Por Violant Muñoz i Genovés
Una historia que, con el telón de fondo de la profunda injusticia del sistema esclavista, los estertores del imperio español y la belleza de un paisaje paradisíaco, nos habla del abismo entre pobres y ricos, entre amos y esclavos, y de la ambición sin límites de una mujer que llegó para trastocarlo todo. Barcelona, primavera de 1864. Gabriel Gorchs, joven y único heredero del barón de Santa Ponsa, no sabe qué hacer con su vida. No quiere convertirse en alguien anclado a los viejos tiempos como su padre y su oscura mansión en el Barrio Gótico mientras, a poca distancia, el ensanche de Barcelona empieza a crecer, amplio y luminoso como una promesa de futuro, de espaldas al mar. De cara a este vive sin remedio Pepa Gómez, en un chiringuito de playa asolado por el viento y la arena que no ve la hora de abandonar para siempre. Al puerto de Barcelona acaba de llegar el Santa Graciela, un fabuloso clíper que es el medio más rápido para viajar al otro lado del Atlántico. Muy pronto, Gabriel y Pepa empezarán sobre su cubierta esa nueva vida que tanto desean: su destino, el Valle de los Arcángeles, donde los ingenios azucareros de los Viader, los Serrano y los Abbad han convivido en armonía y opulencia hasta que se produce el primero de una serie de macabros asesinatos. El Valle de los Arcángeles transcurre en un período excepcional de nuestra historia, que va de 1864 a 1869. Los escenarios son múltiples y se mezclan los lugares reales, como las ciudades de Barcelona, La Habana o Matanzas, con el Valle de los Arcángeles, surgido de la imaginación del autor, aunque basado en los ingenios azucareros reales de Cuba. Se llamaba ingenios azucareros a las haciendas en las que se cultivaba y se procesaba caña de azúcar para obtener azúcar, ron y otros alcoholes. Una voz omnisciente nos va guiando por toda la narración, formada por 27 capítulos y un epílogo. Rafael Tarradas sitúa la acción de El Valle de los Arcángeles en un período histórico apasionante y peligroso. Integra con naturalidad en el relato los hechos reales, desde la vida cotidiana a los grandes acontecimientos políticos, de forma que enmarca la trama de la novela y nos ayuda a comprender mejor la motivación de los personajes. El Valle de los Arcángeles es una obra absorbente que, bajo la apariencia de una novela histórica, nos ofrece un retrato apasionante —y descarnado— de una ambición sin límites. El autor introduce elementos de suspense propios de los relatos góticos y los actualiza en una deslumbrante trama alrededor de tres poderosas familias y de una bellísima e intrigante mujer que amenaza con destruirlo todo a su alrededor. Para componer el retrato de la seductora Isabel Palau, Rafael Tarradas utiliza también recursos de los melodramas de la época que recrea. La recreación de la época es espectacular. Está cuidado hasta el más mínimo detalle de la ambientación. El lector va desde las fiestas en los lujosos palacios de la aristocracia española del siglo XIX, hasta las calles más sórdidas de nuestras ciudades, pasando por las peligrosas selvas de las últimas colonias de Ultramar. El Valle de los Arcángeles nos habla de dos mundos que colisionan. Por un lado el de la vieja aristocracia y las familias de la alta burguesía que llevaban décadas al frente del país y de su economía; del otro, los nuevos ricos y los aspirantes a ocupar un espacio al que tradicionalmente nunca habían accedido. La novela narra el principio del fin de una época de nuestra historia y el inicio de otra nueva. Este cambio está siempre presente en el relato. Los que están arriba en la escala social intentan mantenerse allí a toda costa, sin importar los medios. Que todo cambie o que todo siga igual es uno de los temas de la novela, y los principales personajes se posicionan —y se enfrentan— a causa de ello. La figura de Isabel Palau simboliza aquel arribismo sin escrúpulos, capaz incluso de matar por alcanzar sus objetivos. Su ambición no tiene límites. El autor construye una emocionante novela en la que la ambición, el amor, la traición y el suspense se suman a una espectacular recreación histórica, en el