Por Violant Muñoz i Genovés
Una primera novela, vibrante y atmosférica, con Segovia como telón de fondo. Tras casi dos décadas de ejercicio en el ámbito del periodismo cultural, con especial énfasis en la cobertura de las novedades relacionadas con el género negro, Juan Carlos Galindo (Segovia, 1979) da el salto a la narrativa y entra en el catálogo de Salamandra de la mano de "Hontoria", una primera novela vibrante y atmosférica que sorprende y cautiva tanto por su originalidad, la solidez de sus planteamientos, la madurez de la escritura y, sobre todo, por el pulso firme para mantenernos atentos, expectantes y en vilo desde el principio hasta el final. A partir del salvaje asesinato de tres miembros de una familia en el pueblecito de Hontoria, Galindo ha sabido construir una magnífica novela negra que es también una estupenda recreación de las miserias sociales y políticas de las pequeñas sociedades de provincias, en este caso las de la ciudad de Segovia. Narrada en primera persona por Jean Ezequiel, un joven periodista de sucesos que busca hacerse un nombre en la profesión, Hontoria es una obra coral con un amplio elenco de variopintos personajes. Mitómano, soñador, algo iluso, y sobre todo muy humano, Ezequiel sabrá ganarse la confianza y la complicidad de familiares, amigos, policías, periodistas, políticos, sacerdotes o delincuentes de poca o mucha monta para acabar descubriendo no sólo al autor del terrible crimen, sino una verdad mucho más incómoda que pondrá en peligro su vida y la de sus allegados. Abnegado, dotado de una curiosidad infinita y unos extraordinarios conocimientos del crimen, tanto de casos reales como literarios, la ingenuidad vital e insobornable de Jean Ezequiel nos seduce hasta el punto de que, cuando acabamos la novela, nos quedamos con las ganas de saber qué seguirá pasando con él. Como buen periodista, Jean Ezequiel sabe hablar y hacer hablar. Será por las muchas entrevistas que ha realizado a lo largo de su carrera profesional o quizá, simplemente, por una capacidad para captar el pulso del lenguaje oral, el caso es que Juan Carlos Galindo brilla a la hora de construir las muchas conversaciones que Ezequiel mantiene en el ámbito personal y profesional. Sobre la base de esos diálogos, "Hontoria" juega a difuminar las fronteras entre la realidad y la ficción, y dar apariencia de verdad a la historia de la novela. Un objetivo que Galindo consigue con una estructura original, que mezcla peripecia narrativa con piezas de un pódcast de Jean Ezequiel, donde éste da rienda suelta a sus amplios conocimientos del true crime, y cortes de un programa de radio, donde los oyentes opinan de lo que sea. Cartas, mensajes en las redes sociales o fragmentos de periódicos completan la variedad de registros narrativos de "Hontoria" y ayudan a trazar un mapa de las grandezas y miserias de la sociedad segoviana, así como del mundo del periodismo, sometido a infinitos vaivenes y en constante mutación. Agosto de 2016: tres miembros de una familia mueren brutalmente apuñalados en su casa de Hontoria, un pequeño pueblo absorbido hace tiempo por Segovia. No hay testigos, ni sospechosos ni arma del asesinato de Joaquín Vila, su esposa Consuelo Martín y su hijo Sergio. Jaime, el primogénito, ausente aquella noche, se convierte en la primera opción de un equipo investigador desorientado ante la falta de indicios. Once meses después del triple crimen, una llamada telefónica lleva el caso a la vida del obsesivo y apasionado Jean Ezequiel, un periodista segoviano que viaja a diario a Madrid para hacerse un hueco entre los cronistas de sucesos. A base de horas de trabajo, alguna fuente anónima y la ayuda de su círculo íntimo, Ezequiel irá acercándose a la resolución del triple crimen y desenredando una tupida maraña de silencios e intereses creados entre las altas esferas de la sociedad segoviana. .