Mi Gusto ES… (O LA OTRA MIRADA)
Miguel Ángel Avilés EXAMEN DE ANTIDOPING. Recuerdo la primera vez que me hicieron un examen de antidoping: fue ayer. Había laborado de granjero, de ayudante de pintor, de modelo, de meritorio en un juzgado, de asistente técnico en el centro de readaptación social, de reportero, de asesor jurídico en el sector público, de maestro, de otras tantas cosas más, pero nunca me habían pedido como requisito para emplearme, un examen así que pudiera detectar sustancias o drogas de las llamadas prohibidas , con lo cual, de resultar positivo a cualquiera de ellas, entiendo que te dan las gracias y ,sobre el posible trabajo, los intentos llegan hasta ahí, salvo que de plano se den cuentan que andas muy amolado y te echen la mano para un internamiento. Yo estaba seguro que no sería mi caso y, para fortuna, todo salió bien. Aun así y, dejando por ahora las controversias que en torno a este tipo de exámenes existen en cuanto a controles de confianza, rigurosidad, estigma y demás, creo que uno no tiene escapatoria y mientras son peras o son manzanas, hay que hacérselo pues de lo contrario será un punto en contra frente a la persona que te exigió ese requisito o, plano, ni siquiera te abrieran la puerta en esa dependencia que te lo está exigiendo. Es decir, te lo haces o te lo haces o ya sabes a lo que te atienes. Cuantos personajes han tenido que dar este paso o algunos más pudorosos como aquel tan memorable que, para no exponerlo al escarnio, solo lo referiré como mi amigo, el del plan de abajo quien con tal de recibir una beca de la Fundación Katz para ir a estudiar en los Estados Unidos, hubo de doblegarse a múltiples estudios a manos del doctor Philbrick, en particular ese que quería descartar que el paciente tuviera úlceras en salva sea la parte. Hasta aquí el resumen de la historia para no encender el morbo en perjuicio del becado. Lo cierto es que estas particulares exigencias para garantizar un empleo son sonrojantes por antonomasia, pese a que uno tiene la certeza de que pasaremos la prueba. Esto último es lo de menos. Lo que ruboriza es lo que ocurre desde tu llegada al laboratorio en la antesala y hasta antes de recibir el resultado. Primeramente, tienes que decir a que vas y los que te atienden, quizá porque lo ven muy natural, no son propiamente discretos para responder y para darte las instrucciones a seguir. Como ustedes saben (porque lo saben) para esta prueba, la muestra es de orina. Pero nada de llevarla ya lista. Se toma ahí mismo y se les tiene que dar el nombre e identificarte plenamente para que no se quiera hacer chapuza. Después de que todos los presentes ya supieron a qué vienes y quien eres, delante de ellos , te indica los siguientes pasos: lavarse las manos, limpiarse “allí” , empezar a orinar en el inodoro para asegurar que se traen ganas y practicar tantito, colocar el recipiente recolector debajo del chorro de orina, recoger al menos 1 o 2 onzas de orina en el recipiente, que debe estar marcado para indicar las cantidades, terminar de hacer chis en el inodoro, entregar el recipiente con la muestra al técnico de laboratorio o profesional de la salud que te atendió el cual no te pierde de vista para no arriesgar la cadena de custodia, observar que se aleja rumbo a donde harán las debidas pruebas a esa misma persona de bata que te dijo que esperara un momento, que enseguida venían. Y sí, regresan y rápido. tratándose de estos exámenes- me refiero al antidoping, no a los del camarada del plan de abajo- los resultados están casi de inmediato. Te entregan un sobre y ya dependerá de tu conciencia si lo reciben tranquilamente o lo agarras con cierto temblorcito. Los que están ahí presentes puede que sepan si todo está bien o algo anda mal, dependiendo del gento que uno haga. De cualquier manera, ninguna de las dos cosas les importa. Los que estaban cuando uno llegó y que ya se fueron, muy probablemente se fueron murmurando, haciendo sus apuestas, se llevaron clavada la duda en los uno de su morbo o porque no, optaron por pedirle a dios que a ese fulano que acaban de ver si le den el empleo, aunque en ese papelito en diga positivo. © Miguel Ángel Avilés
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Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2024
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