Reseña de “El último verano de Silvia Blanch” de Lorena Franco
publicado por Planeta Un amor prohibido siempre arrastra mentiras. Un crimen siempre deja huellas. La última persona que vio a Silvia Blanch, desaparecida sin dejar rastro el verano de 2017, está muerta. Silvia era joven, guapa y estaba destinada al éxito. Alex, una joven periodista, será la encargada de ir hasta el pueblo de Montseny, donde vivía Silvia y donde se le perdió la pista, para hablar con su familia y escribir un artículo cuando se cumple un año de la desaparición. Una vez allí, empieza a desempolvar todos los detalles de la desaparición en busca de respuestas. Rodeada de secretos y mentiras, no tardará en notar que su presencia molesta a los habitantes del pueblo. Sobre todo, a uno de los principales sospechosos, por quien Alex se sentirá irremediablemente atraída a pesar de lo que parece esconder. Con una escritura vibrante y en una novela donde nada es lo que parece y en la que todos mienten, Lorena Franco nos acompaña de la mano a lo más profundo del bosque con “El último verano de Silvia Blanch” La novela más trepidante de LORENA FRANCO, la nueva reina del thriller Cuando Alejandra Duarte, Alex, llega un viernes a la redacción del periódico en el que trabaja, no espera el encargo que va a recibir. Su jefe le comunica nada más llegar que se va de viaje a Montseny ese mismo día. Falta una semana para que se cumpla un año desde la misteriosa desaparición de Silvia Blanch y quieren publicar un artículo; los padres y la hermana de la desaparecida han accedido a hablar con la prensa. Barcelona Ahora será el único periódico que envíe a una persona específicamente a cubrir el caso. La familia intenta que se reactive la búsqueda y el de Silvia no se convierta en un caso perdido y olvidado. Alex se dará cuenta pronto de que no es bien recibida en el pueblo. Por algún motivo, los habitantes de Montseny no quieren oír hablar del caso de Silvia Blanch. ¿Qué esconden? “—Quiero aclararte —suelta Josep con desprecio—. No quiero preguntas incómodas ni elucubraciones turbias respecto a mi hija. No te conozco, Alejandra, pero le pedí a tu jefe que viniera alguien que no fuera morboso, ¿entendido? Los últimos periodistas que estuvieron aquí se fueron con el rabo entre las piernas, no sé si me explico”. Sin embargo, pese a las dificultades que encontrará a su paso y las constantes amenazas, Alex está dispuesta a llegar hasta el fondo del asunto. Es una periodista comprometida con la investigación y no cejará en su intento de descubrir qué le ocurrió a Silvia Blanch, aunque esto le suponga meterse en demasiados problemas. A veces, los casos sin resolver se convierten en obsesiones que te visitan incluso en sueños. Alex es una periodista joven, tiene solo 29 años, e intenta abrirse paso en un sector bastante complejo. En muchas ocasiones se muestra crítica con su profesión y con el exceso de sensacionalismo, así como con la volatilidad de las noticias: hoy son importantes y mañana no. Pese a su gran empeño y dedicación se muestra en numerosas ocasiones insegura de sí misma y de su capacidad como periodista, y da cuenta del arduo trabajo que supone enfrentarse al reto de la página en blanco y de contar una historia. “No sé cuánto tiempo llevo delante de la pantalla “No sé cuánto tiempo llevo delante de la pantalla leyendo y releyendo el borrador. El cenicero está a rebosar de colillas; ni la ventana abierta es capaz de protegerme del submarino en el que he convertido mi piso. —Es una mierda. Eso es lo que va a decir Pol, que es una mierda. (…) Lo borro todo. Vuelvo a empezar. Me frustro y me maldigo pensando en cualquier otra profesión que no me diera estos quebraderos de cabeza”. Hoy se cumple un año desde que Silvia Blanch desapareció. Su coche, un Mini blanco, se quedó en una de las curvas que conducen a su querido pueblo de Montseny mientras ella, su móvil, y el resto de sus pertenencias se esfumaron sin dejar rastro. Hay quien aún tiene la esperanza de que esté viva, de que se fuera lejos por voluntad propia. Los menos optimistas elucubran sobre “un forastero que pasó por allí” y se la llevó, pero, pese a las exhaustivas búsquedas, no se halló ni una sola pista que ayude a saber qué le ocurrió a Silvia Blanch aquella noche. El pasado fin de semana recorrí las calles del pueblecito de Montseny y no me costó imaginar a Silvia, de sonrisa deslumbrante y ojos del mismo color que la esperanza, jugando de niña; tropezando con piedras que su hermana, diez años mayor que ella, la ayudaba a esquivar; aprendiendo a montar en bicicleta con su padre; cocinando galletas de coco, sus preferidas, con su adorada madre; subiendo a las atracciones de la feria con su tío Artur, o jugando al tenis con Daniel, quien se convertiría en su novio adolescente y, años más tarde, en el amor de su vida adulta. (…) La recuerdan bonita, por dentro