Unos huevos, un litro de leche, una botella de jerez, un tequilita y la Bikina
Un cuento Por David Alberto Muñoz Caminaba la muchacha rumbo a la tienda. Su madre le había encargado una docena de huevos, un litro de leche, y una botella de jerez. —Asegúrate que sea Tres Coronas, el que dice en la parte baja de la botella “Oro Dulce”. ¿Sí sabes cuál? Carmina nada más miraba a su madre con ojos de asombro. Las pupilas le crecían e incluso parecía que el color de sus ojos cambiaba con la luz del sol. —Por el amor de Dios mamá. Tengo más de 5 años comprándote el mismo jerez. —No seas grosera. Respétame que soy tu madre. SI no te voy a dar tus buenas nalgadas. ¿A poco crees que ya no puedo solamente porque tienes 16 años? ¡O me respetas o me respetas? La joven elevaba la mirada de enfado mientras la madre buscaba un cinto con el cual amenazar a Carmina, quién ya acostumbrada a escuchar tales palabras, simplemente salió de su casa rumbo a la tienda con ese importante encargo. —Lo bueno es que a mí también me toca mis copitas de jerez. Lanzaba una alegre carcajada y era como si su cuerpo casi volara al compás de La Bikina, que se dejaba escuchar en la casa de doña Chole, en la vecindad ubicada en Gabino Barreda y Los Ángeles, número 8, mujer, que nada más se la pasaba viendo que hacían los demás para llevar el chisme a quién deseara escuchar. —Pobrecita la Bikina ¿no crees? ¿No has escuchado la historia Carminita? Es toda una leyenda. La muchacha se detuvo al igual que siempre lo hacía, por educación. Su madre siempre le había enseñado, se respetuosa, no contestes, sobre todo si son personas mayores, se merecen tu respeto. ¿Oíste? —Dice la leyenda que un lucero tocó la cima de un monte en el estado de Jalisco. Y un indígena, al ir a ver de qué se trataba, encontró a una pequeña niña, aparentemente recién nacida. Lleno de un buen corazón, la tomó y la llevó a su hogar, donde su mujer la amamantó ya que acababa de dar a luz. Esta familia la quiso mucho, pero tenían el temor de que los fueran a acusar de haberse robado a la criatura. De manera que la entregaron a un sacerdote, el padre Ramiro, quién eventualmente la dio a un convento de monjas para ser creada. Era una orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, o su gentilicio, Carmelitas. La niña se convirtió en una bella hembra y todos los hombres empezaron a desearla. Hombres insensatos… —Es cierto que todas las mujeres deseamos ser bellas, nos gusta ser el centro de atención, pero queremos ser tratadas con respeto, no para que los hombres anden nada más diciéndonos cosas que quizás a veces sí nos gusta escuchar, pero debe de ser solamente cuando damos nuestro permiso, cuando nosotras también lo deseamos. Conforme el relato seguía, doña Chole cobraba vida, le encantaba hablar, hablar y hablar, y cada vez que le permitían contar unas de sus historias, acababa relatando la de la mentada Bikina. Había días, en que la única música que se dejaba oír detrás de las ventanas de doña Chole, apartamento 8, era precisamente esta canción interpretada por Luis Miguel. —A mí no me gusta mucho Luis Miguel doña Chole. No digo que cante mal, pero no sé, simplemente no me gusta. Prefiero a Miguel Bosé. —¡Espérate niña y déjame terminar!—demandaba la doña. Carmina simplemente suspiraba y se sentaba junto a la mujer ya grande de edad, a escuchar la misma historia que Chole le platica cada vez que tiene oportunidad. —El presidente Plutarco Elías Calles inició su guerra en contra de los cristeros. Tú has de saber, porque estudiaste. En la escuela debieron haberte enseñado esto, en tu clase de historia de México. Don Elías estableció un gobierno laico, y la iglesia anduvo metiéndole ideas en la cabeza al pueblo. Al grado que el presidente comenzó a perseguirlos. Sobre todo, en el estado de Jalisco, que es dónde parece que todo el movimiento cristero surgió. Doña Chole hizo una pausa en su historia. Sacó una botella de tequila, porque precisamente en Guadalajara que es dónde vivía, todas las mujeres se toman, o al menos antes se tomaban un tequilita a eso de las doce medio día. Trajo dos caballitos, los llenó, y le ofreció uno a la muchacha, que lo aceptó de inmediato. —Nada más no le vaya a decir a mi mamá doña Chole. Ya ve cómo es. Brindaron a la salud de las hembras desaparecidas en las últimas fechas. Ya hasta parece costumbre, niñas desaparecidas, cuerpos de mujeres encontrados en circunstancias grotescas, lúgubres, las encuentran muertas, violadas, que horrible morir así. —Pues como te decía—continuó la doña—En un momento dado, llegó el ejercito al convento dónde estaba aquella hermosa joven, y como siempre, aquel pelotón tumbó la puerta de entrada al convento, con una violencia irracional, eso es algo que no me gusta del carácter humano. Sabemos destruirnos unos a otros y abusar de los demás, en especial, si tú eres una mujer joven y