- Tras una prolongada experiencia como periodista cultural especializado en novela negra, ¿qué le movió finalmente a adentrarse en el terreno de la ficción? Por un lado, estaba la curiosidad de saber si sería capaz de hacer lo que otros ya habían hecho y que había absorbido durante tanto tiempo. En mis ya 16 años en EL PAÍS he entrevistado a la plana mayor del género negro en todo el mundo, he compartido cenas, conversaciones y paseos con ellos, les he presentado en librerías, festivales y teatros en España y otros lugares de Europa y les he leído hasta la saciedad. Ahí había un influjo, una fuerza irracional en la literatura que iba ganando terreno a lo largo de los años y tiraba de mí más allá de la crítica literaria o la labor prescriptora. Por otro lado, todo eso se amplió luego con mi labor para la sección de Pantallas y la explosión del mundo de las series, en las que lo policíaco y el true crime tienen tanta importancia. La explosión del audiovisual aportaba una nueva perspectiva y ampliaba el mundo de quienes ya estábamos enganchados a todo eso. Sin olvidar la eclosión del audio y del mundo pódcast, que tiene un punto de inflexión inicial muy claro precisamente en Serial, que no deja de ser un gran true crime. Y a pesar de esa producción masiva que alimenta hasta al lector y espectador más voraz, me faltaba algo y tardé en darme cuenta de que lo que necesitaba era volcarme en la parte creativa. Un día, durante el festival BCNegra, el año antes de la pandemia creo que fue, un gran amigo y mejor escritor me dijo con una pinta en la mano: “Te necesitamos.” Y ése fue el punto de no retorno. Cuando lo admití y me atreví, empezó una carrera de larga distancia que me ha llevado hasta aquí. .- Hablemos del protagonista. ¿De dónde sale ese Jean Ezequiel? ¿Y por qué un relato en primera persona? ¿Es un trasunto del autor? Muchos autores de género a los que admiro utilizan la primera persona para escribir series protagonizadas por un personaje central fuerte. Ahí está, por ejemplo, el Charlie Parker de John Connolly. Otros, le dan otra utilidad, como ocurre con el Cuarteto de Yorkshire de David Peace, que tanto me ha influido. Incluso tenemos parejas protagonistas como Kenzie y Gennaro, de Dennis Lehane, donde se narra con la voz en primera de Kenzie. Pero no es algo necesario y hay muchos otros, el gran Michael Connelly sin ir más lejos, que narran en tercera. Lo que me permitía esta voz era centrar la vista, pisar un terreno más seguro con Jean Ezequiel. Por otro lado, es el vehículo perfecto para investigar la muerte a puñaladas de una familia en un pueblo al lado de Segovia. Él busca la verdad con desesperación, pero también se aprovecha del caso, y ahí necesitaba su mirada directa, sin narrador de por medio. ¿Es un trasunto? No, no realmente, pero bebe de las mismas pasiones que yo. Es un tipo que no es brillante pero sí entregado; podríamos decir que compartimos código ético, visión periodística, aunque espero estar un poco menos marcado por la ambición que él. Y en el aspecto más anecdótico, tiene algo de mí, sobre todo en la vestimenta, pero adora el dulce y no sabe cocinar, por ejemplo, totalmente al contrario que yo. Y sí, vivan Mogwai y Alain Delon. .- No es una novela de periodistas, pero el periodismo, en efecto, es una parte central. ¿Cuál era la idea? Hay una parte práctica en todo esto. Jean Ezequiel tenía que ser periodista, eso sí lo vi claro desde el principio, porque mi visión del mundo está muy condicionada por mi profesión y, además, es el universo que conozco, el que de verdad puedo narrar con solvencia. Me gusta que trabaje para un periódico de Madrid en el que intenta progresar, pero a la vez reflejar ese periodismo de provincias que puede ser magnífico o mediocre y que tan bien representa en su faceta más positiva Rodolfa Vals, la primera jefa y maestra que tuvo nuestro querido Jean en su juventud en Segovia y que todavía se bate el cobre. Luego, hay un aspecto generacional claro en la disputa del protagonista con su compañero Julio Palacios. Esto pasa siempre, entre todas las generaciones, pero en mi caso lo viví además a través de la ruptura que supuso el periodismo digital. E imaginar a un hombre que se tiene que abrir camino a través de todos esos prejuicios y privilegios establecidos, en lo periodístico y en lo material, me parecía muy interesante. .