Por Violant Muñoz i Genovés
Una emocionante historia real de intriga, pasión y crimen protagonizada por la condesa Maria Tarnowska, la mujer que conmocionó al mundo en la Venecia de la belle époque. Después de éxitos como Un burka por amor, Postales del este o La violinista roja, Reyes Monforte nos descubre en su nueva novela a uno de los personajes más desconocidos y fascinantes de la historia criminal de todos los tiempos. Sinopsis: Septiembre, 1907. Movido por los celos, el joven traductor ruso Nikolái Naumov dispara contra el conde Kamarowski en su palacio de Venecia al saber que contraerá matrimonio con la mujer que ama en secreto. Cuando el conde muere, la investigación policial apunta a su prometida, la condesa Tarnowska, como instigadora del crimen pasional junto con otro de sus amantes, el abogado Donato Prilukov. Tres años después comienza el juicio más escandaloso de la época, un proceso que sacudió los cimientos de la sociedad, revolucionó la prensa y cambió el sistema legal judicial admitiendo el psicoanálisis freudiano. Señalada como la primera femme fatale del siglo XX surgen dudas: ¿es la condesa culpable o inocente? ¿Víctima o verdugo? No hay crimen sin historia. La condesa maldita narra los días de una mujer arrolladora que coleccionó amantes, desafió los tabúes más férreos del momento y nunca renunció a su libertad. El asesinato: en la mañana del 4 de septiembre de 1907, el joven Nikolái Naumov salió del hotel Danieli para dirigirse al Palazzo Maurogonato , residencia del conde Pavel Kamarowski en Venecia. Su intención era matar a su gran amigo para evitar que se casara con su prometida, la bella y seductora condesa Tarnowska, la mujer que Naumov amaba y que había convertido en su amante. Subió a una góndola para recorrer parte del Gran Canal y apearse en el embarcadero situado a unos metros del palacio, sin percatarse de que alguien le vigilaba: era el otro amante de la condesa, el abogado Donato Prilukov, que seguía sus pasos para asegurarse de que cumplía con lo acordado. Poco antes de las 8 de la mañana, Naumov llamó a la puerta del palacio, identificándose ante el servicio como un amigo del conde. Cuando accedió a la residencia, se dirigió directamente al dormitorio de su amigo, quien le recibió con una sonrisa y con los brazos abiertos ya que siempre le había considerado como un hijo. Para su sorpresa, Naumov sacó un arma y disparó cuatro veces contra él, hiriéndole de muerte. Al darse cuenta de lo que había hecho, intentó suicidarse con el mismo revólver, pero la bala se encasquilló. Tras un intercambio de palabras, el conde le concedió el perdón, urgiéndole a huir por la ventana antes de que llegara la policía. Pero la huida duró poco: Naumov fue apresado horas después en la estación de tren de Verona, donde confesó la trama ideada por la condesa y sus dos amantes. A los dos días, fue arrestado en Viena el otro cómplice y amante de la condesa, el abogado Prilukov, y unas horas más tarde, en la estación de Viena, la condesa Tarnowska era detenida, junto a su doncella, Elisa Perrier. El conde Kamarowski fallecía a los pocos días en el hospital donde fue intervenido de sus heridas. El caso se había convertido en un asesinato. Los escenarios: Palazzo Maurogonato, residencia del conde Kamarowski en Venecia y escenario del crimen. Era una edificación de tres plantas en la plaza de Santa Maria del Giglio que se erigía como un testimonio de elegancia y refinamiento. Su interior, meticulosamente decorado, combinaba la sofisticación de la nobleza con un toque contemporáneo. La estancia principal del palacio, presidida por una elegante chimenea de mármol blanco, revelaba un ambiente cálido y acogedor. Muebles de diseño, lámparas venecianas, cortinas de terciopelo con ribetes de oro, tapices elaborados en talleres locales y alfombras persas contribuían a la riqueza visual del espacio. En la nutrida biblioteca del Palazzo Maurogonato, un paraíso para los amantes de las letras, se encontraban tesoros literarios. Entre las joyas de la colección, destacaba un ejemplar de los Quadragesimale, escrito por el franciscano Johannes Gritsch en 1440. Este antiguo libro se exhibía en una vitrina de cristal, al ser considerado uno de los objetos más valiosos de la casa. Por eso el conde Kamarowski advirtió a la condesa sobre su fragilidad, subrayando la importancia histórica y cultural que encierra el Palazzo Maurogonato. En la actualidad, el palacio se ha convertido en un hotel, el hotel Ala Venezica, cuyo bar lleva el nombre de Tarnowska en homenaje a la condesa, donde su imagen se ha convertido en un icono. Hotel Danieli lugar en el que se aloja Nikolài Naumov la noche antes de cometer el crimen. Una joya histórica en el corazón de Venecia que se erige como un testamento de opulencia y elegancia. Ubicado en el antiguo palacio Dandolo, el hotel fusionaba la majestuosidad de la arquitectura gótica bizantina con el esplendor de la historia veneciana. El palacio, una vez propiedad del dux Enrico Dandolo, conquistador de Constantinopla en 1204, albergaba siglos de legado artístico y cultural. Su interior exhibía mármol, oro, madera, terciopelo