marco de un país convulso en el que todo está a punto de cambiar para siempre. Lucía Gorchs, la propietaria del espléndido ingenio de San Gabriel, ultima los detalles de una gran fiesta a la que asistirá lo más granado de la sociedad del occidente cubano. No es algo habitual, puesto que este tipo de encuentros se suelen celebrar en los palacetes de La Habana, en donde los terratenientes residen durante casi todo el año. No es el caso de Lucía y de su marido, Juan Serrano, muy unidos al que se considera el valle más hermoso de la isla. Estas recepciones son el escaparate ideal para que los jóvenes casaderos de ambos sexos se exhiban en busca de posibles pretendientes, como Bruno Serrano, el heredero de San Gabriel. También es una oportunidad única para intercambiar confidencias y compartir información de todo tipo. Los rumores sobre posibles movimientos sediciosos en el oriente cubano ocupan muchas conversaciones en aquella reunión. Días después, de vuelta a San Gabriel después de haber pasado unos días en La Habana, Bruno divirtiéndose y su padre haciendo «unas gestiones», Juan Serrano y su heredero son asesinados. Clotilde Fors está muy preocupada por la salud de su hijo Gabriel, que padece una tos persistente que es un síntoma de la terrible tisis que tantas vidas se ha llevado. El palacete gótico en el que viven, en la zona del Borne, tampoco ayuda: es enorme, frío, oscuro y húmedo. Los doctores insisten en que Bruno debe cambiar de aires para mejorar. Rogelio Gorchs, marido de Clotilde y barón de Santa Ponsa, es reacio a mudarse al nuevo Ensanche, donde muchos de sus amigos se han construido mansiones más habitables y mucho más saludables. Rogelio y Clotilde están de luto por los asesinatos de su cuñado Juan y de su sobrino Bruno, en su hacienda de Cuba. La hermana de Rogelio, Lucía, les ha escrito una carta con una petición muy inusual: quiere que su sobrino Gabriel viaje al Valle de los Arcángeles para ayudarle en la dirección del ingenio de San Gabriel, del que se convertirá en heredero. Ajeno a los problemas de la familia Gorchs, otro terrateniente barcelonés, Ignasi Abbad, visita sus propiedades en la costa. La expansión urbana y económica en el litoral catalán está multiplicando su fortuna. De vuelta a su casa, una mansión junto al nuevo y espléndido Paseo de Gracia, atraviesa la Barceloneta. En contra de lo que es habitual en él, va armado, por lo que no duda en salvar a una muchacha que está a punto de ser violada. Se llama Pepa, es hermosa y con encanto. Su vida en aquel rincón infecto de la ciudad es un suplicio, así que Ignasi le ofrece que se incorpore al servicio de su casa, como pinche en la cocina. Ella acepta encantada. Haría cualquier cosa por escapar de allí. El esplendor del lujoso palacete Abbad deslumbra a la muchacha. Su alojamiento está en las habitaciones superiores, junto al resto del servicio, pero no tarda en hacer planes para vivir abajo, en el piso de los amos. Y no le importa el precio que tenga que pagar para ello. Con el personaje de Isabel Palau —Pepa Gómez al principio de la novela—, Rafael Tarradas recupera y pone al día la figura ambigua de la femme fatale victoriana: bella, inteligente, ambiciosa, independiente y sin escrúpulos. El autor la retrata con delicadeza psicológica. Pepa Gómez malvive en una barraca junto a la playa de la Barceloneta, dejándose manosear por marineros borrachos a cambio de unas monedas. Está harta de su vida sin horizontes, de una madre alcohólica y de un padre que intenta abusar de ella desde que era una niña. Cuando Ignasi Abbad la salva de una violación y le ofrece un trabajo en su mansión, acepta sin vacilar. Pronto se da cuenta de que está ante una oportunidad única deascender socialmente gracias a su belleza. Solo una persona se interpone en sus planes y planea asesinarla, aunque las cosas no saldrán como ella había previsto. Perseguida por la justicia, Pepa huye a Cuba y se crea una nueva identidad,Isabel Palau, con la que seduce a cuantos hombres se cruzan con ella, a los que utiliza para conseguir sus fines. En su camino se cruza Rafael Viader, el heredero del ingenio de San Rafael, que