- Podemos decir que se trata de una novela coral con Segovia como telón de fondo... En efecto. Jean Ezequiel es el protagonista, pero no sería nadie en su vida sin cierta gente que le rodea: su jefe Juan Gómez, su maestra Rodolfa, sus amigos Jon y Simón, su hija Gabriela y, sobre todos ellos, su mujer Eulalia. De alguna manera, todos le ayudan en su investigación, porque Jean no es muy intuitivo ni excesivamente brillante, y es a través de las conversaciones con ellos cómo va sacando todo adelante. Cada uno tiene su perspectiva y entre todos moldean al personaje. Por otro lado, tenemos a sus némesis, personajes fuertes que se le oponen con vehemencia y sin los que no habría ni trama ni conflicto ni novela; pero es mejor que ésos los descubran ya los lectores. Lo de Segovia tiene que ver también con hablar de lo que uno conoce. No entiendo esas novelas de ambientación exótica, escritas desde Albacete, pero situadas en Irlanda con personajes que se llaman Thomas y Joe, pero tampoco quería hacer exotismo de lo cotidiano. Yo viví en Segovia hasta los 20 años, y he mantenido con la ciudad una relación continua y compleja. Es un sitio fascinante, muy poderoso desde el punto de vista narrativo. Sin necesidad de marear al personal con párrafos llenos de historia wikipédica, podía dar una atmósfera muy apropiada a la novela. Los amaneceres que disfruta Jean desde su despacho, la luz del sol reflejada en las piedras color crema pálido de la catedral son un espectáculo real. Sin olvidar que es una ciudad llena de rincones históricos, lugares emblemáticos, escenarios perfectos. Y luego, es un sitio donde se come y se bebe muy bien, por eso hay una presencia de la comida en la novela y de restaurantes que me gustan mucho y donde he pasado grandes momentos. Sobre todo en La Concepción, parte fundamental de mi memoria sentimental y familiar. Ahora, como cualquier lugar, y puede que todavía peor los pequeños, tiene todo lo malo de las relaciones humanas y su buena carga de corrupción, disfunciones, privilegios ancestrales y otros problemas. En algún punto de la novela cuento que la población de Segovia cabe en un barrio pequeño de Madrid, pero las relaciones sociales que se establecen son radicalmente distintas y el juego de poderes, también. Eso también me interesaba que se viera en "Hontoria". .- Y, sin embargo, el crimen no ocurre en Segovia sino en Hontoria, la localidad que da nombre a la novela. Sí, esto es algo interesante. Me parecía que ese tipo de crimen se ambientaba mejor en una comunidad todavía más pequeña. No me interesa la expresión directa de la violencia, que no está presente en la novela nada más que en unas cuantas descripciones sobre el crimen al principio, sino los efectos sociales y familiares de la violencia. Y eso se intensifica en un lugar con unos cientos de habitantes y su propia idiosincrasia, pero completamente conectado con el mundo y a cinco minutos de Segovia. De hecho, es un pueblo convertido en barrio de la ciudad. Como Jean, yo también fui mucho allí de pequeño, y tengo allí algo de familia por parte de mi padre, y de ahí que me pareciera el escenario perfecto para desatar esas tensiones, rumores y odios. .- Es una novela negra, además, en la que tienen una fuerte presencia distintos casos reales. ¿Por qué tanto interés por el true crime? Me gusta mucho la protohistoria del género, Rodolfo Walsh o Truman Capote o Norman Mailer y a lo que se atreven, cómo rompen con lo establecido hasta entonces, pero me fascina el mundo del crimen en Francia, donde hay muchos más casos míticos de lo que la gente puede pensar y grandes periodistas para contarlo. Pero sobre todo hay una forma de relato, que es el que sigo y el que influye tanto en "Hontoria", basado en la gran investigación periodística, en trabajos realizados a lo largo de muchos años, como los de David Grann con el caso de los osage en Oklahoma o Laurence Lacour y su relato brutal del caso del pequeño Gregory, uno de los misterios sin resolver más complejos de la historia criminal. Pero, además, los crímenes reales me daban un material que amalgamar con la pura ficción para crear un híbrido en el que estos casos alimentan y nutren la visión del protagonista sobre su propia investigación. La trama central de la novela, pura ficción, bebe de varios de ellos, algunos más conocidos que otros, todos fascinantes. El resultado, espero, es algo no muy habitual en el género en español. .