rojo, lámparas de Murano y porcelana de Limoges. Cada rincón evocaba la magnificencia de una época pasada. Durante siete siglos, el hotel ha acogido a los más ilustres personajes de la historia: Charles Dickens, Rainer María Rilke, Marcel Proust, Honoré de Balzac, Richard Wagner, Percy Shelley… En una de sus habitaciones, la escritora francesa George Sand y el poeta Alfred de Musset consumaron su amor epistolar antes de que ella se enamorara del médico que acudió al hotel para atender a Musset de unas fiebres. Sand era amiga íntima de Paulina Viardot, amante del bisabuelo de Naumov, en la que se inspiró para el personaje de su novela Consuelo, ambientada en Venecia. El hotel Danieli es un crisol de arte, literatura y música que transporta a sus huéspedes a través de los siglos de esplendor veneciano. El Caffè Florian, que abrió sus puertas en 1720 como Alla Venezia Trionfante, ha sido testigo de la rica historia de Venecia. Vio mudar su nombre a Caffè Florian por imposición popular, ya que los venecianos se referían a él aludiendo al nombre de su propietario, Floriano Francescoi. Situado en uno de los soportales de la Plaza de San Marcos, este icónico café ha sido más que un lugar de encuentro; ha sido un observador privilegiado de eventos trascendentales en la historia de Venecia. El Café dispone de diferentes salas en las que los investigadores del caso pasarán horas destramando los misterios del asesinato del conde. Algunas de estas salas son la legendaria Sala de los Hombres Ilustres, la Sala del Senado, frecuentada por intelectuales, escritores y artistas, o la Sala de las Estaciones. La leyenda inscrita en las columnas de la entrada proclama “Viva San Marco. Viva la Repubblica”. El establecimiento ha mantenido su esencia y orgullo a lo largo de los años, convirtiéndose en un lugar vivo que ha resistido el paso del tiempo y sigue siendo un símbolo arraigado en la identidad veneciana. Corte de los Assizes, Tribunal de justicia donde se desarrolló el esperado y mediático “juicio de los rusos”. En la emblemática corte se desplegó un escenario meticulosamente preparado, generando gran expectación y emoción entre el público. La sala reflejaba un nuevo aspecto que incluía paredes pintadas de blanco intenso, techos decorados al estilo rafaelesco, suelos pulidos, puertas barnizadas y vidrieras relucientes. Para acoger al juicio más escandaloso de la época, el lugar vivió una modernización, reemplazando los antiguos bancos del público por asientos más elegantes y adaptando áreas específicas para las partes involucradas, los acusados, el jurado y la presidencia del tribunal. Se habilitaron salas especialmente acondicionadas para los acusados y sus equipos de abogados que utilizarían durante los recesos, así como un lugar reservado para la numerosa prensa que cubriría el evento. La estudiada renovación buscaba ofrecer un entorno más adecuado para el esperado juicio. La cuidadosa escenificación reflejaba la magnitud y complejidad del juicio, marcando un hito en la Corte de los Assizes. El Prater de Viena es el lugar elegido por la condesa y el abogado Donato Prilukov para orquestar el crimen. El Prater presumía de ser uno de los parajes más abiertos de Viena porque, en sus más de seis kilómetros cuadrados de superficie se congregaban personas de muy diferentes clases sociales, profesión, edad y condición que paseaban por sus jardines y observaban admirados la gran noria instalada en 1897 para conmemorar los cincuenta años del reinado del emperador Francisco José. Todos tenían las mismas posibilidades de escuchar la música que tocaban las orquestas en directo, disfrutar con los espectáculos de títeres, de las atracciones de ferias que nunca faltaban en aquel gran parque de atracciones o tomarse un café, un helado o una manzana caramelizada. Era un lugar de encuentro común que lo mismo servía para reunirse con amigos, pasar el día en familia o dar largos paseos de la mano de la persona amada. Desde que el Prater acogiera la Exposición Universal en 1897, en su gran explanada se habían mantenido el centenar de puestos, pabellones y recintos feriales que hacían las delicias de los visitantes, que habían convertido la noria y el pabellón de los viajes en las atracciones más buscadas. “Panorama” era una atracción visual que permitía viajar por las principales ciudades de Europa como París, Londres o Berlín sin moverse del lugar, tan solo apagando la luz y dejándose llevar por las proyecciones de imágenes. El denominado “juicio de los rusos” fue el primer gran juicio mediático de la historia, el primero en aceptar los principios del psicoanálisis freudiano, el eximente de la salud mental, y el consumo de alcohol y drogas como atenuantes. Fueron 72 días de juicio por el que pasaron más de 250 testigos. “El gran acontecimiento judicial será el epílogo de la oscura tragedia rusa que tuvo por escenario Venecia. Nunca ha habido un juicio más emocionante”, decía la prensa. Dos años y medio después de cometerse el crimen, el 4 de marzo de 1910 a las diez y media de la mañana dio comienzo el juicio, con un jurado compuesto por doce hombres de