queda encandilado de ella. El marco histórico escogido por Rafael Tarradas es poco habitual en nuestra narrativa reciente. La novela está situada entre 1864 y 1869. Fueron, en lo político, unos años muy agitados, preludio de la Revolución de 1868, del exilio de la reina Isabel II —que se recoge en la novela— y de la aún lejana proclamación de la Primera República. España iniciaba un periodo de expansión económica que se vio reflejado en el crecimiento de nuestras ciudades —Barcelona, por ejemplo, derribaba sus murallas y se expandía por el Ensanche— y la creación de modernas líneas ferroviarias, alguna de las cuales juega un papel destacado en la novela. En las Cortes se debatía, también, sobre la abolición de la esclavitud. Poderosos intereses económicos pugnaban —sin hacer prisioneros— a favor o en contra del abolicionismo. Aquella tormentosa realidad económica, política y social está muy presente en toda la novela. Así mismo, el autor, retrata Cuba como una isla de apariencia paradisíaca, pero recorrida por corrientes subterráneas de una gran fuerza destructora. Cuba se estaba sumergiendo en una triple crisis: económica, política y social. La constitución española vigente establecía que las Provincias de Ultramar —Cuba y Puerto Rico— fuesen gobernadas bajo «leyes especiales». Sin embargo, esas leyes nunca se desarrollaron y la administración estaba en manos de un Capitán General, que actuaba con un poder absoluto y, a menudo, arbitrario. El gobierno central negaba a los cubanos buena parte de las libertades conquistadas en la España peninsular en la primera mitad del siglo XIX. Esas libertades eran incompatibles con la esclavitud, esencial para el mantenimiento del sistema económico de la isla. También había temor a que fuesen utilizadas por los criollos para conseguir mayores cotas de autogobierno. Los plantadores de azúcar de Cuba formaban una élite tejida por familias que se mezclaban, empresas que se asociaban, negocios mutuos e intereses compartidos. La alta sociedad criolla era diferente en muchas cosas pero tan refinada como las de Barcelona o Madrid, y no reparaba en gastos para conseguir todos los lujos europeos, orientales y americanos. En cuanto a la esclavitud, en 1820 se prohibió que compañías españolas traficaran con esclavos. Los traficantes eludían la prohibición usando banderas de conveniencia. En 1866 se estableció que la trata de esclavos se consideraría un acto de piratería. Sin embargo, aquellas disposiciones afectaban solo al tráfico, no al mantenimiento de la esclavitud en la isla, donde seguía siendo legal y básica para la economía. No se abolió hasta 1880, pero no se hizo efectiva hasta 1886. Cuba se dividía de facto en dos mitades: la occidental, próspera y con los mejores cultivos, y la oriental, sacudida por la crisis y el descontento. «...Me basta con que todo siga exactamente igual para estar contento, con no tocar nada y seguir obedeciendo con laxitud a mi reina, lo mismo que quiere la mayoría de los plantadores de occidente...», reconoce Bruno Serrano dado que el Valle de los Arcángeles está en la mitad buena de la isla. La economía cubana se sustentaba en el comercio de la caña de azúcar y el tabaco. El crecimiento económico en la primera mitad del siglo XIX fue exponencial. Sin embargo, a partir de la década de 1850, la crisis financiera, la caída paulatina del precio del azúcar y la desacertada política arancelaria y económica española minaron la prosperidad en la isla, multiplicaron el descontento y sentaron las bases para la guerra de los Diez Años. La ciudad de Barcelona que aparece en El Valle de los Arcángeles está en expansión desde que, en 1854, comenzase el derribo de las viejas murallas que la rodeaban y se iniciase la construcción del Ensanche, ideado por el ingeniero y urbanista Ildefons Cerdà. La aristocracia y la alta burguesía huyen de la insalubre Ciudad Vieja para establecerse en el nuevo barrio. El lugar de esparcimiento favorito de los barceloneses es el jardín de los Campos Elíseos, con su parque de atracciones. Es un espacio paralelo al señorial Paseo de Gracia, el eje de la nueva ciudad. Y junto al