«El lugar lógico para encontrar una voz de otros tiempos es un cementerio de otros tiempos»
Lovecraft Hoy descubriremos la nueva propuesta de Fernando Gomez: “La vuelta al mundo en 80 cementerios” publicada por Ediciones Dédalo. Los cementerios son sin duda uno de los lugares que más atraen y atemorizan al ser humano. Desde hace unos años hay cada vez más aficionados al llamado “necroturismo”, o turismo de cementerios; una propuesta que considera estos lugares de descanso eterno como entornos de gran relevancia cultural y artística ligados a la historia de las ciudades y, por ende, de sus habitantes. Cada vez más personas se animan a pasar unas horas de su viaje paseando tranquilamente entre tumbas, descubriendo la historia de personajes ilustres o locales allí enterrados, o maravillándose ante los diversos estilos arquitectónicos y artísticos que se pueden encontrar en estos recintos sagrados. Fernando Gómez se adentra en este camino hacia el pasado, y nos propone una vuelta al mundo a través de los 80 cementerios más relevantes de nuestra geografía. Los hay de todo tipo, desde los más monumentales como el de Viena o el de Père Lachaise en Francia, donde contemplar impresionantes esculturas y panteones; a los más inquietantes como la perturbadora Isla de las Muñecas de México o el Cementerio de los Suicidas de Berlín; pasando por otros de lo más variopintos como un cementerio dedicado a prostitutas en Londres (el cementerio de Cross Bones), o a perros en Francia. Tras leer “La vuelta al mundo en 80 cementerios” el lector no podrá evitar incluir la visita a un camposanto en su próximo viaje. Una forma diferente de viajar y de conocer la cultura y la historia de nuestro destino. Este libro combina descripciones de los distintos cementerios con relatos de la vida de personas enterradas en ellos, personajes históricos, o tumbas que han dado lugar a mitos y leyendas. Los cementerios son el mejor libro de historia En palabras del propio autor: “…Era uno de esos días en que las preocupaciones, por pequeñas que se presenten, acaban convirtiéndose en muros difíciles de salvar. Suele pasarme a menudo, en lunes habitualmente. Como única forma de combatir ese estado de ánimo no hallo mejor solución que sentarme en uno de los bancos de una plaza próxima a mi casa y contemplar cómo discurre la vida, intentando buscar en los rostros desasosiegos similares a los míos con la esperanza de no sentirme el único ser desdichado de este planeta. Tan enfrascado estaba en esa terapia que no reparé, hasta que tosió, en que a mi lado había sentada otra persona. Al mirarlo comprobé que era un hombre de una edad indefinida, debía moverse en esa franja imprecisa de los setenta u ochenta años. (…) Nuestras miradas se cruzaron por unos segundos y fue entonces cuando aprovechó para dirigirme la palabra. Lo que dijo, por curioso, lo recuerdo letra por letra: «He visitado ochenta cementerios de los cinco continentes y allí descansan quienes en sus vidas tuvieron días tan malos o peores que los que está usted viviendo». A partir de entonces nació una conversación fluida. Él deseaba hablar y yo empecé a sentir deseos de que me contara esos singulares viajes. Los cementerios, me dijo, son el mejor libro de historia, en ellos reposan las personas que la escribieron. Lo que a continuación transcribiré, con toda la fiabilidad que permita mi memoria y tomada prestada su voz, es cuanto esa persona misteriosa me contó durante los días que nos hicimos compañía. Espero no olvidarme nada, sería un error imperdonable...” 10 CEMENTERIOS QUE VISITAR ANTES DE MORIR 1. Cementerio judío – Praga, República Checa El antiguo cementerio judío de Praga es diferente a cualquier otro cementerio. No es majestuoso. No muestra lujosos panteones ni monumentos de costosos mármoles. No decoran flores sus sepulcros. Lo que se nos presentan son lápidas amontonadas sin orden ni concierto aparente. El número de sepulturas es incierto, se calcula que el de las visibles debe ascender a doce mil y que en el cementerio se pueden hallar enterradas más de cien mil personas, judías la totalidad. Las lápidas están pegadas las unas a las otras como si fueran dientes que emergen de la tierra. La saturación de tumbas en el cementerio se debe al seguimiento de los dictados de la Halajá, una serie de reglas derivadas de la Torá que, resumiéndolas, vienen a decir que los judíos no deben destruir tumbas judías, y tampoco transportar una tumba a otro lugar. Esa norma dio por resultado que cuando el cementerio de Praga se quedó sin espacio y conseguir terreno era imposible, más capas de tierra se emplazaron sobre las tumbas existentes, de manera que las tumbas viejas quedaban enterradas bajo las nuevas. Al final, el cementerio acumuló más de doce capas. 