hermosa. Ya te has de imaginar qué pasó. La violaron uno tras otro hasta dejarla inconsciente tirada en el piso mientras ellos se emborrachaban con el vino que encontraron en el convento. —Entonces llegó el capitán Humberto Ruiz. La narradora de inmediato interrumpió tomando control de la palabra. —¡Espera niña! Déjame a mí contar… Ese hombre se compadeció de la pobre muchacha. Se la llevó y la cuidó respetuosamente hasta que ella estuvo completamente sana. En fin, para no hacer el cuento largo, el capitán y la joven hembra, tuvieron una noche de amor y pasión que dice la leyenda que ni los mismos dioses han tendido. —No exagere doña Chole. —No estoy exagerando. Es la verdad. Ambos se unieron en ese momento cuando podemos estar más cerca de otro ser humano, no solamente físicamente, sino también emocionalmente, cuando te pierdes entre caricias y sensaciones que todos podemos sentir pero que algunos no intentan por temor a no sé qué. Es la pasión de perderse en el cuerpo de otra persona, con el corazón ardiendo en amor y apego, o en pasión y lujuria. ¿Sí me entiendes? A Carmina se le llenaron sus ojos de lágrimas. Acentuó con la cabeza. Y recordó sus propios amores, porque todos los poseemos, aunque digamos que no. —Todos tenemos temores doña Chole. Los ojos de la anciana se reflejaban en los de aquella joven. —El capitán se perdió en una de sus misiones militares y aquella mujer quedó sola. La empezaron a llamar la Bikina, comenzaron a decir que estaba llena de pena y dolor, y ella, ella nunca permitió que nadie la consolara. Ese es amor del bueno mijita. El que te marca de por vida. —Sabía usted doña Chole, que la canción que compuso Rubén Fuentes, le puso así porque su hijo le dice una vez en que fueron a la playa, que todas las mujeres que se ponen bikinis, deberían llamarse bikinas. La doña se molestó bastante y lanzó sus brazos golpeando el aire, como deseando borrar las palabras de Carmina quien simplemente comentaba algo que todos sabían. —¡Eso no es verdad! La canción está basada en la leyenda. El capitán no apareció nunca más, y dicen las malas lenguas que todavía puedes ver a aquella mujer caminar por la plaza de algún pueblo en el estado de Jalisco luciendo su gran majestad. Carmina miró a doña Chole con mucho cariño. —Gracias doña, me gusta escucharla, aunque me cuente siempre la misma historia. —Ya vete niña que se te va hacer tarde. Y la mujer entró a su casa, el numero 8 en la vecindad ubicada en Gabino Barreda y Los Ángeles. Carmina respiró profundamente y siguió su camino. No se le olvidaba. Su madre le encargó una docena de huevos, un litro de leche y una botella de jerez Tres Coronas. A veces, le gustaba hacerse licuados de mamey, y les echaba una o dos copitas del brebaje. ¡Le sabían a gloria! Su paso era alegre, dejaba caer el aroma de jazmín que brotaba de su piel joven. Su pelo algo rizado le llegaba a los hombros. Traía puesto un vestido blanco, a dos centímetros sobre sus rodillas, junto con unas zapatillas color rosa. De pronto, un grupo de hombres apareció. Más bien, eran un montón de mocosos que se creen la gran chingadera, y cuando andan juntos, se retan unos a otros para hacer maldades. Y quizás, repitiendo el ataque hecho en contra de la Bikina, Carmina sufrió la misma suerte. Las manos rudas, esas masas sudadas de aquellos varones, violaron el joven cuerpo de la muchacha. —Los hombres no entienden lo que significa ser mujer. No saben todo lo que tenemos que pasar a diario nosotras. Siempre acosadas por el hombre. Siempre defendiendo espacios, acercamientos, arrimos. Esas miradas de cerdos. Todos los hombres se creen los grandes conquistadores. Piensan que ninguna mujer se le va a rechazar. Están locos, no sabe escuchar, no saben respetar, son unos animales. Todos son iguales. Los varones simplemente toman lo que desean sin pensar en el daño que causarán a la mujer. Su comportamiento es brutal, se convierten en verdaderas bestias, que no saben considerar a una hembra… solamente saben zaherir sin tomar en cuenta para nada lo que sentimos las mujeres. Esta es mi historia decía doña Chole, que de joven se llamó Carmina, le decían las tres “C”, y cuya tragedia sucedió aquella mañana en la que su madre la mandó por una docena de huevos, un litro de leche y una botella de jerez, Tres Coronas. Y ella encontró un grupo de jóvenes, que, como verdaderas bestias, le quitaron lo que más amaba Carmina Chole Cervantes… mi alegría… © David Alberto Muñoz
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David Alberto MuñozSe autodefine como un cuentero, a quién le gusta reflejar "la compleja experiencia humana". Viaja entre 3 culturas, la mexicana, la chicana y la gringa. Es profesor de filosofía y estudios religiosos en Chandler-Gilbert-Community College, institución de estudios superiores. Archives
July 2021
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