Un día común…
Un cuento Por David Alberto Muñoz No encontraba las llaves del carro. Ya tenía casi media hora buscando. No tenía la menor idea de dónde las había dejado. —¿Rosa? —¿Qué quieres? No grites. —¿No has visto mis llaves? —¡Yo qué voy a saber! Es tu carro. —Tengo que estar en el trabajo en menos de una hora y ya sabes cómo se pone el tráfico. ¡Chingada! Rosa entró en su cuarto. Lo miró con despecho, y casi burlándose, le mostró las llaves del mentado carro. —Tú las tenías. —Estaban donde tiene que estar. Colgadas junto al refrigerador. ¿Por qué nunca buscas bien las cosas? El hombre se las arrebata de las manos y maldiciendo a medio mundo sale apurado para su trabajo. Rosa se queda parada en medio del cuarto suspirando frases de resignación. “¿Qué ha pasado? Hace ya más de dos semanas que no me tocas. Ya no hablamos. Somos como extraños, como maquinas que no sentimos ya nada. Sólo nos movemos y pretendemos que estamos vivos. ¿Qué nos pasó?” —¡Rosa! —¿Qué quieres? Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta que me grites. “¿Por qué ya no me escuchas? Ni siquiera me hablas. Siempre estás enojada. Nada te complace. Todo lo que hago está mal. Por más que trato de complacerte no puedo, siempre meto la pata. ¿Qué quieres de mí? Nos hicimos costumbre, rutina, enfado”. —No le pusiste gasolina al carro. —Ya sabes que no me gusta hacer eso. Ese es tu trabajo. Por qué siempre quieres que sea yo la que le ponga gasolina al carro. —No es que yo quiera, es que simplemente si tú traías el carro y te das cuenta de que necesita gasolina, no sé por qué no le pones. Rosa suspiró profundamente, deteniendo un grito que los estaba ahogando a los dos. —¡Mamá, papá! Ambos se miraron directamente a los ojos. Un jovencito de escasos 16 años de edad entró en la escena. Se sentía el dueño de la casa. —¡Ganó Alemania! ¿Me prestan el coche para ir con mis cuates? En ese preciso instante, la tragedia jugó con la comedia, creando una infinidad de posibilidades que todos y nadie pudieron imaginar. —¡Tengo que trabajar! ¡A mí que me importa que haya ganado Alemania! —¡Deberías de limpiar tu cuarto y empezar a estudiar, si no, no vas a poder entrar en la prepa! “Mis papás no me comprenden. Son unos egoístas. Nada más piensan en ellos y lo que yo quiero les vale madre”. Era un día común y corriente, de una familia disfuncional. © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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