y por fuera, una mujer que se esforzaba en ser la mejor en todos los ámbitos de su vida. Como abogada, pese a su juventud, no perdió un solo caso, algo que le había otorgado un prestigio en la profesión. Tenía un futuro prometedor, cuesta hablar de ella en pasado, porque ojalá pudiéramos hacerlo en presente, tenerla delante y preguntarle qué pasó. Berta Bruguera, la última persona que la vio mientras el sol se ocultaba tras las montañas, motivo que le impidió distinguir con claridad quién estaba con Silvia, no se encuentra ya en este mundo para culparse, una y otra vez, por no haberse detenido. “Estaba en peligro y no supe verlo”, diría meses más tarde, cuando la joven seguía sin aparecer. Lo cierto es que después de hablar con sus padres y su hermana, Silvia Blanch es una de esas mujeres a las que me hubiera gustado conocer. Estoy convencida de que habríamos sido buenas amigas. Me gustaría pensar que teníamos, no, perdón, tenemos, cosas en común. Silvia, ojalá aparezcas pronto. Te estamos esperando. Si alguien te ha visto, ruego que se ponga en contacto con el periódico. Tu familia está deseando verte y, si por lo que sea no puedes aparecer de la manera en la que todo el país querría, hoy me gustaría hablar con el culpable de esa situación y decirle que hay una madre que necesita tener un lugar donde llevarle flores a su hija. ¿Aún hay un corazón ahí? Las palabras de la hermana de Silvia, Cristina Blanch, me conmocionaron, no se me van de la cabeza, al igual que el rostro de su hermana desaparecida. (…) “Hace un año fue mi hermana, pero hoy, mañana, o la semana que viene, puedo ser yo. Le puede tocar a cualquiera”. El caso de la desaparición de Silvia Blanch fue de interés para los medios por las extrañas circunstancias en las que tuvo lugar. La ausencia de violencia o de testigos impidieron a los investigadores dar con su paradero. Un año más tarde, Silvia sigue sin aparecer, viva o muerta. Estas son algunas de las claves del caso de la desaparición de Silvia Blanch: Su coche, un Mini blanco, con las llaves en el contacto y el motor apagado, apareció abandonado en una de las curvas que llevan a Montseny, el pueblo donde vivía con su novio, y en el que reside su familia. La puerta del copiloto estaba abierta, pero no había restos de sangre ni indicios de violencia que hicieran pensar que se la llevaron a la fuerza. “—No había huellas. Solo las de Silvia, que indican que fue ella quien detuvo el coche por voluntad propia; no hay rastro de que llevara a alguien de copiloto —reflexiona Cristina—. Su bolso desapareció, a lo mejor el móvil era el robo, Silvia solía llevar bastante dinero encima, pero ¿tanto como para hacerla desaparecer? ¿Porqué dejaron el coche allí? También podrían habérselo llevado. ¿Quién estaba con ella? ¿A quién vio Berta?”. Cientos de voluntarios realizaron una amplia búsqueda por la zona durante varias semanas. Se repartieron folletos y pegaron carteles en toda la comarca. Los buzos inspeccionaron el fondo del pantano de Santa Fe para dar con el cuerpo de la joven o al menos con alguna pista. Las búsquedas resultaron infructuosas, no encontraron ni siquiera su teléfono móvil. El único testimonio fue el de una mujer llamada Berta Bruguera, que aseguró haber visto a Silvia con su novio tras los matorrales de la cuneta que lindan con el bosque, un poco antes de las diez de la noche. Pero las probabilidades de que fuera Daniel eran nulas, porque estaba en Barcelona jugando un partido de fútbol. Berta Bruguera, la única testigo, falleció más adelante debido a un cáncer. Las hipótesis que se barajaron son varias. Muchos pensaban que se había ido por voluntad propia, otros que se trataba de un secuestro, y otros tantos creen que Silvia Blanch ya no existe en este mundo. ¿Quién era el hombre al que la vecina vio la misma noche en la que le habían diagnosticado un cáncer? ¿Estará en algún lugar, lejos, riéndose de nosotros? ¿Fue víctima de un asesino despiadado a quien ni siquiera conocía? ¿Qué le ocurrió a Silvia Blanch? Silvia siempre había sido una niña preciosa, de ojos color verde esmeralda, que siempre sonreía. Todos en el pueblo coincidían en que era una mujer feliz y que, tal y como se esmeraba en decir la prensa, nunca tuvo problemas con nadie. En el colegio sacaba las mejores notas y luego, cuando se fue a estudiar a Barcelona, destacó por encima del resto de alumnos de Derecho. Era inteligente y lo captaba todo con facilidad. Silvia llevaba saliendo con Daniel desde los inocentes dieciséis años; parecían la pareja perfecta, con planes de futuro, casarse, tener hijos… Al terminar la carrera realizó las prácticas en un bufete de abogados que, un año más tarde, la contrató. Todos la querían y la admiraban; pese a su juventud, no perdió un solo caso. Era muy profesional. Cuando desapareció estaba a punto de incorporarse a un bufete más grande y