2. Cementerio de Sengakuji – Tokio, Japón Visitar el cementerio de Sengakuji es adentrarse en una de las leyendas nacionales más conocidas de Japón: la de los famosos 47 ronin. El 30 de enero de 1703, 47 samuráis sin amo penetraron en la mansión del caballero Kira Kozuke-no-Suke Yoshinaka. Los 47 samuráis se enfrentaron con éxito a más de doscientos sirvientes armados de Kira. Cuando lo hubieron capturado, lo decapitaron. La cabeza de Kira se la llevaron como ofrenda hasta la tumba de su antiguo señor, Asano Takumi-no-Kami Naganori. El cementerio de Sengakuji está en Tokio y es de reducidas dimensiones. Dentro sólo se encuentran enterradas 47 personas, esos samuráis que cortaron la cabeza de Kira. Los 47 ronin sabían que el único destino que les aguardaba era la muerte, y fueron condenados a practicarse el hara-kiri. La opinión popular y la simpatía de la gente estaban, casi unánimemente, del lado de los 47 ronin, que habían combatido y entregado sus vidas para defender el honor samurái, en una época en que los códigos de ese tipo parecían haber desaparecido. 3. Cementerio de muñecas – Xochimilco, México Los canales de Xochimilco, situados al sur de la Ciudad de México, están bordeados por islas a las que se accede en trajineras. En una de esas islas se encuentra una singular necrópolis; no es un cementerio al uso, es un cementerio de muñecas. Muñecas rotas y deterioradas se encuentran diseminadas por la isla como si fueran el único fruto que es capaz de producir su tierra. La isla era originalmente propiedad de Julián Santana Barreda, quien la utilizaba para cultivar hortalizas acompañado de su esposa y su pequeña hija. Una de las versiones de los hechos cuenta que una mañana, la esposa fue a lavar la ropa al canal, y en un descuido la niña cayó al agua. Nunca fue localizado el cuerpo. A partir del percance, Julián Santana comenzó a experimentar situaciones inexplicables, por lo que, aterrorizado, colocó muñecas, con la idea de que estas entretuvieran al alma de la joven y esta no le molestara. Los visitantes colocan ofrendas alrededor de Agustinita, la favorita de Julián, a cambio de milagros y bendiciones. 4. Friedhof Grunewald-Forst – Berlín, Alemania Al cementerio de Grunewald se lo conoce por otros dos nombres: uno de ellos es el cementerio de los Sin Nombre y el otro, que resulta más descriptivo y posiblemente más acertado, el cementerio de los Suicidas. Grunewald es un bosque que se encuentra situado al este de la ciudad de Berlín y está bañado por las aguas del Havel. Este río forma cerca del cementerio una curva que ocasiona que de vez en cuando los cuerpos de los ahogados recalen en ese punto de la orilla y queden allí varados. En muchas ocasiones, esos ahogados son suicidas En el siglo XIX esa situación ofrecía dificultades añadidas, ya que las iglesias cristianas negaban a los suicidas el entierro en sus cementerios. Ese contratiempo fue lo que los hizo decidirse a sepultar a los muertos cerca de un claro del bosque, de una manera que podría considerarse en cierto modo clandestina. 5. Cementerio Alegre de Sapantza – Sapantza, Rumanía Sapantza es un pueblo de Rumania que cuenta con alrededor de tres mil vecinos y se halla situado en la región de Transilvania. Nadie se hubiera fijado en su cementerio de no ser por sus tumbas con coloridas pinturas, que en cierta medida recuerdan dibujos infantiles, y unos epitafios que describen, de una manera original, poética y cercana, a las personas que están enterradas en su terreno. Ese es el motivo por el que es conocido como «el cementerio Alegre». En más de una ocasión al visitante se le dibuja una sonrisa en la cara al leer los epitafios: «Aquí descansa mi suegra, si hubiera vivido otro año más, yo ocuparía su lugar»; «Y otra cosa que mucho me gustaba era sentarme al calor de una taberna acompañado de un vaso de vino y una mujer, siempre que fuera la mujer de otro»; «Aquí yace mi mujer, fría como siempre»; «Señor, recíbela con la misma alegría con la que yo te la mando». 6. Nirvana Memorial Garden – Ciudad de Singapur, Singapur Que el morirse cuesta dinero es una realidad tan obvia que resulta innecesario recordarla. El Nirvana Memorial Garden se encuentra en Singapur y sin duda es uno de los cementerios más sofisticados y posiblemente más caros del mundo. Tiene una capacidad de cincuenta mil nichos distribuidos en once suites diseñadas conforme a los preceptos que marca el feng shui, buscando el bienestar y la armonía del individuo con su entorno. Para comodidad de sus clientes, la compañía encargada del cementerio tiene la intención de inaugurar un restaurante de lujo, para que los visitantes encuentren más agradable la estancia en tan doloroso trance. 