Profecía
Un cuento Por David Alberto Muñoz Alfredo leía con mucha intensidad su biblia. Deseaba de todo corazón encontrar la respuesta que le diera tranquilidad a su alma. Viajaba desde el libro de Romanos hasta el Antiguo Testamento, pasando por la profecía de Ezequiel, y cruzando por Proverbios y el mentado libro del Apocalipsis. —¡Tiene que haber una respuesta! Se decía él mismo. —La Biblia dice que si le preguntas a Dios de todo corazón, él te dará la respuesta. Ya tenía varios días trabajando de esa forma. Casi no dormía. Se la pasaba en medio de comentarios bíblicos, documentos de la iglesia primitiva, diccionarios de hebreo y griego, artículos escritos por los mejores maestros escolásticos. Pero al final de cuentas, seguía en las mismas condiciones, sin encontrar muchas respuestas. —Alfredo por favor, tienes que comer. Ya llevas más de una semana metido ahí con tus libros y tus preguntas. —Tú no entiendes Isabel. Necesito encontrar la respuesta. —¿La respuesta de qué? Hay cosas que no sabemos. Te lo he dicho más de mil veces, pero no me quieres hacer caso. —¡Eres una incrédula mujer! Déjame trabajar por favor. Los ojos los tenía rojos de no dormir. No se había rasurado ya en varios días, solamente se lavaba la cara de cuando en cuando para despertar. Estaba literalmente obsesionado con descubrir algo, que ni él mismo sabía qué era, pero él, estaba totalmente seguro que lo encontraría en el libro sagrado cristiano. —¿Qué es exactamente lo que estás buscando Alfredo? —No sé…muchas cosas…cuándo será el fin del mundo…saber si Juan el Bautista era Elías…descubrir qué pasó exactamente con Luzbel…reforzar el argumento de la trinidad…descubrir cosas… ¿Me entiendes? ¡Tengo que descubrir las cosas de Dios! Para decirle al mundo lo qué Dios quiere de ellos. —¡Ay Adolfo! Estás obsesionado. No solamente sabes lo que Dios quiere de ti, también deseas saber qué quiere Dios de toda la humanidad. ¡Óyeme! Eso ya es de genios ¿no crees? —¡No te burles Isabel! Hablo en serio. —Yo también hablo en serio Alfredo. Todos ustedes los religiosos son iguales. Dicen haber encontrado la verdad absoluta. Tener la respuesta para el ser humano. Haber descubierto los secretos de Dios. Pero yo pregunto: ¿Cuál Dios? Elohim, Jesucristo, Alá, Shiva, Tao, Ahura Mazda, ¿no crees que todo depende de qué perspectiva tengas? —¡NO! ¡Sólo hay un Dios, Jesucristo hombre! —Así no dice, dice que sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. —¡Ya vas a empezar con tus cosas! —Y luego tienes también a los cristianismos alternativos, los mormones, los testigos de Jehová, los sabatistas, hay un sinfín de creencias, y cada una de ellas, todas Alfredo, dicen ser la verdad absoluta. Alfredo detuvo su rápido actuar momentáneamente. Un silencio aturdidor callaba tal escena. Alfredo se acercó a Isabel. La tomó del rostro para besarla con mucho cariño. Y después, mirándola frente a frente le preguntó: —¿Por qué estás conmigo si piensas tan distinto a mí? Los ojos de Isabel sonrieron junto con sus labios, al igual que una niña al descubrir que realmente no existe Santa Clós. —¡Ay Alfredo, Alfredo! Eres un niño…te escogí porque eres tan diferente a mí. Y eso me gusta. Yo no creo en toda esa narrativa que traes de Dios, de los ángeles, del infierno y todo eso, para mí es solamente un mito. Pero cuando te veo con tanta pasión leyendo, intentando descubrir no sé qué, me provocas mucho cariño. Es todo… ¿Entiendes? —Creo que sí… —¿Y tú, por qué estás conmigo? —¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti Isabel? —No, dime. —Tu inteligencia, la forma en la que todo lo que digo me lo refutas con argumentos. Eso me provoca, me erotiza, me encanta. Acabaron en los brazos el uno del otro, y ella con los labios húmedos le murmuró calladamente al oído. —Ah Alfredo…eres un niño tonto, pero también divino, sigue con tus cosas… —¿Sabías que la Biblia explica lo que está pasando actualmente en Siria? —¿De qué hablas? —Todo reino de Siria dejará de existir, al igual que la ciudad de Damasco; además, las ciudades del norte, que son el orgullo de Israel, se quedaran sin murallas. Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que así será. Lo encuentras en la profecía de Isaías —Esa no es la traducción correcta. Además, que Dios tan prepotente ¿no crees? —¡Tú no sabes nada! —Olvídalo Alfredo, tú ya no cambias. Sigue con tus cuentos de hadas. Cuando el hambre te gane, ahí te dejo un sándwich para que comas algo. —Algún día tú veras que yo tenía toda la razón. —Sí Alfredo, algún día…ya me voy a trabajar. Y Alfredo siguió estudiando “la palabra de Dios”. © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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