ni el color de mi piel, ni nada de eso. Hemos sido felices, sí, con sus problemas como todos los matrimonios, pero somos uno de esos casorios interraciales que dicen. ¿Cuándo me preguntan qué pienso de la discriminación en los Estados Unidos? Pues eso es algo que me llega muy de cerca. Vengo de México, del estado de Hidalgo, de Real del Monte, es un pueblo mágico, una bella ciudad dedicada a la minería, que siempre ha mantenido la belleza de sus calles y callejones. La gente es muy humilde. Así me criaron a mí. Cuando vivía allá, todos teníamos una imagen de lo que era los Estados Unidos. Siempre pensábamos todos que Gringolandia, era un país de igualdad, de justicia, de equidad, pero de a verdad; y si acaso existía la susodicha discriminación, era en lugares del sur, como Alabama, Misisipi, Tennessee, esos lugares donde mataron al Dr. Martin Luther King Jr. Fue difícil para mí el acoplarme. Tenía 17 años cuando llegué. No hablaba ni una palabra de inglés. Hoy ya lo hablo, pero tengo mucho acento, y aun siendo ciudadana, hay personas que me discriminan. Soy morena de piel, por no decir prieta como me decía mi abuela, eso no es ningún secreto. Mi tez es de color café oscuro. Así es, punto. Es algo que no puedo cambiar, aunque yo quiera. Al principio, cuando la gente me miraba, como que se molestaban. Yo trataba de pedir direcciones de cómo usar el camión, los medios de trasporte públicos, y la gente se enojaba conmigo. — Why don’t you go back to your nation? La verdad ha sido muy difícil entrar en el main stream de esta cultura. Tengo muy presente en mi mente la forma en la cual mis compañeros de escuela, cuando estaba en la High School, se burlaban de mi forma de hablar. Me esforzaba tanto por crear mis oraciones de una manera aceptable, y trataba de pronunciarlas lo mejor posible. Pero siempre esa risa burlona que tienen los gringos. Se burlaban de mi forma de pronunciar, me acusaban de ser una idiota. — You are so stupid! You know what? I think you are an idiot! You don’t even know how to speak. Why don’t you learn how to speak English! No sé si la gente se da cuenta hasta qué grado puede dañar a una joven comentarios como ese. ¡Yo trataba! De verdad, pero no se puede aprender todo un idioma de la noche a la mañana. ¿O sí? Luego la forma en la que se relacionaban conmigo. Cada vez que había un grupo de jovencitas reunidas en el lonche o a la salida, yo me acercaba para platicar, para ver cómo estaban ellas, o para ver cómo estaba la cosa, nada más. Y siempre, siempre cada una de ellas hacía una cara de asco, y me llegaron a decir, al menos yo creo haber escuchado: — Here comes that damn Mexican girl! Esas cosas duelen, por más que uno diga que no. Soy mujer morena, estoy orgullosa de mis raíces, de mi pueblo, agradezco lo que este país ha hecho por mí, adoptarme, darme la oportunidad que quizás en mi propio suelo no tuve. Pero si me preguntan si todavía existe discriminación en suelo del tío Sam, les diré que sí… sí, sí y sí… No entiendo por qué. Cuando nacieron mis hijos no a todos los discriminan. A los que salieron güeritos, los tratan mejor, se parecen a su padre, pero a mi Robert, mi Robertito, quién tuvo la suerte de salir igual de prieto que su madre, a él sí lo discriminan. No entiendo, ¿qué tiene que ver el color de la piel? ¿Qué tiene que ver de dónde venimos? Creo que nunca lograré entender. Espero que con el tiempo las cosas cambien para mis hijos… Pero la verdad, en este momento, a principios del siglo XXI, las cosas se miran igual, o quizás peor, que en los años 60s. Creo que nunca entenderé por qué… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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