7. Old Burying Point Cementery – Salem, EE. UU. Salem es una ciudad pequeña y modesta, no difiere en mucho de otras ubicadas en el estado de Massachusetts. Esta pequeña población no hubiera sido recordada ni estaría presente en los libros de historia de no ser por el proceso ocurrido en 1692 y que terminó con veinte sentencias de muerte para seis hombres y catorce mujeres a los que acusaron de ejercer la brujería. Caminando por el cementerio, uno no puede dejar de fijarse en las lápidas que señalan 1692 como año de fallecimiento. Eso significa que quienes están enterradas fueron consideradas brujas en las tristes jornadas de los juicios celebrados en Salem. En el cementerio se ha erigido un sencillo monolito a las personas que fueron ajusticiadas, curiosamente a escasos metros de donde se encuentra la lápida bajo la cual están los restos del reverendo John Hawthorne, quien fue el encargado de decretar sus muertes. 8. Cementerio Inglés – Málaga, España A comienzos del siglo XIX, Málaga ya tenía varios cementerios en funcionamiento, que acogían a los católicos, pero eran muchos los extranjeros protestantes que residían en los pueblos de la costa andaluza y que por cuestiones religiosas no podían ser enterrados en las localidades en las que estaban asentados. En 1824 llegó a Málaga, recién nombrado cónsul británico, William Mark, quien vio necesaria la creación de un cementerio para dar cabida a los protestantes. En un terreno solitario frente al mar trazaron las líneas del que sería el actual Cementerio Inglés de Málaga, el primer cementerio protestante de España. Son muchas las historias que pueden rastrearse mientras se da un relajante paseo, sin añorar la arena de la playa, que se encuentra a tan solo 12 minutos andando. Hans Christian Andersen lo utilizó en su estancia en la ciudad para caminatas y meditación. Por lo que se ve, Andersen era aficionado a los cementerios. 9. Cementerio de perros – Asnières-sur-Seine, Francia Este curioso cementerio fue fundado en 1899 por un grupo de amantes de los animales encabezados por la periodista Margueri-te Durand, aprovechando una reciente ley del ayuntamiento pari-sino que prohibía a los dueños de perros dejar los cadáveres de los mismos en la calle. Caminar por el cementerio de los Perros es como estar en un cementerio en miniatura, todo son tumbas de tamaño reducido. Dentro hay enterrados más de setenta mil animales, y no son todos perros, hay también gallinas, monos, un ciervo, dos caballos, un oso y hasta un león, que era la mascota de la fundadora, Marguerite Durand. En la zona de los gatos se puede ver la tumba de Mysouff, que durante años acompañó al escritor Alejandro Dumas. También está enterrado aquí el célebre pastor alemán Rin Tin Tin. 10. Cementerio Azael Franco – Tulcán, Ecuador El cementerio de Tulcán, que así se lo llamó al principio, fue fundado en 1932, para reemplazar el antiguo panteón que había en la loma de Santiago, dañado por el terremoto que lo había asolado en 1923. El principal atractivo de este camposanto no son las tumbas, sino los cipreses talados al más puro estilo de Eduardo Manostijeras. La obra de los jardines fue iniciada por José María Azael Franco, que ostentaba el cargo de jefe de Parques del municipio de Tulcán. La tierra caliza de la que está compuesto su suelo favoreció el implante de cipreses, y a partir del décimo año de su plantación ya estaban listos para su primera poda. A partir de ese instante, Azael Franco fue conformando figuras de acuerdo a su imaginación. Extrajo de su ramaje gatos gigantescos, caras de presumibles reyes incas o mayas y cientos de figuras geométricas de maravillosa factura. Tanta fue su dedicación que en el año 2007 el camposanto se rebautizó con la justa denominación de Cementerio Azael Franco. Fernando Gómez (Barcelona, 1957) es colaborador habitual en diversos medios de comunicación a nivel nacional sobre temas de historia y misterio. Ha publicado nueve novelas. Y dos antologías de relatos de la historia más desconocida de Barcelona: “Secretos de Barcelona” y “Memorias de Barcelona”, ambas con Ediciones Dédalo. Fue galardonado con el Permio Mass-Media del Colegio de Detectives Privados de Catalunya en el 2015 por su novela Distancias Cortas, y en el 2016 con Los vampiros de papel se proclamó ganador del Premio Incógnitas Oblicuas. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural
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Violant Muñoz i Genovés
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