paseo tiene su mansión Ignasi Abbad. «...En ese momento estaban prendiendo las farolas de gas que la iluminaban coloreando mágicamente las fachadas de los edificios señoriales construidos sin descanso en ambas aceras...», nos describe el autor el Paseo de Gracia. Barcelona fue la primera ciudad española que contó con aquel novedoso sistema de iluminación. Con la familia Abbad y Gabriel Gorchs recorremos la ciudad de la burguesía y la aristocracia. Paseamos por la Rambla e incluso asistimos a una fiesta en Horta, famosa por las villas edificadas a principios de siglo. En los márgenes de esa ciudad brillante crecen barrios populares en los que la vida se desarrolla en condiciones duras e insalubres, con epidemias continuas. Pepa Gómez creció en una barraca junto a la playa de la Barceloneta, al lado del barrio marinero del mismo nombre y no muy lejos de los tinglados del puerto, una zona en la que se están asentando numerosas industrias. El puerto, que conocemos en una escena clave de la primera parte del libro, es la arteria comercial que mantiene viva y en permanente crecimiento la economía catalana y la de la Ciudad Condal. El nexo marítimo con Cuba. Sin embargo, el valle que da nombre a la novela es totalmente ficticio. «...El más hermoso de los valles de la isla, un lugar que todos los que tenían la fortuna de conocer jamás olvidaban, pero que pertenecía tan solo a tres plantadores, dueños de los ingenios azucareros de San Miguel, San Rafael y San Gabriel...», nos presenta Rafael Tarradas el escenario principal de la novela. Situado a medio camino entre las ciudades de La Habana y Matanzas, a la que pertenece administrativamente, el valle parece ajeno a las tensiones políticas y raciales que sacuden la isla de Cuba en aquel momento. El paisaje, articulado alrededor del río Alegre y sus numerosos afluentes, es impresionante, incluso para sus moradores, acostumbrados a su visión: «...Los campos de caña se mezclaban con la selva, los perezosos meandros de los ríos con las extensiones de pasto, las construcciones de las ricas propiedades con la naturaleza que las rodeaba. Incluso la tierra parecía más oscura, fértil y húmeda, y las flores que salpicaban los bordes del camino más rojas, más amarillas, más grandes y bonitas...» La entrada de la plantación de San Gabriel está marcada con dos grandes espadas de piedra a cada lado del camino. La descripción, en el primer capítulo de la novela, de la «casa inglesa» de la plantación y del jardín y los accesos nos permite hacernos una idea del lujo y la sofisticación en la que viven las familias más poderosas de Cuba. Es costumbre entre los terratenientes poner el nombre de cada hacienda a su heredero. Así, el heredero del ingenio de los Abbad, San Miguel, se llama Miguel; el del ingenio de los Viader, San Rafael, se llama Rafael; y el primogénito de los Serrano, Gabriel, hubiese heredado el ingenio de San Gabriel, aunque murió al poco de nacer. La Habana alcanzó, en el periodo en el que está situada la novela, su momento económico más brillante del siglo XIX, pese a los condicionantes externos. En 1863 se derribaron los muros de la ciudad, y la urbe pudo crecer con nuevos barrios en los que construyeron sus mansiones las familias más poderosas de la isla. No deja de ser curiosa la coincidencia temporal con la expansión barcelonesa. El Vedado, por ejemplo, todavía no era el enclave exclusivo en el que se convirtió años después. Lo descubrimos con los ojos de Isabel Palau: «...Veinte casas edificadas a los lados de la calle que llamaban de “la línea”, porque era por donde circulaba la línea de tranvía de tracción animal que lo comunicaba con la ciudad. Al borde del mar se habían construido también algunos balnearios. Le recordó al lugar donde se asentaba el odiado chiringuito que regentaban sus padres...» Además de algunos palacios y lugares elegantes, conocemos las zonas de mala nota, calles peligrosas y tugurios en los que se consumía ron de ínfima calidad. Frente a La Habana, capital administrativa y económica de la isla, se alzaba Matanzas, la capital cultural, «la Atenas de Cuba». El Valle de los Arcángeles está conectado con un tren al puerto de la ciudad. A través de este ferrocarril se transporta la caña y el azúcar de los ingenios de San Rafael, San Gabriel y San Miguel. Por cierto, la primera línea ferroviaria construida en España fue la que, desde 1837, unía La Habana con Güines, una localidad situada en uno de los valles más fértiles de la isla, cuya producción se trasladaba en tren al puerto habanero para su exportación. 