Por Violant Muñoz i Genovés Claudia, Clau para sus compiyoguis, ve cómo su vida transcurre entre arreglos florales, clases de hipopresivos, batidos detox, mercadillos solidarios y otros eventos de caridad desde Can Tranvía, su fabulosa mansión de la Costa Brava. Su cómoda rutina se ve drásticamente interrumpida cuando descubre que la mansión no es suya, sino de su marido, y que éste, sintiéndolo mucho, se ha enamorado de una chica mucho más joven, con la que mantiene una relación a pesar de tener la edad de su hija, y que la susodicha, la Usurpadora, viene de camino a ocupar su trono. Para Clau rendirse no es una opción, así que decide rechazar la idea de abandonar la que durante treinta años ha sido su casa, y mantenerse en primera línea de batalla, haciendo de la casita de los guardeses de la finca su nuevo campamento base: 260 metros de diferencia distinguen su improvisada nueva vivienda del que ha considerado su hogar hasta entonces. Entre esas cuatro modestas paredes, Claudia planea acechar la vida sentimental de la pareja hasta que se presente la ocasión de contraatacar y poder recuperar todo lo que le ha sido arrebatado. Para tal firme propósito, encontrará por sorpresa la inestimable colaboración de Antonia, la empleada del hogar que le hará de espía, pero sobre todo de apoyo emocional en los momentos más duros, cuando todas sus exclusivas relaciones sociales se han esfumado como por ensalmo. “Poco bebo para lo mucho que tengo que tragar" es una divertidísima comedia femenina que bucea en las aguas donde se mezclan las corrientes del feminismo, del clasismo, del despotismo filial y de las malas madres. Una divertidísima y mordaz comedia femenina, para reírte hasta de tus canas. ¿Por qué debemos leerla? Porque esta es la historia de Claudia y de tantas otras mujeres que, de repente, se ven con un matrimonio y una inminente separación a cuestas, además de una maternidad ya cumplida, no exenta de daños colaterales.
Una historia recogida en una muy digna novela que se retrata como todo un canto a la vida que, sin embargo, no entiende de edades ni circunstancias; una oda a los comienzos de cero, al futuro incierto, al no conformarse, a los ''¿por qué no?'', a confiar en los ''todo pasa por algo'', a dejarse llevar por las casualidades... En definitiva, a las ganas; sobre todo, a las ganas y a los motivos para seguir siempre. Débora Castillo nos introduce, a lo largo de 40 amenos capítulos, en un universo de mujeres a tiempo de descubrir, mejor tarde que nunca, que la vida no es como creían que sería, con su correspondiente decepción, pero también con el encanto de la oportunidad que ofrecen las ventanas que se abren cuando una puerta se cierra, o cuando una misma decide cerrarla y decir ''hasta aquí''. Con una voz potente y ácida, un humor desternillante y una ironía de lo más fina, la autora reúne con maestría a un elenco de personajes femeninos tan dispar como acertado: clases alta y baja, diferentes edades, distinta condición... Todas hablan con desparpajo y desenfado en un texto fácil, fresco, divertido y mordaz a partes iguales, que rezuma el carácter cómico agridulce tan femenino de las novelas de género ligero. Un relato que sirve, sin lugar a dudas, para reivindicar a la mujer más allá de la maternidad o el matrimonio; que predica la sororidad, la ayuda y la empatía entre mujeres. Todo ello, sobre todo, en una sociedad donde a partir de los 45 empiezan a convertirse en invisibles y muchas, en inservibles. Can Tranvía es el escenario principal de la novela, el epicentro de la tormenta. Se trata de una masía de principios del XIX heredada por Plácido, regalo de bodas de su padre por su matrimonio con Claudia. Es un enclave privilegiado en plena Costa Brava, ubicado en el término municipal de Arenys de Mar, un pueblo del Maresme a cuarenta y pocos kilómetros de Barcelona. Se llama así por un tranvía que el padre de Plácido compró al ayuntamiento de la Ciudad Condal en los 70 y que se convirtió en emblema de aquella propiedad. Uno de los mayores placeres compartidos entre Plácido y Claudia consistía en recorrer anticuarios y mercadillos, visitar tiendas de diseño o talleres de artistas y artesanos, en todos sus viajes en busca de muebles y objetos de decoración. Así que Can Tranvía está llena de tesoros que serán objeto de numerosas disputas en esta peculiar separación. La Enagua fue un mítico bar de Barcelona que estuvo abierto desde 1969 hasta 1984. La autora ha querido situar ahí la escena en la que Plácido y Claudia se conocen en el año 1988, cuatro años más tarde de su cierre, por los buenos recuerdos que me trae el lugar. También se ha permitido añadir carreteras inexistentes que conectan entre sí Arenys de Mar y otros pueblos del Maresme y ha situado el restaurante Hispania, "...las mejores espardenyes de la zona...", encima de una colina cuando está al pie de la carretera. Pequeñas alteraciones geográficas que jugaban a su favor cuando necesitaba que sus personajes reflexionaran durante un trayecto en coche. Débora Castillo, nacida en Barcelona en 1963, cursó estudios de Ilustración en l'Escola Massana y luego Narrativa en l'Aula d'Escriptors de la misma ciudad, donde también reside. Aunque ha desempeñado una gran variedad de trabajos a lo largo de su vida, la escritura ha sido siempre una pasión que ya en 2016 la llevó a ser finalista en La Cosecha Eñe con el relato «El método de la transubstanciación autoinducida del profesor Gudu». Sus obras destilan una ironía fina, sin estridencias, que sirve a sus protagonistas femeninas para capear los vaivenes vitales con un poquito más de soltura. "Poco bebo para lo mucho que tengo que tragar" es su primera novela. © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural
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July 2024
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