variados perfiles, ocupaciones y edades. Entre ellos se encontraban un boticario, un camarero, un profesor universitario, un gondolero, un médico, un empleado de casino, un arquitecto, un tendero, un estudiante de literatura, un enterrador de San Michele, un ingeniero y un peluquero, con varios suplentes disponibles. Desde el principio, los acusados admitieron su participación en el crimen. Naumov había confesado el crimen, y tanto la condesa Tarnowska como Prilukov reconocieron su implicación en la trama, pero insistiendo cada uno en haber sido influenciado por el otro, debido a su debilidad mental y a la capacidad de seducción del contrario; el jurado debía dirimir la responsabilidad de cada uno y su grado de implicación El caso atrajo la atención constante de la prensa de todo el mundo, convirtiéndolo en el primer caso mediático de la historia. Periodistas de Europa y Estados Unidos, evidenciando un interés global, se congregaron para cubrir el proceso judicial. Los diarios italianos aumentaron sus páginas y tiradas para proporcionar una cobertura más extensa, compitiendo por asegurarse la participación de destacados reporteros y de escritores locales y nacionales. La competencia entre periódicos incluyó aspectos visuales, donde algunos, como Gazzettino, emplearon dibujantes debido a limitaciones tecnológicas para reproducir fotografías, mientras que otros, como Gazzetta di Venezia, optaron por fotógrafos para ilustrar sus páginas. Esta intensa cobertura mediática subrayó la repercusión social del caso. El New York Times calificó a la condesa Tarnowska como “la Circe moderna”, comparándola con la hechicera que transformaba en cerdos a los hombres que la amaban. La prensa la denominaba mujer exótica con rasgos vampíricos, diabla seductora, sirena malvada, bruja hechicera, femme fatale, serpiente peligrosa por cuyas venas corría la sangre de Lucrecia Borgia, la nueva Medea, Salomé, Fedra o Mesalina… Las crónicas de los periódicos revelaban la influencia y el aura misteriosa que rodeaba a la condesa, añadiendo un elemento de drama y mitología al ya complejo juicio. La reventa de entradas alcanzó cifras cuantiosas, los famosos de la época pedían poder asistir al juicio, las fotografías de la condesa que se vendían a la entrada de la corte se agotaban en segundos… Pero eso no fue todo. Era tal la influencia de la condesa que las mujeres que asistían como público a la sala empezaron a imitar su indumentaria, sus vestidos, sombreros, guantes, estolas de pieles, la característica blusa de encaje blanca y su inseparable collar lavallière. Este estilo se volvió la moda más popular entre las damas de Venecia. La psicología freudiana desempeñó un papel crucial en el “juicio de los rusos”, especialmente en la defensa de la condesa Tarnowska. Influenciado por las teorías de Sigmund Freud y partidario de su aplicación en los tribunales, su abogado principal, Arturo Vecchini, diseñó una estrategia legal que exploró la mente de la condesa para explicar sus acciones y su vida. El enfoque psicológico del caso se centró en la enfermedad mental presente en el árbol genealógico de la familia materna de la condesa, sugiriendo razones genéticas detrás de los trastornos psicológicos y desequilibrios químicos en el cerebro. Para agravar más las cosas, la condesa, lidiando con su infortunio, se volvió además adicta a la morfina, la cocaína y la heroína, influenciada por relaciones conflictivas. Varios ginecólogos justificaron su comportamiento por “un lento proceso de envenenamiento de la sangre de origen ginecológico, en concreto uterino, sucedido al dar a luz a su primer hijo que pudo afectar su actividad mental”. Más de veinticinco especialistas, en su mayoría psiquiatras y ginecólogos, examinaron a la condesa. Las declaraciones de estos expertos sobre la enfermedad mental y el abuso de sustancias se convirtieron en un punto de inflexión del juicio. Los equipos legales, conscientes de la importancia de los atenuantes psiquiátricos, contrataron peritos para evaluar el estado mental de los acusados. Si la ley lo hubiera permitido, los abogados habrían buscado declarar a sus clientes como mentalmente enfermos. El juicio se convirtió en un tratado de psicología, explorando temas universales como la maldad, el deseo, el amor, el odio, los celos, el sentimiento de posesión, la muerte, la soledad, el sexo y la incertidumbre. La narrativa legal se entrelazó con la comprensión psicológica, haciendo del proceso no sólo un examen de culpabilidad, sino también un estudio profundo de la complejidad de la condición humana. La condesa maldita narra los días de una mujer arrolladora que coleccionó amantes, desafió los tabúes más férreos del momento y nunca renunció a su libertad; se adentra en todos los entresijos de la investigación criminal y judicial del caso; recorre las principales ciudades de Europa y es testigo de los hitos históricos más importantes de principios del siglo XX. Y nadie mejor que Reyes Monforte para transmitir esa pasión y relatar su historia. (c) Violant Muñoz (c) Mediâtica: agencia cultural
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