1866 estuvo marcado por una crisis financiera internacional que afectó a toda Europa. En España puso un punto y seguido a un período de expansión y cambio, iniciado con la Revolución de 1854 y el Bienio Progresista, que quiso implantar un modelo esencialmente liberal. La burguesía anhelaba convertirse en la clase dominante en un régimen político más abierto y democrático. No lo consiguió del todo. Inauguró, eso sí, una etapa marcada por el desarrollo social y la paulatina implantación de un capitalismo de corte occidental. Los síntomas de esa transformación están muy presentes en el trasfondo de la novela. Tanto en la España peninsular como en Cuba, Rafael Tarradas describe la brecha social que separa a la burguesía del resto de la población. Es una brecha económica y física, puesto que la expansión de las ciudades se hace separando en barrios distanciados a ricos de pobres y de las clases medias, a diferencia de las ciudades viejas, de origen medieval, en donde todo el mundo se mezclaba en un único núcleo urbano. En las mansiones, los señores y el servicio ocupan plantas distintas. Recuerden: la ambición de Pepa es bajar de la planta superior de la mansión Abbad, la de los cridados, a la inferior, la de los amos. En las haciendas cubanas, todo un mundo separa la mansión de los señores de los patios de los esclavos. La esclavitud es uno de los motores argumentales de El Valle de los Arcángeles. En cada uno de los ingenios del Valle de los Arcángeles nos encontramos con un modelo distinto de relación de los propietarios con los esclavos. En la novela se muestran los argumentos de quienes querían mantenerla, como elemento esencial de la supervivencia económica de Cuba, y de quienes la querían abolir, por razones éticas y, también, pragmáticas: no se podía profundizar en un régimen de libertades si se mantenía aquella institución inmoral. Lucía es quien más claramente se posiciona contra ella. Su marido, el hacendado Juan Serrano, acaba por darle la razón: «...Se decía que era el pecado original de la isla, y cuando se ahondaba en la vida de cualquier esclavo se descubría que, con toda seguridad, lo era. La economía de Cuba se había basado desde la colonización en la mano de obra esclava. Se les arrancaba de sus aldeas en la costa africana y se les embarcaba igual que a cualquier otra mercancía para que los blancos cubanos los explotaran en sus fincas. Así que era lógico, como le decía su mujer, que un sistema de tal crueldad tuviera fecha de caducidad...» Algunos estudiosos —historiadores y economistas, sobre todo—están empezando a prestar una especial atención a los sentimientos como uno de los motores de la historia y del desarrollo humano. La envidia, el odio, el miedo, la ambición..., de forma individual y colectiva, habían quedado un tanto relegados en favor de los elementos cuantificables. Rafael ha incorporado magistralmente esos sentimientos tanto en el perfil de los personajes, como en la descripción de la realidad social y política del periodo histórico que abarca la novela. RAFAEL TARRADAS BULTÓ (Barcelona, 1977) estudió Diseño Industrial en la Universidad Autónoma de Barcelona y actualmente trabaja en el sector de la comunicación en Madrid. Además de su interés por el arte y el deporte, es un apasionado de la historia de los siglos XIX y XX. Cuando no está leyendo sobre la materia le gusta escribir en su retiro del Valle del Tiétar, Ávila. En 2020 publicó El heredero, su primera obra, una novela histórica ambientada en el primer tercio del siglo XX que rápidamente se convirtió en un fenómeno editorial y un éxito de ventas. © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural
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