prestigioso. “Era avispada, constante, luchadora y estudiosa. No le gustaba salir de fiesta hasta las tantas; prefería madrugar y hacer deporte. No fumaba ni bebía. Sin embargo, cuantos más detalles me han dado,menos me ha cuadrado todo. Ningún ser humano puede ser tan perfecto y, de serlo, ¿a nadie le corroía la envidia?” En todas las fotografías que la familia enseñó a Alex aparece una Silvia sonriente. Sin embargo, a partir del décimo aniversario, empezó a posar seria. Se podría pensar que son cosas de adolescentes, pero el rostro de Silvia reflejaba algo más. Como si estuviera incómoda en su propia piel. Como si las personas que aparecen junto a ella no fueran de su total confianza y se sintiera amenazada. Dejó de mostrar su luminosa sonrisa a los diez años, y para siempre. Alex empezó a intuir que algo ocurría. Le parecía que todo era demasiado perfecto. El caso de Silvia Blanch llamó la atención por la insistencia de sus padres. Por guapa. Por joven. Porque se llevaba bien con todo el mundo y no tenía problemas con nadie ni antecedentes de una mala reputación. Era una mujer ejemplar con un futuro prometedor. “Recuerdo perfectamente el día que dejé de sonreír en las fotos. (…) Solo tenía diez años y una cría no se enamora como me enamoré yo de quien estaba prohibido”. Una de las peculiaridades de El último verano de Silvia Blanch es que no sólo está narrado desde el punto de vista de la periodista, Alex. A lo largo de sus páginas se van intercalando capítulos o breves conversaciones escritas por otros protagonistas de la historia. Estos apuntes van dando información extra al lector, de forma que pueda ir construyendo el puzle en su cabeza. Un ejercicio magistral que consigue mantener la intriga y el interés en la lectura. La propia Silvia Blanch aparece en numerosas ocasiones como narradora, aportándonos datos sobre los últimos días previos a su desaparición. De esta manera iremos descubriendo que su relación con Daniel no era en absoluto idílica, que su vida no era perfecta y, sobre todo, que Silvia escondía un secreto desde niña que haría temblar cielo y tierra si saliera a la luz. Este secreto se convertirá en una carga muy pesada para Silvia, pero, ¿qué hacer? Contar la verdad supondría demasiados cambios. Pondría su vida patas arriba. “El secreto mejor guardado conlleva el irremediable deseo de ser revelado. Dejar de sentir vergüenza, pudor o inhibición por aquello que sentimos, hicimos o dijimos. Que nuestras luces devoren a nuestras sombras. Liberarnos, al fin, del saco de los remordimientos. Y, sin embargo, todos estamos hechos de esa materia que nos empuja a ocultar partes de nuestra vida; la impureza que encerramos para siempre en nuestro interior, con la perversa intención de permanecer intactos en nuestro exterior y seguir adelante con nuestras vidas que suponemos felices, aunque infantilmente irreales”. El caso de Silvia Blanch se había convertido en una obsesión para Silvia y nunca dejó de investigar sobre él. Dos años más tarde se publica el libro Todos mienten, escrito por Alejandra Duarte, inspirado en el caso de la desaparición real de Silvia Blanch. El libro será un auténtico éxito, aunque no estará libre de polémica. En él, la autora se atreve a resolver el caso. En la novela hay cadáver y hay asesino, con demasiados paralelismos con la historia real. Tantos que llegará a tener consecuencias fatales para el entorno de Silvia, algo que provocará una culpabilidad inmensa en Alex. Lo único bueno es que el caso de Silvia Blanch volvía a ser noticia. “Personas a las que no conozco de nada sujetan mi libro, lo hojean, lo dejan quietecito sobre sus rodillas y me miran con interés. No queda una silla libre, hemos completado el aforo; es el efecto Silvia Blanch y todo lo que rodea el misterio de su vida y de su desaparición, en parte recreado por mi libro. Nada de lo que digo es nuevo, lo he repetido hasta la saciedad, el discurso es el mismo de siempre: “La realidad, a veces, supera la ficción”. Lorena Franco (Barcelona, 1983) ha conseguido seducir a más de 250.000 lectores de todo el mundo con sus más de 15 títulos, que la han convertido en una de las escritoras más vendidas y mejor valoradas en la plataforma de Amazon desde que en 2016 salió a la luz su novela “La viajera del tiempo”, un fenómeno de ventas sin precedentes en España, EE. UU. y México. Desde entonces, sus otros títulos consiguen alcanzar el número 1 de ventas en digital a nivel internacional. Traducida en Italia, Polonia y República Checa, regresa con “El último verano de Silvia Blanch”. En la actualidad compagina la literatura con su carrera como actriz, en la que acaba de debutar en Bollywood con el film Paharganj. © Violant Muñoz Genovés © Mediâtica, agencia cultural
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Violant Muñoz i Genovés
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