- La estructura tiene, aparte de la narración central, otros elementos como un pódcast, un programa de radio o fragmentos de periódico. ¿Por qué? La idea del pódcast y también de los pequeños fragmentos de radio que hay en la novela vienen de mi pasión absoluta por lo sonoro desde muy joven. La radio transmite la oralidad de mi barrio, de los pueblos, el habla específica de Segovia. Es algo que también trato de transmitir a través de los diálogos, pero es el juego con lo sonoro el que lo expresa de manera directa. Los programas abiertos a la participación del público fueron el Twitter de mi infancia. Y luego ahí también estaba el rezo del rosario y otras cosas. Un universo fascinante. El pódcast actualizó esa pasión y la llevó mucho más lejos. Como siempre que se vive una época de superproducción, hay aproximaciones lamentables, frívolas, con un tono terrible y que triunfan, como es el caso de Morbid. Pero también hay productos como los de AMC Reportso el mismo Serialo David Ridgeon en la radio pública canadiense que han llevado el true crime a una narrativa en audio inimaginable hace no tanto. Y todo eso tenía que estar en la novela. Y sirve, además, para alimentar una doble vertiente: por un lado, hay partes esenciales del caso que se resuelven ahí; por otro, es la mejor manera de incluir referencias a esos crímenes reales de los que hablábamos antes. Para eso creé el pódcast Píldoras criminales, que dirige y presenta Jean Ezequiel y que le sirve, para prosperar en el mundo periodístico. Por último, los fragmentos de prensa eran esenciales como herramienta para contar avances de la historia. Quería escribirlos como si fuera un periódico, no EL PAÍS sino ese para el que trabaja Jean, y reflejar otras cosas: el protagonista escribe de manera muy diferente a Julio Palacios, por ejemplo. Y también está ahí el lenguaje de agencias, tan útil, directo, desprovisto de los adornos de otros. Creo que es un mundo narrativo muy rico y que, al añadirse a una ficción más canónica, producen un híbrido que trata de estirar un poco, al menos en la estructura, los márgenes del género. .- "Hontoria" es una novela llena de casos reales, ¿cómo es la relación de este relato con la verdad? Compleja. Es una novela de principio a fin, pero tiene muchos casos reales que recorren la narración y la vertebran, incluso algunos que investiga o cubre el propio Jean como el atraco a la sucursal, o el de Pioz y, por supuesto, todos aquellos de los que habla en el pódcast Píldoras criminales. Y también se alimenta la narración de todo lo que he leído y absorbido estos años, de grandes crímenes sin resolver como el de la familia Miyazawa en Japón, que tanto obsesiona a Jean, al de la familia de Burgos apuñalada en su casa o el del jefe policial de Chambourcy, apuñalado en domicilio 15 veces por alguien a quien abrió la puerta y cuya muerte nunca se ha dilucidado. Y siempre presentes los grandes casos sin resolver, el del Asesino del Zodiaco, con el que juego en la trama, o el del pequeño Gregory. Juan Carlos Galindo (Segovia, 1979) es redactor de El País, donde combina la dirección de la sección de Pantallas con entrevistas y críticas en el suplemento Babelia y la cobertura del mundo literario para Cultura. Desde 2010 escribe y coordina «Elemental», un blog de novela negra. En septiembre de 2022 empezó su andadura en la tertulia cultural de La Brújula, en Onda Cero. Colaborador habitual de BCNegra, Hay Festival o Quais du Polar de Lyon, su vida profesional gira en torno a la literatura, mientras que la personal está consagrada a su mujer y a sus dos hijas. "Hontoria" es su primera novela, pero tiene pensadas al menos dos más.
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